Cerca del Río Arillo, el caño que separa San Fernando de Cádiz, se divisan los restos de un lugar cargado de historia. Se dice que el ventorrillo salinero Dolores está encantado. Son muchos los vecinos que han escuchado las risas de una niña en los rincones de esta estancia. Pero, más allá de la espeluznante leyenda urbana que le acompaña, esta edificación en ruinas esconde un pasado glorioso que se esfumó. Ahora, se encuentra “en peligro de derrumbe” y abandonada. Con un simple vistazo se puede percibir su estado sin tener que leer el cartel de alerta pegado en el muro.
El ventorrillo es una joya patrimonial castigada que vivió su esplendor en el siglo XIX, cuando estas construcciones eran de gran importancia en la economía de la zona. Una industria clave de la Bahía sustentada por más de 140 salinas ya desaparecidas. “Dolores” es una de ellas. “Es una casa tremendamente singular, era una encrucijada de caminos”, comenta Juan Manuel Barrios, biólogo y profesor en pleno Parque Natural de la Bahía de Cádiz.
A medida que se acerca al edificio, este astigitano (nacido en Écija) desvela sus características con entusiasmo, con la intención de transmitir su valor “impresionante”. La casa presentaba dos aljibes verticales y, en torno a un patio central, varias habitaciones donde descansaban los salineros. La mente de Juan Manuel dota de vida al enclave recreando el salón comedor, las caballerizas, el jardín interior o el huerto.
"Es una casa tremendamente singular"
“Es rarísimo que haya una nave con dos plantas”, destaca. Abajo permanecía los animales mientras que arriba se alojaban los peones. De el interior, señala al techo antes conformado por vigas de madera. “Las columnas eran de piedra ostionera”, dice palpando el muro que se erige ante él.
Juan Manuel se adentra en el ventorrillo en cuyas fisuras se cuelan los últimos rayos del sol de una tarde primaveral. Junto a él, Emilio Illesca levanta la cabeza para contemplar con detenimiento la majestuosidad del lugar. Este ceutí criado en San Fernando que ha trabajado como joyero artesano durante 23 años avanza con cuidado de no pisar las culebras que habitan allí.
Ambos amantes del paisaje salinero y sus secretos pertenecen a la Asociación Bahía de Cádiz, constituida en 2015 para “crear identidad” entorno a la zona. Son ellos, junto a un equipo de biólogos, investigadores de cultivos marinos, arqueólogos, arquitectos o científicos ambientales, los que hace siete años se preocuparon por el deterioro de las salinas.
“Este edificio está en el inventariado de Urbanismo de Cádiz, lo tiene patrimonializado, pero, mira cómo tiene su patrimonio, es demencial”, manifiesta Juan Manuel, vicepresidente de la asociación que empezó a alzar la voz.
"Nadie nos echaba cuenta"
Tras un año denunciando la degradación a la que estaba sumida la zona, el grupo se dio cuenta que “nadie nos echaba cuenta”, pero no se rindieron. “Decidimos proponer en positivo, no solo avisar de lo que está mal sino decir qué haríamos nosotros para que estuviera bien”, dice Emilio que siempre ha vivido al lado de una salina. “Yo hacía robona del instituto allí”, recuerda.
Así, entre conversaciones en reuniones surgió sacar adelante un proyecto ambicioso para salvar a Dolores de las garras del olvido. Entonces, fue presentado al Ayuntamiento de Cádiz, al ser el ventorrillo de propiedad municipal, y al año siguiente, a la Junta. “Los organismos públicos nos decían, bah, eso es inviable”, explican entre escombros.
La salina se ubica sobre suelo de Dominio Público Marítimo Terrestre y la concesión administrativa que da derecho a explotarlo y tiene la obligación de mantenerlo, es del consistorio gaditano. “Evidentemente no se han cumplido ninguna de las dos cosas”, sostienen.
"En los últimos años el deterioro ha sido brutal"
Desde la edificación repleta de residuos y trozos de madera, Juan Manuel y Emilio cuentan a lavozdelsur.es cómo se encontraron el lugar cuando lo visitaron en 2016. Por entonces, era medio habitable y había una familia de ocupas a la que echaron.
“En los últimos años el deterioro ha sido brutal. Cuando se quedó vacía empezaron a saquearla, a llevarse las vigas que estaban bien y a quemar las que estaban apolilladas”, explica el biólogo, que cuando se jubiló se mudó al apartamento de Chiclana donde solía pasar sus vacaciones.
El enamorado del tema desentraña la historia que guarda el complejo salinero mientras los mosquitos hacen de las suyas. “En los sesenta, cuando la Junta hizo una normativa que impedía hacer noche en la Bahía, se abandonaron todas las casas salineras que, hasta entonces, estaban en explotación”, dice.
Pese a los años que ha pasado abocada a la deriva del tiempo, la asociación se empeña en poner en valor este “sitio magnífico” lleno de grafitis. Sus objetivos son la rehabilitación, recuperación y reconstrucción integral de la Salina Dolores, que conlleva tanto la puesta en explotación de la salina como la recuperación del ventorrillo para usos sociales y alternativos.
Así lo definen estos hombres unidos por su amor a la Bahía que pretenden “adaptar los procesos tradicionales a la tecnología de nuestro tiempo para hacerlo viable y que no se pierdan los oficios ancestrales”. A continuación, exponen las distintas patas del proyecto que también contempla la acuicultura extensiva, criar pescado de estero, crear observatorios de aves u organizar talleres gastronómicos para mostrar las especies.
“Esto se va a caer”, lamenta Juan Manuel, que también señala montar una salina-escuela, divulgar el proceso de elaboración de la sal artesanal, hacer exposiciones etnológicas o promover investigaciones. Luchan para que la cultura de la salina no se pierda.
“Queremos demostrar que esto no tiene por qué estar así. Cada cristalizador puede dar trabajo a un par de familias, podría haber unas 30 personas viviendo aquí”, señala el biólogo.
De momento, el proyecto está arrancando. Este año la asociación firmó un convenio con el ayuntamiento y un arquitecto ya ha redactado el anteproyecto del edificio. Como ellos dicen, “estamos en camino”.
Para financiarlo, proponen que se destine una parte de los fondos europeos Next Generation. “Si hay voluntad, en dos años estaría hecho. Todo es voluntad política, es ganas de hacerlo”, comentan. Pese a los obstáculos, Emilio y Juan Manuel mantienen la esperanza de volver a llenar de vida a Dolores que, mientras tanto, aguanta como puede.