Como si se tratara de una especie de homenaje meteorológico, el tiempo también quiso poner de su parte. Este 25 de octubre amaneció nublado, con frío y lluvia, aunque las condiciones climatológicas no fueron tan duras como las vividas 20 años atrás, ese mismo día de 2003, en el que una patera se hundió frente a las costas de la Bahía de Cádiz, arrojando jornadas después hasta 37 cuerpos sin vida.
El mar embravecido provocó el hundimiento de una patera en la que iban 53 personas. Solo cuatro supervivientes fueron encontrados en las costas gaditanas. Los días posteriores a la catástrofe, el mar estuvo escupiendo cuerpos, uno a uno hasta 37, en playas de El Puerto y Rota. Este último pueblo da nombre al suceso, conocido como el de la patera de Rota.
Hace 20 años de un suceso que supuso un antes y un después en la concepción del fenómeno de la inmigración en esta parte de la provincia. Fue la primera vez que, en costas de la Bahía, se vieron tan de cerca las consecuencias de un drama que hoy, lejos de mejorar, casi ha empeorado.
Con el lanzamiento de rosas al mar, 37 concretamente, una por cada inmigrante fallecido aquel fatídico 25 de octubre de 2003, entidades como la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (Apdha), la Red de acogida de El Puerto y la parroquia San José Obrero recuerdan a las víctimas de un suceso en el que todo lo que pudo salir mal, salió mal.
En la playa de Valdelagrana, concretamente en la intersección con Los Toruños, leen un manifiesto, poemas y lanzan las rosas en memoria de los fallecidos, descubriendo un monolito en su memoria. “Las fronteras matan. Apostemos por la acogida”, proclaman en las pancartas que portan.
¿Qué pasó el 25 de octubre de 2003?
La tarde de hace 20 años llovió con fuerza. El mar estaba agitado, no apto para navegar. Aún así, ese día fue el elegido por el patrón de una patera que transportaba más de 50 vidas. La mayoría de ellas terminaron falleciendo.
Fue el carguero Focs Tenerife, en torno a las 19.00 horas, el que avisó de la existencia de una patera a seis kilómetros al noroeste de la Bahía de Cádiz. El patrón rechazó la ayuda y siguió hacia el norte, una decisión que le costó muy cara a casi cuatro decenas de personas.
A 200 metros de la orilla, la embarcación se hundió. Con ella, sus ocupantes, que fueron escupidos por el mar en los días posteriores. Las playas de Rota y El Puerto amanecieron con cadáveres en las jornadas siguientes, ofreciendo una cruda escena que reflejaba la peor cara del drama migratorio.
En Las Redes o Vistahermosa, playas portuenses, se vieron cuerpos de migrantes muertos, con los cuerpos descoloridos, blanquecinos, hinchados, desmembrados. Unas imágenes muy duras que no olvidan quienes las presenciaron en directo.
Salvamento Marítimo, tras el aviso del carguero, alertó al servicio marítimo de la Guardia Civil, que respondió asegurando que no tenía ningún barco disponible para acudir al rescate de las personas que se estaban ahogando. Salvamento tenía a su única embarcación socorriendo a un pesquero marroquí.
Mientras, la patera siguió hacia el norte, en dirección a Rota. Pasada una hora, nadie acude en su ayuda. Entonces, el carguero Sargazos, de una empresa privada, se tira a la mar, pero no encuentra nada. Ni Capitanía Marítima ni Autoridad Portuaria le dieron permiso antes. Para cuando salió, ya era tarde.
Sobre las ocho de la tarde, Salvamento Marítimo pide ayuda a la Base de Rota, hacia donde se dirigía la embarcación con los migrantes. “Tomamos nota”, fue la respuesta de la base naval, que no hizo nada por auxiliar a los integrantes de la patera.
Casi dos horas después de avistarse la embarcación, salió un helicóptero desde Jerez, pero no encontró nada. Fue la Guardia Civil, cerca de las 22.00 horas, la que vio la patera, después de ser engullida por el mar y sin ocupantes, cerca del hotel Playa de la Luz de Rota. En esa zona se encontró a cuatro supervivientes. Los únicos.
“Ese día, 37 personas perdieron la vida bajo la absoluta indiferencia de una Europa que todavía presumía de derechos humanos. Yo creo que ya no presume de nada porque es imposible. Y no solo ante su indiferencia, ante la descordinación y la falta de medios que demostró el Estado”, critica Rafael Lara, presidente de la Apdha.
Los ecos de la ‘patera de Rota’, dos décadas más tarde
“El problema migratorio nos estalló en la cara. Lo vimos con nuestros propios ojos, porque en esta playa (Valdelagrana) el mar expulsó muchos cadáveres tras un operativo catastrófico que no supo dar respuesta a aquel problema”, resume Rafael Lara, de la Apdha, en declaraciones a lavozdelsur.es.
“Es importante recordar lo que pasó hace 20 años. marcó un antes y un después, sobre todo en la conciencia de la gente de la Bahía de Cádiz, que hasta ese momento había visto un poco de lejos la inmigración”, abunda Lara.
“Esos días hubo unas imágenes tremendas, hubo que recoger cadáveres. Los habitantes de la Bahía se dieron cuenta de que la gente que venía en patera no eran fardos ni un saco de patatas, sino que eran personas que tenían derechos y a las que había que salvar la vida. Pero no tuvimos los medios adecuados”, apunta el representante de la Apdha.
