En el alma de Doñana: "Cuando un bebé nace aquí, el abuelo le compra un potro para que crezcan juntos"

La saca de las yeguas alrededor de El Rocío vive un momento de completa recuperación del rito, con un desembarco de nuevas generaciones que participan en este pulso entre el ser humano y las bestias de su espacio vital

Alejandro, con apenas 20 años en la saca de las yeguas, en el corazón de Doñana.
Alejandro, con apenas 20 años en la saca de las yeguas, en el corazón de Doñana. MAURI BUHIGAS

Un caballo vive, quizás dos o tres décadas. Depende de su salud, claro. En estos días, se produce un espectáculo que, en parte, viene a celebrar cada año la nueva vida, la de los potros, que nacen en Doñana. Es la saca de las yeguas, que se celebraba este miércoles, ante miles de personas, que acudieron a la aldea de El Rocío a ver desfilar a los equinos hasta la ermita. Es el día de San Pedro, 26 de junio, y es la feria. Una feria que sigue manteniendo la esencia original, la de compra y venta de animales. Pero es especial. Porque son animales criados en el parque nacional. Ejemplo de la reunión entre la naturaleza y el hombre. Una tradición de, al menos, 520 años, cuando el duque de Medina Sidonia reguló cómo proceder en la saca.

Su nombre lo dice, consiste en ir en busca de las yeguas y sus potros a las fincas de Doñana. Y con una pericia transmitida de las generaciones pasadas, rodear a grupos de unos 100 animales para conducirlos a El Rocío, a la feria. Una tradición más viva que nunca.

Es casi la noche más corta del año, la de este 26 de junio, así que ha amanecido bien temprano, a eso de las siete de la mañana. A un lado y a otro, llanura, entre la que se distingue algún charco de la marisma. El cielo encapotado, en estos días donde el calor no termina de romper. "Y que siga así, aunque llueva", dice un yegüerizo. Es el nombre que reciben quienes acuden a ese cortejo entre el hombre y el animal. Trotando, hacen círculos alrededor de las caballadas, buscando por dónde atacar. El ser humano, en grupos a los que aquí llaman reuniones y están institucionalizadas (póngase, la reunión de los niños), buscan formar esas tropas de cada una de las fincas, con unas 100 bestias que se irán conduciendo hacia la aldea de El Rocío.

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Una de las reuniones, antes de proceder con la saca de las yeguas, dentro de Doñana.  MAURI BUHIGAS

Desde el fin de semana, tres o cuatro noches antes del gran día, Doñana y sus fincas se llenan de esas reuniones. Acuden acompañados por algún carro y algún motor de combustible para tener luz o neveras. Se amanece con un anís alrededor de una mesa. En una de esas reuniones está José Joaquín Millán. Es almonteño, aunque vive fuera. Lleva viniendo unos seis u ocho años, no sabe recordar.

Se ha enganchado más tarde a esta tradición tan antigua. Salieron a caballo el domingo, hicieron noche El Rincón, para sacar yeguas con sus potros en la finca de Matochal. Volvieron a hacer noche en El Rincón, ya cerquita de la aldea, con todo preparado de nuevo para amanecer y cruzar el parque hacia El Rocío, a media mañana. Tras un sesteo, a eso de las siete, entrada en Almonte.

La saca de las yeguas, de Doñana a El Rocío, en imágenes.
Vallado en un camino del parque. MAURI BUHIGAS
La saca de las yeguas, de Doñana a El Rocío, en imágenes.
Labores para la saca en Doñana. MAURI BUHIGAS

José Joaquín es mayor. Pero Alejandro no. Apenas tiene unos 20 años y se prepara, en este amanecer en Doñana, a cepillar al caballo, al que conduce por sus riendas, a pie. "Empezamos siendo aficionados desde chicos, y con familiares que nos han inculcado esto. Es un orgullo seguir con esta tradición". Y la mantendrá.

