El flamenco no lleva DNI
Andrés Hernández es en el flamenco Pituquete (Santiago de Chile, 1982), un guitarrista que habla, sobre todo, con un respeto profundo sobre el flamenco. Le viene lo de Pituquete porque en su Chile natal, alguien preguntó quién era el pituco aquel. "Pituco sería como pijo allí. Mi maestro, Carlos Ledermann, que fue discípulo de Manolo Sanlúcar, me empezó a llamar Pituquete. En un principio luché contra el nombre, pero no tuve chance (oportunidad)".
A los 15 empezó con la guitarra, y le fue llegando el flamenco cuando no era nada fácil. Al principio, recuerda, apenas tenía acceso a algunos discos allá en Chile de Paco de Lucía. Hace 14 años desembarcó definitivamente en Sevilla para establecerse en Andalucía. Lleva un lustro en Cádiz. Todo ese tiempo ha sido de trabajo y de aprendizaje con maestros como Rafael Cañizares, Sanlúcar o Parrilla de Jerez. Casado con la cantaora Encarna Anillo, quería "echar raíces" en la Tacita.
En su trayectoria ha colaborado con artistas como Farruquito y ahora, además de acompañar a su mujer en los escenarios, se ha conjugado con el carnavalero Jesús Bienvenido para su espectáculo El Balsero. Destaca también su trayectoria como youtuber y ciberprofesor de flamenco. Su canal se dedica a enseñar a tocar palos de menor a mayor complejidad. Él mismo fue un aprendiz que no había "mamado el flamenco", y por eso ha tratado de descomponer y ordenar de forma didáctica el acompañamiento.
¿Suena igual una guitarra en Cádiz que en Alemania o en Chile?
Es un tema complejo. Pienso que la música es un lenguaje, y tiene sus lenguajes específicos. El lenguaje hay que aprenderlo. Si naces en Oklahoma, si naces en Chile, tu naturaleza no es tocar, porque no es tu impronta. Pero es un lenguaje que se puede aprender. Tiene que motivarte, por supuesto. Todos los guitarristas que conozco son estudiosos de la guitarra, y más todavía si eres de fuera. Mi viaje ha sido desafiante, ha consistido en asimilar un sonido que no me pertenecía, y hacer lo mío. Y comunicar mi verdad, mi sentimiento. Ese viaje es muy interesante. Porque aunque me vuelva loco Diego del Morao, no puedo tocar como él. Lo que sí puedo intentar tocar como yo mismo. Morao, Moraito, Paco, intentar hacerlo como ellos es una batalla perdida, no se puede copiar. Puede ser incluso pedagógico por tu formación, pero no quiero ponerme un traje que no es mío. Mi pregunta es qué puedo aportar con mi background.
¿Se ha respondido usted mismo a esa pregunta?
Lo veo en perspectiva. En diciembre de 2020 saqué mi tercer disco, Universo. Siento que puedo aportar dos cosas. Está por un lado la parte musical, traer algo de la tradición latinoamericana a Andalucía, que ha tomado de la música centroamericana, de Cuba y Puerto Rico, pero se desconoce la afroperuana, se deconoce a Atahualpa Yupanqui, la del Sur de Brasil... Es enorme, están la chaquerera, la samba, todo ese lenguaje que es importante y es música de la tierra, al igual que el flamenco lo es de la suya. La forma es diferente, pero el fondo es el mismo, traducir tu paisaje, expresar música en comunión con el territorio. Intento insertarlo en tarantas, bulerías, porque me sale, está en mi sentimiento, no porque me lo diga forzadamente por ser chileno, esa unión es orgánica. En ese aspecto musical estoy sembrando. Por otra parte, creo que con Buscadores de la Guitarra puedo enseñar cómo alguien que no ha mamado el flamenco puede aprender sus códigos y comunicarlos. Veo a mucha gente reflejada. Para mi sorpresa, la mayoría de la audiencia es andaluza y española. Me di cuenta de que no habían estado en el entorno y que aquí eran igual de extranjeros.
"El 'ida y vuelta' sigue vivo"
Vivir a diez minutos del barrio de Santiago no te da habilidad con las bulerías, lo confieso.
Vivirás a diez minutos de Santiago, pero eso no significa meterte en casa de los Moraos, los Moneo, porque son códigos cerrados, y si no eres de la familia, no entras así como así. "Pero es que soy de Jerez, y debería saber bulerías". Pues eso pesa un montón. Ese código de lenguaje del que hablo puede brindar una posibilidad. No todo el mundo es Messi y Cristiano, pero si sientes esa necesidad, una parte importante debe estar disponible y desencriptada. El jazz o el blues tienen academias y pasaron esa fase, aunque prime la tradición, el espíritu, porque la información está ahí.
Es de Chile, que además da hacia el Pacífico. Entiendo que para más inri eso no le coloca ni cerca del epicentro de intercambio cuando se habla de cantes de ida y vuelta.
