Barrio Jarana, calles con nombres "de juerga", casas iglú y un campo de golf: "Se vive muy tranquilo"

Antonio Vázquez y Antonio Sánchez, vecinos históricos, descubren la historia y crecimiento de este núcleo ubicado en Puerto Real donde se encuentran estas viviendas que llaman la atención desde la autovía

El vecino Antonio Sánchez en una calle del Barrio Jarana, en Puerto Real.
El vecino Antonio Sánchez en una calle del Barrio Jarana, en Puerto Real. MANU GARCÍA

A diez minutos de Cádiz, a cinco de San Fernando y a cuatro de Puerto Real se encuentra una barriada que, desde el corazón de la Bahía, siente la ola de calor que acecha a España. Al final de la salida 664 de la autovía se abre paso el Barrio Jarana, que en época romana, Xarana, se convirtió en un importante centro de producción alfarera. Más antiguo que Puerto Real, término municipal al que pertenece, este núcleo lleno de hornos romanos tapados y restos de ánforas es el lugar de residencia de unas 1.500 personas. La tranquilidad y la naturaleza se palpan nada más echar un vistazo.

Uno de esos vecinos que viven alejados del bullicio urbano es Antonio Vázquez, al que llaman “el ventolera”. Cuando se mudó de Puerto Real al barrio -con unos 26 años- ya tenía tres hijos, de los 10 que crió en total, y apenas había 14 familias. “Es que en mis tiempos no había televisión y se acostaba uno muy temprano”, bromea. A sus 89 años, este puertorrealeño “hasta el hueso” con mucha guasa se instaló cuando se casó. Sentado en el salón de su casa y acompañado de Mina, su cuidadora, recuerda momentos que pasan por su cabeza.

Antonio "el ventolera" durante la entrevista en su salón.
Antonio "el ventolera" durante la entrevista en su salón.  MANU GARCÍA

“Mi vida ha sido maravillosa. Si te digo la verdad, a mí nunca me ha molestado la Guardia Civil y no he robado nunca”, dice el vecino más longevo del barrio. Emocionado, entre lágrimas, eleva los brazos. “Tengo que enseñar mis manos al cielo porque las tengo limpias”. Antonio echa la vista atrás para esbozar etapas de la zona donde ha crecido.

“He quitado montones de mierda que las criaturas cagaban en la escupidera y que vaciaban en la basura. No había ni cañerías ni había luz por las noches”, explica el anciano que vio la instalación del servicio de agua y del alcantarillado cuando “Franco puso el dinero”.

Su infancia no fue fácil. Las escenas de la guerra civil siguen pululando entre sus recuerdos. “íbamos montados en la mula los más chicos y los demás andando, también éramos 10 hermanos. Y nos fuimos en la carretera de Medina a una alcantarilla donde pasamos dos días y dos noches. Y los proyectiles pasaban”, describe.

Antonio busca en su caja de recuerdos.
Antonio busca en su caja de recuerdos.   MANU GARCÍA

El puertorrealeño que era “malísimo de chico” dejó atrás una época para desarrollar su vida en el barrio que le guarda un cariño especial. Desde joven empezó a trabajar en la construcción, algo que le ha permitido contemplar y ser partícipe del crecimiento de toda la provincia de Cádiz. Subido en máquinas ha removido las tierras gaditanas en múltiples ocasiones.

"Tiré la plaza de toros de Cádiz"

“Cargué camiones en el dique de Matagorda, hice la excavación donde se hicieron las vigas del puente de Carranza, tiré la plaza de toros de Cádiz y de Puerto Real”, enumera el obrero. Alguna vez ha tenido más de un susto debido a la peligrosidad de su trabajo, pero siempre ha salido ileso de los accidentes. “A la entrada de Cádiz la máquina se quedó pegada a un cable y se partieron los dientes y hubo una explosión. Allí mismo descubrí una galería”, cuenta. El vecino se refiere a las cuevas de Maríamoco, el entramado de túneles existentes bajo el suelo de la capital.

