Su popularidad, carisma y prestigio llegaron tan lejos que en 1995 los lectores de las revistas Teleprograma y Supertele coincidieron en que era el presentador ideal para ser elegido presidente del Gobierno. No es que fueran encuestas muy científicas, pero venían a confirmar que la credibilidad de Francisco de Asís Lobatón Sánchez de Medina, Paco Lobatón, alcanzaba su cénit tras lograr batir récords de audiencia gracias a Quién sabe dónde. Tras emitirse fugazmente en la segunda cadena de la mano de Ernesto Sáez de Buruaga, el periodista jerezano se hizo con las riendas en la segunda temporada del programa, octubre de 1992. Procedente de un periodismo político y laboral, parecía más bien que Quién sabe dónde le hubiese buscado a él. El espacio fue emplazado en el prime time de la 1 y logró mantener enganchados a una media de 9 millones de espectadores en aquella escarpada parrilla de los años de irrupción de las cadenas privadas. Un espacio de auténtico servicio público batallando contra toneladas de telebasura y contraprogramación. Y en el centro, con su gesto afable y bonachón, con su eterno bigote bajo su afilado olfato periodístico, ese presentador-héroe que ayudó junto a su equipo a resolver el 70% de los 2.750 casos que se presentaron durante siete temporadas, seis de las cuales estuvieron dirigidas por el propio Lobatón. Rastrear en ausencia de Google y Facebook, qué proeza.
Pese al éxito, pese a la credibilidad de su director y presentador, el espacio acabó siendo vetado en 1998 por TVE, siguiendo instrucciones del Gobierno de Aznar, y de aquellos altos cargos provenientes del extinto régimen. Hay un argumento ‘a’: la cadena estatal y la productora de Lobatón, Redacción 7, no alcanzaron un acuerdo de renovación. Y hay una cara ‘b’: se estaba entrando de lleno en el caso de la trama de los bebés robados, celosamente sepultada tras la publicación de un artículo en Interviú en 1982 y que no eclosionaría en la opinión pública hasta 2011. El periodista ha afirmado en más de una ocasión que sigue desconociendo las causas reales de la cancelación de un programa que inspiró exitosas réplicas en otros países europeos: en Italia, la RAI emite de forma ininterrumpida desde hace un cuarto de siglo Chi l’ha visto. Desaparecido desde entonces, bregado en otras experiencias televisivas, el Quién sabe dónde de Lobatón ha reaparecido recientemente en la pública como un microespacio dentro del magazine de actualidad Las Mañanas de la 1.
Rebobinemos. Quiso el azar que Paco, séptimo de los diez hijos de Rosario y Pedro, naciera un 6 de diciembre de 1951 en la calle Porvenir de ese Jerez de los señoritos y la beneficencia franquista. No podía imaginar que contribuiría 27 años después de su alumbramiento a construir con los granos de arena que pudo la Constitución que España celebra, mal que bien, cada vez que él mismo cumple años. Antes de exiliarse a Suiza y antes incluso de marcharse a Madrid a estudiar Ciencias Políticas, el joven Lobatón, tan jipi o más que aquellos colegas del Coloma, se dedicaba a descubrir el mundo laico y mixto del instituto, a recitar poemas revolucionarios que escandalizaban a la parda sociedad jerezana de la época, a interpretar sobre el escenario a West y a Brecht, y a fraguar su alianza con el periodismo de los desheredados y los sin voz. No debe ser casualidad que su primera entrevista, en la revista del instituto, fuera al pintor Francisco Rosique, ya sumido en la indigencia, naufragando en alcohol barato, y pagando caro el alto precio de la eterna búsqueda de la libertad.
También años más tarde el propio Lobatón iba a tener que asumir una elevada factura por culpa de ese irrefrenable ansia de libertad y de querer cambiar aquel funesto estado de cosas que rodeaban al tardofranquismo. Fue entonces cuando se dio de bruces con Billy el niño, policía emblema de la tortura de la represión que quién sabe dónde y cuándo pagará por su psicopatía. Y fue entonces cuando probó el frío de una celda en Carabanchel y cuando posteriormente tuvo que buscar asilo en Ginebra, ciudad suiza por donde ahora circulan las transferencias que eluden esa Hacienda que supuestamente éramos todos. “Tenía solo 20 años cuando me topé de golpe con el sentimiento de los desterrados, el de la condena a vivir lejos de los tuyos sólo porque querías contribuir a una vida mejor y en libertad para los tuyos. Empezando por la familia y los amigos. Un sentimiento revivido estos días en la peripecia de los exiliados sirios que intentan encontrar refugio en Europa, entre nosotros”.
