La industria turística es la primera y amenaza con ser la única. Ha ganado. Bandera blanca. Salgan todos con los brazos en alto. En su diminuto y lúcido ensayo Estuve aquí y me acordé de vosotros (Anagrama, 2024) la escritora Anna Pacheco detalla las claves de este arrollador triunfo.
La idea del viaje, la escapada, el descanso, el refugio y el lujo –frecuentes y breves–, ha sido instaladas en las mentes de todos, en cualquier edad y entorno, incluso entre los que no se la pueden permitir.
Ya desde el desarrollismo franquista se divulgaba, con interés económico y político, que el turismo era fuente de riqueza y progreso, maná económico y social que acabaría por beneficiar a todos, como clientes o trabajadores.
"La Barrosa es un prodigio pero yo, en 1991, tenía todas las dudas del mundo y alguna más"
Cincuenta años después, ese paraíso laboral y social está atestado, nunca tuvo tanta gente a los dos lados del mostrador. Le han salido goteras, grietas y humedades.
Cada grupo de ciudadanos, en la ciudad que le toque, hace balance de los posibles daños y beneficios según viva en zonas emisoras (casi todas) o receptoras (unas pocas menos).
El turismo periódico, cada pocos meses, es la aspiración, el objetivo vital de grupos de población enormes que incluso escamotean otros gastos para poder afrontar este. Uno de los nuevos índices de pobreza severa en todos los estudios es "no poder viajar al menos una vez al año por vacaciones".
Es como el teléfono móvil. Ha triunfado por aplastamiento. Es el negocio del siglo. Al menos de su primer cuarto. Como cualquier victoria, tiene derrotados y víctimas. También ventajas, luces y méritos. Los que pensaban, como Luis Buñuel, que "viajar es una pesadez sin sentido si no es por obligación" ya no viven o están en residencias de ancianos.
Para escarbar en el fenómeno de un sector que deslumbra a casi todos y explota a unos pocos, nada como acercarse a los pioneros. Aquellos que lo vieron primero, los que llegaron antes y creyeron que debajo de la arena había petróleo mientras otros buscaban la playa bajo los adoquines.
Empresarios, directivos o mandos intermedios (con llamativa mayoría de origen balear en el caso de España) pusieron el tiempo, el trabajo, el instinto, la explotación, la avaricia y el dinero. Urbanizaron y construyeron en la fe de que un día aparecerían ejércitos de gente cansada para descansar, hordas de frustrados para disfrutar, más o menos pudientes.
En la provincia de Cádiz, ese esplendor tiene una localización concreta. La playa de La Barrosa, con Novo Sancti Petri, es el escenario de la versión provincial. Ninguna zona refleja y experimenta con tanta intensidad tal crecimiento en tan poco tiempo.
Una cifra respalda la apreciación, Chiclana se convierte en la cuarta ciudad más poblada de Andalucía durante julio y agosto, según confirma la propia Junta. Ese prodigio, asombroso o tenebroso, según versiones, tiene protagonistas. Uno de ellos, José Ruiz, presentaba este primer viernes de octubre sus memorias Peldaño a peldaño (Kaizen Editores).
Tres alcaldes de Chiclana, José María Román, José de Mier y Manuel Jiménez Barrios acudieron a un acto que reunió a todo el sector hotelero provincial y a famosos, encabezados por uno de los magnates del sector nacional, Juan Llull, creador del grupo Hipotels, para el que trabajó durante décadas el autor del libro.
Antes del sarao, lleno de diseño, colorines, sonrisas y viandas como corresponde a cualquier episodio relacionado con el turismo de lujo, Ruiz hace memoria de sus memorias. En sus palabras está escondido el proceso de enorme crecimiento turístico de un territorio gaditano y andaluz pero también de una forma de vida que ahora impera en todas partes.
Cuando se le pregunta por el chascarrillo, si cuando llegó a Chiclana, a La Barrosa, "todo esto era campo", responde con una sonrisa de afirmación.