De pronto, Antonio detiene la conversación para sacar una caja llena de carteras usadas y tarjetas y documentos que ha ido guardando a lo largo de su vida. “Cuando me hartaba de tenerlas las metía aquí”, comenta mientras busca con ahínco el carné de conducir. No lo encuentra, pero sí coge con cuidado una hoja que esconde una anécdota. Es uno de los telegramas que el mismísimo Adolfo Suárez -ex presidente del Gobierno- le enviaba cuando el sur estaba en su agenda.

Telegrama enviado por Adolfo Suárez.
Telegrama enviado por Adolfo Suárez.   MANU GARCÍA

“Cuando vino por primera vez, todos los militantes fuimos a verle, yo me adelanté para darle la mano, pero no me la dio, me dio un corte. Al ratito me dijo, no me he olvidado de ti. Cada vez que venía a Cádiz me mandaban un taxi y yo iba a contarle chistes”, expresa entre risas. Pero hay algo por lo que todo el Barrio Jarana conoce a Antonio, además de por su desparpajo, porque fue él quien construyó la venta La Ventolera inaugurada a finales de los ochenta. Su mujer, Dolores Cazabazán estuvo al mando hasta que falleció.

"Le contaba chistes a Adolfo Suárez"

Su casa, desde la que atiende a lavozdelsur.es, está ubicada justo encima del establecimiento que hasta los conductores de autobuses recomiendan a sus pasajeros. La conoce como la palma de su mano y, de vez en cuando baja con su hija, que le dio el relevo. “Hice esta obra con la ayuda de mis amigos, uno me dio ladrillos, otro me dio piedra, otro, vigas. He hecho tantos favores que cuando me ha hecho falta cualquier cosa me han sobrado personas para ayudarme”, comenta.

Antonio en la terraza de su vivienda.
Antonio en la terraza de su vivienda. MANU GARCÍA

A la venta la bautizó como La Ventolera en honor a su abuelo, el primero llamado con este apodo que, desde entonces, pasa de generación en generación. El nombre proviene de los gritos que dio el hombre cuando empezó a soplar el levante el día que había sembrado trigo. “Se agarró el sombrero y decía, ay que ventolera, y toda la noche se llevó dando vueltas alrededor del trigo”, cuenta sin poder aguantar la risa.

El bar es punto de encuentro de los vecinos entre, los que una tarde cualquiera, está un hombre con el que Antonio jugaba en su juventud. Se llama Antonio Sánchez Benítez, tiene 72 años y también ha vivido en el barrio Jarana prácticamente toda su vida. Nació en casa de su abuela, en Chiclana, pero al cabo de los días sus padres se trasladaron a Puerto Real, donde ya residían. En 1970, siendo un veinteañero, se buscó una casa en el barrio donde lleva 50 años.

El vecino muestra un panel situado en el barrio.
El vecino muestra un panel situado en el barrio.   MANU GARCÍA
Zona del núcleo donde se situaba la venta frecuentada por marineros.
Zona del núcleo donde se situaba la venta frecuentada por marineros.   MANU GARCÍA

“Esto era un descansadero de ganado que pertenecía a vías pecuarias”, dice señalando una zona. El actual presidente de la asociación vecinal El buen Pastor desentraña la historia del núcleo. En 1952 el Ayuntamiento hizo una subasta del suelo para legalizar las casas que ya estaban construidas, pero no fue hasta 1979, con los primeros gobiernos democráticos, cuando el barrio se sometió a un proceso de urbanización con la instalación de servicios como el alumbrado público o la construcción de las plazas.

Antonio pasea por su barriada mientras rescata un dato que el historiador Antonio Muro le contó una vez. “Dice que en el siglo XIX había una venta con casas alrededor donde vivían muchas prostitutas que trabajaban allí. Los marineros que paraban en el Real Carenero de San Fernando decían, vámonos de jarana, y venían aquí”, explica.

"Una de las casas iglú la derribaron"

Este paisajista, que ha realizado diseños en los hoteles del Novo Sancti Petri o en la avenida Juan Carlos I de Cádiz, sigue su camino hasta llegar a las casas iglú, seña de identidad del barrio. Viviendas únicas en España que despiertan la curiosidad de los conductores desde la autovía. Fueron ideadas por el ingeniero Luffini pero Joaquín Barquín y Barón, arquitecto sevillano que trabajó en la Diputación de Cádiz, se encargó de construirlas en 1955.

