Espera conserva uno de los edificios con más historia de la Sierra de Cádiz, el molino de aceite que fue construido en 1771 por la Achidiócesis de Sevilla como casa de diezmos y primicias. Como el cobro de impuestos se realizaba en especias levantaron un molino para las aceitunas, un lagar para la uva y un almacén para los cereales que ubicaron en la parte superior.
Durante cerca de 100 años este edificio perteneció a la iglesia, si bien durante este tiempo el diezmo fue eliminado y las instalaciones construidas para almacenar su recaudación fueron abandonadas al no contar ya con productos agrícolas que tratar y transformar.
No sería hasta finales de la desamortización de Mendizábal, en 1872, que este edificio volvería a la vida tras ser subastado y adquirido por la familia Vega, que lo ha mantenido en sus manos hasta la actualidad. Cinco años después, el tatarabuelo de Domingo Vega, administrador del molino junto a su madre y sus dos hermanos, consiguió comprar la parte que pertenecía a su socio y se hizo con la totalidad del inmueble.
A partir de este momento, el molino ha pasado de generación en generación -si bien pasó épocas en las que, por distintos motivos, fue arrendado-, cayendo en manos del padre de Domingo en 1960. Desde 1940 el molino había sido trabajado por otras personas, pasando a ser eléctrico durante esta época, ya que desde sus inicios había sido "un molino de sangre", cuya carga de trabajo "dependía de una bestia tirando de una piedra". Por su parte, la prensa era de viga, realizando ella misma la presión sobre el cargo.
De esta forma, la aplicación de la electricidad permitió trabajar con un empiedro y una prensa hidráulica, que sería ampliada a cuatro unidades en 1982, ya de nuevo bajo el control de la familia Vega. La quinta generación familiar también ha acometido hace no mucho importantes mejoras para adaptarse a las tecnologías más modernas. "Estaba todo muy bonito, pero no dejaba de ser maquinaria del siglo pasado, había que dar el paso y acceder a las nuevas tecnologías sí o sí", comenta. También implantaron el servicio a domicilio -sin distribuidores ajenos- a localidades cercanas como pueden ser Jerez, la Bahía de Cádiz o la parte más próxima de Sevilla y el servicio de paquetería, que permite la distribución completa a nivel nacional y, ocasionalmente, internacional.
Esta decisión fue "complicada de tomar", ya que la llevaron a cabo en paralelo con la tremenda crisis de 2007 y los años posteriores de incertidumbre e inestabilidad económica y laboral. Aun así, y visto los resultados de sus acciones, Domingo no se arrepiente de lo que hicieron ni del momento en que lo hicieron. "Conseguimos sortear la situación y hoy en día estamos en una buena situación". En el año 2009, por cierto, el molino fue declarado Bien de Interés Cultural.
Él y sus hermanos trabajaron en este espacio hasta 2007, cuando construyeron la nueva almazara, apenas a 2 kilómetros de distancia, en la que ahora realizan todo el proceso de producción, dejando las antiguas instalaciones únicamente como lugar de almacenamiento y como museo, ya que aún conservan piezas de los antiguos mecanismos que otrora dieron vida al molino.
En su interior pueden observarse las rudimentarias ruedas que se usaron años atrás para moler la aceituna, así como los mecanismos que servían para llevar a cabo la tarea. Al fondo hay una sala en la que se encuentran las estructuras que fueron usadas para este proceso durante diferentes épocas y que, como curiosidad, se llenaban de escombros para evitar que hicieran resistencia hacia arriba y aún hoy permanecen así. Impresiona también ver el hueco horadado en la pared que en su momento sirvió para introducir una enorme viga de 18 metros en el interior del edificio. Al fondo se colocaban los recipientes donde caería el resultado final del proceso.
El patio interior del molino es impresionante. Como todos los edificios de origen religioso, aunque no fue construido para el culto sí que conserva la monumentalidad propia de la iglesia. Así, presenta un gran espacio custodiado por arcos y grandes paredes y coronado con bellas tejas. A los laterales se alzan dos cuestas muy pronunciadas que antiguamente se utilizaron para transportar el grano hasta los tres habitáculos ubicados en la segunda planta. Estos conservan su estética clásica, con imponentes columnas de madera que sostienen el techo también de este material.
Domingo destaca, precisamente, "lo tradicional de estas naves y la sensación que transmiten a quien accede a su interior". A pesar de estar ahora en desuso el esfuerzo por mantenerlas en buen estado no ha cesado por parte de los propietarios, quienes revisan constantemente el estado de los materiales que la componen. Del mismo modo que si se abandonan la madera puede acabar arruinada muy pronto, "si se trata y se cuida bien puede durar hasta 200 años".
