Cuestiones tan complejas como cotidianas como pueden ser el amor, las relaciones sociales e incluso el conflicto que suscita el fútbol, se reflejan en un disco revulsivo a nivel humano y musical, elaborado íntegramente en la Puebla de Cazalla (Sevilla) por un colectivo artístico de un centro de terapia ocupacional y el artista chiclanero, Carlos Alcántara con su proyecto musical Nadie Canta.
Esa locura nueva de Nadie Canta y Ojo Pértico es fruto de un mes de trabajo; el mes que dura la residencia artística dirigida por los artistas, Alegría y Piñero, en el pueblo sevillano. “En 2021 eché la residencia artística Al Raso, en Granada, y allí me enteré de la existencia de otras residencias entre las que estaba la de la Puebla”, recuerda Carlos, que dedicó aquel año a componer, grabar y echar becas vinculadas al arte. Dice que la de la Puebla se la curró “especialmente”, y así fue como la consiguió.
Lo que en un principio iban a ser unos talleres de poesía que culminasen en un libro, acabó siendo un canto a la vida y a la libertad materializado en un CD. La redirección del proyecto fue a raíz de una conversación de Carlos con su amigo, el también artista, Miguel Ángel Moreno Carreter. “También pensé en hacer un recital sobre los poemas, pero aproveché mi vinculación con la música para ir en esa dirección”, aprecia el chiclanero.
Proto-locura nueva
El primer día de Carlos con Ojo Pértico fue toda una revelación. “Sabía que eran personas que se llamaban usuarios, pero no sabía –ni a día de hoy tampoco se muy bien–, qué es lo que tienen”, advierte. De hecho, “para mí no hay diferencia, ya que a los usuarios les hablo como personas ‘normales’ y a las personas ‘normales’ casi siempre les tengo que hablar como usuarios”.
Comenzaron con unos talleres de poesía durante una semana que dieron pie a la confección de las canciones. “Cuando llegué a la Puebla, lo primero que dije fue que no sabía si de aquí iba a salir una canción, dos, tres o ninguna. O si lo que iba a salir no merecía la pena ser grabado”, rememora Carlos, que afirma que es parte fundamental en sus procesos: “Porque si se lo que va a salir, no me merece la pena, no me entusiasma”.
Al principio no funcionó del todo, pero todo cambió cuando el amor entró en juego. “Un día que le dije a Gamarro (uno de los usuarios) que por qué no me definía lo que era el amor. Y él me preguntó que en cuántas páginas. Ahí vi que se me abría una vía”, reconoce Carlos, quien le respondió que “en tres”. Así empezó a trabajar con preguntas fundamentales que apuntaban menos a cuestiones puramente conceptuales, “como puede ser creación de conceptos, unión de conceptos, readaptación o reinterpretación de ideograma chino, o reinterpretación de metáforas preexistentes”.
Según cuenta, con preguntas normales empezaron a pasar “cosas especiales” y entendió que de ahí podían salir canciones. “Cuando entramos en el estudio tenía todo lo que había surgido en los talleres de poesía pasado a limpio, así que cada vez que venía alguien, yo tenía cosas que enseñarle y, si no sabía leer o no enganchaba por ahí, ya era con preguntas tan sencillas como ¿de qué te gustaría hacer una canción?”, explica Carlos, inspirado en la maestría de Jesús Quintero en el arte de la entrevista.
En definitiva, “hubo gente que funcionó con preguntas fundamentales, otras con textos escritos, hubo a quien le pregunté de qué quería hacer la canción y otras que tuvimos que empezar de cero”, dice Carlos, quien afirma que la mayoría se empezaron de cero con el bagaje previo de los talleres y de ciertos temas que se habían tratado. Un ejemplo fue que a uno de los usuarios que sabía cantar saeta, Carlos le pasó los textos que habían hecho sus compañeros sobre la amistad –“porque me parecía que tenía sentido que hablar sobre este tema tratando la cuestión del Betis y el Sevilla”– para que los cantara.
Un disco hecho "mágicamente" en dos semanas
En un mes, Carlos y los usuarios tuvieron tiempo para hacer un taller de poesía, grabar las canciones y una última semana para mezclar. “El disco se hizo mágicamente en dos semanas, la verdad”, espeta Carlos. Una locura nueva aborda no solo los temas que puedan derivar del disco, sino que también es una reivindicación sobre el derecho a ser uno mismo.
