De Bolivia a Jerez
Ana Hérica Ramos (Santa Cruz de la Sierra [Bolivia],1980) es la delegada de Juventud, Igualdad o Vivienda, entre otras áreas de la rama social, del Ayuntamiento de Jerez. Llegada a España hace 15 años, lo hizo poco después de licenciarse en Comunicación Social en su país. Tenía 26 años y llegó a Jerez para apenas un mes, a ver a su madre y su hermano, que habían emigrado. Pero algo, cuenta, le dijo que tenía que quedarse, a pesar de que ya trabajaba como profesora en Bolivia en una escuela de liderazgo. Su madre no quiso, porque no quería verla como ella, trabajando en el cuidado de ancianos. "Una profesión digna, por supuesto, solo que mi madre quería que aprovechara el esfuerzo para tener estudios en otro trabajo".
Finalmente, acabó trabajando en el sector social en la ciudad, siendo una referencia en esa labor en CEAin, en el equipo de intervención comunitaria de Jerez. Nueve años hasta que llegó una llamada del PSOE para concurrir en las listas de 2019. Mucho tiempo había pasado desde que ella era una joven recién llegada que apenas conocía a nadie, y que comenzó a tener su primer espacio de relaciones con la ciudad a través del Teatro Estudio Jerez, como una actriz más. "Fue un escape, y fundamental a mi llegada. Migrar es un proceso de resiliencias".
"Entré en política de un día para otro, casi sin tiempo para pensarlo. Acababan de concederme una beca para estudiar un máster en Madrid, decidí quedarme y empezar en el gobierno municipal mientras lo estudiaba de forma semipresencial. Me ilusioné porque me lo tomé como un reto personal y para poner en práctica lo que había aprendido sobre diversidad. Y no hay muchas oportunidades de participar a nivel político para una mujer de otro país". Conoció la playa a los 26 años. Hay que recordar que Bolivia es uno de los pocos países del mundo sin salida al mar, y que justo a esa edad llegó a Jerez. Que tampoco tiene salida al mar. Aunque no sea lo mismo.
¿Es Jerez una ciudad acogedora?
Tiene un clima que le acompaña, unas personas que a priori son muy abiertas, comunicativas… Eso es una primera carta de presentación. Cuando al llegar no conocía una dirección, faltaba que me llevaran ellos mismos. Hay otros sitios huraños y distantes y Jerez no es así. Eso sí, diría que no es fácil entrar en la cultura propia de una vida jerezana. Hasta que no fui a la casa de los amigos, compañeros de trabajo, no fue diferente a cómo existe una relación en espacios libres. Entrar en una casa jerezana significa tener una amistad, y eso conlleva un proceso mayor. Hay predisposición en Jerez para acoger por la forma tan carismática de ser del jerezano. Para más inri, yo me dejo llevar a menudo por las señales. La bandera de mi ciudad de origen es verde y blanca, como Andalucía.
"Hay quien piensa que en Bolivia no teníamos agua corriente. Yo he conocido toda mi vida los centros comerciales con cine que llegaron a Jerez hace 20 años. Existen muchas ideas equivocadas"
¿Jerez es curiosa para aprender de otras culturas o se basa en prejuicios? ¿Los ha vivido en su caso?
Creo que hay una relación histórica entre las culturas latinoamericana y española muy importante, empezando por el idioma, que no es un obstáculo y simplemente tiene algunos modismos, que tampoco son fáciles al principio. Fregar en Bolivia es echar a perder algo, aquí es limpiar. Sí te preguntan los jerezanos por conocer cómo se vive, se pregunta por la comida, esos son los aspectos más folclóricos de la relación cultural… Aunque no he sufrido lo que otros compatriotas porque me he movido en un ambiente de mucha sensibilidad a lo diverso, principalmente por mi trabajo. Sí existe en toda España una falta de conocimiento de lo que es Bolivia, esa idea de que no tenemos agua, no sé… Yo tenía desde niña los llamados multicenters, los centros comerciales con cines, por ejemplo, algo que a Jerez llegó hace unos 20 años.
¿Con qué se queda de la cultura jerezana?
Jerez tiene muchas potencialidades. Al nacer aquí no te das cuenta de ellas. Un jerezano me dijo que tenemos el enfado metido en el cuerpo. A la vez, amamos Jerez. El enfado del que hablaba yo no lo tengo. Yo siento que Jerez tiene tantas potencialidades, por su ubicación, por un patrimonio que me da pena que no se cuidara en las vacas gordas… La capacidad de resistencia del jerezano es grande, está acostumbrado a luchar. Me sorprende y me maravilla. Las festividades son también espacios de fuga y revitalización, son parte de la cultura. Me da pena que al andaluz se le asocie con la juerga. No, trabajamos igual, pero también nos divertimos, porque no renunciamos. He trabajado en una cafetería de hotel estos años, y se trabajaba a piñón. Las generalizaciones son injustas, aunque haya excepciones, como en todos los lugares.
¿En qué tiene que mirarse Jerez al espejo?