También supuso, el caso de la patera de Rota, un antes y un después para los gobernantes, señalan las entidades que trabajan con inmigrantes. Pero para ir a peor. Desde entonces, se desvió la ruta migratoria a Canarias. “Hubo muros más altos, se desplegaron más fuerzas policiales, patrulleras, helicópteros, drones… todo para emprender una huida hacia adelante para intentar contener un fenómeno natural de la historia de la humanidad”, sostiene Lara.
“La causa del naufragio no solo fue por el posible mal estado de la mar y el clima, las condiciones de la embarcación, el gran número de personas que viajaban con relación a las dimensiones de la balsa…; la causa, como siempre, fue y será siempre en primer lugar la falta de voluntad política en establecer vías de migración legales y seguras y de disponerse de más medios materiales, porque sigue sin existir un protocolo eficaz de actuación”, se queja la Apdha, en el manifiesto leído en el homenaje de este 25 de octubre.
La entidad critica la “criminalización hacia las personas migrantes” a raíz de este suceso. De hecho, la única persona con condena por este episodio fue un superviviente de la tragedia, Hamid Echokhch, condenado a 40 años de prisión por un delito contra los derechos de los extranjeros y el homicidio por imprudencia grave de 37 personas.
Fotoperiodistas sobre el terreno
Los primeros, y los únicos, fotoperiodistas que llegaron a las playas de El Puerto y que presenciaron la dura escena de los cadáveres de los inmigrantes, devueltos por el mar, fueron Fito Carreto y Jaro Muñoz. El primero, trabajaba para Diario de Cádiz, el segundo para la agencia EFE y El País.
Un guardia civil, conocido de Carreto, lo avisó de lo que iba a pasar antes de que sucediera. “En el Estrecho de Gibraltar los cadáveres se pierden, pero aquí van a aparecer todos, uno a uno”, le dijo. Así fue. Pocos días después del naufragio, los cuerpos comenzaron a llegar a las playas.
La crudeza de las imágenes que vieron Carreto y Muñoz fue tal que, después de estar en la playa del Almirante, dentro de la Base de Rota, ambos decidieron borrar las fotografías que tomaron. Esas imágenes permanecen en el recuerdo de Fito —Jaro falleció hace unos años—.
“Lo que vimos nos hizo llorar”, confiesa Fito Carreto, ya retirado, en declaraciones a este medio. Dos décadas después de fotografiar los cuerpos de los inmigrantes, desembarrados y descoloridos, aún se estremece al recordarlo.
“En aquella época, aún había paseantes por la playa”, señala Carreto. “Las fotografías que hicimos —en El Puerto— eran duras, pero las de la Base de Rota eran muchísimo peores, horribles, porque había rocas…”, rememora.
Estas imágenes, tomadas por el fotoperiodista, están expuestas en la muestra Fotojenia, concretamente en la Escuela de Arte de Jerez. En la selección de Carreto, hay varias de aquel 25 de octubre. Una de ellas, con un inmigrante con los brazos en cruz, cuesta mirarla de frente. No se sostiene la mirada de lo cruda que es.
De la larga trayectoria en prensa de Carreto, confiesa que lo visto y fotografiado tras el hundimiento de la patera de Rota, es de lo peor que ha hecho. “Por la cantidad”, matiza, porque eran muchos los cuerpos esparcidos en la arena.
Un guardia civil expedientado
Juan Antonio Delgado, quien años después fuera conocido como el guardia civil de Podemos, en 2003 era delegado de la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) en Cádiz.
Delgado fue uno de los pocos que criticó el operativo fallido de aquel 25 de octubre en el que murieron 37 personas. Sus palabras le costaron un expediente disciplinario por parte de la Benemérita, que finalmente se archivó.
El agente denunció la falta de medios de la Guardia Civil para la vigilancia del litoral gaditano. En febrero de 2004, meses después de la tragedia, Delgado coincidió con las críticas emitidas por el comité de empresa de la Sociedad Estatal de Salvamento Marítimo (Sasemar), que denunció la falta de normas para naufragios y reprochó la falta de cooperación entre Sasemar y la Guardia Civil. Delgado coincidió en el diagnóstico.
Por ello, la Guardia Civil llega a incoar expediente por falta grave a Delgado, por incumplir el artículo 817 del reglamento de este cuerpo, que impide hacer "manifestaciones contrarias a la disciplina o aseveraciones contrarias a la verdad". La sanción que pudo acarrearle oscilaba entre los cinco y los 20 días de pérdida de haberes y el arresto durante un periodo de entre uno y tres meses. Pero el caso se archivó.
Ola solidaria en la localidad de las víctimas
Los inmigrantes que murieron el 25 de octubre de 2003 procedían de la aldea de Hansala, perteneciente a la ciudad de Beni Melal, en mitad del Atlas marroquí.
Hasta esta aldea se desplazaron, meses después de la tragedia, Rafael Quirós y Violeta Cuesta, que desde El Puerto emprendieron el viaje a la inversa. Fueron al origen de la tragedia, para ayudar a sus familias y cambiar su localidad de origen.
Violeta Cuesta llegó a conocer a familiares de los fallecidos. Padres, mujeres, hijos de las víctimas de la patera de Rota, que le contaron de primera mano sus problemas, sus miserias, sus anhelos.
A raíz de ese movimiento inicial, dos centenares de personas se implicaron en el proyecto de Solidaridad Directa, gracias al que se consiguieron recursos médicos, depósitos de agua, puentes, carreteras, y equipamientos para viviendas, desde cocinas a placas solares.
Estas acciones no les devolverán a sus seres queridos pero, al menos en este caso, la ola solidaria desatada por una tragedia ha servido para remover conciencias y para hacerlas actuar. Para que no caiga en el olvido, entidades sociales siguen recordando a los 37 de la patera de Rota.
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