Y las puertas de la Cartuja se abrieron. Cuando se cumplen 550 años de su construcción —datada en 1474—, el conjunto monumental ubicado a las afueras de Jerez, de espaldas al río Guadalete, y cerca de la actual salida a la autovía A-381 —conocida como la Jerez-Los Barrios—, permitirá la entrada de visitantes.
Hasta ahora, han sido "habas contadas", comenta uno de los trabajadores que tiene este enclave, que conoce muy bien sus entresijos. Pronto serán turistas quienes puedan adentrarse en el interior de un monasterio al que rodea un halo de misterio, precisamente por este hermetismo.
La existencia de órdenes religiosas de clausura ha hecho imposible que, hasta ahora, el monasterio de la Cartuja sea conocido por la ciudadanía en general. Solo unos pocos privilegiados se han adentrado entre sus paredes, en los 90.000 metros cuadrados que abarca. Pocos han entrado en las celdas que fueron, primero, de los monjes cartujos, y luego de las hermanas de Belén.
El caballero jerezano Álvaro Obertos de Valeto fue quien, en 1474, posibilitó con una generosa dotación la construcción de la Cartuja, donde conviven distintos estilos arquitectónicos y artísticos: desde el gótico al renacimiento, pasando por el barroco. Dentro hay obras de pintores como Francisco de Zurbarán —uno de los puntales del Siglo de Oro español— y de escultores de la talla de Juan Martínez Montañés, Pedro Roldán, José de Arce o José Esteve y Bonet.
Gracias a este rico patrimonio, arquitectónico y artístico, la Cartuja fue declarada Monumento Histórico Artístico Nacional, la primera en conseguir este reconocimiento en la provincia de Cádiz. Con la marcha de las hermanas de Belén, inicia una nueva vida. Después de más de cinco siglos de clausura, llega el momento de la apertura. En su interior, hay muchas curiosidades y elementos artísticos con los que quedarse obnubilado.
Las visitas guiadas —en grupos de 25 personas como máximo— que comenzarán, a partir de septiembre, recorrerán los distintos espacios de un conjunto monumental que guarda numerosos secretos. Ahora desvelará algunos. En una prueba piloto organizada por la Diócesis para periodistas, esta misma semana, es el historiador Javier Enrique Jiménez López de Eguileta quien ejerce como guía.
Entrada a la Cartuja
La visita empieza en la puerta de entrada, que da acceso al atrio. Al fondo, después de cruzarlo, está la Iglesia, donde "la monumentalidad toma visos espectaculares", comienza diciendo Jiménez López de Eguileta, que desvela detalles sobre la vida de los monjes cartujos.
La orden cartujana divide en dos los espacios interiores del monasterio, por una parte está el Claustro de Padres y por otra el Claustro de Legos, que son los monjes que aún no están ordenados sacerdotes.
En la Iglesia llama la atención un retablo que reproduce los cuadros de Zurbarán que estaban en el primitivo, que se encuentra en el Palacio Ducal de Medina Sidonia de Sanlúcar. El que se puede contemplar en este templo fue cedido por Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura, duquesa de Medina Sidonia.
En el centro de la Iglesia está la tumba del fundador de la Cartuja, Álvaro Obertos de Valeto, que falleció en 1482, y que no llegó a verla construida completamente, ya que la obra culminó a principios del siglo XVI.
Nada de carne: solo galápagos
La vida de los cartujos gira en torno a tres conceptos: silencio, oración y soledad. Es importante conocer este aspecto, insiste durante la visita el historiador, para comprender la fisonomía del monumento, y también para respetarlo. Aunque se abra a las visitas, no se quiere alterar la paz y la espiritualidad que reina aquí.
Una vez pasada la Iglesia, está el Claustrillo, que es "una pieza articuladora del espacio", como la define Jiménez López de Eguileta, ya que desde este lugar se tiene acceso al Claustro de Padres y al Claustro de Legos, y desde donde se entra también al refectorio común —también con espacios diferenciados para padres y legos—.
"En el refectorio la comunidad monástica almuerza los domingos y los días de grandes solemnidades de calendario litúrgico. No es de uso diario", aclara el historiador, que cuenta que "la comida del monje cartujo es frugal". Los cartujos nunca comen carne, ya que tienen una dieta basada en lácteos, huevos, legumbres y verduras. "El sucedáneo que usan para suplir la falta de carne es el galápago", incide. De hecho, hasta tenían una galapaguera, donde criaban ellos mismos a estos animales, con los que luego cocinaban sopas, cremas o purés.
Un cementerio frente a las celdas
La Cartuja tiene uno de los Claustros —el de Padres— "de mayores dimensiones de España", aporta el historiador. Con 80 metros de anchura de un lado a otro. Distribuidas en forma de cuadrado, hay 30 celdas ordenadas con letras del abecedario, ubicadas en torno al cementerio donde yacen los restos de monjes cartujos desde su restauración en 1948. También hay una hermana de Belén.