"Cuando llegué, no había nada. Estábamos construyendo el Royal Andalus Golf, nada más. Empecé a trabajar aquí el 15 de enero de 1991. En esos días estalló la primera guerra del Golfo, lo veía en la televisión. Era la primera guerra televisada", dice por ubicar en el tiempo.
Nacido en Ceuta y criado en Marruecos, formado como profesional de Comercio y Turismo en Valladolid y Mallorca, José Ruiz tenía fuertes vinculos con El Puerto de Santa María, Cádiz y Rota por su familia paterna y materna. Su vocación turística se funde con la actitud vital: "Nunca he vivido más de ocho años en la misma ciudad y han sido ocho o nueve distintas".
"Puede decirse que soy decano, más que pionero. Fui el primer director del primer hotel aquí", detalla sentado en el Barrosa Palace, corona del complejo de hoteles de la compañía que dirigió durante los 27 últimos años de su carrera, hasta jubilarse hace apenas tres.
"Siempre estuvo la playa, claro. La Barrosa es, sin duda, una de las grandes playas de España, algo espectacular. Creo que ni los gaditanos la valoramos bien respecto a otras playas de la provincia. La Barrosa en sí misma es un prodigio pero yo por entonces tenía todas las dudas y alguna más".
Cuando se le pregunta por aquellos temores en una zona casi desértica, sin la inmensidad de construcciones actuales, detalla los factores: "Es que el aeropuerto de Jerez prácticamente no existía. Era militar. Tenía dos vuelos de Madrid y uno que le llamábamos el saltamontes, que venía de Canarias. Los turoperadores volaban a Sevilla".
"Era difícil si volabas desde cualquier punto de Europa. Solamente los alemanes empezaron a venir, muy poco a poco. El turismo nacional era complicado. La autovía todavía llegaba hasta el cruce de Cádiz. El trance era larguísimo ¿Tres horas desde Hamburgo y luego otras tres en autobús desde Sevilla? Hay que ponerse en aquella situación".
El cambio hasta el esplendor actual también se explica en minutos: "Esta semana he ido a recoger a unos amigos ingleses. Salieron de Londres y a las dos horas estaban en Jerez. A los 50 minutos, haciendo el check in aquí en Chiclana". Ese ha sido el salto.
En estos 33 años, de 1991 a 2024, hubo muchos sustos: "En los primeros años, hubo días de una persona alojada y 125 trabajando. En La Barrosa, no había ni carretera. Se entraba a Chiclana por el polígono industrial y luego hasta aquí".
José Ruiz comprende los temores iniciales del visitante: "Me recuerdo, cuatro años antes de llegar a La Barrosa, en un atasco, en la autovía hasta Tres Caminos, con una levantera terrible, en el coche, parado, pensando que no volvía ni loco. Mira, me tuve que tragar esas palabras al poco tiempo y para toda la vida".
Con humildad y honestidad, admite que otros creyeron más que él, antes que él, cuando el esplendor actual de Chiclana era imposible de adivinar. "José de Mier, sin duda, José de Mier, el alcalde siempre creyó. Siempre estuvo convencido, siempre. Nunca dudó".
Inmediatamente después, "la familia Llull, la que compró esta urbanización. El propietario de la cadena Hipotels fue el primero que invirtió. En los últimos años 80, cuando compraron, no era fácil confiar en lo que ha venido después, tuvieron una visión espectacular".
Esos precursores también tuvieron dudas. "Bueno, De Mier nunca las tuvo. Juan Llull quizás, alguna. Recuerdo reuniones, conversaciones, poco después de 1992. Creiamos que habría una expansión muy fuerte con la Exposición Universal de Sevilla pero lo que llegó fue una crisis grande".
"No había ni mano de obra profesional en la hostelería. Hubo momentos de preocupación, pero Juan Llull había hecho una gran inversión y creía, quería seguir adelante. Resistió. Hay que recordar que aquí costó mucho traer a los turistas. Venían cuatro".