Abajo, el antiguo lagar ahora ha sido reutilizado como almacén. En él se recepciona el aceite que reciben a granel para acumularlo y prepararlo para la venta.
Un mal año para el "oro líquido"
El proceso de obtención del aceite "es igual que el de extraer un zumo". Se realiza a la menor temperatura posible para que pueda conservar todas las propiedades que trae la aceituna del campo. A este respecto, la función del molino es "transformar la aceituna en aceite sin que el proceso afecte negativamente en el resultado". Por este motivo considera Domingo tan necesaria la aplicación de las innovaciones tecnológicas, "porque cada vez influye menos y permite sacar un zumo de más calidad". El sistema de extracción clásico por presión ha dejado su lugar a la centrifugación, que reduce notablemente el contacto con la aceituna.
Además, esta "transformación controlada" también se realiza en mayor cantidad, como bien saben en esta familia que ha vivido de primera mano la evolución del sistema de producción del "oro líquido". A modo de anécdota, el responsable del molino recuerda que "antes se podía llegar a trabajar un millón y medio de aceitunas, pero tardaban cuatro meses en sacar el aceite de todas ellas".
Sobre el volumen y la carga de trabajo, Domingo apunta que "como todos los negocios temporales tiene sus altibajos. Dependes de las cosechas y de otros muchos factores, por lo que cada año toca empezar de nuevo". La campaña de recogida se extiende aproximadamente entre octubre y diciembre, por lo que en 2022 a causa de la sequía y las lluvias torrenciales que azotaron la sierra a finales de año "ha sido uno de los más duros". Y es que a la menor producción a causa de las inclemencias meteorológicas hay que sumar la subida de precios que ha afectado al consumo. "Todo va en cadena. No queda otra que aguantar lo mejor que podamos y esperar a que venga el siguiente", comenta con resignación.
De hecho, un dato muy importante a comentar es que las últimas lluvias tendrán un efecto positivo de cara a la próxima campaña al asentar las raíces y afianzar la respuesta de los olivos, asegurando que tenga respuesta a la producción de aceitunas, si bien ha sentado muy mal a la calidad de las recogidas a partir de diciembre, ya que muchas han caído al suelo y otras tantas han pasado de estar deshidratadas a recibir una cantidad excesiva de agua. "Lo que se iba a producir como virgen extra probablemente ya no lo sea", advierte el empresario local.
Como no podía ser de otra forma, el precio del aceite también se ha visto afectado, llegando a estar la garrafa de aceite a 27, 87 euros. Domingo cree que "la producción nacional no cubrirá la demanda existente y, si llega a hacerlo, será a lo justo". Por este motivo, teme que el precio del aceite mantendrá una tendencia al alza que no frenará a corto plazo.
Mantener un BIC sin ayudas económicas
Como se ha mencionado anteriormente hace más de 10 años que el molino de Espera fue nombrado Bien de Interés Cultural (BIC). Desde entonces, la familia Vega ha intensificado su acercamiento a distintas administraciones para buscar una colaboración que permitiera mantenerlo de la mejor manera posible, pero aún no han conseguido cerrar ningún acuerdo. "Este lugar supone un valor añadido para el pueblo. A nivel arquitectónico y de historia es necesario mantenerlo en condiciones", agrega.
Desde el Ayuntamiento de Espera hasta las delegaciones de cultura o turismo, todas han recibido la propuesta de participar activamente en la conservación de este edificio pero, hasta el momento, "no hemos conseguido encauzar estas ayudas".
Domingo señala que "como propietarios buscamos mantener algo que a nivel particular resulta imposible por sus gastos de conservación y, de restauración, principalmente de los techos, porque por ahí es por donde mueren los edificios" y sentencia que "si no se hace nada aquí tristemente acabará como otros tantos monumentos en Andalucía".
La empresa familiar Molino de Espera S.A se encarga actualmente de las tareas de mantenimiento a la vez que intentan asegurar la viabilidad y el futuro del negocio. Por ahora, el molino está ligado a la fabricación de aceite pero Domingo se pregunta qué ocurrirá con él si algún día echan el cierre de la fábrica o si trasladan también el almacén fuera del recinto.
"No tiene vida propia, depende de otra actividad y el día de mañana puede quedarse solo, abandonado", dice el responsable, quien concluye insistiendo en la importancia que tienen este tipo de edificaciones en los pueblos, especialmente en los pequeños, ya que "forman parte de su identidad y el patrimonio histórico que poseen es algo primordial de la riqueza que pueden mostrar. Si se descuida podemos perder cosas muy importantes, así que hay que tener voluntad de dialogar porque lo que se negocie va a redundar en el beneficio de todos"
Comentarios