Existen muchas estadísticas, muchos indicadores, que tratan de ofrecer datos objetivos para dibujar el estado económico de las poblaciones. Están la tasa de paro, o el número de grandes empresas, o el número de oficinas bancarias. Pero de entre toda la colección, hay uno que describe también el modo de vivir. Es el de vehículos.
En Andalucía, esa tasa es de alrededor del 60%, es decir, 60 turismos por cada 100 habitantes. En esa cifra se mueven Sevilla capital, Utrera, Alcalá de Guadaíra o El Real de la Jara. En El Ronquillo no es así. 1.515 turismos para 1.437 vecinos, según los datos de la Junta.
El Ronquillo fue hace siglos una zona de paso y no ha perdido esa esencia. El origen está en la venta El Ronco, de la que se tiene constancia en el siglo XIV, al paso del Camino Real, saliendo de Sevilla hacia Extremadura. Hoy el inmueble sigue en pie, pero hay toda una población a su alrededor. Una de sus grandes industrias es la gastronomía, con 15 establecimientos hosteleros, uno por cada 100 personas.
El Ronquillo no es área metropolitana, pero por carretera conecta con la capital en menos de media hora. Es un pueblo en relación absoluta con su metrópolis.
Nieves Fernández lleva la oficina de turismo. En este pueblo de caminantes, uno de sus atractivos es la vía verde. "Somos un pueblo pequeño, con muchos recursos naturales, muy aprovechados". En los últimos años, han eclosionado las plazas de alojamientos para el turista. Algunos de ellos han acabado hasta comprándose una casa.
La alcaldesa es, desde hace unos meses, Ana Cristina Arévalo. Cuenta cómo espacios como el Parque Ventura han ido atrayendo no solo al turista sino a los dinamizadores culturales, quienes preparan y protagonizan actividades, como una industria propia, aunque aún con potencial para el crecimiento.
Como ha ocurrido en muchos puntos del mundo rural no solo en Andalucía y en España, sino en todo el mundo, el antes y el después fue la pandemia. La oferta es la de ser nómada digital, empleado por una empresa en cualquier lugar del planeta, como por ejemplo Sevilla, y trabajar en remoto gracias a la fibra óptica.
Hay más fenómenos, como ir puntualmente a un puesto de trabajo en la capital y sus alrededores y el resto del tiempo trabajar desde casa. Aunque hay una industria propia, empresas que llevan muchos años en sectores como fontanería, electricidad, o directamente polveros y albañilería.
Pero, de todo, el caballo de batalla es la necesidad de estar yendo a Sevilla. Si un chaval quiere estudiar bachillerato, o un FP, o una carrera universitaria, hay que irse a compartir piso. Es la dinámica habitual. Es la situación de los servicios públicos. Un consultorio médico nada más. Clases solo hasta segundo de la ESO. Aquí está la clave de que haya más coches que vecinos.
Vivir en El Ronquillo
El problema de la vivienda también ha llegado a El Ronquillo. Convergen varios fenómenos. El primero es que hay muchas casas que son heredadas y por su valor emocional, o por la dificultad de la partición entre decenas de nietos, la mantienen sin vivir en ella. No es algo de aquí ni mucho menos, pasa en casi todas las familias, en ciudades y en el mundo rural.
El otro fenómeno es que directamente mucha gente trabaja en Sevilla, o tiene a sus hijos fuera, y vuelven para el fin de semana. El viernes por la tarde cambia el pueblo. Entre estos vecinos 'ambulantes' y los visitantes, para sentarse en la terraza de cualquier bar los fines de semana hay que reservar.
"Los jóvenes quieren quedarse en su pueblo"
Pero la gente quiere una vida aquí. María Ángeles Domínguez es dinamizadora juvenil. Ella misma es joven y ella misma estuvo en la ciudad. "La gente quiere salir, sitios de marcha, hay más recursos, más restaurantes... Pero yo soy joven y he vuelto porque encontré trabajo". Pero "llegas a una edad" en la que, incluso en la juventud, uno quiere tranquilidad, estabilidad.
"A los jóvenes les gusta su pueblo", añade la alcaldesa. Cree que "poco a poco" se va recuperando la actividad juvenil. Desde fútbol, pabellón, gimnasio, otras actividades. "Porque quieren quedarse en su pueblo". Tiene que ver con la libertad del mundo rural, la que incluso otorgan los padres a sus hijos adolescentes para estar por la calle con 14 ó 15 años de una manera que sería impensable en la capital. "Están libres, salen con sus amigos".
El equilibrio y el orgullo ronquillero
El ser y el estar del ronquillero es seguir siendo tierra de caminos como lo fue cuando la venta El Ronco, aquel espacio fundacional. "La ubicación es idónea", resume la alcaldesa. Estar en el campo y a 30 minutos escasos por la A-66 para llegar a Sevilla. "Tarda menos en llegar un vecino de Sevilla Este al centro que desde El Ronquillo".
Ni tan lejos ni tan cerca. Aire fresco y limpio, sin ruidos, sin prisas. A un paso de los centros comerciales y de las empresas para crecer profesionalmente en lo que uno quiera.
Y Nieves Fernández se enorgullece de esta y de tantas otras formas de la identidad del pueblo. "El ronquillero está orgulloso. Y aunque esté fuera, lo seguirá estando. Porque es triste tener un origen, tener raíces, tener pueblo". Sea para crecer y crear aquí una familia, o para hacerlo en la carretera entre la capital y el pueblo.
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