La cultura que vino del Norte
Juan Carlos González (Palencia, 1970) se ha convertido en uno de los nombres del mundo de la cultura en Jerez. Habitual en inauguraciones desde hace años, es colaborador y accionista de lavozdelsur.es. Con su sección Roedores de Cultura, es rara la presentación literaria de la ciudad que no cubre. En este espacio, como se suele decir, toma el pulso de la cultura en Jerez y Andalucía. Aparte, tiene un blog, Cerebros en toneles. Profesor de Filosofía en el IES Seritium, no esperen de él afirmaciones grandilocuentes sino prudentes, sosegadas, meditadas y, eso sí, siempre con cierta acidez e ironía. Es, en cierta medida, síntoma de los tiempos que una conversación con él sea un oasis entre tanta prisa y frase elaborada para ser exclamada.
Llegó a Jerez en 1996 casi sin conocer nada de la ciudad. ¿Qué se encontró?
Algo conocía por la cultura de vinos y caballos, de la que mi familia es aficionada. Era un Jerez inmenso, con gran diversidad de zonas, algo que no me podía imaginar respecto a la idea quizás tópica que tenía. Me sorprendió la gente, que a los dos minutos te trata como si llevaras aquí toda la vida.
Viene de un pueblo de eso que se llama la España vaciada. Hoy, a diferencia de lo que ocurría hace 25 años, es habitual que los jóvenes que tanto trata en los institutos se tengan que marchar para trabajar.
Pasa aquí en Jerez lo mismo que en Castilla. Durante años, para gente de zonas como Jédula, que conocí, su objetivo era irse a Mallorca. Se dan cuenta de que no hay industria, y la que había, desaparece. Cuando empecé a dar clases en el 96, eran menos los que hablaban de irse fuera. Como en Castilla, ahora salir fuera es ya parte de tu vida.
"Hoy los profesores de Filosofía tenemos menos importancia para formar ciudadanos que las redes sociales"
Como profesor de Filosofía, ¿qué le ha parecido la polémica que tuvo lugar hace unos meses sobre el número de horas para esta materia en el currículum académico?
Los profesores, en general, cuando se nos habla de nuevas leyes, ya desconectamos. Los políticos están en otra galaxia. A menudo, es algo ficticio. Algo que cambiaría de verdad las cosas es que hubiera una ratio de 15 alumnos por aula. No creo que haya debates ideológicos de fondo en eso del número de horas de Filosofía, sino negociaciones de encajes de bolillos. Se nos achaca que tenemos menos utilidad, y nos llenamos la boca con que los que enseñamos filosofía enseñamos a pensar, a formar ciudadanos libres, y muchas veces no es verdad. Quizás por culpa del currículum académico, quizás porque creamos expectativas, pero habría que revisarlo. Es triste, pero tenemos hoy menos importancia que las redes sociales a la hora de formar a la ciudadanía.
La culpa es mía, seguro, pero me estudié varias veces 'La navaja de Ockham' y tengo que consultar a veces algo por internet para recordar a qué se refería.
Porque a la hora de enseñar debemos partir de problemas reales, cercanos, y luego llegar a las teorías, no al revés. La filosofía tiene una conexión con lo que aparece en los periódicos, con los medios de comunicación, pero a la hora de enseñar, esa conexión se ha perdido.
¿El mundo de la cultura en Jerez también está vaciado, como España?
Una característica de Jerez es su dispersión, y pasa en la cultura y en la comunicación. Sí se hacen cosas, como en la Fundación Caballero Bonald, o en los institutos públicos y privados, o en las librerías... Hay cosas, pero están dispersas. Cuando se habla de Capitalidad de la Cultura, quizás hay que elaborar un plan que integre todos los centros donde concurren artistas, escritores, etcétera. ¿Comparado con Madrid, Barcelona o Valencia? Claro que hay menos, pero en esas ciudades existe la misma queja. Hay quizás que hacer un esfuerzo por integrar a toda la actividad privada en esa iniciativa cultural, incluyendo a comercios, por ejemplo. Ahora se ha hecho una auditoría para escuchar a escritores, pintores y demás para conocer sus quejas.
"No me preocupan mis contradicciones"
No me muerdo la lengua, me llama la atención la cantidad de veces que usa el término quizás o el verbo en condicional, el "habría que", por ejemplo.
Eres muy observador. Soy muy escéptico, algo que es una virtud, dentro de lo que se pueda hablar de virtudes. Estamos en un mundo de redes, tertulias, donde hay gente que daría la vida por una frase. Me sorprende que otros sepan de todo. La clave de la filosofía es saber dudar. Si no se duda, surgen los fanatismos, o en el Parlamento nadie se escucha. Si me preguntas lo mismo dentro de 10 minutos, soy consciente de que puedo dar una versión diferente sobre lo mismo. Ser de izquierdas o de derechas ha pasado a ser un kit con respuestas para todo. En realidad, se puede caer en contradicciones. A mí no me preocupa tenerlas. No escribo verdades en piedra, porque aferrarse a ellas luego es difícil. Y esa piedra tiene más grietas que la calle Larga de Jerez.
¿Cuánto ha echado al tanque la última vez que fue a una gasolinera?
Me asusté, me costó 100 euros. El descuento de 20 céntimos es una tirita, es una terapia, un buen invento.
Un plato de verano.
Atún encebollado, que de eso no hay en Palencia.
Un lugar para perderse.
Te diré dos. La montaña palentina, en la España Vaciada, en un lugar con menos de 100 habitantes, para perderse en la naturaleza. Y luego, Rota, incluso al lado de los destructores. Basta con sentarse en una silla de playa y ver las olas.
Puesta de sol o ver amanecer.
Soy de puesta de sol, cuando salen los vencejos. Un recuerdo de niñez para los que somos de pueblo, un placer sublime.
Un libro o película para el verano.
Recomendar es arriesgado, porque luego te encuentras con tu víctima y te abronca. Ahora tengo dos libros a mano: El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa, sobre un diplomático irlandés que va al Congo Belga. Es una reflexión sobre la civilización, sobre el bien y el mal que hemos querido hacer. Y otro libro que se llama Decir el mal, de Ana Carrasco Conde. El mal es uno de los grandes temas de la filosofía. Tenemos ahora a Putin y tuvimos Irak. Siempre el ser humano acaba haciendo barbaridades como los de los campos de concentración, cosas que no comprendemos, que escapan a la razón.