Si hay un grupo de carnaval que confirma la reciente expansión de la fiesta de Cádiz por toda Andalucía, la occidental más que la otra, es el suyo.
Ha tirado los muros tradicionales de una tradición que siempre quiso pensar de sí misma en códigos locales. Los aficionados, cuando eran menos, creían que la esencia, la calidad y el éxito se guardaban dentro de las Puertas de Tierra. Como mucho, dentro del fuerte de Cortadura. En los días generosos, en algún lugar hasta Conil o la sierra de San Cristóbal. Non plus ultra.
Sin embargo, esta chirigota de San José de la Rinconada, Sevilla, estalló como el tormento de los puristas localistas y la esperanza de los internacionalistas de la copla gaditana, esos que creen que se puede participar desde Sevilla, Santoña, Madrid o Barcelona en idénticas condiciones que los lugareños, con el mismo amor a la tradición.
Antonio Álvarez Bizcocho y su grupo llevan años instalados en el éxito y la expectación, rondando finales y premios, haciendo cientos de bolos por toda España. Su chirigota fúnebre triunfó hace siete años y ya nunca ha bajado de una posición de privilegio, inusual en grupos ajenos a la Bahía de Cádiz.
Luego llegaron Gente con chispa o Los mi alma, entre otras. Ese año toca la octava reválida, la renovación del contrato de afecto con el público. Antonio y los suyos se maquillan para debutar con el tipo de 2024, La última y nos vamos, en el almacén de Casa Tucho, en el barrio del Mentidero del que fue rey mago dos semanas antes.
Con los tres guitarras repasando acordes una y otra vez tras un discreto telón, el autor y chirigotero explica el particular y simbólico fenómeno de su chirigota. "Todo cambió con el velatorio, con la chirigota del muerto ['No te vayas todavía', 2017], eso está claro".
"Fue un cambio tremendo. Ya habíamos hecho algunas chirigotas que habían gustado pero aquello fue otra cosa, lo transformó todo", asegura mientras se viste con un remedo de esmóquin de neopreno rematado con chanclas por lo que les espera: cantar en dos horas con el resto de la orquesta del Titanic, su tipo de este año.
Al echar la vista a la trayectoria, además de recordar el primer gran triunfo, detecta otro cambio esencial: "En esos años, a partir de 2015, hubo una explosión del carnaval en redes sociales, en internet. De pronto había muchísimo más contenido de carnaval, muchos perfiles dedicados sólo a carnaval, mucho debate ahí, en las redes, y coincidió ese buen momento de nuestro grupo con esta circunstancia".
La casualidad quiso que la aparición del carnaval viral fuera paralela a la irrupción de unas chirigotas "que llegábamos con ideas más frescas, más atrevidas. Unos cuantos grupos rompimos con algo más nuevo", detalla.
Humor blanquinegro (para todos los públicos dentro de la omnipresencia de la muerte) y gestual, casi slapstick algunos años mucha importancia del atrezzo y el decorado, mucho ritmo pueden ser algunas claves en la receta de este Bizcocho que tanto gusta desde entonces.
A partir de la aparición, cree, su chirigota tienen un solo secreto para triunfar: "Podemos hablar de muchas cosas, de estilos, de venir o no de fuera, de internet pero creo que el centro de todo es que durante varios años hemos hecho las cosas bien, hemos mantenido una línea en los repertorios, de lo que creemos que tiene que ser el carnaval de Cádiz".
Ese posible mérito lo comparte con otros compañeros: "Hubo una época en la que la chirigota estaba más estancada y nosotros fuimos de los que llegamos con la nueva ola, con otro humor, o con otra forma, como la chirigota de Sevilla, la de Puerto Real, los Molina...".
Las maquilladoras de la empresa sevillana Desero, a las órdenes de su jefa, Azucena García, van colocando con pulcritud los copos de nieve falsa en los bigotes y las pelucas de los músicos del barco que se hundió en el Atlántico Norte hace 112 años.
El almacén que sirve de vestuario, a tres minutos de pasacalles del Gran Teatro Falla por la calle Hércules, acoge a más de 50 personas. Otras 300 esperan en la calle. En los locales contiguos, otros grandes grupos esperan a que se vistan y salgan las comparsas El joyero (de David Carapapa) y Cádiz puro (de Roberto Fabio). El Mentidero, entre unas y otras, ofrece un ambiente bullicioso y festivo, chocante en una noche de domingo.
Ese seguimiento y ese cariño, afirma el Bizcocho, es el resultado de muchos años de respeto mutuo con la afición, con la ciudad de Cádiz y con el carnaval: "Tiene que ver mucho con el grupo que somos. Desde el primer año, la gente ve que nos lo pasamos muy bien en los pasacalles, que disfrutamos y todo el mundo tiene un sitio para ponerse a nuestro lado. Esa cercanía se ha convertido en un rito".
