La reina Blanca de Borbón murió en 1361 envenenada con unas hierbas y es más que probable que el magnicidio se produjese en el Alcázar de Jerez —su cuerpo yace desde entonces en una tumba en el altar mayor de la jerezana Iglesia de San Francisco—. Fue un revolucionario jerezano, José Paúl y Angulo, el que dicen que en 1870 estuvo detrás del asesinato del general y presidente del Gobierno, Juan Prim. Y está corroborado que en 1949, en medio de una terrible hambruna, el insobornable jefe del Negociado de Abastos de Jerez, Isidro Badillo, fue asesinado de dos tiros por un sicario en plena plaza Plateros.
Según cuentan las crónicas de la época Badillo, encargado del racionamiento, había sufrido amenazas días antes porque había dado orden de decomisar un cargamento oculto en una casa de garbanzos, trigo y aceite para estraperlo. Su crimen es conocido como el de la mascota, pues el pistolero que le descerrajó los disparos perdió la que llevaba puesta al huir corriendo entre las callejuelas del centro de la ciudad. El crimen quedó impune y silenciado. “Se trataba de un estraperlista de noble nombre que ordenó cortar por lo sano”, recuerda Manuel Ramírez López (Jerez, 1962), un infatigable investigador y escritor que acaba de publicar el primer volumen de Crónica negra de Jerez de la Frontera. Crímenes (Tierra de Nadie, 2022).
Tras estas historias se suceden sin remisión, clasificadas por armas empleadas o situaciones a cada cual más grotescas, otras no menos terribles: la decapitación del Alcalde Mayor de Jerez; un par de asesinatos a tiros de serenos (cuerpos de seguridad que se extinguieron en la ciudad en 1984); envenenamientos con brevas, con tajadas de melón, duelos a espada de tres días, un asesinato en un tabanco, el crimen del portero de un teatro, el destripador de Montealegre… o más recientemente, la muerte de un cliente del bar Pare y Babe, en La Plata, de una cuchillada a manos de su camarero (en el año 89), o el archiconocido crimen sin revolver de Juan Holgado en la gasolinera de Martín Ferrador (1995).
A lo largo de más de 300 páginas, Ramírez condensa, desde los orígenes del Jerez actual, un enorme síntesis, estructurada bajo titulares de prensa, imágenes inéditas y píldoras para cada crimen, dedicada al asesinato y a las diversas formas de matar que se han ido reproduciendo a lo largo de los siglos en su ciudad natal. Una cronología criminal (sin orden cronológico) que encierra el lado más oscuro y cruel del ser humano, de la condición humana, y que también se conforma como "un homenaje a las fuerzas de seguridad y un alegato por la memoria de las víctimas", la inmensa mayoría completamente desterradas del imaginario colectivo.
“Empecé desde chavea en el colegio, me gustaba la historia, me saqué el carné de la biblioteca, y desde los doce años ya iba al Archivo. Escribo desde esa época”, cuenta a lavozdelsur.es un jerezano afincado desde hace años en Sevilla que tiene la historia de su ciudad natal como “pasión, vocación y hobby” desde siempre, al margen de su trabajo como asesor y consultor medioambiental. “Esto me cuesta el dinero, publico los libros por amor al arte porque luego Hacienda te cruje”, confiesa, un rato después de haberse sumergido una vez más en el Archivo Municipal, donde se mueve como pez en el agua. Donde encuentra historias que a veces resultan increíbles, inauditas, pero que él saca a la luz con todo el rigor del mundo y todos los detalles que permiten actas capitulares, documentos y crónicas de la época.
Articulista, conferenciante, y escritor de libros como La Mano Negra, memoria de una represión; Piratas y corsarios, y otras ratas del mar; y Curiosidades Xerezanas I y II, Ramírez centra la obra, más allá de los crímenes, en los asesinatos de agentes del orden y, en general, en ahondar en la memoria de las víctimas. “No veo en ninguna parte una placa dedicada a sus policías asesinados… nunca se les ha reconocido lo bastante la labor que han hecho, aunque hubiese épocas grises. Y en todo caso, el trasfondo del libro va por las víctimas. Aquí matan a alguien y a los tres días nadie se acuerda: el único caso que nos suena es el de Juan Holgado porque los padres, que les ha costado hasta el divorcio, siguen insistiendo en pedir justicia. La mayoría de casos cae el ostracismo”.
Con prólogo de Jesús Núñez, coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de la provincia de Cádiz, “un investigador muy solvente y muy buena persona”, este sumario del crimen jerezano abarca decenas y decenas de casos. Una lectura, como reza su sinopsis, donde se pueden sacar conclusiones de “hasta dónde puede llegar el ser humano, en solitario o en grupo, o incluso en jauría, por avaricia, por envidia, por venganza, o por razones inexplicables, para acabar con la vida de una persona, o dos, o tres, o veintidós, y en la mayoría de los casos, acabando igualmente con el destino de la familia, tanto la del asesino como la de la víctima, que quedaban muertos en vida”.
Con abundante bibliografía, en muchos casos con los recortes de la prensa de la época, con imágenes alusivas, el libro es fruto de una íntegra e intensa labora de investigación que también tuvo mucho impacto en la ciudad en relación al desarrollo de la Guerra Civil en el municipio, y al posterior ejercicio de poner negro sobre blanco a víctimas y verdugos. “Estuvimos investigando sobre la memoria histórica cuando no había leyes, antes de que apareciera ese concepto, y sacar el tema era que te machacasen. Hablábamos sin tapujos, pero te iban encasillando. Nos costó muchísimo abordar el tema de la Guerra Civil. Yo perdí a mi tío abuelo y a otro familiar, pero no lo he enfocado nunca por ahí, siempre quise saber qué pasó, el porqué de los tópicos, más allá de fascistas y rojos”, cuenta Ramírez. Y añade: “Ahora tienes que demostrar que no eres facha, porque vivimos en un absurdo absoluto; no hay coherencia en nada y lo que sale en la tele todo es mentira. Lo que nos queda es que lo que uno publique esté corroborado, contrastado y sea riguroso, eso no se puede perder nunca”.
Está datado y documentado que hubo un triple crimen en un cortijo de Jerez o que dos guardias civiles fueron asesinados por tres presos mientras los conducían al Penal de El Puerto. Como también puede recordarse en este libro que aquella madrugada del 19 de enero de 1879 fue asesinado el portero del antiguo Teatro de Eguilaz. “Nadie en la ciudad se explicaba lo ocurrido, pero lo cierto es que el hombre asesinado era el cabeza de una numerosa familia, a la que dejaba completamente desvalida”, cuenta las páginas de esta crónica negra de una parte sombría y silenciada de la historia de la ciudad.