Casas iglú en el Barrio Jarana.
Casas iglú construidas en el Barrio Jarana.  MANU GARCÍA
Una de las cuatro casas iglú existentes en la barriada.
Una de las cuatro casas iglú existentes en la barriada.   MANU GARCÍA
Antonio observa las casas iglú.
Antonio observa las casas iglú.   MANU GARCÍA

Solo hay cuatro de las cinco que se levantaron con unos 50 metros cuadrados cada una. “Una la derribaron para hacer un chalé, el PGOU de Puerto Real, debería haberlas protegido”, dice el vecino. Posteriormente, sí se han incluido en el Inventario de Bienes Reconocidos del Patrimonio Histórico Andaluz, por eso, a Luis Castro, propietario de una de ellas, solo le permitieron unirla a otra infraestructura.

Su padre las compró allá por 1958. “Soy de Córdoba, pero me vine a estudiar Medicina y me quedé” dice mientras muestra los rincones de esta joya arquitectónica de lo más singular. “El espacio que tienen dentro es impresionante. Son más grandes de lo que parecen”, comenta.

La mayoría de los inquilinos de esta zona son hijos de personas que en su día adquirieron la vivienda. Casas familiares que están repartidas en un callejero compuesto por nombres asociados a la fiesta. “En los ochenta los vecinos nos reunimos y lo cambiamos, todo está relacionado con la juerga”, dice Antonio desde la calle Guitarra. Salero, Verbena, Pandereta, Castañuela o Fiesta -donde curiosamente se ubican la farmacia y el centro de salud.

Calle Fiesta, donde se ubica la farmacia y el centro de salud.
Calle Fiesta, donde se ubica la farmacia y el centro de salud.   MANU GARCÍA

En 2002 una empresa privada construyó el campo de golf y la urbanización Villanueva Golf, con alojamientos dentro del recinto. Unas 600 hectáreas que los vecinos vieron con buenos ojos “porque da vida a esta zona”. A la instalación llegan deportistas de todas partes. Según Antonio, cuando arrancó, las viviendas “empezaron a venderse muy bien, pero llegó la crisis de 2008 y se paró totalmente. Luego siguió funcionando y ahora pienso que es rentable”.

Algunos vecinos se mudaron al campo de golf mientras que otros decidieron construir nuevas viviendas y ampliar el núcleo en un terreno cedido por el Ayuntamiento.

Con el tiempo, la zona se ha transformado, sin embargo, aún quedan reivindicaciones en el tintero que desde la asociación trasladan al consistorio. Frente a un colegio de Infantil y Primaria abandonado -ahora los niños del barrio van a Puerto Real- , Antonio sostiene que han pedido “restaurarlo para usarlo como pabellón deportivo”.

Entrada a la urbanización Villanueva Golf.
Entrada a la urbanización Villanueva Golf.    MANU GARCÍA
Colegio de Infantil y Primaria abandonado en el barrio.
Colegio de Infantil y Primaria abandonado en el barrio.   MANU GARCÍA

Otra de sus solicitudes es convertir el pinar en un área recreativa, arreglar determinadas aceras o habilitar un aparcamiento para bicicletas. “Los sábados y domingos esto es la ciudad de las bicicletas, las cañadas son perfectas y vienen muchos ciclistas que paran en la venta”, comenta.

"Los vecinos cambiamos los nombres de las calles"

A los vecinos también les gustaría que se creara una estación de tren -apeadero y puente- debido a la cercanía de las vías con la barriada. Antonio señala el lugar al mismo tiempo que dos jóvenes pasan por su lado. Mujeres ucranianas que se alojan en un hostal cercano -junto a otras sesenta- desde que la guerra las convirtió en refugiadas. Cada semana, aprenden español gracias a cuatro profesoras jubiladas del Barrio Jarana se han prestado voluntarias para darles clases.

Tras dos años de parón, el vecindario espera con ansias poder celebrar su verbena popular el próximo agosto y, por fin, hacer justicia a esa palabra que lleva por nombre.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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