Los colores de la Casería de Ossío de San Fernando se apagan. Nadie sabe con exactitud cuándo y el ambiente se antoja extraño. Los marineros comienzan a desalojar las que han sido sus casetas durante años. Días y noches mirando a La Bahía, con sus bajamares y pleamares.
El origen de las casetas lo explica Moncho, el hombre que siempre estuvo allí. José Ramón Sánchez Urrejola lleva en los ojos el suspiro del mar, concretamente el que baña la Casería. “Las casetas se pusieron hace 125–130 años con la aprobación del ayuntamiento para que la gente pudiera desvestirse”, explica. Este hombre es uno de los propietarios de las dos únicas casas que existen en la zona, la construyó hace 30 años y ya no vive en ella.
“La zona funcionaba como un balneario de aguas termales y la gente se daba baños con fango. Estaba la figura de las palanganeras, que eran las que ayudaban a asearse a los bañistas”, prosigue. De hecho, revela que una de estas mujeres era una de las abuelas o bisabuelas de Bartolo, el de la cantina El Titi, y que desde entonces han ido heredando la finca”. Hasta el momento, el bar no corre peligro de desalojo.
Daniel Fando, sentado en las escaleras de la que ha sido su caseta durante años, se muestra indignado con una situación que “veía venir”, pero que no “creía que pasara”. Él y sus vecinos marineros se sienten engañados: “Nos dijeron que iban a poner todo esto en condiciones, con luz y agua, pero ha sido una mentira desde el primer momento”.
Repite una y otra vez que “la Casería es del pueblo”, un lugar donde la gente va a disfrutar, a comer y a pasear. Asegura que “lo único que han hecho” desde las instituciones “ha sido tomarnos los datos para saber quiénes somos y dónde vivimos”. En su opinión, “ni la alcaldía ni nadie” ha tenido interés por salvar “este lugar histórico”.
Hoy llegaron con miedo a que destrozaran todo. Les advirtieron el fin de semana y hoy había un camión escoltando la zona, a pesar que la fecha marcada era el mes de marzo.
Una solución provisional para los pescadores: “Ellos tienen que guardar sus redes, motores y aparejos”
Hay un chatarrero retirando los materiales, pero contratado por las propias casetas. De momento, se están montando módulos provisionales por parte del Ayuntamiento, fuera de zona protegida, que luego se trasladarán a zona de servidumbre cuando la Junta autorice el permiso. Por ahora se harán 8 grandes, que son los que caben en el perímetro fuera de la zona protegida. Cuando esté la autorización subirán a 13.
“Ante el problema que surge con la demolición de las casetas de la playa de la Casería, desde el Ayuntamiento hemos querido atender el problema que supone para los pescadores que se quedan sin un lugar donde guardar sus redes y aparejos. Hemos habilitado una zona para que en el día de hoy y mañana podamos montar un pequeño campamento provisional para que puedan dar servicio a sus necesidades, guardar herramientas, motores y redes”, explica Ignacio Bermejo, delegado de Desarrollo Sostenible.
Isaki Lacuesta: “Es una vergüenza que se atrevan a llamar rehabilitación a la destrucción de la Casería”
Isaki Lacuesta registró por primera vez con su cámara a Isra y Cheíto para la película La leyenda del tiempo, que contaba la vida de dos hermanos que acababan de perder a su padre y que vivían en la isla de San Fernando. El director se había trasladado a la localidad para rastrear el espíritu del cantaor Camarón de la Isla y encontró “a esos dos niños huérfanos y heridos que hablaban con toda naturalidad de sus sueños, sus miedos y su futuro”. Hizo una película que marcó un antes y un después en la modernidad cinematográfica, sobre todo a la hora de hibridar el documental y la ficción.
Más de 10 años después, Isaki volvió para realizar Entre dos aguas, Concha de Oro en el Festival de San Sebastián. Esta vez, para la grabación se acercó a los hermanos en un punto diferente de sus vidas: Isra saliendo de la cárcel y Cheíto terminando una larga misión en la Marina. Una vez más, Lacuesta se sirvió en parte de la ficción para la construcción de este relato. En Entre dos aguas, la playa de la Casería era un personaje más. "Al final es una película sobre ese lugar y sobre ellos a lo largo del tiempo”, declaró el cineasta.
Hoy, ese paisaje empezará a perderse para siempre y quizás solo a través del cine podamos volver a él. “Es una vergüenza que se atrevan a llamar “rehabilitación “ a la destrucción de la Casería, que lleven adelante este despropósito que solo favorece a dos promotores en contra de la opinión de la enorme mayoría”, declara Isaki Lacuesta para lavozdelsur.es
“Se pierde un lugar de belleza y placer singular para convertirlo en un espacio tan intercambiable como una franquicia. Queda claro que al poder le molesta lo mágico, y sobre todo, que los pobres, gitanos y pescadores sean dueños centenarios de un espacio frente al mar”, prosigue el cineasta.
"Si en la Alhambra vivieran pobres, la convertirían en un Starbucks o un McDonald’s"
“Tras ver esto, no me cabe duda que si en la Alhambra vivieran pobres, la convertirían en un Starbucks o un McDonald’s. Siento una enorme impotencia y envío toda mi solidaridad a los andaluces que ven, una vez más, como los jueces destruyen Andalucía porque consideran que es necesario “rehabilitarla”. Ojalá alguien rehabilite los ojos y las almas de esos jueces, técnicos y administrativos sin vergüenza”, concluye.
La película está disponible de manera gratuita en la plataforma Somos cine de RTVE.