A la caza 'diaria' del 'temazo'
Pilar Vera (Cádiz, 1975) es una de las plumas más creativas del periodismo andaluz. Acaba de ser galardonada por la APC (Asociación de la Prensa de Cádiz) por su reportaje Cádiz y las macrogranjas de Schrödinger, publicado en el que es su casa desde hace años, Diario de Cádiz (Grupo Joly). Además, es parte importante para que la Feria del Libro haya reconocido también a la sección en la que trabaja, Cultura.
Asegura que sus primeros recuerdos en el periodismo pertenecen al Cámbrico, una exageración imprecisa sin olvidar que, efectivamente, empezó con 19 años. Beduina (es decir, de Puerta Tierra pafuera), lleva unos años haciendo reportajes no solo culturales sino generales. Además, también ha dado el paso a la escritura de ficción, como el libro publicado en 2020 Cosas que acechan en la noche (Editorial Cazador), cinco cuentos históricos de terror navideño.
Dice Reverte que nos dejemos los periodistas de épica, que ser periodista no es para tanto.
Hay dos cuestiones aquí. Por un lado, está el hecho de que muchos periodistas, como vamos a sitios, conocemos a gente, tratamos temas importantes... pues tendemos a creernos importantes. Se nos olvida mirar la nómina para ver el puesto de la cadena trófica que ocupamos. Por otro lado, es facilísimo criticar. No saldré a defender a fuego el honor del oficio, pero se sorprendería la gente de la cantidad de tensiones que tenemos que calibrar. Y lo delgadito que es el alambre.
Es cierto que en Cádiz no nos pegan tiros como en Siria o Ciudad Juárez.
Así, a nivel de peligro físico, no es Ciudad Juárez, ni de coña. Pero sí tienen peligros los egos.
"Para trabajar, me aíslo como Sheldon, porque necesitas concentrarte frente a la redacción, que siempre ha sido un jaleo tremebundo"
Estamos en fecha de llegada de becarios. ¿Qué fue lo primero que sintió al entrar en una redacción? En mi caso, lo desordenados que estaban los papeles, tirados por el suelo.
¡Totalmente! Cuando entré, los ordenadores funcionaban con MS-DOS, con letras verdes y código para picar sobre pantallas negras. Los teletipos entraban con impresoras de aguja. Se fumaba. La redacción era un jaleo tremebundo. Esa cosa que me dicen luego, de que me aíslo, que parezco Sheldon (personaje de The Big Bang Theory), que me aíslo al trabajar, tiene que ver con aquello, porque necesitabas concentrarte. Todo era caótico dentro del orden. Todo era deprisa. La velocidad de las cosas y la capacidad para torear... no me habría imaginado que las necesitaría tanto. Y también creo que donde se aprende es en la masa, trabajando.
Las redacciones antes ocupaban cuatro plantas. Luego, tres, dos… ¿Qué hacemos para evitarlo?
Creo que es bueno que exista un espacio físico. No para ser ocupado de continuo cada día, yo misma intento teletrabajar. Pero creo que es bueno salir de casa, por la retroalimentación que te da con los demás. Y también porque, si hay un problema, no te sientes tan astronauta como en casa trabajando a tu bola. Hay que acudir eventualmente a las redacciones.
Hoy las pantallas de los móviles y tabletas no despintan las manos ni valen para envolver pescado al día siguiente. ¿Cómo lleva el cambio al periódico digital?
A mí la plataforma me da igual. Hay cosas que me gustan en papel, porque algunos reportajes tienen un diseño muy bonito y un trabajo que aprecio, porque soy fetichista del papel, pero en el fondo me da igual el formato. Lo que llevo mal, y lo comenté al recoger el premio el otro día, es haber confundido las cosas. En los saltos de internet, en los cambios de la vida, cuando llega internet, sales al caos absoluto. Lo que ofrecías, lo que podía ser más bonito o feo, pero que se pagaba en el kiosko, pasa a estar ahí en la nada inmensa, compitiendo con cosas gratis. Compite con todo. No solo con otra información, sino con los hipopótamos rosas que bailan. Es imposible competir con esos hipopótamos rosas que bailan. Además de devaluar lo que hacemos, por ser gratis para la audiencia, se confunde ser un medio con ser una plataforma de contenido, donde todo cabe. ¿Debes tener una serie de cosas más frivolonas o distraídas? Vale, soy la primera que lo consume. Pero no te pagan por tener hipopótamos rosas. En teoría, deberías ofrecer un extra como periodista.
