Raquel Rodríguez se encontraba desayunando en su casa del Río San Pedro (Puerto Real) cuando una tanqueta irrumpió por una calle de la barriada. Era 23 de noviembre de 2021, en plena huelga del metal. Con el pan todavía en el horno, bajó con total indignación porque no daba crédito a lo que estaba pasando. "Venía de trabajar, estaba en mi parada del desayuno, pero cuando vi aquella injusticia no tuve más remedio que bajar y pedirle a los antidisturbios que pararan", comienza.
Esta mujer de 45 años, dedicada al sector de la limpieza, se considera una "mujer obrera y madre indignada, por tanta violencia e injusticia". No milita en ningún partido ni está sindicada, pero irradia conciencia de clase por los cinco sentidos. En su perfil de Twitter se presenta con una cita de Fermín Salvochea, alcalde anarquista de Cádiz y presidente de su Cantón durante la Primera República: "Mi patria es mi mundo, mi religión hacer el bien, mi familia, la humanidad".
El próximo 16 de febrero está citada en el Juzgado de Instrucción Nº 3 de Cádiz por incumplimiento de la Ley de Seguridad Ciudadana –conocida como Ley Mordaza– y por difundir imágenes de los agentes en acto de servicio. Curiosamente su citación será tres días después de la convocatoria estatal contra la ley que se le está aplicando. "Yo soy víctima de esta ley, me han utilizado como cabeza de turco, y siento respeto porque me enfrento a un aparato represivo donde tengo todas las de perder", expresa en la entrevista con lavozdelsur.es.
Raquel tiene claro que la Ley Mordaza no es más que "una manera de escarmentar a los huelguistas y al pueblo solidario para avisar de quién tiene el mando". Aunque si hay algo que verdaderamente le duele a esta mujer es su tierra, donde trabaja y por la que se indigna: "La gente sobrevive con lo poquito que tiene".
"Cádiz es un polvorín en potencia porque hay muchísimo paro, se respira pobreza, precariedad y encima están cerrando la industria", lamenta. Su alma contestataria guarda un "pero", o más bien, el único camino certero, el de la lucha. "Lo bueno que tenemos en Cádiz es nuestra tradición de lucha y resistencia, por eso ha sido cuna de la libertad", espeta.
¿Los responsables de esta situación?: "La Patronal", repite una y otra vez. Y sobre el abuso policial guarda un consuelo: "Quisieron someter y asustar a Cádiz, pero no lo consiguieron, generaron más rebeldía", admite con orgullo esta mujer que se dirige a los trabajadores del metal como "compañeros de clase" y asume su lucha como propia.
A escasos días de su juicio, recuerda a lavozdelsur.es el día de la tanqueta. "Para mí fue muy trágico, creía que me había teletransportado a un Estado en guerra como Kosovo o Libia", asegura. "Las barricadas se hicieron a posteriori a modo de defensa, pero recuerdo a la gente huyendo despavorida y a los establecimientos echando la bajara por miedo", continúa.
El ruido de los disparos "a bocajarro" pudieron con Raquel, que se plantó frente a la tanqueta y le reprendió a los antidisturbios por su actuación. "Les pregunté si tenían niños chicos, que cómo tenían la poca vergüenza de entrar en un barrio obrero con niños y gente transitando", recuerda. "Ellos me respondieron que qué quería que hicieran, si los vecinos estaban tirándoles cosas", revela.
Semanas después, concluida la huelga, un policía comenzó a amenazarla por redes sociales advirtiéndole que la iba a denunciar por haber compartido un video de la actuación policial en sus redes. "Yo no le contesté en ningún momento", aclara. La notificación judicial llegó a su casa por mensajería hace unas semanas, la recogió su familia. "No me la esperaba, aunque en el momento de las detenciones a los compañeros represaliados temí que fuesen a por mí", reconoce.
Sobre la Ley Mordaza piensa que "una vergüenza antidemocrática, típico de una dictadura, que deja al descubierto el carácter represivo del Estado y de su Gobierno". Para Raquel, "esta ley demuestra ser auténtica heredera del franquismo, dirigida contra los trabajadores y la gente pobre". Como represaliada, "exige su absoluta derogación", y lamenta que "teniendo un Gobierno supuestamente progresista que se comprometió a derogarla", no solo no la haya derogado, sino que "la esté aplicando".
Preguntada por el miedo, responde que no tiene. "Lo único que me da es respeto por no saber a lo que me voy a enfrentar, ya que estamos en un Estado que demuestra que no hay Democracia. Me asusta enfrentarme a un Estado que no es democrático", expresa sincera. No obstante, es consciente de que muchas personas la han puesto como ejemplo de represión por aplicación de la Ley Mordaza y confía que "con presión social se consiga derogarla".
El apoyo recibido, reconoce, "es lo que me ayuda a resistir y no desistir". Raquel entiende una solidaridad sin fronteras y se siente "muy agradecida por ello". Repite como un mantra que el camino es la lucha, "la lucha de la clase obrera". Y advierte antes de despedirse, a cinco días de su declaración judicial, que "no nos van a amedrentar por muchas tanquetas y por muchos antidisturbios que nos manden. Tenemos que defender lo nuestro porque es nuestro. Todo lo que se produce, lo produce la clase trabajadora, explotada por la tiranía. Y por eso tenemos que seguir luchando, no tenemos otro camino. Lucha, lucha y lucha".
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