Apenas hay que girar un poco la cabeza, viajando en coche por la carretera CA-3110, para ver la extensa plantación que hace unos años que cambió el paisaje de un rinconcito de la campiña jerezana. Al paso por Torrecera, una Entidad Local Autónoma (ELA) situada a poco más de 20 kilómetros de Jerez, fueron muchos los que se preguntaron qué eran esas plantas que llevan desde 2021 sin dejar de crecer. Y de producir.
Son aguacates, un cultivo nada común por esta zona, aunque cada vez con más arraigo en distintos puntos de la provincia de Cádiz. Más propio de climas subtropicales, es habitual verlo en otras provincias andaluzas, como en Granada y Málaga. Y en la misma provincia, en el Campo de Gibraltar, que tiene un microclima más propicio. Por Torrecera no hay tantas. Alrededor, cereales, patatas, olivos… pero aguacates, no muchos. Más que hace unos años, eso sí.
En la finca El Boyal, de poco más de seis hectáreas, cuando termine la temporada de recogida del aguacate —que está a punto de finalizar, para evitar heladas—, habrán salido de estas tierras entre 60.000 y 72.000 kilos. Entre 10.000 y 12.000 kilos por hectárea, por ahí oscila la horquilla, de las variedades Hass (piel rugosa) y Bacon (piel lisa). En campañas venideras, esperan que vaya a más.
Al frente de la explotación está Paula Morales, una empresaria que lleva desde 2006 ligada al campo. Sacando adelante cultivos de cereales. Y también ganado. Los mantiene, pero decidió “diversificar”, apostando por el aguacate. Antes de la crisis, esta licenciada en Ciencias Ambientales, trabajó en el sector de la construcción, gestionando certificaciones ISO. Ahora es una aguacatera experta.
La plantación de aguacates de Paula Morales es ecológica. Aquí no se utilizan herbicidas, pesticidas, ni nada químico. Las hierbas campan a sus anchas. Los árboles crecen sobre una pequeña loma, para que el agua no se estanque cuando haya fuertes lluvias —“son muy sensibles al encharcamiento"—. Un sistema de goteo eficiente garantiza que se utiliza el agua necesaria, no más —hasta lo controlan mediante un app en el móvil—. Y una malla blanca, muy vistosa desde la distancia, evita que los árboles sean comidos por la vegetación.
Por encima de los árboles, llaman la atención los microaspersores típicos de cualquier plantación de aguacates. “Solo se utiliza en caso de temperaturas extremas en verano y temperaturas extremas en invierno, para evitar la congelación del árbol y del fruto”, explica el asesor agronómico Alberto Rodríguez Maña, que orienta a Morales. “Provocamos una congelación extracelular para que el fruto no sufra, ni tampoco las futuras yemas de flor”, añade.
Cuenta Paula Morales que cultivar en ecológico fue una forma de “diferenciarse”, de marcar distancia frente a sus cada vez más numerosos competidores en un mercado muy rentable, pero también muy arriesgado. “Era un valor añadido”, insiste, al tiempo que matiza que “el mercado europeo valora los productos ecológicos”. No hay más que hablar. Por un kilo de aguacate pueden cobrar de 2,50 euros en adelante. Hasta tres euros, con suerte. Por un kilo de otros cítricos, el precio oscila entre los 25 y los 30 céntimos.
Morales se incorpora al campo impulsada por una línea de ayudas que le permitió lanzarse al cultivo de aguacates. “La compra de los árboles la hago con esa ayuda, y el sistema de riego también”, recuerda, pero matiza que no se monta de cero una explotación solo con estas subvenciones —en su caso, de modernización de explotaciones agroganaderas—. “Se tarda mucho en cobrar, tuve que pedir préstamos”, cuenta. Y, cómo no, “comprueban que tu proyecto sea viable”.
A pie de campo
A finales de año tiene lugar la recogida del aguacate. Es un fruto que se va recolectando en función de la demanda. Cuando hay comprador garantizado, se arranca. Cuando no, se frena la recolecta. “Son frutos climatéricos, es decir, que terminan su fase de maduración una vez cortados. Eso permite jugar con la oferta y la demanda”, explica Alberto Rodríguez Maña, director técnico de Navarro Montes y asesor agronómico de Paula y de Salvador Pecino, su marido, que la ayuda a gestionar la explotación.
A pie de tajo hay una cuadrilla de una docena de jornaleras. Diez son mujeres, solo dos hombres. Ellas, recogen los frutos. Ellos, los cargan en la furgoneta, cuando salen destino a Málaga, donde tiene su sede el mayorista que se los compra, y que luego los distribuye por toda Europa. Porque los aguacates de Torrecera difícilmente podrán ser degustados por consumidores españoles. Su alto precio hace que otros mercados paguen más. Y allí se destinan.
Yolanda Pernía es una de las mujeres que se afana en recoger aguacates cuando lavozdelsur.es visita la finca El Boyal. Con una experiencia de 25 años en labores agrícolas, sabe lo que es dejarse el físico en el tajo. De hecho, tiene una hernia discal que le impide trabajar con normalidad, aunque la campaña del aguacate, dice, es mucho más llevadera que otras. “Aquí no tienes que agacharte tanto, por eso vengo, es más fácil de llevar para mí”, cuenta Pernía, que es de Paterna, como el resto de sus compañeras.
