De Cuartillos a Nueva York
Ana Barriga (Jerez, 1984) es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla. La joven, que vive y trabaja en Madrid, cuenta con galardones nacionales e internacionales. Entre ellos, la beca Daniel Vázquez Díaz, el Premio Internacional de Pintura de la Fundación Focus, así como el de Artes Plásticas de la Universidad de Sevilla, CICUS y Generaciones 2019. En su obra busca el equilibrio entre la razón y la emoción, jugando con lo lúdico, un lugar que considera que comparten niños y artistas. Sus piezas, que viajan desde Sevilla o Málaga —CAAC y CAC— hasta Los Ángeles, Nueva York o Hong Kong, tienen un punto de encuentro en su Cuartillos natal, la pedanía jerezana donde se crío. Allí da forma a su estudio, en el que pretende acoger mediante una beca de residencia a otros talentos creadores, creando una simbiosis entre ella y sus colegas. “Mi pintura refleja mucho el carácter que tengo. Te lo tomas todo de coña y a la vez todo es muy serio” dice en la entrevista con lavozdelsur.es
En tu desarrollo como artista ha influido mucho lo que viste en casa de pequeñita...
Me he criado con una familia genial y en un entorno maravilloso como es Cuartillos. Me educaron con unas bases muy elementales pero muy sólidas, y teniendo en cuenta las carencias que hay hoy eso se agradece. Si yo no tuviera lo que he tenido, a lo mejor no sería capaz de ir a los sitios donde voy.
De Cuartillos te viene mucho, pero en ambientes urbanitas eso tiene varias lecturas.
Bueno, lo que al principio yo veía como una desventaja, creo que es una virtud. Te encuentras con compañeros que han vivido fuera, que han ido a museos cuando tenían cinco años y que han viajado muchísimo. Yo lo más cerca que había estado de un museo eran las enciclopedias que vendían puerta a puerta. (Ríe). Pero, aunque no fuera a un museo hasta que tuviera 18 años, la educación que me dieron fue brutal. Seguramente en casa no tuve esa parte cultural, pero creatividad, seguridad y libertad, me dieron toda.
Y por eso pintas y creas así.
Si te crías feliz y con amor, pintas como quieres. Al principio, cuando salí fuera de casa, me decía: vaya acento que tengo, mira cómo habla la gente aquí y cómo hablo yo. Luego te dicen: yo leí tal libro y viajé a tal sitio. Yo no tenía nada de eso. De educación cultural me cayó lo que cayó, pero sin embargo tengo curiosidad. Siempre he necesitado estimular toda la energía que tengo dentro y para ello voy investigando. Aunque al principio tenía ciertos complejos, en muy poco tiempo me di cuenta de que esto era maravilloso. Mi pueblo, mis padres, mis primos. Para sobrevivir en la jungla, no solo basta con creer en ti, sino en ser buena persona.
Lo cotidiano también influye mucho en tu obra.
Mi obra es pura vida en el sentido de que es un reflejo de las cosas que me van pasando. Si voy a comprar el pan y me pasa algo, lo reflejo en el cuadro. A lo mejor no es tan evidente para ti pero para mí está. Es una manera de ser y de estar en el mundo. Un chico me hizo una entrevista donde decía que yo no quería comerme el mundo sino que el mundo me comiera a mí. (Ríe). Es esa mi forma de entenderlo, de integrarme.
Lo de mezclar esmalte con óleo y espray, es una de tus señas de identidad. Ahí vemos un poco de inocencia infantil pero también de rebeldía... ¿de dónde te viene eso?
¡Bendita inconsciencia! Pues te lo hace ir probando, sin darte de cuenta. Por ejemplo, no te planteas que cuando utilices esmalte o espray vayas a poder trabajar en tal galería. Ha sido una cosa que la vida me ha regalado. Ahora estoy desenvolviendo todo ese hojaldre disfrutándolo a muerte. Claro, cuando utilizo esto hay descaro y desparpajo pero sobre todo mi personalidad. Cuando tacho un cuadro con espray es como decir: no pasa nada si esto se rompe. Yo te construyo y yo te destruyo. Pero sobre esto último habría que preguntarle a mi psicólogo. (Ríe).
También es una forma de huir de cualquier apego a lo material.
Viendo a lo largo de la historia la de artistas que no solo han dejado el listón alto sino que nos han cambiado la vida, quizá esa parte de reventar una obra es lógico. ¿Qué coño hago yo pintando? ¿Qué puedo aportar? Pinto porque creo que he descubierto algo, a lo mejor para otras personas no es nuevo pero para mí sí. Me tiro muchas horas al día investigando. De ahí el arrebato.
