El viento sopla en la Loma del Puerco de Chiclana. A pleno sol se divisa un trail de paramotor donde dos personas sobrevuelan Sancti Petri a unos 300 metros del suelo. “Las vistas tienen que ser increíbles”, dice María mirando al cielo. Es su marido Michel el que está disfrutando de la ciudad en miniatura. Cuando él baje, le tocará a esta portuguesa procedente de León. Es la primera vez que esta pareja de moteros se atreve a vivir una experiencia diferente por los aires.
Al fondo, el templo de Hércules gaditano bañado por el mar comparte postal con el hotel Royal Hideaway, un resort de cinco estrellas a pie de playa. A unos metros de la mejor suite de España -con piscina privada y terraza- el Trail aterriza con suavidad. Del Trail no solo se baja Michel sino también un hombre que lleva más de 15 años desafiando a las nubes.
“Es un deporte de riesgo, pero muy seguro”, dice apretando el doble cinturón a María, lista para el despegue. Confiesa que siente un cosquilleo, pero tiene ganas de vivir el vuelo biplaza. Además, no hay nada que temer sentada junto a un campeón de Andalucía y España y subcampeón del mundo de paramotor. Vicente Palmero Rodríguez, chiclanero de 44 años, está acostumbrado a no tener los pies en la tierra.
Cuanto tenía 23 años emprendió su primer vuelo en parapente y, con el tiempo, se pasó al paramotor. Antes solía escalar por la Sierra y siempre veía a personas al levantar la cabeza. “Yo decía que algún día tenía que volar, esperaba el momento de poder hacer el curso”, comenta.
Cuando cumplió los 18, aprobó el carné de conducir y lo primero que hizo fue dirigirse a Algodonales para realizar el curso de parapente. “Me pasé al paramotor porque era más compatible con la vida familiar, para ir a la sierra había que irse el día entero”, recuerda. Vicente sobrevolaba a gusto la playa de La Barrosa y observaba desde arriba la estatua de Hércules señalando a su templo.
Por entonces, regentaba una escuela de Kitesurf a medias con un amigo. Pero, en cuanto se sacó el curso de técnico deportivo, decidió montar una de paramotor, Eoloshool, inexistente en la zona allá por el 2010. A los dos años de comenzar el negocio, Vicente quiso probar en el mundo de la competición. “Mi primer campeonato fue en 2012, lo hice por conocer gente y vi que no era tan difícil. Quedé quinto, en el segundo quedé tercero y en el tercero gané”, explica desde el punto donde ubica la pista.
"En mi primer campeonato quedé quinto"
Desde entonces acumula numerosos méritos deportivos -tanto en la categoría Slalom como en Clásico- que le convierten en uno de los pilotos de la Selección Española de Paramotor. Además en 2018 fue subcampeón del mundo individual y tercero por naciones en el Campeonato del Mundo de Paramotor Clásico de Tailandia.
El chiclanero es todo un crack de las corrientes y no para quieto, sobre todo tras el parón de la pandemia, que ha empezado a sumarse a distintos proyectos. Vicente compagina la escuela con la competición, los vuelos biplaza y las exhibiciones.
“Acabo de estar en Brasil, voy a Cazorla a hacer una exhibición al público y también a Ibiza con una ONG para volcar con niños con enfermedades”, cuenta a lavozdelsur.es. En su mente ya planea ir a Cuba y a Arabia Saudí, aunque primero toca volar con los alumnos, Raúl y Juanma, que ya ponen a punto sus paramotores.
"Es muy bonito volar con personas mayores"
Desde Eoloschool enseña a volar de forma autónoma a personas a las que les llama la atención este deporte, sobre todo procedentes de Chiclana y alrededores. En quince días consecutivos mañana y tarde, ha visto alzar su primer vuelo a muchos alumnos. “Eso no significa que sepan volar, después hay una progresión. Algunos en tres meses ya tienen un buen nivel”, comenta.
Entre ráfagas de viento, Vicente transmite con paciencia los pasos a seguir para aprender. Para él, la enseñanza del paramotor es como una escalera, “si te quedas atascado en un escalón, no vas a volar”.
De hecho, ha visto cómo algunas personas se han ido de la escuela y no han llegado a volar. “Esto no es un deporte que puedas probar como el kitesurf que al estar en el agua te arrastra y ya está. Aquí si lo haces mal te puedes hacer mucho daño”, advierte el chiclanero cuyas claves son no tener prisa y echarle pasión.
En verano, además de los cursos, muchos visitantes de todas las edades solicitan vuelos biplaza para conocer la ciudad desde otra perspectiva. “Es muy bonito volar con mayores. A una mujer de 85 años que solo ha visto un parapente por la tele le emociona tanto que aterriza llorando y me alegra mucho que disfruten”, dice.
Para sobrevolar la costa -sin cruzar la zona LER restringida por la base naval de Rota- no hace falta ningún requisito. “No hay que estar en forma, solo que te guste volar. Las personas en sillas de rueda también lo pueden hacer”, añade.
Desde las alturas, el chiclanero no siente vértigo –“es estático, no aparece en movimiento, si quieres darte la vuelta es porque tienes miedo o respeto”.
El paramotor es un deporte minoritario que solo se practica en algunas zonas de España. “A mi me llaman unas seis personas al año”, comenta. “No está en auge como cuando el boom del kitesurf. Yo no diría que está de moda y no hay más gente que el año anterior”, detalla Vicente. Un enamorado de sentirse como un pájaro que disfruta compartiendo su afición y su trabajo con los demás.