Catalina Colón, a la que llaman Cati, cumple su tercera campaña en el aguacate. Para ella, “esto no es campo”. De hecho, hace siete meses que tuvo a su hijo. Por las mañanas, le da el pecho, y se monta en el coche, dirección a Torrecera. “Es uno de los mejores trabajos que hay en el campo, los árboles no pinchan, no están muy altos…”, relata. A su lado está Rafaela Colón, Rafi, su cuñada, que en cuanto se enteró de que la llamaron para la campaña, se ofreció también.
Rafi ha sido, mayormente, limpiadora. Desde hace unos años, se dedica a labores agrícolas. “Estoy con mis compañeras, al aire libre…”, describe, como ventajas de este trabajo. “Me gusta esto”, insiste. En eso coincide con el resto de la cuadrilla. “Cuando me enteré de que Cati venía, le dije que yo también”, reseña. En otras faenas, como en naves agrícolas, “te duele mucho la espalda”.
Un cultivo muy rentable
El kilo de aguacate, dependiendo del tipo, se paga entre 2,5 y 3 euros. Otros frutos u hortalizas, unos pocos céntimos. Eso sí, la producción de aguacates es mucho más rentable, pero menos masiva.
El rendimiento por hectárea, de media, de una plantación de tomates, es de 62.000 kilos en los últimos cuatro años. Zanahoria, 63.000 kilos. Remolacha, 49.000 kilos. Naranjos, 23.700 kilos. Aguacates, 6.800 kilos. Son datos del primer informe Tendencias de rendimientos de cultivos, publicado en julio de este año por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
De la explotación de Paula Morales saldrán, al menos, 10.000 kilos por hectárea, una cifra muy por encima de la media de este cultivo en todo el país. En los próximos años será más, ya que el árbol aun no ha llegado a su punto álgido de madurez. Como la mayoría de lo producido en Andalucía, acabará consumiéndose en otros países.
Las provincias de Granada y Málaga aglutinan el 97,5% de las exportaciones de este fruto desde la comunidad andaluza. Hasta mayo, las exportaciones malagueñas alcanzaron los 156,4 millones de euros, y las granadinas, 24,1 millones.
Málaga lidera, con mucho, las hectáreas de superficie cultivada de aguacate en Andalucía, con más de 7.800, según datos de la Junta Andalucía de 2022, los últimos disponibles. Granada (más de 2.800 hectáreas), Cádiz (más de 1.800) y Huelva (en torno a 1.800) la siguen, muy de lejos.
El valor de las exportaciones de aguacate andaluz en los primeros cinco meses de 2024, según datos del Gobierno andaluz, subió un 9,8% respecto al mismo periodo del año anterior. En cuanto al volumen, sube un 11,9%, con un total de 54.397 toneladas. Las ventas de aguacates de Andalucía son el 82,4% de las exportaciones españolas de esta fruta. En 2023, la región exportó 110.764 toneladas de aguacates, que alcanzaron un valor de 340,7 millones de euros.
Un cultivo rentable... y polémico
En la provincia de Cádiz, el aguacate lleva un tiempo entrando con fuerza. Primero, en el Campo de Gibraltar, donde se calcula que hay entre 2.000 y 2.500 hectáreas. La estimación la hace Juan Salido, miembro de la ejecutiva de COAG en Cádiz, y agricultor en el Campo de Gibraltar.
"El Campo de Gibraltar tiene un clima muy especial, un microclima más húmedo", dice Salido, en conversación con lavozdelsur.es. Eso hace que "la fruta tenga una grasa especial". Y que sea más grande que la producida en Málaga. En vista de lo rentable que es el cultivo, vaticina que se puede seguir extendiendo a otras zonas de la provincia, más en el litoral o la Costa Noroeste, por ejemplo.
El responsable de COAG, que tiene también plantaciones de aguacates, asegura que "no gasta mucha agua, gasta la misma que un cítrico". Y abunda: "Dicen que un kilo aguacate necesita 1.000 litros de agua. No es verdad. En mi finca tengo aguacate y cítricos, y muchas veces uso menos agua". El asesor agronómico Alberto Rodríguez Maña está en esa línea: "La producción de una hectárea de maíz o de tomate puede ser 20 veces superior a la del aguacate". Y sigue: "10.000 metros de aguacate no gastan más agua que 10.000 metros de maíz, o de tomate, o de fresa".
Con estas afirmaciones no están muy de acuerdo entidades como Ecologistas en Acción, que considera que "el principal problema de estos cultivos es su elevada huella hídrica, lo que repercute directa e indirectamente en una cadena de conflictos por el agua", como recoge en su reciente informe El verdadero precio de los alimentos, englobado dentro de una campaña internacional. Proponen "poner fin a las transformaciones para regadío", o "fomentar la diversificación de cultivos".
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