[Estamos también en WhatsApp, en Telegram y en Bluesky. Síguenos]
A pie, desde aquí, el Parlamento queda a casi una hora de caminata. En autobús, en Tussam, quizás a media hora o algo más. En coche, a diez minutos, dependiendo del tráfico. Pero política o emocionalmente, hay miles de kilómetros entre el discurso que dio el miércoles Juanma Moreno en el arranque del Debate sobre el estado de la comunidad y la percepción que de ello tienen los pacientes del SAS que acaban de salir de dos centros de salud en barrios populares de la misma Sevilla capital, los de Amate y del Cerro del Águila.
El presidente no esconde que le preocupa la situación del SAS, y especialmente la atención primaria. La Junta se ha propuesto dos cosas: arreglar la sanidad pública y que cambie la percepción de los propios andaluces. El próximo año, 2025, la Consejería de Salud contará con el mayor presupuesto de su historia, 15.247 millones de euros. Son mil más que en 2024. Es la mayor porción de la tarta del presupuesto. Cuesta a las arcas andaluzas unos 41 millones de media al día. El SAS es, con mucho, la mayor empresa de Andalucía. Educación ni se le acerca, con unos 9.000 millones.
El diagnóstico sobre la situación de la sanidad no está claro, aunque la Junta se esfuerza en explicar los porqués. Faltan médicos en algunas especialidades, lo que se derivaría de una histórica mala planificación del Ministerio a la hora de sacar plazas MIR tras el examen; la población, además, es evidente que ha envejecido; además, cada vez se ofrecen más tratamientos de última generación, que tienen un mayor coste. Esa es la explicación, digamos, técnica. Políticamente, el PP y la Junta vienen a decir que es un problema que azota a todas las comunidades y a toda la sanidad pública en Europa. Además, piden hacer memoria, que ya el SAS no estaba bien en la época socialista. Y esgrimen un dato: en 2019 apenas se destinaban algo menos de 10.000 millones, y hoy son más de 15.000, así que algo se habrá mejorado. La oposición, precisamente, insiste en que si hay más dinero pero el SAS funciona peor, es porque se está gestionando peor. E incluso el PSOE ha llevado el funcionamiento del SAS a los tribunales por presunta malversación, algo que vienen a hilar así: se funciona mal por culpa de tantos contratos con la privada. Y la Junta responde: gracias a derivar desde la pandemia, la gente se opera más; las cosas, si no fuera por acuerdos con la privada, irían peor.
Los problemas del SAS, que nadie niega y que son evidentes, son los problemas de la gente. La consecuencia de la falta de médicos es que las atenciones se alargan. El centro de salud de Amate es de los que abre en las urgencias de fin de semana en la capital. Acuden personas del conjunto de Tres Barrios, de Los Pajaritos -uno de los más pobres de España-... En la puerta, este viernes, se encuentra Alfonso, un padre joven. Dentro está su pareja y madre de una niña de ojos grandes con los que mira a su papá en el carrito. Ambos, papá y mamá, están malos. Ella espera hoy que la atiendan. Él fue el día anterior, el jueves, y salió de la consulta con mal cuerpo. "Discutí porque el médico me estaba porfiando que si yo no estaba malo. Al final me pusieron una vía". Seguramente, dice, porque los sanitarios "tienen estrés, porque esto está lleno de gente cada día. Yo lo entiendo, pero no tengo culpa". De hecho, no está trabajando, así que no tenía por qué fingir ninguna baja. En este centro de salud de Amate hubo movilizaciones por la pérdida de pediatría, una de las especialidades donde hay mayor falta de profesionales. Así que una familia con niños tiene que marcharse a La Plata, otro centro de salud.
Magdalena no acude por estar enferma ni por tratamientos. Es por papeleo. Su nuera se va a someter a un tratamiento de reproducción asistida, pero como está trabajando, la futura abuela echa un rato. El tratamiento será en el Hospital de Valme, pero lleva desde octubre dando vueltas de un lugar a otro para rematar la burocracia, al "esto no es aquí, es en su centro de salud". "He venido cuatro veces para que al final me den este informe". Ella misma era sanitaria, pero un accidente laboral, hace 20 años, la incapacitó. Un resbalón en neonatos a cuenta de una sobrecarga de trabajo por un pico de bronquiolitis en los bebés. Ya entonces había colapso, pero no como ahora, insiste. Nunca ha pertenecido a sindicatos ni a otros colectivos, era trabajadora rasa. En su familia son pacientes crónicos su madre, su suegro y su suegra. "¿Se cree lo que ha prometido Juanma Moreno de la cita en 72 horas, aunque sea con otro médico?". "No. Y ayer lo estuve pensando, si te dan cita con otro médico, que no sabe la historia del paciente, puede pasar lo que sea. Mi suegro por poco se nos va porque le atendió otro médico y le mandó otra pastilla". De sus antiguos compañeros en el SAS lo que les llega es que no se cubren bajas, que "está peor que nunca, más estresados que nunca".
