Desde la cabina de los DJ de moda en El Puerto: "Cuando la gente se queda quieta, sientes presión"

Álvaro Castro, Daniel Batanero y Alejandro Rodríguez, que ponen música a las discotecas de esta ciudad, desgranan las caras de esta profesión en la que se sumergieron desde muy jóvenes

Castro, Ale Rodri y Batanero, algunos de los DJ de moda en las discotecas de El Puerto.

Vibraciones. 110 decibelios se perciben en la sala como disparos de notas que retumban en los altavoces. La discoteca está repleta de gente que busca una evasión fugaz y disfrutar de los últimos temazos que no se puede sacar de la cabeza. Tras el duro golpe de la pandemia, el ocio nocturno resucita sin mascarillas en plena primavera  —que la sangre altera—. Desde lo alto de las cabinas, un grupo de personas tiene una misión. Seleccionar la banda sonora de cada noche.

En las discotecas de El Puerto, jóvenes entusiastas dan lo mejor de ellos. Se dejan llevar por los ritmos latinos y electrónicos y viven en sus carnes una profesión cargada de estereotipos en la que se adentran desde la adolescencia. “Los locales van probando a chavales nuevos. Miran mucho la imagen más que la calidad”, sostiene Alejandro Rodríguez (DJ Ale Rodri), natural de Dos Hermanas.

El joven asegura que para acceder al mundillo hay que moverse, y, sobre todo, presentar un currículum audiovisual con sesiones y referencias de otras discotecas. A sus 26 años, Alejandro es uno de los DJ residentes del grupo de La Cristalera y cada fin de semana pincha en locales de moda como Guateque, Phi Phi o Blu.

Alejandro Rodríguez en la barra de la discoteca Guateque.  MANU GARCÍA

“Cuando tienes residencia no tienes un guion estipulado, vas acorde al local, y de ahí no te puedes salir porque no va a gustar. Vas viendo lo que pones según el público”, explica el sevillano que siempre tiene una botella de agua esperándole en la barra. “Me llaman el DJ sano”, ríe el autónomo que se asomó por primera vez al sector cuando tenía 16 años.

Empezó en fiestas de cumpleaños y bodas y, “de un conocido a otro y a otro” acabó en discotecas como B3, en su ciudad natal. “Venían promotoras y me unía a ellas para hacer eventos privados fuera”, comenta sentado en una mesa de Guateque, un lugar donde siempre está de pie rodeado de focos.

"En pandemia estuve teletrabajando con audiolibros"

Unido a la música -toca la guitarra y el piano- cuando llegó la hora de estudiar se decantó por especializarse como técnico de sonido y trabajó en varias salas. Una faceta que le vino de perlas cuando la crisis paralizó las fiestas. “Por suerte estuve teletrabajando con audiolibros en una empresa subcontrata de la ONCE”, detalla Alejandro, que compagina su actividad principal de DJ con cualquier trabajo del mundo audiovisual que le salga.

Después de una década en las cabinas, ha desarrollado una habilidad especial, esa que llaman “visión de público”, que le permite intuir qué encaja con cada persona. Alejandro tantea el terreno, elige, y sube el volumen.

DJ Ale Rodri en la cabina de la discoteca Guateque en El Puerto.  MANU GARCÍA

“No puedes llevar una sesión preparada porque no sabes el público que te vas a encontrar. No le das al Play y ya está”, señala Álvaro Castro (DJ Castro), portuense de 24 años que anima las noches como residente en la discoteca Banana, el beach club Margarita, y en eventos como el Concert Music Festival de Sancti Petri o DSoko Fest de El Puerto. 

"Con 12 años tuve mi primera mesa de mezclas"

Él dedica una media hora a buscar las tendencias del momento y las canciones que les va pidiendo la gente durante las sesiones. Según cuenta a lavozdelsur.es, descubrió que le apasionaba este mundo con solo 12 años cuando trasteaba su primera controladora de mezclas. No pisó una discoteca hasta que no cumplió los 16, y con 18 empezó a hacer bolos remunerados.

Álvaro tuvo la oportunidad gracias a “un amigo entrenador y DJ” que le llamó para que pinchara. Después, le cogió el gustillo y continuó como hobby pese a empezar a trabajar en el grupo de empresas de su familia —dedicado a las cachimbas—, el alquiler de iluminación y sonido y a un cash de hostelería. 

Lleva cuatro años haciendo malabares para compaginar ambas actividades. “Cuando llego a casa, si pincho por la noche me acuesto y me levanto para ir a la sala, me duermo a las seis de la mañana, luego me levanto a las ocho y otra vez al lío”, explica el portuense. Para él, la época más dura es el verano cuando “tienes que estar preparado para poder aguantar porque esto te revienta psicológicamente”.

J Castro, residente en la discoteca Banana de El Puerto.   MANU GARCÍA

No todo es diversión y bailoteo. Como todo trabajo, este también tiene su parte amarga. El DJ echa de menos tener tiempo libre o poder “salir de fiesta en Fin de año o pasar la Nochebuena con mi familia sin tener que irme a los cinco minutos de terminar de cenar”.

