En 1940 la abuela de la familia, Joaquina Rosado, empezó a poner un puesto de chucherías en la calle Évora. Fue la primera que, quizás sin imaginarlo, marcaría el destino de toda una familia. Ella y su marido Pepe Perea tuvieron 9 hijos, y casi todos ellos continuaron el negocio familiar, creando una red de confiterías y obradores que se extendieron por todo el centro de Jerez.
En 1949, los hermanos Joaquín y Miguel Perea se establecieron en un local de la calle Levante, entre la Plaza de las Angustias y la calle Évora. Es el mismo que hoy regenta y atiende Juan Luis Perea, tercera generación de esta saga familiar. “Mi madre tenía una memoria prodigiosa y es la que me ha contado todo. Mi padre Joaquín y mi tío Rafa eran iguales, como dos mellizos”. Estas confiterías contaron en sus inicios con las aportaciones de este tío Rafael, “un Perea adelantado a la época que además sabía tratar bien a la gente y daba trabajo a personas con discapacidad”, explica Juan Luis.
Castañas pilongas, legumbres ‘Curto’, tambores de juguete, diabolos, trompos de madera, pipas ‘Emilio Arias Lizano’, caramelos asturianos ‘Toffe’ o caramelos de Tafalla ‘El Caserío’, son solo una muestra del surtido que ofrece a día de hoy “con muchísimo esfuerzo, porque las cosas han cambiado mucho, antes era estrecharse la mano y se llegaba a un acuerdo, ahora la logística es distinta”.
Juan Luis es maestro de escuela de formación, pero siempre tuvo claro que había que echar una mano en los almacenes de la familia ayudando a su padre Joaquín. “Yo estudié en los Marianistas, pero siempre fui con la cabeza muy alta, a mucha honra de mi familia”.
Juan Luis es un contador de historias sin freno, y es que a sus 61 años, es una de las personas que mejor conoce los intríngulis que esconden el centro y sus vecinos, de todos los comercios que han pasado por sus calles. “Yo conozco todo, veo a la gente pasar y me cuentan sus vidas, me hacen preguntas y me encanta ayudarles cuando puedo”, cuenta con cierta nostalgia señalando unos locales próximos que están cerrados.
"La gente ya no compra en el centro, pero yo seguiré haciéndolo siempre"
Una clienta se acerca a comprar una botella de agua antes de irse al Área Sur “porque allí no sabe dónde conseguir una con tanto lío de tiendas”. Juan Luis se ríe y señala cómplice, “¿lo ves? La gente ahora se va al Área Sur, y lo peor es que allí no saben ni dónde comprar agua. Esta clienta siempre para aquí antes de coger el autobús, pero ya no compra las cosas en los negocios del centro”.
El veterano confitero rememora historias de muchos vecinos y familiares, como uno de ellos que tenía una fábrica de lápices por el puente de la calle Medina. Una mujer se para a comprar castañas y él le recomienda que las cocine con carrillada. También habla con cariño de la periodista Isabel Noci, vecina de trabajo. Se emociona al entender que cuando llegue el cierre del negocio, con él se perderán las narraciones e historietas que él observa como testigo desde su mostrador.
“Este es el almacén más antiguo que existe, y tal y como está la cosa, es muy difícil y cuesta mucho trabajo mantenerlo. El músculo se cansa y sería una pena que con mi jubilación se perdiera el negocio”, cuenta Juan Luis. “Soy como un trapecista”, añade.
"Jerez era fuerte y el Villamarta la joya de la corona”
Hermanos Perea llegaron a contar con 10 confiterías por todo el centro, la más famosa era la de la calle Mesones. “Tú pregúntale a personas mayores por nuestras tartas nupciales, muchos encargaron la suya en nuestro obrador”. También recuerda la confitería de la calle Medina: “En mi vida he visto a tanta gente en una confitería como en esa. Se llenaba de gente que iba al cine al Teatro Villamarta. Jerez era fuerte, y el Villamarta la joya de la corona”. “Ahora hemos tenido que adaptarnos a los tiempos. Todo cambia muy deprisa, todo cambia mucho de moda y dura poco”.
En estas fiestas Juan Luis hará, como todos los años, un gran pedido para que todo quede muy exuberante y llame la atención, con chocolatines y bombones clásicos. Para sus compras navideñas (o cualesquiera que haga), irá, como siempre, a la sastrería Amara, a Justo Confecciones, a Roberto Garrudo o a la cuchillería La Tijera: “Me considero el último mohicano”.
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