Poco a poco, el mensaje fue creciendo. Lo de Chiclana, La Barrosa, era un prodigio. "Al principio, algún madrileño, algún vasco, un inglés, un alemán... Hasta que empezamos a intentar contratos con turoperadores ingleses, italianos. Empezaron a llegar, apareció TUI, el gran turoperador alemán...".
Le cuesta recordar una fecha concreta en la que levantara la cabeza, como director del primer hotel o como responsable de Hipotels, para proclamar que La Barrosa ya era un destino turístico asentado, que marchaba, rentable y fiable.
"Ese recuerdo, realmente, no lo tengo. No tengo una fecha exacta, fue progresivo. Hay varias fases. A partir de 1995, el número de visitas mejoró. Hubo aperturas en el 97, el Barrosa Palace en 2001, en esos primeros años 2000 empieza un crecimiento progresivo".
"Hipotels compra el Hotel Flamenco de Conil en 2009. Según crecíamos veíamos abrir otro hotel, de otro grupo, y luego, otro. Pero el crecimiento nunca fue de la noche a la mañana".
"La Barrosa es zona de élite en turismo. Compite con Marbella o Ibiza. Con otras características pero compite"
Como quiera que fuera, pasó: "Tengo claro que cuando llegué, en 1991, no sabía que La Barrosa se fuera a convertir en zona de élite en turismo. Ahora mismo compite con Marbella o Ibiza, con distintas características de precio, tipo de diversión o perfil de clientela, pero compite".
De repente, llegó la explosión. Cádiz de moda, boom, referencia, marca o la denominación que se quiera pero la costa gaditana se vuelve destino de millones de españoles y europeos cada año. Al echar la vista atrás, cree que ese esplendor comercial es relativamente reciente.
"No generalizo pero hay que regular, especialmente los pisos turísticos. Se nos ha ido de las manos"
"De siete años para acá. Desde 2017, diría. Me refiero a la provincia porque lo de Cádiz como ciudad aún es más reciente, hace dos o tres años, después de la pandemia. Antes, cuando se decía Cádiz, la ciudad no estaba, el que hablaba se refería a la provincia, a Chiclana, Conil, Tarifa...".
En su larga trayectoria profesional, además de la aparición del gigante chiclanero, le ha dado tiempo a vivir la evolución desde la inocente promesa turística hasta el rechazo a los efectos de las visitas en masa o los movimientos especulativos, en alquiler, en construcción.
José Ruiz es consciente de las dificultades y los rechazos que han aparecido: "Es que no es fácil de gestionar la situación. Hay que regular. Especialmente el apartado de los pisos turísticos. Cualquiera monta un piso tan tranquilo. Está un poco fuera de control".
"El impacto turístico que crea en una zona una señora que paga 400 ó 500 euros por una habitación en verano no es el mismo que provoca el que paga 35 euros por una habitación en una ciudad un fin de semana. No generalizo pero hay que regular, especialmente los pisos turísticos. Se nos ha ido de las manos".
El crecimiento infinito no es posible, natural, ni deseable, confiesa un profesional del turismo: "No es positivo ni es lógico. Las infraestructuras se resienten. Yo viví en Mallorca 14 años. En esa época, cogía el coche y tardaba 15 minutos hasta mi trabajo en el hotel. Ahora tardo casi una hora. No se cabe. Pasa lo mismo en muchos lugares".
"Se habla de un récord de cien millones de visitantes este año en España. El crecimiento turístico tiene que tener un tope porque tiene consecuencias sociales"
"Especialmente en España que está de moda. Se está hablando de récord de visitantes este año, de cien millones. Antes de la pandemia estábamos en 85, 86 millones de turistas. Ahora podríamos llegar a cien. El crecimiento tiene que tener un tope porque tiene consecuencias sociales en muchas zonas turísticas".
