Resistiré. El himno que marcó a la pandemia ya lo cantaban muchas mujeres de España antes de que se pusiera de moda durante el confinamiento. De sus bocas ya salían versos de ánimo ante la adversidad. “Soportaré los golpes y jamás me rendiré”. Paqui, Dolores, Cati, Antonia, Bella y Juani llevan estas palabras grabadas desde que sus maridos fallecieron. Esta también es la canción de lucha de las viudas.
Ejemplos de resiliencia en una sociedad en la que continúan unidas frente a todo. Ellas son las guerreras que en el 8M, Día Internacional de la Mujer, siguen llevando por bandera esa sororidad que practican desde la Asociación de Viudas Virgen del Castillo de Lebrija, con más de 100 socias.
Esta asociación, representada en la Confederación de Federaciones y Asociaciones de Viudas Hispania (Confav), es la más grande de España. Desde este municipio sevillano promueven, desde 1997, la formación integral de las mujeres que pierden a sus parejas y quedan abatidas. “Creemos que tenemos muchas socias por el boca a boca, porque nos sentimos muy a gusto y lo transmitimos a las demás”, dicen estas lebrijanas sentadas en la sede.
Fue en 1959 cuando nació la primera asociación de viudas en el país, promovida por mujeres adineradas que gracias a su poder adquisitivo pudieron abrir puertas. Con el tiempo, emergieron las demás en hasta trece comunidades autónomas y comenzaron a realizar congresos en pro de mejorar sus recursos, siendo el último en Lebrija.
“Es un orgullo para nosotras”, dice Paqui Fernández, de 73 años, presidenta de esta asociación desde hace cinco. Se quedó viuda con 53, pero no se animó hasta más tarde. “Antes la gente decía, es para viejas, nada más, para mayores, y yo no me sentía así”, expresa esta mujer catequista vinculada a la Iglesia. Cuando murió su marido, de cáncer de pulmón, su vida dio un giro y tuvo que enfrentarse a distintos obstáculos. “En ese momento no nos llegamos a creer lo que pasaba, es muy duro”, dice Paqui, que se dedicó a sus hijos mientras él regentaba un negocio.
"Nuestro lema es ayuda a la viuda por la propia viuda"
¿Y ahora qué hago yo sin él? Es la pregunta que muchas se hacen cuando sufren esta tragedia. Dolores Bernal también se vio en esta situación cuando tenía 43 años y su marido falleció de un infarto. “Estaba las 24 horas pegada a él y en un abrir y cerrar de ojos lo perdí”, recuerda la lebrijana que cuando pasó sus años de duelo entró en este grupo donde es la socia más veterana.
Unos años antes, Mercedes Calderón se había encargado de reactivar esta asociación que había nacido en El Cuervo, pero apenas tenía movimiento. “Ella y yo la sacamos adelante durante 20 años. Mercedes la quería muchísimo y a mí me lo transmitió. La asociación me ha dado muchísima vida”, comenta Dolores.
Durante muchos años han tendido sus manos para orientar, animar y dar mensajes de aliento a aquellas que se sentían perdidas. “Nuestro lema es la ayuda a la viuda por la propia viuda en todo lo que necesite. No nos entiende nadie, solo otra viuda que ha pasado por lo mismo”, sostiene Paqui.
Muchas de ellas desconocen los pasos a seguir para arreglar su situación con las administraciones. No es el caso de Cati Jiménez, de 70 años, que trabajó como conserje en un instituto público. Su marido murió hace 11 años. “Problema económico no tuve, yo había estado trabajando siempre, aunque criase a mis hijos, llevaba las dos cosas. Él era fontanero y estábamos bien, pero cuando murió me vine abajo”, cuenta la lebrijana a lavozdelsur.es. Sentada junto a sus amigas, recuerda la primera vez que alguien utilizó la palabra viuda para referirse a ella. “Fue un cuchillo que se me había clavado en el pecho, lo que me dolió”, dice Cati, que reconoce que cuando más nota su ausencia es cuando está enferma. Pese a todo, sigue adelante con valor.
"Hay que echarle valor a lo que se presenta"
Al igual que Antonia Sánchez, de 69 años, viuda desde que su marido falleció por un infarto hace cinco. “No te lo esperas, pero te tienes que adaptar, si no, te hundes. El primer año lo pasé muy mal, yo estaba sola, mis tres hijos ya estaban cada uno en su casa”, explica Antonia, que dependía económicamente de él, que era transportista autónomo. Según cuenta, ella “no tenía cartilla ni nada, yo he sido ama de casa. Cuando murió me dieron la pensión de viudedad y arreglé los papeles, yo estaba acostumbrada a ir al banco porque mi marido siempre estaba en el camión”.
Siempre ha sido una mujer muy activa, pero confiesa que desde que está en la asociación está encantada. “Cuantas más actividades tenga una con la edad que tiene mejor, porque la mente la tenemos que tener ocupada. Tienes que echarle valor a lo que se te presenta”, dice con tesón.
Las viudas siguen luchando por mejorar sus pensiones, hay muchas que cobran 600 euros, y se mantienen unidas no solo para que se escuchen sus reivindicaciones, sino también para darse cariño. “Yo era muy reacia a entrar, pero ahora tengo mi vida llena. En estos momentos de soledad necesitamos el amor de otras, que nos hablen. Nos aporta mucha alegría vernos, darnos un beso y preguntarnos”, comenta Cati.
Juntas ponen en valor ese afán por ayudarse las unas a las otras, algo que las mujeres, históricamente, siempre han hecho. Por eso existen asociaciones como esta y ninguna de hombres viudos. “Un hombre no va a otro hombre a ayudarlo a su casa si se queda viudo, una mujer si va”, reflexionan.
Además, todavía notan el estigma que les acompaña a la hora de rehacer sus vidas y participar en determinadas actividades. La asociación sigue peleando para que arreglarse y salir no sea motivo de miradas incómodas. “Todo ha cambiado mucho, pero la viuda está señalada todavía”, comenta Dolores.
Bella del Toro, de 79 años, lo ha experimentado en sus carnes. Ella se quedó viuda con 35 años, con cinco hijos, y estando embarazada del sexto. A su cabeza le viene un caso que le llamó la atención. “Me apunté a un coro y a uno de los componentes le daba apuro que yo me subiera a un escenario. Si yo lo que estoy es rezando. Y me dijo que era porque era viuda. ¿Y qué? Que tengo yo menos o más que otras. Yo soy igual”, expresa esta lebrijana que se puso al frente del negocio de su difunto marido, donde nunca había trabajado, para sacar a sus hijos adelante. Una madre coraje que sacó fuerzas para salir adelante. “Lo que puede hacer una persona lo puede hacer otra, sea hombre o mujer. Yo eso siempre lo he tenido muy claro”, sostiene.
Para ellas, es “muy gratificante” ver la evolución de muchas mujeres que llegan destrozadas y, a día de hoy, caminan con una sonrisa. Juani Pérez, de 71 años, acudió a la asociación “llorando” cuando su marido murió hace dos años y medio. “Me costó trabajito, pero estoy encantada, tengo muchas hermanas, ellas son mi familia”, dice regalando una mirada cómplice a sus compañeras.
Ellas y otras más de dos millones de viudas que viven en España sacan su fortaleza. “A veces lloras, otras ríes, y así vamos, tirando para delante”, comparten.
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