Las nietas del verdugo franquista y del fusilado firman una paz familiar e insólita en la vieja cárcel

La descendiente directa de un represor rompe el silencio de las familias "vencedoras" en un inusual encuentro en Cádiz y hace pública "la vergüenza con la que carga" ante las familias de los represaliados

Loreto Urraca, entre Lola y Gloria Esteban Muñoz este jueves en la antigua Cárcel Real de Cádiz.

Los viejos vecinos del barrio flamenco de Cádiz, Santa María, en su frente al Campo del Sur lo cuentan todavía con alguna lágrima frenada. Son gaditanos que tienen ahora entre 70 y 90 años.

En su memoria llevan grabado que de pequeños, en los años 40, en los 50, en vez de cuentos les acunaban cada noche unos extraños quejíos flamencos, lamentos a compás, que venían del otro lado de la calle.

Era llamativo que una melodía tan tétrica, desgarradora, fuera casi diaria y sonara con la puntualidad de un reloj de cuco, quizás cuervo negro, cuando se ponía el sol. El sonido salía justo del edificio entre sus casas y la muralla en la que jugaban de día.

Loreto Urraca mira a Lola Esteban, emocionada, durante el encuentro público en la Casa de Iberoamérica.  REYNA

El zumbido de angustia salía de la Cárcel Real, conocida como cárcel vieja por todos en la ciudad durante más de un siglo. Su tortuosa construcción acabó en inauguración en 1836. Fue presidio hasta 1966. Aún viven los últimos gaditanos que oyeron a los presos, comunes o no, canturrear cada noche para exhalar la pena como el que intenta vomitar veneno.

Algunos de los organizadores y participantes en el I Encuentro de Memoria Democrática de la Diputación de Cádiz, celebrado este jueves, pueden desconocer este precedente por juventud o por haber crecido fuera de Cádiz. El hecho es que una cita con escasos antecedentes en España, entre represores y represaliados, se celebraba en una vieja cárcel.

En el frontispicio del antiguo presidio, los niños de la época crecieron leyendo "odia el delito, compadece al delincuente", frase de Concepción Arenal. Todo parecía escrito, en piedra o en el programa, para cerrar el círculo histórico de la compasión en Cádiz.

En los pasillos por los que cantaban los reclusos vigilados por los carceleros, conversan ahora las hermanas Esteban Muñoz (Lola y Gloria) y Loreto Urraca. Las primeras son nietas (por vía materna) del chiclanero Manuel Muñoz Martínez, un represaliado del franquismo aliado con el nazismo, del fascismo.

La última tiene el mismo parentesco (nieta pero paterna) con uno de los verdugos, Pedro Urraca ejerció de cazador de rojos exiliados en la Francia ocupada, para la administración de Hitler a través de la Gestapo. Su especialidad era identificar, señalar, a los republicanos que llegaban desde España derrotados y derrengados.

En una de sus listas negras y sangrientas incluyó a Muñoz, al que había detectado en París. El republicano gaditano fue detenido de inmediato y acabó ante un pelotón de fusilamiento en 1942. Como factor de asombro añadido, Urraca y esta víctima, una entre muchas, habían sido compañeros en la dirección de la Policía en Madrid hasta 1936.

Cuando estalló la guerra civil, el primero se reveló como entusiasta colaborador de los golpistas. El chiclanero, que había sido incluso diputado por el PSOE, formó con los republicanos. Sus familias creen que no volvieron a cruzarse hasta algún fatídico encuentro, quizás lejano, sólo visual o casual, en suelo francés.

El concejal gaditano José Manuel Cossi con el coordinador de la mesa, David Doña, en segundo término.  REYNA

La delación de Urraca, cuya misión era dar esos nombres, fue inmediata como prueban documentos oficiales de varios países. La Gestapo sacó de noche de una cárcel francesa a Manuel Muñoz. El resto de su vida fue una muerte anunciada, un camino al patíbulo.

Las tres nietas, junto al periodista David Doña, protagonizaban la mesa primera y central de la convocatoria impulsada por el diputado provincial Javier Vidal (La Línea 100x100) en la que fuera prisión gaditana. Desde 2012, gracias a una afortunada rehabilitación, convertida en la Casa de Iberoamérica en Cádiz.

En esos pasillos, las mujeres, las nietas, tienen ocasión de encontrarse por primera vez tras varios encuentros telefónicos y telemáticos. Tienen la sonrisa, la cercanía y la serenidad del que ha hecho las paces con su pasado y, por tanto, con el mundo.

Loreto Urraca es más protagonista que sus compañeras de memoria. Los testimonios de los descendientes de víctimas son muy conocidos en las últimas décadas en España. Los de la parte represora, los nietos de los verdugos, apenas han protagonizado confesiones públicas.

