'American way of life' en la Bahía de Cádiz: 55 años del barrio de El Puerto que nació junto al Casino

La influencia de la casa de juegos en la vida de los vecinos de Urbaluz, ideada para los estadounidenses de la Base, centra el multipremiado cortometraje del cineasta Manolo Gago, que ha crecido allí

Manolo, Pepe, Mariana, Antonio y Luis, vecinos de Urbaluz, el barrio de El Puerto que nació junto al Casino.
Manolo, Pepe, Mariana, Antonio y Luis, vecinos de Urbaluz, el barrio de El Puerto que nació junto al Casino. MANU GARCÍA

Una piscina semiolímpica, dos pistas de fútbol —la verde y la roja—, árboles por todos los rincones, unos pisos con un estilo peculiar y un gran casino a escasos metros de la explanada donde antaño los niños jugaban en un mega parque infantil de ensueño.

Parece la localización de cualquier pieza audiovisual. Y lo es, pero también se trata de un barrio real ubicado en El Puerto donde han crecido generaciones de una forma muy diferente. Urbaluz es un trocito de Estados Unidos, cuyos recovecos guardan miles de historias aún por contar. En uno de estos pisos construidos en 1968 para los trabajadores de la Base Aeronaval estadounidense de Rota, al más puro estilo american way of life, creció un chaval que años más tarde quiso plasmar la singularidad de esta reducto portuense en un cortometraje.

“Es como El jardín de las delicias de El Bosco, tiene sus cosas buenas, sus cosas malas, su dolor, sus penas”, comenta Manolo Gago, cineasta de 32 años muy querido en su tierra. Un joven que quiso contar la historia de su barrio. Que no era un barrio cualquiera. Así, hace dos años este productor fichado por Pedro Almodóvar dio vida a Sino, obra laureada con más de 20 nominaciones nacionales y presencia en Los Ángeles, Chile, México o India. Sus escenas fueron grabadas con la colaboración de muchísimos de sus vecinos en las calles donde vivió desde que su familia dejó El Tejar para trasladarse a una casa más grande. Días intensos en los que las familias se volcaron y hasta Isabel Gil, la productora del corto, aquiló dos pisos allí para que todo el equipo conviviera durante el rodaje. 

Rodaje del corto 'Sino' en Urbaluz.  CEDIDA
Rodaje del corto 'Sino' en Urbaluz.  CEDIDA
Un momento de la grabación de 'Sino' en el barrio.
Un momento de la grabación de 'Sino' en el barrio. CEDIDA

 

Pisos americanos en Urbaluz en El Puerto.
Pisos americanos en Urbaluz en El Puerto.   MANU GARCÍA

Urbaluz ha dado la vuelta al mundo. “El barrio es el 50% del corto”, dice con el sol en la cara. Sino es una crítica social al juego, que ha estado presente en la vida de los chavales de esta zona. Una estrecha relación, a veces envolvente y peligrosa, entre el Gran Casino Bahía de Cádiz, y una barriada que lleva en su ADN a este edificio.

Sin ir más lejos, los vecinos residen en las calles Dados, Barajas, Fortuna y Ruleta, entre otras. “No fuimos conscientes en donde vivíamos hasta que no cumplimos los 18. Nos dimos cuenta que el Casino tiene un sentido en nuestro barrio”, dice el portuense, que creó el corto a base de recuerdos.

"Tiene más zona verde que terreno construido"

Manolo pasea entre los pisos antiseismos. Escogió para su corto la localización donde se divertía haciendo gamberradas de todo tipo. Cuando cruzaba la puerta del número 36 de la calle Ruleta, se juntaba con los demás chicos y a “hacer maldades de chico”.

Cogían escorpiones para venderlos en la tienda de animales del Pryca, se subían a los árboles para coger piñas y venderlas o lanzaban huevos cuando llegaba Halloween. “Qué locos estábamos”, ríe. Todos eran “muy pícaros” y las riñas de todos los padres del barrio eran una constante.

El entorno era propicio, vivían en plena naturaleza, a un paso de la sierra de San Cristóbal, que es el punto más alto de la Bahía. Urbaluz, llamada Urbanización Bahía de la Luz o Puerto Alto, es la única urbanización de El Puerto que presenta 72.000 metros cuadrados de los cuales 45.000 son zona verde. “Tiene más zona verde que terreno construido”, cuenta a lavozdelsur.es Antonio Martínez de Murga, portuense de 68 años y uno de los primeros residentes en la urbanización.

Manolo Gago y Antonio Martínez, vecinos de Urbaluz.
Manolo Gago y Antonio Martínez, vecinos de Urbaluz.  MANU GARCÍA
Antonio cuenta sus vivencias en el barrio portuense.
Antonio cuenta sus vivencias en el barrio portuense.   MANU GARCÍA

Por eso, hay moreras para los gusanos de seda, de las palmeras caen nidos de gorriones y no es raro toparse con mariposas, libélulas o abejas. “Esto no te lo da otra barriada”, dice Antonio.

A finales de los años 70 y principios de los 80, los norteamericanos se marcharon al cumplir su contrato y las viviendas quedaron vacías, en manos de la constructora que las puso a la venta a un precio “muy razonable”. No eran pisos al uso, eran amplios, luminosos y tenían un garaje propio, además de una piscina semiolímpica que los estadounidenses nunca llegaron a estrenar.