En tus obras, juegas. Ese ocio lúdico a veces parece una actitud o un posicionamiento, pero también una técnica. ¿Qué es exactamente?
(Ríe). Uf, yo qué sé, un poco de todo. Mi pintura refleja mucho el carácter que tengo. Te lo tomas todo de coña y a la vez todo es muy serio. Yo le digo a mi padre: los artistas tenemos un naranjazo dado pero un naranjazo muy bien dado. Hay que tener los pies muy bien puestos en la tierra, pero también te tienes que dejar ir de alguna manera.
En la Facultad de Bellas Artes esto no te lo enseñan pero te dan herramientas.
Bueno, no es que tuviera suerte, sino que tuve lo siguiente. He nacido de pie, la gente que me he encontrado en el camino siempre me ha echado un cable. Entré en la Facultad (Bellas Artes, Universidad de Sevilla) con la idea de estudiar escultura. Pero teníamos una asignatura de pintura, había que comprar los materiales y me animó mucho. Había potencial y una libertad absoluta, y eso es lo mejor. Los profesores que tuve, Paco Lara Barranco y Paco Sánchez Concha, ahora son amigos míos. Un día me dijeron: “Ana, ¿cuántos años llevas pintando?” Yo les dije que nunca había pintado, que lo que había hecho era como cualquier niño en el cole. Al final acabaron poniendo los concursos encima de la mesa para que me presentara.
Otra vez lo del entorno...
Es que era un ambiente muy bonito. Ten en cuenta que yo trabajaba en un bar para pagarme la carrera y en una librería por la tarde. Luego sacaba tiempo para pensar. Los compañeros que tuve son geniales. A día de hoy seguimos quedando cada verano, alquilan un fin de semana una casa y nos ponemos al día.
¿En verano trabajas más o menos?
El verano es cuando más trabajo. En septiembre empiezan las aperturas y es verdad que siempre apretamos un poco más.
Eso sí, en Cuartillos trabajo mejor. Además de la luz natural, es por lo que tengo alrededor. Me levanto y me pongo a pintar. Mi padre y mi madre me vuelven inútil: ni hago café ni me doblo los calcetines, ellos lo hacen todo. He estado más de dos meses y medio aquí. Cuando puedo, bajo. En Jerez se pueden hacer muchas cosas y algunas van teniendo visibilidad. Aunque le queda, en mi estudio de Cuartillos ya puedo trabajar.
Ahora estás planteando montar todo el estudio en Jerez...
La idea nació en Madrid. Di una beca para artistas emergentes y como a mí me va un poco la marcha y me creo rica aunque no lo sea, le plantee a mi equipo (14 personas) que si damos otra beca, sea en Cuartillos. Lo que buscamos es montar una beca de residencia pero no para gente emergente sino para todo tipo de creadores que pueda nutrir el entorno que tenemos.
Le das plazo...
Espero que en un par de años o tres esté. Lo importante es que sea sólido. Esto es una cosa de decir con mi equipo: a ver quien pone la locura más grande encima de la mesa. Luego hay que ir dándole forma. Tiene que ser así para que no salga hoy y se caiga mañana.
De Cuartillos a Nueva York, Los Ángeles o Hong Kong.
Pues te voy a contar algo gracioso. Cuando mando los cuadros desde Cuartillos a Nueva York se creen que Cuartillos era el nombre de mi estudio.
El "cuartillo" de Ana...
Un cuartillo. El cuartillo del estudio donde pinta la chavala. (Ríe). Ahora participo en la galería Richard Heller de Los Ángeles. Luego, también en la Woaw Gallery de Hong Kong, comisariada por Pablo Villazán. Con este galerista precisamente me iré a Nueva York durante dos meses. La semana que viene inauguro en Hamburgo y luego voy a México, donde tengo un proyecto de 15 días. Eso sin contar Dubai, Suiza y la feria de arte de Shangái… sí, sí, el año está calentito.
Pero cuando estás por aquí, alguna escapadita más a mano te pegas.
Cuando me puedo me escapo. Me gusta ir mucho a la Playa de los Alemanes y a Tarifa. Aunque es verdad que en agosto me encierro, trabajo e investigo muchas horas el día. Si no, me voy a Cádiz y me tomo un vinito y unos chicharrones en el Manteca.
Una de tus obras para los lectores de lavozdelsur.es.
El gato. El gato grande. Antes de saber que iba a hacerlo, me preguntaron qué pasaría si una de mis obras se convirtiera en 3D. Yo creo que se convertiría en un bicho que me comería. Y el gato lo confirma. Si no me ha comido, me ha quitado diez años de vida. (Ríe). Al menos también me ha dado diez años de experiencia.