La música, 'a way of life'
Pocas cosas le quedan por hacer a Joan Vich dentro de la música. El que fuera camarero del FIB y luego llegó a ser director del mismo festival, ha publicado un libro como "crónica emocional", titulado Aquí vivía yo (Libros del K.O), sobre los 25 años trabajando en el Festival Internacional de Benicassim. Vich, natural de Palma de Mallorca, aunque ciudadano portuense desde hace más de 10 años, ha sido músico de grupos como The Frankenbooties, Patrullero Mancuso, Jonston o Single, además de haber compartido su sapiencia musical en medios generalistas y revistas especializadas como Rockdelux, Público, Mondosonoro, TVE o El Mundo.
Actualmente es mánager de las bandas Melenas, Adiós Amores y el jerezano Ghouljaboy. Después de toda una vida dedicado a la música, ha podido desmotrarle a su madre y a su padre que "aquella obsesión infantil con los discos y la música podía tener más salidas profesionales que la carrera de Derecho que abandonó a falta de dos asignaturas", así resume sus más de tres décadas "viviendo del cuento". El próximo jueves, 7 de julio, a las 20:00 horas, presenta su libro en en el Bar Vicente 'Los Pepes' de El Puerto de Santa María, uno de sus lugares predilectos al que le tiene un gran cariño y donde estará rodeado de amistades.
¿Qué tal estás, Joan?
Bien. Entre el trabajo y entrevistas, creo que dándole más horas de las que debería. Pero bueno, he sacado un libro y hay que apoyarlo.
Comienza la temporada de festivales, ¿tienes previsto asistir a alguno?
Realmente no soy muy fan de los festivales. He trabajado toda la vida en ellos y estoy muy a favor de este modelo de diversión y de consumo cultural, pero igual no es el que disfruto más personalmente. Tengo previsto ir al Cala Mijas, pero solo iré un día de los tres. Creo que también es una cuestión de edad. Fui a festivales antes y mientras trabajar en el FIB: Doctor Music, FestiMad... Tenía 20 o 25 años. Ahora mismo me apetece un ocio y consumo cultural mucho más tranquilo. Un festival es una cosa muy juvenil, y aunque no tiene por qué serlo, en general se disfruta mucho más porque es muy exigente físicamente.
Sin embargo, viviste 25 años en uno…
No estoy en contra de los festivales para nada, me han dado de comer y me siguen dando. Comencé a trabajar en el festival de Benicassim porque fue una idea loca de cuatro amigos, que coincidía que también eran amigos míos. Entonces a la hora de contratar a gente para que les ayudasen, nos llamaron a quienes tenían cerca. A partir de ahí, fui yendo cada verano en distintas formas y con distintos trabajos y, poco a poco, una cosa fue llevando a la otra. Desde 2006 estuve en plantilla trabajando durante todo el año, subí en el escalafón y el último año llegué a director del festival.
De camarero a codirector del FIB Benicassim. En tiempos de precariedad y meritocracia, suena a broma
En mi caso, más que meritocracia fue nepotismo. No me quito mérito tampoco. Fui ascendiendo porque demostraba que daba la talla en cada cargo en el que estaba, pero en el prólogo del libro digo que lo de acabar como director fue la constatación del principio de Peter, que es ese que dice que uno va subiendo en la escala jerárquica laboral hasta que llega a su máximo nivel de incompetencia. Ahí es donde me encontré yo. No quería ser director, a mí me hicieron director porque era la persona de confianza, con la edad adecuada y con la autoridad dentro del resto del equipo como para ocupar ese puesto para el que, en aquel momento, no había ningún candidato. No lo disfruté nada, no me gusta, yo no lo quería y me alegré cuando se acabó tan rápido.
¿Cómo han evolucionado los festivales en España? Se habla de burbuja. ¿Cuándo comenzó realmente?
Se empezó a hablar de la burbuja de los festivales en 2008. Creo que después de 14 años ya está bien. El término ya es erróneo, porque una burbuja no dura tantos años. Es un nuevo contexto, una nueva realidad y manera de relacionarnos con la música en directo. Sí que es verdad que hay muchos, por tanto, lo que hay es mucha competencia. Eso, desde el punto de vista cultural, no sé hasta qué punto es bueno. Y desde el punto de vista del mercado es lo natural. El mundo de los festivales es extremadamente capitalista. Simplemente es un reflejo de esa filosofía. Hay mucha competencia y mucha gente queriendo ganar mucho dinero. Entonces siempre habrá candidatos. Algunos se arruinarán y otros ganarán mucho dinero. Es así de crudo, lo que no quiere decir que yo esté de acuerdo con eso, porque no lo estoy, pero la descripción es así de descarnada. Lo de la burbuja fue invento que sonaba bien, al igual que 'la guerra de festivales', que tampoco creo que exista, lo que hay es una competencia que a veces puede ser un poco dura.