No hay otro sitio como Jerez. Me sigo quedando con Jerez después de viajar y comparar mucho. El tamaño de la ciudad es ideal para tener calidad de vida. Vengo de una ciudad de dos millones de habitantes. Necesitaba hora y media para ir a la universidad, o a trabajar. Tenemos todo cerca, aunque sea grande por los diseminados que tiene, y aunque eso encarezca los servicios. A lo que me refiero es que creo que hay que superar el miedo, hay que tener autoestima y amor a Jerez sin complejos.
¿Ve paralelismos entre la imagen que da al exterior el andaluz con respecto a los prejuicios hacia Latinoamérica?
Alguna serie nos hace flaco favor y nos estereotipan a los latinoamericanos como lentos, o, no sé, ridiculizando con algunas ideas tanto a la mujer como al hombre. Me parece injusto. Ser diferente, tener otro tono de voz... Qué aburrido ser todos iguales. Las culturas son como las personalidades, somos diferentes. Nos ponen en el servicio doméstico, en el mundo de la delincuencia, en la venta de drogas, en el narcotráfico. En ese sentido, sí se parece a lo que reflejan en muchas ocasiones series y películas sobre Andalucía. Los latinoamericanos tenemos ganas de incursionar en ámbitos de todo tipo, en la cultura, en el emprendimiento, en la industria. Más que por origen, lamentablemente, creo que nos vemos en esas por clasismo. Cuando hay un jugador africano con dinero, es la estrella. Me duele. Puedes tener mala experiencia con un boliviano y, entonces, alguien te dice: "mira, es que los bolivianos...". Generalizar por una experiencia es incompleto e injusto.
"Separar es algo que hacen los extremos, tanto unos como otros"
¿Le preocupa la ultraderecha?
Me preocupa mucho. Antes esas ideas estaban latentes. Ahora se legitiman contra aquello por lo que hemos luchado, contra la concordia, el respeto, la diferencia, el matrimonio igualitario… Se ve clarísimamente cómo se incrementan los delitos de odios, por razones afectivo-sexuales, por origen, por ideología. Separar es algo que hacen los extremos, tanto unos como otros. Desde mi posición social y política, trabajo por construir puentes.
¿Tiene sentido el miedo al inmigrante en Jerez donde apenas los hay por la falta de trabajo?
Al legitimar este discurso, se sobredimensiona, y hay quien cree que estamos invadidos. Hicieron recientemente una encuesta preguntando a nivel nacional cuántas personas creían que en la sociedad española eran inmigrantes. Algunos decían 40, 30%… Y no llegamos al 13%. Nos hacen creer eso, que la mayoría entran por cayucos, cuando entran por Barajas con visado… Los datos hablan. Pero hay un discurso con intencionalidad de buscar culpables entre los más débiles, para no culpar a quienes de verdad tienen capacidad de redistribuir y hacer políticas. Pediría a los jerezanos que no se dejen engañar por los titulares. El divide y vencerás beneficia siempre a los mismos. Si van a por un grupo, no crean que ellos mismos se van a librar, porque les distrae de buscar a los verdaderos responsables de una situación. Casi como un anticonceptivo, debería haber píldoras para que se consulten fuentes, para no repetir lo que escuchamos si no sabemos que es cierto… Los rumores se expanden y las experiencias personales no pueden marcar la gestión y las políticas de diversidad. Tenemos garantías democráticas para dar respuesta a todo, no seamos cómplices silenciosos del discurso de odio.
Las entrevistas de esta sección de Veraneantes acaba con las mismas preguntas veraniegas. Lo digo por si le sorprende el cambio de tercio, porque nos hemos centrado de forma natural en la cuestión de la migración y en su llegada a Jerez. Dígame un platito de verano.
Gazpacho y salmorejo.
No me habla de comida boliviana, entiendo que porque será más de sierras y montañas, con eso de no tener salida al mar...
Yo soy de la llanura, comemos arroz, carne. Pero llevo 15 años aquí y la gastronomía boliviana... Me rindo a Jerez. A una paella española, unas papas aliñás. No por falta de amor a Bolivia, pero me siento tan parte de Jerez que me ha conquistado… No me haga sentir culpable por no decir arroz, yuca, plátano... Alguna vez cumplo con algún deseíto y me hago comida boliviana, pero mi día a día es la gastronomía jerezana.
Un lugar para perderse.
Cualquier paseíto en una playa gaditana. Estaré una semana con la familia en Los Caños. El encuentro con la playa fue un enamoramiento. La primera vez que estuve en la playa tenía 26 años. Era como estar dentro de un televisor. Fue una relación de poco a poco, de ir de paseo, de ir disfrutando las olas. Metiéndome a la mar. Fue un enamoramiento. Para mí, caminar, sentir la arena, el fresquito del agua, me hace perderme. Y si es al atardecer, me encuentro conmigo misma.
La última pregunta el cuestionario suele ser ver atardecer o salir el sol, aunque tiene poco sentido preguntárselo.
Puesta de sol, sí, que me llega el calorcito adentro.
Lo de ver amanecer tras alguna larga noche veraniega, tampoco, entonces...
Nunca he sido de trasnochar. Soy de bailar, peor no hasta altas horas. De nunca.