En realidad el concepto de cantes de ida y vuelta, al menos yo, lo tomo no sé si como cliché, pero es un concepto muy concreto y es cubano. Hablo de la guajira, de que la colombiana no tiene nada de Colombia, porque es centroamericana. Dentro del flamenco, sí, están las milongas, la vidala, la milonga para asuntos del alma profundos... Creo que hay un ida y vuelta más oculto. Carmen Amaya cantó Cuando pa Chile me voy, una toná popular en una grabación que aún tenemos. Ha habido un intercambio no tanto a la luz de la flamencología que es el de los artistas que actuaron en Latinoamérica. El ida y vuelta sigue vivo. Encarna Anillo, mi mujer, ha estado llenando teatros en Latinoamérica, cantando por Víctor Jara, versos de Pablo Neruda con soleás de Cádiz o alegrías. Eso, quieras que no, es un abrazo entre músicas. Y con Latinoamérica ocurre como en España con las culturas árabe y judía. 500 años de España allí se notan. No me siento como un alemán o un suizo, por ser chileno me siento más cerca.
Hace varias décadas que se impuso un estilo más preciosista, más técnico y elaborado. Los tocaores de otra generación apenas sabían lo que era una partitura, y todo lo hacían de oído. No sé si le habría sido aún más difícil haber aprendido antes, cuando el flamenco se aprendía porque se mamaba desde pequeño, o si lo es ahora por el alto nivel de precisión que existe.
Creo que todo va cambiando. Es verdad que hay una esencia al adquirir conocimiento. Es observar, unirse, y eso no puede enseñar. Pero encontrar buenas transcripciones ayuda a alimentarse. Se nota que hay quien aprende solo con una partitura. El tiempo que nos toca ahora es el equilibrio entre el aprendizaje oral y el académico. No tiene por qué estorbarse uno al otro. El jazzista reconoce que el oído tiene limitación, y ayuda para ello la teoría. Paco de Lucía, aunque él decía que no sabía música, sí que sabía. A partir del 85 se le ve improvisando con John McLaughlin, Al Di Meola, Larry Coryell, y se ve que ya sabía arpegios de acorde, escalas. Paco le puso impronta y sentimiento.
¿Qué le movió a YouTube?
Me movió sobre todo brindar la posibilidad de que sí se puede. Soy chileno, no soy de familia de músicos, y vivo de la guitarra flamenca en Andalucía. El abrir esa posibilidad me movió, porque me imaginé que podía dar una referencia a mucha gente que no cree que es posible. Yo estuve con grandes maestros como Parrilla, Manolo Sanlúcar o Rafael Cañizares. En general, para transmitir los códigos, a los flamencos les cuesta explicar lo que les resulta demasiado natural. Me llegaban alumnos que habían estado con grandes maestros pero tenían dudas básicas, la enseñanza a menudo ha sido el "esto es así". Y todo se quedaba en el así, y si no, pues hay que escuchar. El que no recibe el código y lo tiene en el inconsciente, no puede transmitirlo igual. El principal aporte que hago es tomar células de los palos. Las bulerías se pueden enseñar tiempo por tiempo, dedo a dedo, tomar un patrón y expresarlo. Si me sé 20 falsetas, puedo hacerlas, pero sin perderte entre falsetas. Ahí se ve el plumero. Es donde es bueno trabajar. No me interesa enseñar falsetas, hay 20.000 falsetas. Conocer las rítmicas, la armonía… Eso sí es tocar una bulería.
"Hay que saber meterse y saber salir de las juergas"
Ahora, además, desde Cádiz, explorando el 3x4, con Jesús Bienvenido.
Jesús me ha dado referencias para acompañar, dónde apretar, dónde rematar. Me explicó que aunque sea un compás de 4x4, se le llama 3x4 porque los antiguos componían los pasodobles en 3x4, y así quedó. Ahí me he estado metiendo y es una tradición que me encanta. Al principio no tenía idea. Con Jesús, en pandemia, hemos dado como 50 galas de El Balsero. Y ahora con el carnaval que viene tendremos un espectáculo nuevo, sigo compaginando el espectáculo con los de Encarna. Este pasado viernes, El Balsero, y el sábado con Encarna en La Puebla de Cazalla, que estuvieron Macanita o Farruquito.
¿Un tocaor aprende también en las juergas flamencas?
Sí. Es muy importante. Es un arma de doble filo. Hay quien se atrapa toda la vida en la juerga, y la noche tiene sus trampas. Hay que saber meterse y saber salir. Por otra parte, tienes que saber estar al lado de un cantaor, cómo responderle a este sentimiento. Eso en casa no lo aprendes.
"Si te miran el DNI, es que te lo dicen desde la mediocridad"
Su mejor juerga.
Ufff, es difícil. He vivido momentos muy bonitos con Farruquito, en su casa, donde pude conocer a Manuel Molina antes de que falleciera. Y en Madrid, la primera vez que toqué en el Teatro Price, que estuve con Niña Pastori, el hijo de Tomatito y un montón de artistas.
¿En las noches se mira el DNI?
Ahí podemos estar comunicándonos en el lenguaje de la fiesta y el flamenco. Es lo esencial. Los grandes maestros, con cariño, también te ponen las pilas. Si te miran el DNI por criticarte, es que le sale de la mediocridad. Eso ha sido siempre así. Si alguna vez he tenido una experiencia más o menos fea ha sido por alguien que no tiene nivel de maestría. Pero han sido ocasiones excepcionales. Me he sentido muy bien en Sevilla y en Cádiz.
Dígame un platito para el verano
Las papas aliñás. Yo soy delicado y me las cocino. Tiene que tener su punto de aceite y vinagre concreto.
Un lugar para perderse en verano.
La piedra cuadrá.
Puesta de sol o ver amanecer.
Las dos cosas. En La Caleta también, claro.