Casi veinte años viviendo del ritmo
“¿Una entrevista a mí… si yo no soy nadie? Yo soy un obrero de esto…”. Es lo primero que Pedro Navarro Grimaldi, Perico Navarro (Jerez, barrio de San Miguel, 1985) zampa al otro lado del teléfono en el precalentamiento del cuestionario. Para no ser nadie lleva para veinte años viviendo de su arte, en la retaguardia de grandes compañías de baile flamenco y en incontables producciones artísticas. Su arte no es otro que bucear en los ritmos, aportar sonoridades, texturas, a partir de su set de percusión, del que acumula en casa una veintena de instrumentos de todo tipo.
Descubierto por la compañía de Mercedes Ruiz con apenas 18 años, este viernes (22 horas) estará en los Jardines de La Atalaya dentro del espectáculo Ellas, organizado por la peña flamenca El Pescaero dentro de los Viernes Flamenco y con el baile de María José Franco a la cabeza. Al día siguiente, en el mismo sitio y a la misma hora, acompañará a Santiago Lara, su amigo desde niño, en la presentación de su nuevo disco, Tu canción en mi guitarra. Y ya el resto del verano, por suerte, será un no parar.
Las palmas de sus manos, asegura, caminan ya solas. Se sabe los vericuetos del soniquete flamenco de memoria. A ese saber hacer, suma pellizco y personalidad. Por eso es un fijo en muchos atrás y en muchos córners de muchos escenarios. Por eso este obrero del arte, para el que la música trasciende el aquí y el ahora, lo crematístico, se ha hecho un nombre en un mundo, como en tantos otros, donde la humildad y la ausencia de ego, el no venderse, son valores tan poco frecuentes.
Los ‘percus’ no os prodigáis en entrevistas. ¿Os llamamos poco los periodistas o sois muy tímidos?
La verdad es que como vamos siempre como acompañantes de figuras, pues no sé… hay que ser muy estrella para que te hagan una entrevista, y aquí estrellas hay pocos. Más bien estrellaos (ríe)…
¿El cajón da para pagar el tarifazo eléctrico, su agenda está completa este verano?
Sí, después del año tan malo que hemos pasado este verano hay cosas interesantes y hay cosas menos interesantes, como los bolos en chiringuitos, que en esta época se abre ese mercado y, aunque es menos sueldo, la responsabilidad también baja y el ambiente es relajado…
¿Un bolo en un chiriguinto al final se agradece también, no?
Hombre, tiene su punto, no tienes que ensayar, porque suelen ser versiones de temas muy conocidos, vas en chanclas y bañador, ves la playa, te tomas una cervecita… no es la presión de ir a un teatro y estar dos horas concentradísimo. ¿Esto da para llenar la nevera? Depende de la racha. He tenido la suerte de entrar en este oficio por la puerta grande, y he tenido rachas muy buenas, pero también las he tenido menos buenas. Lo que se hace difícil es pagar el autónomo, los instrumentos, el alquiler, una luz que nos han puesto a precio de oro…
Y con pocas ayudas al mundo de la cultura…
Ayudas pocas, la cultura siempre está descuidada.
Hace poco ha estado en Dinamarca, ¿se tapea bien?
Tapear no tanto, pero venimos encantados con el país. Tenemos mucho que aprender de ellos.
"Lo que se hace difícil es pagar el autónomo, los instrumentos, el alquiler, una luz que nos han puesto a precio de oro…"
Por encima de todo, organización y respeto a la cultura, ¿no?
La afición al flamenco está empezando ahora y Kristine Hastrup, que es con quien hemos ido, está haciendo una labor muy importante con los niños para difundir el flamenco, pero es eso, sobre todo hay afición a la cultura en general. Como sociedad están organizados de una manera que considero que el primer mundo está ahí.
Me dice que se ha acostado a las 3 de la madrugada tras llegar del Festival de la Guitarra de Córdoba, y a las 11 ya estaban ensayando con la compañía de María José Franco… Todavía algunos dirán que los flamencos trabajan poco…
Esa es una lucha eterna que tenemos los músicos en general. Hay gente que sigue sin creerse que cobremos un sueldo por ir a tocar con el cajón. El trabajo y las horas que hay detrás no se ven, aunque ahora con las redes sí lo mostramos más. Es mucho esfuerzo de ensayar y comprar instrumentos, cargarlos… anteayer me dio una lumbalgia como nunca y ayer me iba a Córdoba sin poder menearme. Tuve que pincharme un urbason. Cada conga que llevo vale 1.000 euros y pesa 14 kilos, no es solo el cajón.
¿Cuándo le dijo a su familia que quería dedicarse al flamenco?
La primera vez fue con diez añitos, cuando le dije a mi padre que quería dar clases para aprender a tocar la guitarra. Pero realmente, mi manera de entrar en esta profesión fue un poco curiosa porque, siendo amigo de Santiago Lara desde niño, éramos vecinos, di clase con su hermano Paco, estuve cuatro o cinco años estudiando con él, y cuando Santi empezó a despuntar y se juntó con Mercedes (Ruiz), yo me iba a los ensayos con ellos. Siempre he sido muy aficionado. De vez en cuando les acompañaba a las palmas y para cosas esporádicas por aquí cerca, hasta que un día, un percusionista ‘equis’ los dejó tirados a tres días de irse a París, con billetes comprados, sin tiempo para llamar a nadie… Me preguntaron si me arriesgaba a ir, les dije que sí, y nos pusimos tres días a saco, con un cajón que me prestó Paquito González. Nos fuimos a Suresnes, a un teatrito, e hicimos como dos o tres días seguidos.
"Hay gente que sigue sin creerse que cobremos un sueldo por ir a tocar con el cajón. El trabajo y las horas que hay detrás no se ven"
El que no arriesga, no gana.