Las tres descendientes de víctima y victimario pudieron fundirse en un abrazo en público y en privado.  REYNA

"Vergüenza", es una de las palabras que más pronuncia. La sintió al conocer en 2008, a través de investigaciones de historiadores y periodistas, el papel de su abuelo. Admite: "Apenas le conocí. Ya cuando yo era mayor, con 18 años, tuve muy poco contacto". Por entonces, el abuelo Urraca tenía una pareja francesa y su nieta recuerda sentir notable rechazo por ambos.

Con todo, el vínculo de su padre, hijo del esbirro nazi, era directo y fuerte. Admite el impacto que sufrió al descubrir, al conocer la realidad pasada y vuelve al mismo sustantivo. Desde entonces se ha familiarizado con "la vergüenza con la que cargo".

Ese oprobio nunca debe confudirse con culpa. Loreto Urraca no cree que tenga que pedir perdón pero sí ha dedicado parte de su vida a poner nombres, rostros y cargos de "los victimarios que pasaron toda su vida en la impunidad", sin pagar por sus crímenes. "Me reconforta que se sepa la verdad".

Loreto Urraca, nieta del represor: "Me siento acogida y reparada, agradezco que las familias de las víctimas me den la palabra"

Tal es el empeño de la nieta del delator que representa en España a la asociación Historias Desobedientes formado por decenas de descendientes de represores de Uruguay, Chile, Paraguay, Argentina o Brasil en distintos regímenes autoritarios y dictatoriales del siglo XX.

El movimiento nació en Argentina, años después de que aparecieran las Madres de la Plaza de Mayo, como reflejo solidario y humanista a su movimiento. "Puede ser una historia de desobediencia. Si lo es, de acuerdo, soy desobediente", resume Loreto Urraca.

La máxima expresión de esta redención sin pecado, de esta contrición de los que nunca señalaron ni mataron a nadie, llegaba en Cádiz, en la antigua Cárcel Real, con un gran abrazo público, figurado, y muchos reales.

Las hermanas, nietas de la víctima, han podido contar y oír a Urraca, brazo con brazo, compartir una experiencia vital con trágicos vínculos comunes. En ambos casos, en ambos bandos, como todo drama histórico, la política se hace sanginaria y real cuando llega al comedor y a la cocina de cada casa, a la vida doméstica común.

"En mi familia", detalla Lola Esteban, "también había personas del otro bando, digamos, no todos pensaban como mi abuelo fusilado. Como podrás imaginar, las comidas, las cenas, la Navidad, eran muy divertidas", ironiza. 

Las nietas del fusilado: "A mi madre nunca se le escuchó decir que ya le llegaría la hora a los otros, jamás, ella estaría preparada para este encuentro"

"En algunas, la discusión terminaba con un familiar del otro lado diciéndole a mi madre que su padre fue un rojo asesino que tuvo lo que se merecía", añade. "Mi madre siempre decía que si eso era cierto, que ella no lo creía, al menos había pagado con su vida" mientras que otros presuntos criminales caminaban tan tranquilos.

Su hermana, Gloria Esteban Muñoz, intercede para aclarar este reproche. Los franquistas y sus colaboradores, como Urraca, impusieron en la posguerra el relato de que muchos republicanos fusilados tuvieron su merecido como criminales que eran, participantes en masacres en cárceles o en episodios como la matanza Paracuellos del Jarama.

"Cada vez que alguien dice eso, sólo puedo responder que hay pruebas, documentos, testimonios que señalan a los represores como autores de los hechos. En el caso de mi abuelo, historiadores como Ian Gibson y muchos otros han ratificado que no existe ni una sola prueba, ningún documento, nada que les vincule con esos crímenes. Fin de la causa".

La madre de Lola y Gloria, la hija del asesinado, aparece a menudo en la conversación como precursora del perdón, de la compasión y la reconciliación: "Transmitió mucho dolor porque fue lo que ella sintió pero nunca le oímos decir que ojalá le pase lo mismo a ellos, a los otros. Jamás".

El patio central de la Casa de Iberoamérica, durante el I Encuentro de Memoria Democrática de la Diputación.  REYNA

"Nunca se escuchó eso de su boca. A pesar de las muchísimas desgracias que sufrió. Nunca se le escuchó decir que ya le llegaría la hora a ellos. Es maravilloso. Así que mi madre estaría preparada" para un encuentro como el vivido este jueves en Cádiz.

Loreto Urraca se declara "muy emocionada, realmente agradecida a estas personas que son descendientes de víctimas por el mero hecho de que me dieran la palabra. Es cuando realmente me siento acogida y reparada, me alivia, me ayuda a descargar un poco esa vergüenza".

"Cuando se ponen nombres y apellidos, se ponen fotografías, ya la cosa cambia. Poner a las dos figuras enfrentadas y ver cómo discurre y termina, ver la vida del otro, un poquito de diálogo, escuchar".

"Eso podría evitar esa intolerancia, muchas cosas que estamos viendo hoy con tantísima gente", afirma mientras asienten sus compañeras de viaje. "Un ejemplo que podemos dar a nuestros hijos y nietos", afirma en un afán de actualizar el mensaje que transmiten las tres nietas con su actitud.