Como si en la tele echaran hoy solo informativos.
Claro, tienes que adaptarte, no es la misma historia que hace 20 años, pero hay que informar, porque es una razón de ser, es deontológico.
"La verdad asoma entre lo que te cuentan, pero no siempre es lo que te cuentan"
El año pasado le pregunté lo mismo a Laura Garófano en esta sección… Dígame, ¿qué es un temazo, cómo detectarlo y cómo tratarlo?
A un editor de libros le preguntas y no te lo sabe decir… Porque luego pega el pelotazo lo que menos puedas imaginar. Hay temas que saltan y dices luego: “Qué guay”. Un temazo es algo que trata una preocupación social, pero que te puede dar una perspectiva distinta. Ese es un buen indicio. He tratado temas muy chulos e interesantes, pero recuerdo algunos con especial emotividad. Uno sobre la diáspora judía, sobre los judíos que pasaron por Cádiz para ir a Palestina tras la IIGM. Había un señor en Jerusalén que tenía recuerdos de Cádiz de pequeño y todos decían que no era verdad. Por la manera que lo contaba, me dio que decía la verdad. Pude hilarlo. Habían expulsado a su familia durante el régimen franquista. A eso se sumó la cuestión respecto a los judíos y las envidias que generaron por tener cierta prosperidad. Y aquel reportaje levantaba ampollas porque manifestaba la doble cara del régimen, que trataba de congraciarse con los aliados, pero por otro lado a los judíos se les expulsaban. Fue de esas cosas de olfato.
¿Se aprende o se tiene ese olfato?
Hay que saber escuchar. Y ver. Hay que calibrar. Está lo que buscas en ese tema. Lo que la gente te vende. Y está la verdad. Con la experiencia, puedes intentar ver cuál es la verdad, que no tiene por qué ser lo que te cuentan. Es una cuestión de estar atento. Es igual de importante que el cómo contentarlo.
¿Hay alguna forma de ser periodista cultural sin ser periodista cultureta?
Uy, es difícil. No sé quién lo dijo, pero algo así como que todo lo cursi es perverso, y yo lo creo. El periodismo cultural o cultureta tira de lo afectado, de la autocomplacencia. Hay que evitarlo. Una buena fórmula al hacer este periodismo, que es la hermanastra fea, está en mantener la fascinación naif por aquello que te hizo quererlo, ya sean la música o los libros. Si no, derrapas hacia la afectación.
Dígame cosas buenas de esta profesión, que a mí a veces se me olvidan.
Cuando tocas un tema y realmente te gusta, es un subidón adrenalítico tremendo como no hay otro. Me gustan las aventuras surrealistas que te tocan vivir, tenerte que ir a la nada. Estar en una cena con Adriá de chiripa. Esas movidas de llamar corriendo para reorganizar el día ante lo imprevisto, eso es bonito. No te come el alma. Pero cada vez es más difícil. La gran oportunidad es la de ser creativo. Si te dejan (ríe).
"Cuando tocas un tema y realmente te gusta, es un subidón adrenalítico tremendo como no hay otro"
Cuánto le echó por última vez al coche y qué se va a quitar para compensarlo.
No sé conducir.
La mejor respuesta posible en estos tiempos. Dígame un platito de verano.
Piriñaca con atún.
Un lugar para perderse.
Un pueblecito escocés, Dunkeld.
¿Es de puesta de sol o de ver amanecer en verano?
Ya tengo una edad para ver amanecer. Puesta de sol. En La Mirilla, por mi orgullo beduino.
Un libro o película para el verano.
Lo tengo que pensar un poco. Leo mucha novela negra en verano, especialmente novelas escandinavas. Diré dos libros de Capitán Swing: Gente casi perfecta, de Michael Booth, un ensayo muy divertido con el que aprendes un montón de cosas de los países escandinavos; y Sueños árticos, de Barry López, uno de los naturalistas con más sensibilidad que ha habido.
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