"La gente no quería vivir en esta zona"

“Lo primero que recuerdo al llegar es lo bien que vivían los americanos, tenían las puertas abiertas de las casas todo el día, una forma de vida muy cómoda”, expresa Antonio, impresor de profesión —y otras ocupaciones— que compró su piso en 1980 pero, hasta 1985 no se mudó, justo el año en el que se casó. En aquella época, había unas 10 familias que vivían todo el año, el resto solo aparecían en las vacaciones de verano. Eran muy pocos portuenses, según cuentan, la mayoría procedían de Sevilla, Ceuta u otros municipios.

“La gente no quería vivir en esta zona, era reticente, aquí vivían los hippies, la gente con una mentalidad diferente. Es el extrarradio, no había autobuses, ni teléfono. Querían vivir en el centro, aquí no había nada”, explica un matrimonio portuense que pasea a su perro una mañana cualquiera.

Pepe y Mariana pasean con su perro por la zona.
Pepe y Mariana pasean con su perro por la zona.   MANU GARCÍA

Pepe y Mariana Fernández, de 70 y 64 años, respectivamente, se mudaron al bloque situado junto al de Manolo hace 42 años. Ellos, como Antonio, también tuvieron que esperar hasta un año para tener línea de teléfono. Reconocen que estaban aislados de todo, no había tiendas, ni negocios, pero no se arrepienten de la decisión que tomaron.

“Aquí hemos vivido muy bien, en plan comuna prácticamente. Los vecinos cuidaban de los niños. Es completamente diferente a cualquier barriada, teníamos tranquilidad para la crianza de los hijos”, cuenta Mariana echando la vista a atrás. Les llamó la atención la amplitud de las casas y las zonas comunes y no se lo pensaron dos veces. “Entonces, las piscinas en El Puerto estaba contadas, no eran habituales en una urbanización”, recuerda la vecina, que valora haber vivido en la naturaleza, espantando a las vacas que le impedían entrar en el coche.

Por entonces, el Casino ya formaba parte del imaginario del vecindario y, poco a poco, se convertía en un símbolo irremediable del barrio. Fue en 1979 cuando inició su actividad tras haber derribado los bloques más cercanos al edificio. “Los compró y los tiró por su intimidad, tenía miedo que la gente se asomara y vieran quién entraba”, comentan los vecinos que aseguran que el Casino nunca les ha molestado, ni en su época gloriosa.

Fotografía aérea de Urbaluz en los años 70.
Fotografía aérea de Urbaluz en los años 70 del siglo pasado.
Manolo pasea por su barrio en El Puerto.
Manolo pasea por su barrio en El Puerto.   MANU GARCÍA

Al contrario, según transmiten, “en cierto modo ha dado de comer a las familias del barrio”. Muchos vecinos eran trabajadores en este espacio frecuentado por numerosos famosos que brillaba por sus inigualables fiestas. “Venían los jugadores de la Selección española y Lola Flores era una jugadora empedernida”, dicen entre anécdotas de guardaespaldas, grandes pérdidas millonarias y premios.

Luis Villegas Jiménez, de 62 años, trabajó como crupier en el Casino desde que abrió sus puertas. En 1987 decidió comprar un piso en Urbaluz junto a su pareja, Marga, también crupier. “Nos venía bien, estaban muy cerca del trabajo. Nos íbamos andando”, dice el portuense que vivió en sus carnes el esplendor de este templo del juego grabado en los recuerdos de muchos.

Cuando llegó al barrio, muchas casas estaban vacías y “venían a robar, a un señor le desvalijaron su piso amueblado entero. Cuando estaban los americanos había vigilancia, pero luego no”.

Pisos americanos en plena naturaleza en Urbaluz.
Pisos americanos en plena naturaleza en Urbaluz.  MANU GARCÍA
Manolo y Antonio en una de las zonas comunes del barrio.
Manolo y Antonio en una de las zonas comunes del barrio.  MANU GARCÍA

Los españoles se acomodaron en el coqueto barrio de corte yankee al que muchos portuenses se desplazaban a pasar las tardes de verano en la piscina. Su estética sigue sorprendiendo pese a que faltan elementos ya extintos. Manolo menciona el parque infantil en el que jugaba de pequeño. “Había columpios y una mega ruleta gigante en la que nos montábamos 30 niños y los mayores nos daban vueltas, también un castillo de metal gigante”, dice con una sonrisa.

Lejos quedan los juegos en un enorme tobogán cuyas escaleras anunciaban América. Con el tiempo, los parques fueron retirados por incompatibilidades con la normativa vigente. “Se quitaron porque decían que podían atraer rayos, pero yo he visto a generaciones de niños aquí y nunca ha habido un accidente”, sostiene Antonio mientras camina junto al resto de vecinos.

El cineasta portuense cuenta anécdotas de su infancia.
El cineasta portuense cuenta anécdotas de su infancia.   MANU GARCÍA

En Urbaluz, los chavales hacían sus reivindicaciones, buscaban al presidente de la comunidad de propietarios y pedían mejoras. Una de las demandas que Manolo recuerda fue la de una nueva portería para la pista de fútbol roja.

“Como no la ponían cogimos una portería vieja de la casa abandonada de un americano entre varios y la colocamos aquí”, dice frente a la portería nueva que lograron tras llevar a cabo esta acción. Ocurrencias como la de crear un equipo de baloncesto propio Urbaluz Red Devils, que marcan el devenir de un lugar portuense distinto donde nuevas generaciones siguen creciendo entre especies arbóreas y las luces de neón de un gran casino venido a menos, pero que sigue oteando el horizonte de la Bahía gaditana.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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