Los trabajadores, del sector hostelero y hotelero, son víctimas prioritarias de la saturación: "Claro. No pueden alquilar para trabajar. El precio ha subido muchísimo o, directamente, no hay alquileres. Se está haciendo una competencia desleal a la industria hotelera".
Lejos de cerrar con balance crítico o pesimista, José Ruiz reivindica –siquiera por obligación y coherencia– los beneficios que un imperio turístico como el chiclanero tiene para la sociedad que lo rodea.
"Se ha creado un modelo hotelero respetuoso con el medio ambiente, desde la playa es imposible ver ni un hotel, están perfectamente integrados en el paisaje, están concebidos con pocas plantas pero cerca de la arena. Esa idea perfecta se ha intentado copiar en muchos sitios pero no ha salido".
"La Barrosa es un prodigio y el impacto que ha tenido en empresas de la zona, en productores, en todo tipo de servicios y proveedores es enorme. Basta con tomar como ejemplo la gastronomía. No tiene nada que ver la que existía en la provincia de Cádiz en 1991 cuando empezó a crecer esta zona y la que existe hoy en día".
La peculiar relación del fútbol con José Ruiz y Chiclana
Cuando los hoteles de Hipotels y otros pioneros arrancaban, a mediados de los años 90, cualquier lentisco era trinchera en el pinar chiclanero. Había que traer a clientes de dónde fuera, cómo fuera para mantener el proyecto con vida. En esas situaciones, el azar y el instinto tienen peso. Futbolero y barcelonista, a José Ruiz se le cruzó el balón en su etapa chiclanera de forma sorprendente. De una conversación casual nació un fenómeno hotelero y deportivo muy popular entre los gaditanos, alemanes y españoles de más de 40 años: la presencia de estrellas del fútbol en La Barrosa.
"Yo estaba en recepción y saludé a un cliente, un amigo, austríaco. Era el año 91. Me dijo que me iba a presentar a alguien que estaba de vacaciones con él: era Dieter Burdenski". El antiguo portero mundialista e internacional alemán –eterno suplente del legendario Sepp Maier– ejercía de agente y ejecutivo para varios equipos. Al antiguo arquero le gustó tanto la zona y sus hoteles que organizó una concentración (por entonces la Bundesliga y otras hacían un parón en invierno) para el Werder Bremen. La voz se corrió y luego llegaron Hamburgo y Eintrach Frankfurt.
Uno tras otro hasta completar una treintena de distintos equipos alemanes, austríacos, suizos o rusos, entre otros, que pasaron por los hoteles chiclaneros durante los siguientes años. "La publicidad que se creó en Alemania fue grande y atrajo a Chiclana a los fans de los equipos. Luego, quisieron venir los vecinos de los fans, a los que a lo mejor no les interesaba el fútbol. Y a partir de ahí, casi de rebote también, llegó una visita del Sevilla Fútbol Club. Primero con Víctor Espárrago y, luego, con Bilardo".
El siguiente paso fue llamar la atención de la selección española, "con el maestro Luis Aragonés". La recomendación pasaba de unos a otros. Un secretario técnico del Sevilla era muy amigo de Javier Clemente y le habló de La Barrosa. Cuando el vizcaíno vio el club de golf, quedó convencido". Entre las muchas concentraciones del equipo nacional, elige con cariño la previa a la clasificación para el Mundial de Estados Unidos 1994: "Teníamos que ganar. El partido era en Sevilla, ante Dinamarca. Marcó Hierro, expulsaron a Zubizarreta, debutó Cañizares, ganamos con diez jugadores", recuerda de un partido al que fue invitado.
De aquella etapa, "que se acabó con el inicio de los años 2000, cuando la liga alemana dejó de hacer parón invernal", Ruiz recuerda con cariño a la prensa deportiva. "José Ángel de la Casa, Michael Robinson... Todos pasaron por aquí". De hecho, un veterano del gremio y cliente particular hace décadas, Iñaki Cano, presentó su biografía (Peldaño a peldaño) esta noche de viernes en el Barrosa Palace.