En esta saca de las yeguas, hay muchos perfiles de personas, cada una cumpliendo su rol. Antonio, por ejemplo, de la reunión del Friscano, lleva el tractor. Hace unos 30 años que empezó, y en estos años, cuenta que todo ha cambiado. "Empezamos en carros jalados por bestias. Antes no llevábamos sacos de dormir, generadores... Hasta colchones de aire". A medida que se ha popularizado la saca, y se han unido decenas y decenas de almonteños -e incluso vecinos de Hinojos-, las cosas se han organizado más y mejor. De ser simplemente aquella tarea para la feria del ganado, a un evento festivo. Pero eso ha sido de unos años para acá.

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Antonio, en la entrada de una choza en Doñana.  MAURI BUHIGAS

Antonio ha dormido al raso, en mitad de la marisma. Pero en otros tiempos había que ponerse un capote. Aún perviven, por Doñana, algunas chozas hechas con ramitas de castañuela, la vegetación que más y mejor arraiga en las arenas de la marisma. Pueden durar 50 años en pie, sin que cale el agua. Unas pequeñas estancias para animales y personas, de refugio en días de agua o guardar aperos. Aunque hay ya pequeñas construcciones, casi viviendas, a algún lado del camino, a la entrada de las fincas, que ofrecen mayor comodidad. Sencillas y de ladrillo frente a estos últimos espacios de chocitas que han quedado casi como recuerdo. Y que se usan, dice Antonio, para hacer de vientre hoy en día, así que casi mejor no entrar. 

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Dos yegüerizos vigilan el paso de los equinos.  MAURI BUHIGAS

Porque eso, como el camino del Rocío, es simplemente vida agraria que ahora genera más interés entre los visitantes. La saca de las yeguas ha crecido popularizada también por la de la romería. Los almonteños e hinojeros han abrazado sus costumbres en una especie de interés por mirar atrás en el siglo XXI a lo que se lleva haciendo desde hace siglos. Por qué si no en los 90 apenas había cinco personas en cada reunión y hoy se han multiplicado esos números por cuatro o por cinco. Algo se ha activado en esa sensación de necesitar recuperar la tradición y el contacto con lo natural.

Antonio es vecino de Hinojos. Tiene 21 años y estudia en la Universidad de Huelva para ser ingeniero forestal. Espera, junto a dos compañeros de su reunión y de su misma edad, el paso de una tropa por un punto del camino que está parcialmente vallado, así que habrá que dirigir a los animales con cuidado por una puerta. Espera y espera. Porque esto, el campo, es esperar. Alguno lo llamaría 'desconectar', pero esa palabra la puede emplear quien ya está conectado a otra cosa. No es desconectar porque es conectar con el campo, con la vida, con lo natural, con la marisma, con los compañeros. Eso sí, es conectar en silencio. 

La saca de las yeguas, a su paso por un charco desde Doñana hacia El Rocío.
La saca de las yeguas, a su paso por un charco desde Doñana hacia El Rocío.  MAURI BUHIGAS
La saca de las yeguas, de Doñana a El Rocío, en imágenes.
Los animales, de cerca.  MAURI BUHIGAS

Podría estar Antonio de fiesta después de los exámenes de la universidad, o madrugando para repasar los últimos. Desde siempre, dice, ha querido estudiar algo relacionado con el campo. "Desde chiquitito". Su padre se dedica al mundo del caballo, y él quiere mantenerlo "como hobby". "Los coleguillas", dice, "que han venido a ver esto dicen que les gusta, pero para quienes se han criado lejos de este entorno, es muy difícil vivirlo". Entre las arenas de Doñana hay una cierta filosofía de vida diferente incluso a la de otras zonas rurales de Andalucía. De otro ritmo. "Aquí hay que tomarse las cosas con calma". 

La saca de las yeguas, de Doñana a El Rocío, en imágenes.
Yegüerizos en un charco de El Rocío. MAURI BUHIGAS

Ambrosio Lago es un observador de la evolución de la saca de las yeguas. Es guía en Doñana desde el año 93. Ha visto los cambios en el parque y en la relación del ser humano con su espacio vital, el entorno natural. De lo que encontró cuando llegó hasta ahora, Lago lamenta la transformación derivada del cambio climático. Ni los otoños ni las primaveras son tan lluviosas como antes. "Eso ha provocado que el parque se diversifique". Un cambio obligado, de adaptación a nuevas condiciones. 