Con la muerte del dictador fue de los primeros en ser indultado y pudo volver a España casi tres años después. Aquello le dejaría marcado para los restos. El hombre que se hizo famoso por buscar a los demás tuvo que reencontrarse a sí mismo. En el 76, la huella de la pistola del histriónico inspector de la Brigada Político-Social (BPS) franquista en su sien era ya indeleble. Hace ya casi 40 años de aquello. La jueza argentina María Servini emitió una orden de captura internacional tras imputarlo por crímenes de lesa humanidad, pero la Audiencia Nacional rechazó la extradición.
-¿Qué le queda de aquella época marcada a fuego en su biografía?
-Me queda la convicción de que en ese tiempo era lo que había que hacer. Hacerlo significaba renunciar a otras cosas. Por ejemplo, el tiempo que uno dedicaba a militar, sobre todo si luego te detenían, te encarcelaban, te obligaban a salir de tu país…, pues cambiaba mucho tu capacidad para trazar por ti mismo una línea de desarrollo personal. Entonces tenías que ir reconstruyendo tu vida en los espacios en los que era posible seguir adelante. Pero lo que me queda es esa convicción de haber podido contribuir en la medida en que pude a que hubiera un país con libertades. Echo de menos la cadena de la transmisión de nuestra memoria colectiva reciente. Porque cuando se habla de memoria histórica casi siempre se remite al tiempo de la Guerra Civil o incluso antes. Creo que hay una cadena más reciente que tiene que ver con la manera en que conquistamos entre muchos la posibilidad de tener libertades y convivir en paz. Y esa explicación falta en la generación de mis hijos, lo he constatado. Creo que algo tenemos que hacer. Es una gran asignatura que deberíamos de afrontar.
"Me queda esa convicción de haber podido contribuir en la medida en que pude a que hubiera un país con libertades. Echo de menos la cadena de la transmisión de nuestra memoria colectiva reciente"
En su emocionante discurso como Premio Especial Ciudad de Jerez 2015, donde actuó como portavoz del resto de distinguidos, Lobatón describe que "mientras trabajaba en pintorescos oficios para pagarme los estudios, llegó el compromiso, la militancia política -la izquierda de la izquierda- en el movimiento estudiantil. Y llegó Billy el Niño, todo un sheriff de la Brigada Político Social, pistola en mano, para intentar impedirlo". Siendo así, expone, "como pasé de las aulas universitarias a las celdas de la cárcel de Carabanchel, tercera galería, la de los presos políticos, y de ahí al Tribunal de Orden Público, y, finalmente, al exilio". Cuando regresó, no volvió a militar en ningún partido.
-¿Cree que sigue habiendo cierto espíritu revanchista en la política actual?
-Yo no tengo la sensación de que haya espíritu de revancha. Lo que hay es poca cultura de concordia constructiva, de que el acuerdo no sea solo un acuerdo táctico, sino estratégico. Es decir que nos pongamos de acuerdo para un recorrido largo, no para resolver las necesidades de gobernanza inmediata, que es lo que suele ocurrir en los pactos a los que estamos asistiendo. Hay que tener una mirada más larga. En una ciudad como Jerez necesitamos mirar más allá de los cuatro años que va a tener como encargo la actual Corporación. Hay que mirar seguramente a las cuatro décadas que vienen y para eso hace falta una grandeza importante y, sobre todo, tener la convicción de que mientras se van produciendo las alternancias, que no solo son legítimas sino necesarias y absolutamente saludables, hay líneas de continuidad que construir. No se puede permitir que pongamos el contador a cero a cada nueva legislatura. Tiene que haber líneas de futuro que se construyan por encima de los ciclos democráticos, y que sean compromisos. Que se delegue en ese compromiso parte de la batalla, que se renuncie a la confrontación temporal mirando al futuro. Podemos compartir el tiempo presente pero tenemos que intentar sobre todo un futuro para el que tenemos que ponernos de acuerdo.
-¿Tiene la sensación de que vivimos un retroceso en cuanto a libertades? ¿No atacan cosas como la Ley Mordaza a esa libertad que gente como usted ayudaron a conseguir en este país?
-Hay que mirar con perspectiva. Realmente seguimos estando en un régimen de libertades, lo que pasa que la libertad no es un bien que una vez inaugurado permanezca intocado e intocable. Es verdad que es susceptible de ser rodeado de limitaciones, que es lo que ha ocurrido últimamente, o bien de ampliar su mirada y de ampliar la capacidad para hacer a las personas más libres y también más felices al ser más libres. Esa tensión va a existir y ahora estamos en un momento en el que la tensión parece que cierra el círculo. No estamos afortunadamente en el precipicio de perder las libertades pero para conservarlas tenemos que ensancharlas.