Cada vez que un monje sale de su celda, pasa por el patio central, donde está el cementerio. "La vida sobrenatural y la vida terrena se dan la mano en este espacio", cuenta el historiador. Las celdas son individuales. En ellas, los monjes pasan la mayor parte del día, ya que llevan una vida solitaria, con la conexión estrictamente necesaria con otros monjes.
Cada celda, de entre 140 y 150 metros cuadrados, tiene su propia portada. Y un ventanuco cercano a la puerta, donde los legos depositan la colación diaria —comida con bajo aporte calórico, con los nutrientes necesarios— que los monjes ingerían en soledad en su celda. "En soledad y en silencio", aclara Javier Enrique Jiménez López de Eguileta. De lunes a sábado comían en su celda, solo los domingos se reunían en el refectorio.
Las celdas están distribuidas en dos plantas. En la de abajo, hay una especie de hall al entrar, llamado Ave María, ya que se reza el Ave María al entrar y al salir. A la izquierda, un pequeño refectorio individual, donde come. A la derecha, otro donde se dedica a estudiar y a orar. También hay un jardín, que cada cartujo cuida y, al fondo, un mirador desde el que se observa el río Guadalete y su entorno.
"En la celda se reza, se come, se trabaja, se estudia y se duerme", dice el historiador que ejerce de guía durante la vista. "Aunque se duerme poco", aclara, porque la vida del cartujo empieza de madrugada, con los maitines. En la planta de arriba —"los cartujos fueron los inventores del dúplex"— está el dormitorio, el baño y un pequeño oratorio. La celda prioral, del prior, tiene la misma distribución, pero es de mayor tamaño, unos 250 metros cuadrados aproximadamente.
Una piscina para caballos
Antes de salir por el pasillo por el que accedían los monjes cartujos —"una vez entraban ya no había marcha atrás"—, hay un impresionante refectorio, construido en los años 30 del siglo XVI, por el escultor Fernando Álvarez. En este espacio hay unas mesas altas, que no son las originales, que acabaron en "diferentes palacios de la ciudad".
Una vez fuera del refectorio, se enfila un pasillo que conduce hacia el conocido como patio de obediencias, que tiene espacios para cultivos, para atender la hospedería y para el cuidado de caballos. Hasta hay una piscina donde se lavaba a estos animales.
El futuro de la Cartuja: hospedería, bodas...
La salida de las Hermanas de Belén de la Cartuja, que ocupaban el Claustro Mayor, permite a la Diócesis pensar en futuros usos para este espacio, como una hospedería, destinada a aquellos visitantes que "respeten la idiosincrasia del lugar".
En septiembre está prevista la llegada de cuatro monjas brasileñas, hermanas Carmelitas Mensajeras del Espíritu Santo, "que fundarán aquí una casa religiosa que atenderá esta misión pastoral", contaba la Diócesis esta semana.
Las nuevas religiosas se ubicarán en la zona pastoral, en las antiguas cuadras del monumento, que las Hermanas de Belén adecuaron como hospedería, por lo que las visitas culturales no repercutirán en su vida diaria.
Además, el equipo diocesano de gestión de la Cartuja, no descarta la celebración de otras actividades que reporten beneficios y que ayuden a costear el mantenimiento de este majestuoso conjunto monumental. Hasta bodas, para lo que habrá que habilitar un espacio para la celebración.
Aunque la Cartuja es propiedad de Ministerio de Hacienda, la gestión está encomendada a la Diócesis de Asidonia-Jerez, que la tendrá durante el próximo medio siglo al menos. "Queremos seguir manteniendo la dimensión espiritual y cultural del monasterio", comenta Roberto Romero, vicario general de la Diócesis.
Manuel Pareja, gestor del equipo diocesano de gestión de la Cartuja, entiende la apertura del monasterio a las visitas como "una nueva forma de evangelización", ya que con ellas "se recuerda el sentido histórico, pero también religioso, espiritual", de un conjunto monumental que "no se entiende sin sus habitantes", aporta el historiador Javier Enrique Jiménez López de Eguileta.
La Cartuja 2.0
El monasterio inicia ahora una nueva etapa, abierta, digitalizada. En definitiva, 2.0. Ya cuenta con página web (cartujadejerez.es) y con aplicación móvil, con la posibilidad de realizar una visita virtual inmersiva.
La editorial PPC (Pensar, publicar, creer), que está "al servicio de la Iglesia", es quien ha desarrollado estas herramientas, y quien ha trabajado también en los tótems distribuidos por el monumento, que aportan una breve información y que a través de un código QR redirigen a la web, para ampliarla. El renovado logo es obra de Rocío González de Lara.
PPC venía trabajando en las visitas virtuales cuando aún habitaban la Cartuja las Hermanas de Belén. Con su marcha, el proyecto cambió, pero siempre con el objetivo de "hacerlo accesible a las visitas culturales respetando la idiosincrasia del espacio", explica Luis Alfonso Cambre Martín, miembro de la empresa. Después de más de 500 años de misterio, la Cartuja se abre. Virtual y físicamente.
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