Hace 86 años falleció Amalio Sáiz de Bustamante, un montañés, de los muchos que recalaron en Jerez y en la provincia de Cádiz. Un hombre que con cuatro años se trasladó de su tierra natal, Santillana del Mar (Cantabria), hasta la ciudad del sherry. Aquí echó raíces y se convirtió en un luchador por el progreso de un municipio en el que “el hambre y esclavitud era la labranza... jornal irrisorio de treinta cuartos... criadores pidiendo de misericordia la compra de sus caldos añejos. Arrasado el viñedo por la filoxera. Millares de obreros viticultores sin pan y sin esperanza”.
Esta es la definición que Amalio hizo de la tremenda situación social y económica del Jerez de las postrimerías del siglo XIX: “Eran propicios los tiempos para pensar en una revulsión salvadora: renovarse o morir”, sentenció entonces. Estamos ante un hombre con pensamiento progresista y un luchador contra la desigualdad social, el caciquismo y la pobreza endémica de entonces.
Revitalizar la economía de la zona era su objetivo y seguramente, en su inquieto pensamiento, trazó no pocos proyectos. Pero hubo dos acciones que forman parte de las historia local y que hacen de este cátabro un personaje singular y fundamental en la ciudad: el ferrocarril que quiso conectar Jerez con la serranía (proyecto inconcluso, hoy convertido en una vía verde, desde 1994, de 36,5 kilómetros) para finalizar el trazado en la población malagueña de Almargen.
El embalse de Guadalcacín, el más importante a día de hoy en la provincia y de cuyo abastecimiento dependemos tanto en los hogares como en los regadíos, si consiguió sacarlo adelante concitando a la sociedad local en un proyecto al que se unieron todas las clases sociales y políticas de aquel Jerez. El objetivo no podía ser más ambicioso, llevar agua al campo para fomentar el regadío en la campiña jerezana propiciando la modernización e impulso de una agricultura que aún a día de hoy sigue viendo los efectos de esta iniciativa que se enmarca en uno de los principios que manejó Amalio: conciliar el interés común.
En la estación jerezana se conserva una placa, colocada hace ahora 90 años, que recuerda los logros de este jerezano ilustre. Un recuerdo en mármol cuyo texto dice: “Una vida ciudadana ejemplar ofrendada a Jerez y a su región. El ferrocarril de la Sierra, el pantano de Guadalcacín, que traerán a esta región los frutos del trabajo y de la paz, aumentando su riqueza y su bienestar, fueron sus obras”.
En una conferencia que pronunció en el Ateneo Jerezano en 1899 en torno a las desigualdades sociales, desveló los siguientes datos: “El 58% de la provincia de Cádiz pertenece a 624 fincas de más de 250 has.; entre tres suman 30.646 has.... en la provincia de Cádiz los grandes propietarios -que no son más que el tres por ciento de los terratenientes- poseen el 67% de la riqueza total…”. Amalio Sáiz de Bustamante, un activista social con talento y emprendimiento para lanzarse a proyectos a priori inalcanzables para el resto de los mortales, pero que él, con su ‘tozudez cántabra’ y empuje logró impulsar en unos tiempos convulsos en lo político.
Una placa en la estación de Renfe recuerda la vida de Amalio "ofrendada a Jerez y a su región"
Paloma Sáiz de Bustamante, su biznieta, acaba de publicar un libro dedicado a su ilustre familiar: Un polifacético montañés en la historia de Jerez es el título de este trabajo de investigación que le ha llevado a consultar numerosos archivos y otras fuentes para despejar quién fue su bisabuelo y su recorrido vital. “El libro lo que intenta es ahondar en el por qué de la leyenda de la placa, la única que existe en la estación, que le rinde homenaje”, expresa Sáiz de Bustamente. Su bisabuelo se educó en lo que hoy es el instituto Coloma, y se licenció en Derecho en Madrid.
Años después se casa y tiene dos hijos, “desde ahí empezó su recorrido vital pero es importante conocer el contexto en el que le tocó vivir: vivió la revolución del 68, la restauración borbónica y el desastre del 98 con la pérdida de las últimas colonias españolas y cuando inicia su actividad, primer tercio del siglo XX, está el reinado de Alfonso XIII, la dictadura de Primo de Rivera, la caída de la monarquía y la proclamación de la Segunda República”.
Entre tanto, Jerez vivía su propio calvario con una crisis social provocada por la caída en la industria vitivinícola. En ese momento fue cuando sentenció “renovarse o morir” y comenzó la involucrarse junto a otros en proyectos para impulsar la economía local. Y fue “en el Ateneo Jerezano, que fundó en 1897 y la Cámara de Comercio, perteneciendo a la primera directiva en su creación en 1900. Desde ambas instituciones en las que se involucró Amalio, fueron las claves para los proyectos de relanzamiento económico de Jerez”.
Paloma Sáiz de Bustamante, tras estudiar la vida de su bisabuelo, concluye que fue “un luchador nato y, como él mismo decía, con mi tozudez cántabra, le llevó a seguir adelante”. Para la escritora, “ha sido una aventura enriquecedora no solo en el estudio de quién fue y qué hizo mi bisabuelo; también sumergirte en una época fascinante plagada de episodios históricos en la vida política y social del país. Y más en concreto descubrir el Jerez de entonces además d poder recorrer la zona del pantano y la vía verde por lo que fue el trazado del ferrocarril a la sierra”.
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