Aunque quieras evitar caer en la nostalgia, tu libro es una “crónica emocional” de tiempos pretéritos. ¿Qué echas de menos de aquellos años en Benicassim?
Sinceramente, echo de menos a mis amigos y ser joven. El resto me da igual. Echo de menos a la gente con la que compartía momentos allí, gente a la que sigo viendo y también a gente a la que hace mucho que no veo, pero con la que gracias a la publicación del libro he vuelto a tener contacto. Sobre todo a la gente porque el hecho de ser joven no siempre, más bien la fuerza física. Estoy muy contento donde estoy, pero sí que a veces me gustaría volver a tener esa energía. Realmente no echo de menos nada de esa época, simplemente quería dejar constancia de que la viví.
Cuando uno se mete tan de lleno en la organización de un festival. ¿Tiene tiempo de calidad para disfrutar de la música?
Sí, por supuesto. Durante el festival igual no tanto, pero en todas las ediciones del festival yo me reservaba por lo menos un concierto para verlo entero. A veces dos. Llámame irresponsable, pero ahí desconectaba durante una hora. En esa hora podía pasar algo importante que tenía que atender, pero me permitía esa licencia siempre. Creo que es importante no olvidar por qué haces lo que haces. Y yo hago lo que hago porque me gusta la música. Cuando trabajas en esto, desarrollas el sentido de poder disfrutar solo cinco minutos de algo y luego irte corriendo a hacer otra cosa. Eso me gustaba mucho. Por ejemplo, contrataba a un grupo que me gustaba mucho y solo veía cinco minutos de su concierto, pero lo disfrutaba. También me gustaba mucho contratar a artistas y ver que a la gente le estaba gustando. Ahí mi trabajo tenía sentido y había acertado en la selección que había hecho. Pueo decir que sí, yo lo disfrutaba mucho.
En el libro encontramos incontables anécdotas con artistas de la talla de Amy Winehouse o Liam Gallagher, por destacar alguno. Por cercanía te preguntaré por Pedro Sánchez, su estampado imposible y, ya que estamos, por el falcon en el que se desplazó hasta Castellón
Pedro Sánchez vino varias veces al festival. Tres que yo sepa. Una primera vez que no nos enteramos, cuando era diputado raso y fue con sus amigos, como cualquier otra persona. Una segunda siendo ya candidato socialista, ahí hubo un poco de revuelo. Estaba en campaña y se dejaba querer, sacándose fotos con todo el mundo... Y luego volvió una tercera vez ya como presidente. A parte de que hubo que organizar todo un protocolo de seguridad mucho más estricto, vino con el falcon. La vez anterior entiendo que fue con el Peugeout ese con el que iba recavando apoyos por España. Como presidente vino con el avión presidencial y hubo una polémica muy grande porque había utilizado el falcon para viajar a Benicassim. Parece que vino a ver a The Killers. Yo estoy muy en contra de esa polémica, lo dije en su momento, pero ahí nadie me escuchaba ni respondía entrevistas como ahora.
Me gusta decirlo porque creo que aunque todos tenemos el deber de criticar la labor del Gobierno, también tenemos que respetar un poco las instituciones, ya que se está jugando a criticar absolutamente todo lo que pueda hacer el contrario. En este sentido, creo que el presidente del Gobierno, sea José María Aznar, sea Rajoy, Zapatero o Pedro Sánchez, es lógico que viaje en su avión presidencial. Cuando vemos las películas norteamericanas, vemos al presidente americano viajando en el Air Force One y, a veces, está yendo a su campo de golf o a pasar el fin de semana. Es natural que el presidente del Gobierno viaje en el avión que utiliza el presidente. No va a ir en Rynair ni va coger el tren ni tiene por qué pasarse seis horas en la carretera. Es una cosa que debemos ver con más naturalidad. Y obviamente es un gasto, pero es el presidente del Gobierno y se supone que nos representa a todos. Toda esa polémica que hubo me parece ridícula y me dio vergüenza ajena.
La cultura ha sido y es la gran olvidada en los programas electorales. Para muestra, las últimas andaluzas. ¿Cómo se sostienen los festivales ahora que los cachés están por las nubes? ¿Ha cambiado esto con las bandas de nueva generación?