Mientras prueba las luces que alumbran los besos apasionados en la pista de baile, el joven comparte que podría haberse enfocado más. Pero no está en sus planes. “Siempre busco estar a gusto, yo no quiero estar viajando por toda España”.

"Lo peor que puede pasar es que la gente no baile"

Álvaro lo tiene tan claro como su amigo y compañero Daniel Batanero Reyes (DJ Batanero), residente en Banana, que no para quieto. En el caso de este gaditano de 23 años, todo fluye a un ritmo frenético. El viernes pasado pinchó en Madrid, el sábado en Granada, el domingo en El Puerto y la semana anterior en Marbella, Badajoz y Valencia.

Al principio se pagaba la gasolina y los billetes, ahora ha subido escalones y trabaja codo con codo con un representante, un videógrafo o un road manager. “Yo soy el producto y ellos trabajan para formarlo”, dice Daniel que acaba de levantarse después de una noche de bolo.

DJ Batanero en el interior de Banana.   MANU GARCÍA

“Ahora mismo estoy reventado”, confiesa el DJ consciente de que disfruta de un trabajo que, a su parecer, “desgasta más psicológicamente que físicamente”. Desde la discoteca donde hace unas horas estaba poniendo música, habla de los pros y contras de su vocación.

Un modelo de negocio que a veces se convierte en un calvario para aquellos que pasan muchos días fuera de casa, alejados de su familia o pareja, expuestos al desajuste horario, al sueño o incluso a problemas de audición. “A mí también me gusta comer con mi novia y muchas veces no puedo hacerlo. Eso cansa y es una mierda”, comenta.

A Daniel siempre le había llamado la atención la música, por ello, hace cuatro años y medio completó un curso de DJ y producción en Málaga, donde coincidió con Álvaro. La formación le abrió las puertas a su primer contrato. “Antes me habían bajado de alguna cabina, se me daba fatal. Pensaba que era tan fácil como poner música y no lo es”, dice entre reflexiones.

A veces ha tenido que gestionar contratiempos sobre la marcha de los que aprende cada día. “Lo peor que puede pasar es que la gente se quede quieta. Cuando vas a un bolo por el que cobras bastante y ves a la gente parada, sientes una presión muy grande”, sostiene el gaditano.

Detalle de la mesa de mezclas.   MANU GARCÍA

Alejandro y Álvaro también saben que el mito de “la noche confunde” es real.  Tienen que lidiar cada día con situaciones de todo tipo -algunas tan disparatadas que no se pueden contar. “Cuando todo el mundo está borracho y se pone pesado, ahí está lo duro”, añade el sevillano que, en ocasiones no tiene más remedio que aguantar a las personas que se suben a la cabina.

Él es “estricto” y prefiere que nadie invada su espacio. Al fin y al cabo, “puede pasar que se caiga algo del aparato y se lía”. No obstante, está abierto a todo tipo de propuestas musicales. Según reconoce, a veces “te piden una canción, la pones y si ves que funciona, gracias a esa persona, te la guardas”.

La clave, como todo, está en el respeto mutuo. Daniel ha aprendido que “hay que tener un poco de paciencia porque todos hemos estado borrachos. Para él, el equilibrio de la balanza se basa en que “no te pasen por encima, pero entender que la persona se lo está pasando bien y se le puede ir un poco de las manos”.

Batanero y Castro, DJ residentes en Banana.  MANU GARCÍA

Estos jóvenes coinciden en que se puede vivir de este trabajo y miran al futuro con optimismo, pero con un plan B bajo la manga. Álvaro seguirá en la empresa familiar cuando el sueño acabe al no aspirar a que sea su fuente de ingresos principal, mientras que Alejandro sigue pendiente a los contratos de técnico por si las moscas. “Si te adaptas y te vas actualizando, yo pienso que sí te puedes jubilar”.

Daniel se mantiene exclusivamente con la música y espera estar siempre ligado a ella. “Vivo muy bien, me pago todo yo solo”, sostiene el DJ que agradece a su familia todo el apoyo recibido para lograr sus metas.  “Sin la ayuda de mis padres no hubiera podido empezar, el material es carísimo”.

DJ Batanero pretende seguir formándose como productor y, en un futuro, dejar los shows aparcados para montar su propio estudio. Tampoco descarta aprender a tocar nuevos instrumentos o dar clases. “Y si no me va bien, hago cualquier trabajo. El dinero no le va a faltar nunca a mi familia”, expresa.

Álvaro, Alejandro y Daniel pinchan en los locales de moda en El Puerto.  MANU GARCÍA

Entre los DJ que pinchan en El Puerto, existe un consenso “para no pisarnos”. En muchas ocasiones han visto cómo otros compañeros con más experiencia les han quitado el bolo. “Si él cobra esto, yo lo hago por la mitad, y derrumba su trabajo”, explican.

Quizás estar cansado todo el día a veces no compense y continuar sacrificando reuniones con seres queridos sea una locura. Pero, de momento, estos jóvenes disfrutan poniendo ritmo a las fiestas intentando dar una patada a esa “mala imagen” que acompaña a la noche por defecto. “I got a feeling that tonight's gonna be a good night”. Buenas vibras de Black Eyed Peas y a mezclar.