"No estamos afortunadamente en el precipicio de perder las libertades pero para conservarlas tenemos que ensancharlas"
La entrevista se produce con cierta urgencia e improvisación. Acaba de concluir la gala de entrega de los Premios Ciudad de Jerez y muchos de los asistentes insisten en fotografiarse con el conocido rostro televisivo. Admiradoras, amigos y conocidos de su tierra le felicitan, le tocan, le dan las gracias por su sensible y conciliador discurso, que pueden leer íntegramente en lavozdelsur.es. Sentado en el refectorio de los Claustros, casi sin separarse del trofeo con forma de casco griego milenario, Lobatón nos atiende con amabilidad pero atropelladamente, abrumado por tantas muestras de cariño. Apuramos el escaso margen de la charla sin ofuscarnos. Recordamos que hace apenas un año le entrevistó Ramón Lobo para Jot Down, por lo que pocas cosas nuevas podremos aportar.
-¿Con tantos casos de corrupción, tanta miseria, tanta precariedad laboral... no dan ganas de perderse y que le busque Lobatón?
-(Risas) Bueno, yo creo que todos deberíamos de hacer la búsqueda de dónde viene esto para erradicarlo. En parte creo que hay una disposición social, de los ciudadanos, en ese sentido. No me explico de otra manera el cambio que ha habido en el momento en el que el ciudadano emite su parecer de manera soberana en las urnas. ¿A qué responde el nuevo mapa político? De fondo responde en gran medida a eso. Otra cosa es que no se pueda hacer una traslación mecánica o una traducción matemática pero el movimiento de fondo es el de haber dicho basta, así no queremos que se hagan las cosas. Los ciudadanos queremos que se hagan bien las cosas, restaurar la decencia, el respeto… Los valores básicos que están en el principio de la sociedad que somos. Somos sociedad cuando tejemos esa red.
-¿Y en esta sociedad qué papel juega ahora el periodismo?
-Creo que el periodismo se debe a la sociedad. No he querido incidir en el discurso por no pecar de corporativista, pero es que sin periodismo no hay democracia. No es solo una actividad profesional interesante, es una función, una institución de la democracia, absolutamente necesaria para que discurra la relación entre representantes y representados. Para que en esa relación lo que circule sean la verdad y la transparencia, valores que parece que ahora estamos descubriendo pero que están en la esencia. ¿Quién tiene que ser el vigía? El vigía tiene que ser el periodista, tienen que ser los medios de comunicación, para eso estamos. Y esa función es irrenunciable porque renunciar a ella es poner en riesgo la democracia, es una de sus instituciones fundamentales.
Locutor de Radio Jerez en Las Angustias en 1968; corresponsal de El Periódico de Cataluña en Sevilla; jefe de informativos en Radio España en Barcelona (1979-1981); presentador del Telediario de TVE entre 1985 y 1987, cuando aquello era el ‘parte’; director de informativos de Canal Sur en el nacimiento de la cadena autonómica en 1989; Vuelta a RTVE. Presentador en Telemadrid, Telecinco, Antena 3, otra vez en Canal Sur. Asegura Wikipedia que es autor de los libros Escríbeme a la guerra y A corazón abierto. Y coautor del libro colectivo Ellas. Catorce hombres dan la cara, donde también participan el Nobel Saramago y el expresidente Zapatero. En marzo de 2015, tras una ausencia prolongada, retornó a la televisión.
-¿Qué le queda por hacer?
-Todo, me queda todo por hacer. Los afectos solo están vivos cuando se estrenan permanentemente, y en el periodismo te estrenas constantemente. Por ejemplo, para mí saber manejar las nuevas herramientas y tratar a través de ellas de hacer alguna aportación también es un aprendizaje, y estoy en ello, y eso me da una energía renovada también.
-Nos decía hace poco Jesús Maraña en una entrevista en lavozdelsur.es que se suele confundir en estos tiempos el negocio del periodismo con el del entretenimiento. ¿Tienen gran culpa de ello las redes sociales, donde cualquiera juega a ser periodista?
-Yo creo que las redes sociales no afectan tanto al periodismo como entretenimiento sino a un hecho que de entrada es positivo y es el de la democratización en el acceso a la información. Hoy día desde cualquier dispositivo se puede llegar a más información que toda la que había reunida en la Biblioteca de Alejandría. Ese hecho que es positivo en una mirada de conjunto, en el presente inmediato se refleja en una saturación informativa que también se expresa de forma caótica y confusa. Es difícil identificar la veracidad de las cosas, de los datos, de las declaraciones que se transmiten en esas redes… Por todo lo cual es absolutamente necesario que más que nunca haya un tratamiento profesionalizado, una función específica periodística y de los medios. Más que nunca…
-¿La crisis del periodismo se combate con más periodismo?
-Se combate con mejor periodismo... Con mejor periodismo.
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