Los cachés siguen altísimos, no han bajado después de la pandemia, al contrario, se han mantenido e incluso han subido un poco. En cuanto a los festivales, son más que música. La cultura es por supuesto un punto importante del festival, pero lo realmente importante es la experiencia y la sensación de disfrute en comunidad. La cultura es un complemento a ese disfrute. Respecto al apoyo institucional en los festivales, en su gran mayoría viene de Turismo y no de Cultura. Lo que se apoya y lo que interesa a los políticos es el gran evento y el concierto de masas. Estoy de acuerdo en que debería haber más apoyo a la cultura, pero no viene por darle dinero a un festival, que es una máquina de hacer dinero y de mover gente. En realidad los festivales lo que demuestran es la política cultural y económica que llevamos sufriendo muchos años: que somos un país de camareros. Lo que se apoya es la hostelería. Entonces, la cultura, como tal, tiene que ir a la cultura de base y de proximidad, y favorecer la creación y la expresión cultural de todo el mundo, no solo de los grandes eventos. Pero lo que les interesa a los políticos son los grandes festivales, igual que la Fórmula 1, las regatas transatlánticas, la copa Davis... Los eventos que hagan mucho ruido.
Como amante de la música. ¿Qué tal ves propuestas que están surgiendo en Andalucía?
Andalucía siempre ha sido un sitio en el que han salido muchísimos artistas muy buenos. No creo que la efervescencia que efectivamente hay ahora sea nada sorprendente. Siempre ha habido grupos buenísimos de Granada, de Sevilla, de Córdoba, de Huelva, de Jerez y de Cádiz, por supuesto. Yo vivo en El Puerto de Santa María, un sitio que desde hace años está en el mapa de la música por el Monkey Week, por el estudio de Paco Loco, por grupos como LedaTres o Maddening Flames. Creo que la escena andaluza siempre ha tenido mucha fuerza. Igual siempre con el problema de la distancia, por lo que a veces es más difícil mostrar ese talento, ya que para llegar al norte o a Barcelona, no digamos para salir de España, hay que cruzar muchos kilómetros, pero también te digo que yo soy de Mallorca y lo teníamos peor.
Monkey Week como paradigma de festival, nacido en El Puerto
Es un concepto muy diferente al de un gran festival como el FIB. Es más un encuentro para la industria musical y, a la vez, es un lugar de descubrimiento de nuevos artistas para el público. En el Monkey Week nunca va a haber un cabeza de cartel que mueva a cientos de miles de personas, sino que es un sitio donde descubrir quiénes son esos artistas que dentro de unos años pueden ser los cabezas de cartel. A mí me parece que han demostrado que con pocos medios, con pocas ayudas, porque en realidad es un festival muy barato, pero con mucha imaginación, son capaces de consolidar un proyecto que ya se ha convertido en referente a nivel nacional y que tiene muchísimo respeto a nivel internacional. Y que ha puesto, primero a El Puerto de Santa María y después a Sevilla,como cita ineludible para mucha gente. Sobre todo dentro de la industria musical. Al Monkey Week vienen los programadores de los grandes festivales para ver qué grupos pueden descubrir para el año siguiente. Y este tipo de citas son importantísimas. El Monkey está súper consolidado. Yo desde hace un par de años trabajo con ellos, pero no me perdía uno antes. Me considero autorizado todavía para decirlo.
Tu libro se presenta el próximo 7 de julio en el Bar Vicente de El Puerto. ¿Qué tiene de especial este lugar?
Es mi bar preferido de El Puerto. Tiene ese atractivo para los modernos que nos gusta tanto lo antiguo y lo auténtico. Más auténtico que el Bar Vicente no hay nada. Es un sitio en el que el tiempo se detuvo. También me gusta porque se escucha música, pero muy bajita. Y no hay televisión. Un bar sin televisión siempre estará arriba de mi top de favoritos. Que no haya televisión favorece la conversación y la introspección. Además de ser muy bonito, está muy bien decorado, es casi como un viaje en el tiempo.Allí siempre han sido muy cariñosos conmigo y como saben que me gusta tanto, me dieron la opción de presentar mi libro. También están muy preocupados por el apoyo a la cultura, de hecho, hacen jueves culturales con lecturas poéticas, pequeños conciertos y presentaciones de libros. Me pareció el sitio perfecto para presentar el mío.
Cambiaste la playa de Benicassim por la de Fuentebravía. ¿Cómo ves la vida desde entonces?
Las compaginé. Llevo más de 10 años viviendo en El Puerto y hubo un tiempo en el que viajaba desde aquí hasta Benicassim para hacer el festival. Este es mi lugar seguro, es el sitio a donde volver. Ahora que vuelvo a viajar por trabajo, después de dos años prácticamente sin hacerlo, volver a El Puerto y bajar a la playa de Santa Catalina, me parece volver a casa. Es el sitio perfecto para mí. He vuelto recientemente de Londres y está muy bien ir allí y cargarte las pilas, ver el mundo acelerado para luego volver aquí, a la playa de Santa Catalina.