"Desde la chirigota del muerto asumimos una responsabilidad a la que no estábamos acostumbrados, la de estar expuestos, en el foco y crear expectativas"
Antonio Álvarez cree que parte de su éxito está en la actitud del grupo: "Lo mismo pasa en los sitios a los que vamos a cantar. Tenemos muy buena relación con todo el mundo. Intentamos ser cercanos, agradecidos, con los aficionados. Lo hicimos desde el primer momento en que nos dimos cuenta de que la gente tenía interés por nuestra chirigota".
A partir del éxito de No te vayas todavía, la chirigota del Bizcocho asume "una responsabilidad, la de estar tan expuestos, estar en el foco y crear expectativas cuando no estábamos acostumbrados a todo eso. Creo que hemos llegado a la situación actual por las buenas maneras. Nosotros seguimos la tradición a pesar de no ser de Cádiz".
Ahi está la discusión, el debate: "A pesar de no ser de Cádiz". Antonio, protagonista central de esa supuesta polémica entre localistas e externos, analiza el resquemor con mucha naturalidad: "Nosotros hemos tenido siempre mucha relación con mucha gente del carnaval. Cuando digo a pesar de no ser de Cádiz hablo de un aprendizaje, hemos entablado lazos con gente histórica del carnaval, te vas formando y vas sacando tus conclusiones. Me he arrimado a muy buena gente en Cádiz".
Entre sus seguidores hay muchos habitantes de poblaciones más allá de la Bahía de Cádiz. Ellos viven el supuesto enfrentamiento sordo con la certeza de que a una chirigota de Sevilla nunca le van a dar el primer premio por más que lo merezca: "Eso lo dirán algunos aficionados pero yo no lo creo. Si lo creyera, no concursaría. Sueño con poder ganar algún día".
"Es todo muy subjetivo. Desde hace unos 15 años, la más querida por el público nunca gana. Es el criterio del jurado y hay que respetarlo igualmente"
Esa reacción de normalidad y serenidad también la aplica a todo lo que rodea al Concurso Oficial: "Es que es todo muy subjetivo. Desde hace unos 15 años para acá, la más querida por el público nunca gana. El jurado pone por delante a otras porque es su criterio, que no coincide con el gusto general. Y hay que respetarlo igualmente".
Afirma que la receta del grupo para sobrevivir a esos comentarios cruzados sobre las de fuera, los de dentro, ganar o perder consiste en "estar un poco al margen de todo eso. No nos metemos en esas cosas. Nosotros queremos disfrutar, divertirnos, divertir a la gente, vivir el concurso y el carnaval en la calle muy cerca de la gente, con mucho respeto por todos esos que nos siguen y nos esperan".
Lo único que cambia por ser de Cádiz o no es el origen de los disgustos futbolísticos. "Antonio, le acaban de meter el 3-2 al Betis, en el descuento". Gran chasco, estaba a punto de empatar con el Barça. Por ser positivos, si el Bizcocho fuera cadista como el 70% en el carnaval, tampoco tendría más motivos para la alegría.
Álvaro Barroso Marabot: seis años y ningún día entre el debú en infantiles y el de adultos
Si los nervios son una epidemia en cualquier local para cambiarse y ensayar dos horas antes de pisar el Gran Teatro Falla, la ración que le toca a un joven de 19 años que actúa por primera vez en la categoría de adultos es gigantesca. "Hasta ha perdido peso estos días", dice la madre metida en su papel.
Álvaro Barroso Marabot, estudiante de Filosofía en la Universidad de Sevilla, nacido y criado en Loreto, archivo andante, aficionado extremo como su padre, Juan, se estrena en la categoría de adultos. Y lo hace con un grupo de los que agota entradas, protagoniza sesiones y aspira a llegar a la última noche.
Guitarra excelso y concentrado, repite machaconamente los mismos acordes con sus dos compañeros de cuerda tras un telón de plástico, aislados del lío de voces, saludos, maquillaje y bromas de resto del local. El calendario le ha regalado una divertida casualidad al joven guitarra. Otro 21 de enero, el de 2018, debutaba en el Gran Teatro Falla, con una comparsa infantil llamada Canta.
Álvaro se tomó tan en serio ese nombre, ese imperativo, que seis años exactos después sube al mismo escenario pero en primera división y con uno de los equipos punteros. Su caso demuestra el poco tiempo que puede transcurrir entre el bautizo en la cantera (este fin de semana vivía su segunda tanda de sesiones) y la aparición en la élite del carnaval a la gaditana. Entre medias, muchos miles de horas de ensayo y práctica con la guitarra.
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