Los seguros privados tienen cada vez más tirón en Andalucía. Lo tienen ya uno de cada cuatro, casi un 25%. Hace diez años era del 15%, y antes de la pandemia no llegaba al 20%. Es la alternativa al colapso del SAS y a su mala reputación. Una de las primeras vías de entrada es el realizado para embarazo, parto y seguimiento posterior. La pareja de Alfonso se hizo con uno por unos 80 euros al mes para contar con más pruebas durante los meses de gestación, para una segunda opinión. Pero no todos pueden, porque si tienes afecciones previas graves, las aseguradoras realizarán cálculos diferentes, al entender que con una tarifa relativamente baja saldrán a perder. Pasa con pacientes crónicos y con personas mayores en general. Magdalena, su madre y sus suegros no tendrían fácil firmar un seguro privado. Ella tiene varias operaciones previas por su baja laboral, y los mayores son puro gasto, así que la factura mensual para que a la aseguradora le saliera a cuenta a no sería pequeña.
Rosario, también en Amate, no ha venido para que la vea un médico, como Magdalena. Ha venido a coger cita para que, más adelante, la vea un médico. Tiene dos opciones: o ser atendida el 23 de diciembre, dentro de diez días, pero por otro médico, o a partir de Navidad, cuando el suyo tenga citas de nuevo. "Yo no me lo creo, hasta que no vea que no van a arreglar lo de las citas en 72 horas, no me lo voy a creer". Todo empeoró desde la pandemia, aunque anteriormente no estaba boyante, viene a decir. Se hizo seguro privado y se quitó. "No me dio las prestaciones por las que yo estaba pagando", resume.
No todo son críticas, pero las que hay son duras
En apenas unos minutos de diferencia, salen por la puerta del centro de salud del Cerro del Águila dos personas con visiones bien diferentes. Uno es Juan Manuel, que sufrió un accidente laboral y fue operado del brazo izquierdo. Lleva un cabestrillo postoperatorio bien moderno. En román paladino, como si le hubieran apuntalado el brazo, una estructura que le permite mover el codo, aunque con limitaciones. "Me están tratando bien en el SAS". Acude para renovar su baja laboral. Hasta que se recupere, irá para al menos un año sin trabajar. "Va curando bien". Suele acudir también a que un médico le revise, y ahora, que le prescriban recuperación específica en un gimnasio. "No me puedo quejar. Sé que hay épocas en las que está malamente. Hoy he visto esto [el centro de salud] un poquito colapsado, pero no como otras veces, que la cola llegaba hasta fuera, hasta la calle". Por fortuna, más allá de esta baja, "tengo una salud buena", no es un usuario habitual para otras afecciones.
Concepción, en cambio, es muy crítica. Una mujer mayor, con problemas de espalda, ya jubilada, que trabajó en la atención a domicilio, el mismo servicio que ahora demanda para su marido, de 75 años, alto dependiente. No tiene apenas movilidad y a menudo cae al suelo. "Ayer llamé al centro de salud y al 061. A mi casa no acudió ningún médico". Ella misma tiene que asearle, ponerle de pie, y cuando sale a por los mandados o, como hoy, al centro de salud, él se queda solo. "Mi médica es buena, muy buena, y va a ir a verlo como un favor".
La empresa de la atención a domicilio en Sevilla, que depende del Ayuntamiento, no le gusta en absoluto. Solo tiene hora y media asignada para la atención, un tiempo insuficiente. Y casi nunca repite la misma persona, así que se pierde tiempo en cuestiones como indicar por teléfono dónde queda la casa, o en explicar lo que necesita su marido. "Tengo dos hernias discales y tres pinzamientos de vértebras. Yo baño a mi marido, lo levanto, y no me aprueba que vengan más". Una opción sería una residencia, pero tampoco hay, dice, nada que le solucione el problema. "Cuanto yo trabajaba en la ayuda a domicilio, sí lo llevaban muy bien, pero esta empresa no". Sentencia, además, sobre el SAS: "Que Moreno o como se llame diga que van a dar cita en 72 horas... pues dile de mi parte que...". "Vamos, vamos, vamos...".
Dolores tiene dudas sobre su salud. Acudió en octubre a las urgencias por un dolor en el pecho. Le hicieron pruebas, los resultados eran buenos, pero le pidieron que fuera a su médico de familia para que le derivara al cardiólogo. "Desde el 29 de octubre hasta el 20 de noviembre no tuve la cita". Algo más allá de los electros del primer día. Estamos ya a mediados de diciembre y el seguimiento no ha continuado. Ahora sufre en sus propias carnes los mismos problemas que tiene su madre, de más de 90 años. "Las personas vulnerables necesitan que las vean con más frecuencia, venir al médico si está resfriada, y no esperar para eso 15 ó 20 días". El seguro privado no lo ve una opción, es consciente de que si tiene enfermedades u operaciones le saldrá aún más caro. "Yo opto por la sanidad pública, pero aquí en el ambulatorio es muy deficiente".