La brisa mañanera mece la crin de varios potros y sementales. Al galope, trabajan enganchados o montados, mejoran sus habilidades bajo la atenta mirada de los jinetes. “Sois los altos caballos inmortales, hijos del sol y espumas musicales”, recitaría Rafael Alberti si se detuviera ante los equinos andaluces a los que dedicó sus versos.
En Garrapilos, uno de los cortijos donde desarrolla su actividad el Centro Militar de Cría Caballar de las Fuerzas Armadas de Jerez, se palpa la tranquilidad del campo. Su banda sonora son los bufidos y las pisadas de una yeguada que cuenta con más de 150 años de historia.
Nacida en Córdoba en 1893, hoy se concentra en seis centros repartidos por toda España: Écija, Ávila, Zaragoza, Lore-Toki en Guipúzcoa, Mazcuerras en Cantabria y Jerez, cada uno dedicado a una raza distinta.
El último, con más de 1.500 hectáreas, nació en 2007 de la unión entre la Yeguada Militar y el Depósito de Sementales que se localizaba en el núcleo urbano de Jerez. Con Antonio Gómez Pascual al frente, mantiene su explotación agrícola para alimentar a los caballos de alfalfa, avena y paja, exceptuando el pienso.
“Estos potros tienen tres años, se están iniciando en su fase de doma”, comenta el teniente coronel Daniel Vázquez Cortejoso señalando el picadero. El vallisoletano lleva cinco años como Jefe de la Unidad de Ganado del centro que se dedica principalmente a la cría de caballos de pura raza española y pura raza árabe.
“Seguimos criando caballos para mejorar la cabaña equina”
“Siempre ha sido un elemento de batalla en la guerra, pero cuando se dejó esta misión seguimos criando caballos para mejorar la cabaña equina”, explica el militar que apunta que fue en 1864 cuando el Ministerio de la Guerra -actual Ministerio de Defensa- le asignó al ejército ese cometido.
Desde entonces, disponen de piaras de machos con las que dotan a las Fuerzas Armadas, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o unidades que empleen el ganado en sus misiones diarias como la Guardia Real, la Guardia Civil, la Policía Nacional -única que demanda yeguas- o policías locales.
Un potro se familiariza con la cuerda al mismo tiempo que Daniel desgrana las funciones de los equinos. “Los caballos que escoltan a sus majestades los Reyes el 12 de octubre son nacidos en Jerez, también prestan guardia en el Palacio Real cuando hay un acto solemne”, comenta. A su vez, es habitual cruzarse en Sevilla con agentes de la Policía Nacional montados en estos animales, muchos de ellos criados en Garrapilos.
Los equinos participan en las misiones de orden público, de escolta a la familia real o de vigilancia junto a la Guardia Civil. Pero, además de dotar caballos, el centro ofrece un servicio público a los pequeños y medianos ganaderos para que puedan cubrir sus yeguas. No es extraño que los interesados visiten la cuadra de sementales del cortijo para verlos y seleccionarlos. “Pueden solicitarlo, se realiza la extracción, se envía y le llega en 24 horas”, detalla Daniel.
En total, el centro dispone de unas 400 cabezas de ganado -100 yeguas españolas, 12 árabes, los sementales y los potros- atendidos por 60 personas aproximadamente que conforman la plantilla. Aunque la mayoría son militares, también hay personal civil encargado de labores de mantenimiento o jinetes.
Cuando los potros machos cumplen 5 meses se procede al destete de su madre y se trasladan de Vicos, donde tiene lugar la reproducción, a Garrapilos. Aquí, “llevan una vida en semilibertad hasta los dos años y medio, en el campo es donde mejor están”. Después tiene lugar los desbraves, se les estabulan y comienzan a trabajar con la cuerda por primera vez.
Con tres años, los potros empiezan a realizar entrenamientos que consisten en la doma, el paso previo para poder montarlos. “No es militar, es un trabajo que, a parte de hacerle más dócil, mejora su musculatura y equilibrio”, explica Daniel.
Por último, seis meses después de cumplir tres años, los mejores se convierten en sementales mientras que el resto se destinan a las unidades. Los elegidos presentan un patrón racial, sin embargo, deben contar con el visto bueno de los veterinarios de la Asociación del Caballo Español para poder ser padre. “No solo por ser españoles pueden serlo”, indica el teniente coronel.
El relincho de los caballos irrumpe en el lugar mientras la plantilla continúa con sus quehaceres. En una sala, Vicente, natural de Jerez, le cambia la herradura a un equino. El cabo lleva 21 años como herrador. “Al mes y medio se las ponemos para que no pierda su aplomo y vaya lo mejor posible en su trabajo”, comenta concentrado.
“Llevan una vida en semilibertad hasta los dos años y medio”
Al mismo tiempo, en la sala colindante, Antonio Pacheco procede a la extracción de semen de otro caballo. El subteniente paradista, jerezano, supervisa cómo se realiza el proceso mediante un maniquí con aparato reproductor artificial y la presencia de una yegua para favorecer la libido. “Preparamos las dosis y las enviamos en cajas isotérmicas que van refrigeradas. El semen dura unas 48 horas vivo perfectamente”, explica desde el laboratorio mientras sujeta el bote.
En total, pueden llegar a cubrir hasta más de 1.000 yeguas al año desde Jerez a cualquier parte de España, y en ocasiones, a algún país de la Unión Europea.
En el exterior 30 potros corren con ímpetu, guiados por su respuesta natural, la huida hacia delante. “Es lo que lleva en su ADN, es un animal presa”, detalla Daniel mientras el conjunto deja una polvareda a su paso.
Todos presentan en el lateral derecho una marca que les identifica: la Y y la M. Además, si son españoles, la primera vocal de su nombre es la E mientras que, si son árabes, la A. Según explica el jefe de la Unidad, encargado de seleccionar los nombres, “es una tradición y es muy práctico”.
Tempul YM relincha como si se despidiera. A 20 minutos en coche, en el cortijo de Vicos, reina el sosiego. En plena época de nacimiento de potros, -de diciembre hasta abril- algunas yeguas están a punto de dar a luz. Sus barrigas lo revelan, han pasado 11 meses y pronto se pondrán de parto.
“Solo se estabulan cuando van a parir y la mayoría de los partos son sin asistencia y por la noche”, dice Daniel que recibe a unos 80 potros nuevos cada año.
“Los partos son sin asistencia y por la noche”
A su lado se encuentra Jordi, cabo natural de Ubrique, que se encarga de vigilar que todo marche sobre ruedas. “Tenemos una sala de cámaras, si hay algún percance venimos, pero normalmente se deja a ella sola”, añade frente a las yeguas. Según cuenta, “si a partir de las 2 horas el potro no se ha levantado por sí solo, hay que asistirlo, además hay que vigilar que mame”.
Las yeguas pasean con sus potros por el terreno, algunos más tímidos se esconden mientras otros observan a su alrededor.
No se separan de sus madres ni siquiera cuando son elegidas para someterse a la inseminación artificial, que se realiza en este cortijo. El pequeño espera pacientemente mientras el veterinario se coloca los guantes para que el ciclo continúe.
Algunos caballos no solo destacan como sementales sino también por haber participado en las olimpiadas de doma clásica. Enmarcados con sus jinetes en una sala para celebraciones repleta de trofeos, quedan en la memoria de este centro que también compone la oferta turística de la ciudad.