“Ellos llevan varios años con la residencia y se consideran a sí mismo artistas. Tienen sentido crítico y había cosas que descartaron del disco, aunque pienso que si a estas personas le han dado discapacidad, a nosotros deberían capacitarnos, porque nadie lo ha hecho”, expresa el artista chiclanero, que asegura que fue un trabajo complejo, pues “no todos los días estaban dispuestos a cantar o entraban a tiempo”.
Carlos recuerda emocionarse durante el proceso, que cataloga como “brutal”. “Cuando hicimos la primera escucha de cuatro o cinco canciones con artistas de otros años, se estaba viendo que lo que había era importante”, reconoce Alcántara, que destaca un rap “muy especial” integrado en el disco. “A Luis, que no lo entendía hablando, le puse un eco en la voz y de repente se puso a insultar a su propia voz”, revela.
Esa locura nueva
En opinión de Carlos, que no encuentra una definición para Esa locura nueva, la gente de Ojo Pértico “pone en valor una manera que no es normativa de hacer las cosas” en un mundo donde todo se mide por rentabilidad. “Es una cosa tan chula que todo lo que diga va a ser insuficiente. Lo único que puedo decir es que lo escuchen y que lean el libreto”.
“Estos artistas son unos fieras porque cuando venían y hacían lo suyo, en el 90% de los casos, no te volvían a preguntar por lo que habían hecho, si a caso te hacían una pregunta al día siguiente o en la misma tarde”, expresa. La primera vez que se escucharon fue cuando tuvieron que ponerle título a las canciones. Estaban con sus familias y a la mayoría les gustó. “Ese día fue precioso”, admite Carlos, que piensa que “cualquier actividad artística que desarrollen este tipo de personas no es entendida en el contexto familiar, a menos que venga alguien que lo acredite”. Aunque, realmente, habla en general. “Es aplicable a cualquier artista cuando hay una prestación en términos económicos”, apunta.
Cada canción es una historia que viene explicada en el libreto del disco. Y a Carlos le ha servido, dice, para reafirmar una intuición que ya tenía. “El arte no se fuerza, tiene que suceder, y que suceda significa que sea mágico”, advierte. En ese sentido, las personas que integran Ojo Pértico han sido auténticas, confirma. “Este disco es un ejemplo que me alivia” bajo la creencia de que “la verdad está cuando no hay una intención secundaria”, comenta.
Carlos siente que la gente del colectivo de artistas del centro ocupacional son “infinitamente más creativos que nosotros, además, ellos no pueden renunciar a la creatividad y nosotros sí, por eso ellos son verdaderos”. Además, sostiene que “a cualquiera de nosotros nos dicen que cantemos sobre lo que nos guste y la mayoría no somos capaces de hacerlo, pero esta gente, sin embargo, abre el grifo cuando quieren”.
La libertad es un grado en el ámbito creativo, por eso Carlos destaca que “cuando ellos crean, no piensan qué vas a pensar tú de su creación y eso les convierte en personas superiores a nosotros”. En definitiva, en opinión del artista chiclanero, “cuanto mayor sean las limitaciones, mayor es el grado de expresión en cualquier persona”. Atrás queda toda percepción capacitista.
Esa locura nueva puede escucharse en todas las plataformas o adquirirse en tiendas de disco o a través de las redes sociales. El disco ha sido realizado en coautoría por Carlos Alcántara (Nadie Canta) y los usuarios y las usuarias del Centro de Día Ocupacional (Colectivo Ojo Pértico) en la Residencia Artística de la Puebla de Cazalla. Las fotografías que acompañan el formato físico han sido tomadas por Juanfran D. Cuyas y Lucía R. Reyes, y el diseño por Alegría y Piñero.
Sobre los participantes del disco: Carlos Alcántara, Juan Diego Asencio, Fátima Calderón, Benjamín Pineda, Juan Jovacho, Inma Romero, Estefanía Ruíz, Domingo Reyes, Ana Gómez, Yumara Fajardo, Luis Moya, Francisco Moreno, Jaime García, Lucía R. Reyes, Keli Andrade, Dolores Gómez, Manolo Verdugo, Felipe Romero, Miguel Hormigo y Francisco José Hormigo.
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