De hecho, la sequía del 96 no fue tan dura como la última vivida, que con la excepción de las lluvias de Semana Santa, aún persiste. Porque aquella crisis de hace casi 20 años, con un gran otoño e invierno lluvioso, el problema se arregló. Lo de ahora ha sido un alivio, no una recuperación. Para las yeguas, para sus potros, para esta saca del 26 de junio, sí vale al coincidir los primeros meses de vida de muchos potros con el aumento de vegetación, llenando las barrigas. En general, bueno para los mamíferos grandes. Pero para los patos, por ejemplo, no es suficiente.

La saca de las yeguas, de Doñana a El Rocío, en imágenes.
Un momento de la saca en Doñana. MAURI BUHIGAS
La saca de las yeguas, de Doñana a El Rocío, en imágenes.
Una parada en el camino. MAURI BUHIGAS

La saca más impresionante que recuerda Lago fue la primera. Cuando había cuatro o cinco veces menos personas. Cuando la llevaban a cabo personas mayores que hoy no están. Cuando se quedaban observando durante largos ratos desde la tarde antes cómo se movían las bestias para, solo entre cinco o seis personas, ejecutar la tarea. Jugando con la orografía, las zonas inundadas de la marisma, los liderazgos... Para prever sus movimientos. Hoy, con más gente, resulta una tarea más sencilla. Si se escapa un animal, que a veces lo hacen, no falta un voluntario para volar detrás y llevarlo de nuevo a la tropa.

La saca de las yeguas, de Doñana a El Rocío, en imágenes.
El trote levantando polvo en la Raya Real. MAURI BUHIGAS

Antes se pasaba la noche "en una carriola, cortando cuatro tomatitos y algo más que llevaran". Se ha producido ese relevo generacional. "Hay muchas tradiciones que se pierden, pero aquí no". ¿Por qué? Porque la relación entre el hombre y el caballo es diferente. "Piensa que ellos tienen un caballo para este día, para este momento". Y ofrece una realidad que a veces se escapa.

"Lo llevan en la sangre. El regalo típico de un abuelo a su nieto cuando nace en Almonte es regalarle un potrito, para que crezcan a la vez. Se doma, lo montan y crecen a la vez. ¿Tú sabes el cariño que le tienen? Con la misma edad, y cuando se muere el caballo cuando tienen veintitantos o treinta años, ¿tú sabes lo que llora ese niño o esa niña? Y es además el que le regaló el abuelo, que además a lo mejor ya ni existe". Y en ese entroncamiento de vida y naturaleza, de ser humano y bestia, está además la fe que lo impregna todo aquí. De hecho, hay yeguas en la marisma cuya dueña, según se inscribe, es directamente la Virgen del Rocío. "Para los almonteños, la Virgen es su madre".

La saca de las yeguas, de Doñana a El Rocío, en imágenes.
Las yeguas, en los últimos tramos hasta la aldea. MAURI BUHIGAS

El atractivo del evento no para de crecer. Hay rutas de fotógrafos, profesionales y aficionados, que buscan la foto del charco más espectacular, y que vienen cada año a retratar tanto al animal como al yegüerizo. En Almonte, lo tienen normalizado y no cambian el rostro cuando escuchan el clic de una cámara, ni un móvil. 

Antonio Lancho es propietario de Doñana Nature, una empresa de rutas naturales que acude a este evento como también lo hace a otros momentos como la berrea del ciervo. "Desde extranjeros, especialmente de Inglaterra, a fotógrafos o turista nacional en familia". E incluso en días como éste, de tanta gente, es posible divisar al lince ibérico. "La saca es un espectáculo, viendo a tantas yeguas corriendo por la marisma, especialmente este año que ha llovido".

La saca de las yeguas, de Doñana a El Rocío, en imágenes.
La llegada a El Rocío. MAURI BUHIGAS

Tras el paso de cada una de las tropas por delante de la ermita, y tras un sesteo, camino a Almonte desde la aldea. Y empieza la feria del ganado, y la de los vecinos. Miles de personas desde primera hora sentadas en este far west de casitas que dan a sus calles arenosas. Tomando cerveza, picoteando, en familia y bailando. Hasta algún tamborilero de fondo. Es la saca de las yeguas, días grandes en este corazón de Doñana. 

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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