Desde entonces, y eso fue en 2004, tendría unos 18 años, me puse las pilas, me encerré y me preparé y ellos me dieron el sitio en la compañía. Nunca dije de dedicarme a esto, el trabajo vino a mí y no hizo ni falta decirlo a la familia. Siempre le estaré agradecido a Mercedes, pero también a muchos otros compañeros como El Londro, David Palomar, Jesús Méndez, David Lagos… los cantaores que solían ir en la compañía de Mercedes. Fueron muy buenos compañeros conmigo, me ayudaron y me dieron muchos consejos, y a raíz de ellos me fueron saliendo otros trabajos. Yo me entregué y estudiaba seis o siete horas al día, tocando el cajón y aprendiéndome los discos de todo el mundo: Paco (de Lucía), Vicente (Amigo), Manolo (Sanlúcar)…
¿Quién es su referencia o sus referencias?
El primero que vi tocar de cerca y me impactó fue Paquito González. Eso no era tocar como yo había visto tocar el cajón en el Rocío o en la Feria, ese tío es un artista de esto. Y luego, pues los pioneros, como Rubem Dantas, que es caliente y tiene sangre tocando, o más tarde, el Piraña, que es el caballo ganador en esto ahora mismo en España. Pero luego, con el tiempo, me enamoré de la música latina y ahí está el Papa de todo que es Giovanni Hidalgo, Angá Díaz, o gente de la vieja escuela de aquí como Cepillo, Tino di Geraldo, Antonio Coronel, que es alguien que siempre está con las mejores bailaoras en los atrás… De todo el mundo se aprende y del lenguaje de cada uno se saca algo.
Acaba de decir un montón de grandes nombres de percusionistas flamencos. ¿Tiene ya la percusión el sitio que merece en el género o sigue siendo un cuerpo extraño?
Ya es raro ver un espectáculo o una formación donde no haya un cajón. Eso es gracias a Paco de Lucía, que fue un visionario para tantas cosas y puso el flamenco a otro nivel de musicalidad y visibilidad. Él fue muy inteligente, vio que el sonido empastaba bien con este género, con una parte rítmica tan poderosa y que eso le hacía ganar más sonoridad aún.
¿El compás se lleva en la sangre o tiene mucho pico y pala?
Todo en esta vida es aprender, encerrarte y estudiar. Leí un artículo sobre la protagonista que inspira la serie Gambito de dama y, en relación con el ajedrez, hablaba de no sé cuántas miles de horas para poder dominar la disciplina. Está claro que en los genes hay algo importante de la capacidad para la música, pero si tienes el talento, que tampoco se compra o se estudia, y solo te quedas con eso, vas a tener un límite. Al final, los ejercicios, la postura..., todo eso hay que trabajarlo mucho. Paco de Lucía tenía un talento natural, pero su padre le obligaba a estudiar doce horas al día y luego no paró. El trabajo siempre te lleva más lejos que el talento.
¿Cuántos instrumentos tiene?
Tengo cuatro congas, cajones, cinco o seis, panderos tengo dos, un djembé, siete u ocho platos… como unos veinte, y creo que me quedo corto.
¿Le falta casa para tanto artilugio?
Me falta casa. Los tengo repartidos entre mi casa, la de mi madre, en el estudio de un colega…
"Es mejor dejarte llevar, relajarse, porque las manos tienen memoria. No piensas si la mano izquierda va en el grave o en el djembé"
¿Los vecinos se le quejan de tanto ensayo?
La verdad que he tenido suerte. En la época en la que vivía en casa de mi madre tuve la suerte de tener unos vecinos muy amables, pero yo también me acercaba a comentarles que si en algún momento se encontraban mal, o les dolía la cabeza, que me llamaran y paraba. Siempre estudio en horas prudentes, no antes de las diez y hasta después de la hora de la siesta.
¿Es de flagelarse si comete algún error en un escenario?
No, siento que el error es humano. No me suelo gustar siempre que me veo en un vídeo o me escucho en un disco. Siempre pienso que pude hacerlo mejor. Pero por equivocarme no me flagelo, el error es humano, la perfección no existe y el fallo forma parte de la vida y de la música. Me da coraje no haber estado atento en un momento, pero no me como la cabeza demasiado. Hay algo en el escenario que como pienses que si viene algo más difícil o que te cuesta, y que te vas a equivocar, viene y te equivocas. Es mejor dejarte llevar, relajarse, porque las manos tienen memoria. No piensas si la mano izquierda va en el grave o en el djembé. Las manos tienen memoria y caminan solas.
¿Se ve jubilándose en lo alto de un escenario?
Para mí la música es algo casi espiritual, que necesito para mi paz interior, pero es verdad que el business cada vez me gusta menos. Se hace muy difícil que te valoren, que te paguen lo que te corresponde, que te paguen la gasolina para ir a los ensayos… Si tienes un gran nombre, con una oficina detrás, tienes que pagarme a la altura de ese nombre. Hay músicos que llegan a un estatus y de ahí no se bajan, llamarles vale lo que vale… Si llegara a ese estatus, sí me gustaría jubilarme en esto, pero si tengo que seguir luchando como hasta ahora, y viendo hasta como algunos compañeros se tiran por tierra… tengo 35 años y ya estoy cansado, no me veo con 55 tocando en una feria por 100 euros, la verdad. No quisiera verme, ni creo que mi espalda lo aguante.
Frente a la ola de calor, ¿gazpacho o salmorejo?
Yo soy de gazpacho, fresquito, me gusta ese trago.
Vamos al tópico veraniego: ¿en qué lugar se perdería?
Donde suelo vivir cuando puedo. De Chiclana a Tarifa, me puedes tirar desde un helicóptero en cualquier lado que ahí me quedo.