480 metros cuadrados donde hay vida. Las plantas asoman sus hojas y se agarran a la tierra en un extremo del parque metropolitano Marisma de los Toruños y Pinar de la Algaida. En pleno corazón de la Bahía de Cádiz varias personas, de forma voluntaria, se esfuerzan por cuidar las especies que han cultivado en unas 17 parcelas, algunas compartidas.
Este rincón llamado Huertadura es un espacio ubicado en el aparcamiento previsto junto a un centro de actividades, similar a la Casa de Los Toruños, aún sin construir. El huerto público pertenece al parque pero son unas veinte personas atraídas por la agricultura las que se encargan de que haya frutas y verduras de temporada.
“Aquí podemos producir nuestra propia comida”, comenta Vicente Hamers, de 46 años, nacido en Bruselas. Este autoproclamado ciudadano “del mundo” es uno de los ecohortelanos que dedican su tiempo a la plantación y el riego de zanahorias, puerros o coles. Aterrizó en la provincia de Cádiz hace ya 34 años y hace una década, comenzó a interesarse por este tipo de iniciativas junto a su hija. Actualmente, es copresidente del huerto colectivo Huerto Real, aunque comparte parcela con dos amigas y le gusta desplazarse a otros lugares para crear sinergias.
Vicente se mueve de un lado a otro mientras señala las plantas que pueblan el espacio. Laurel, pimientos… los frutos aún no han brotado en este huerto cuyo origen se remonta a 2015 cuando se incorporó un equipo nuevo al parque metropolitano que llegaba con ideas innovadoras. “Apostamos por impulsar distintas dimensiones de la agricultura ecológica. Así montamos el primer ecomercado en Los Toruños, y, al mismo tiempo, el huerto”, explica Pepe Carmona, técnico de gestión del parque dependiente de la Consejería de Fomento, Articulación del territorio y Vivienda de la Junta de Andalucía.
Él fue uno de los impulsores de esta iniciativa que pretendía “desarrollar un espacio de cultivo ecológico con los vecinos y vecinas de la zona, pensado más para la divulgación que para la producción”. Además, buscaba entablar relaciones y convertirse en un lugar de ocio y convivencia en la naturaleza.
Pepe ya había defendido estos proyectos con anterioridad. El sevillano había formado parte, a principios de los años 90, del movimiento social que sacó adelante los primeros huertos urbanos públicos de España. Más de un centenar de parcelas de 150 metros cuadrados cada una que se instalaron en el parque Miraflores de la capital hispalense.
Su lucha supuso un antes y un después en este mundo, que comenzó a extenderse a numerosas ciudades. “Ahora prácticamente no hay ninguna población en España que no tenga huertos puestos en marcha o planes de hacerlos”, dice Pepe desde los cultivos próximos a la barriada Río San Pedro.
"No hay población en España que no tenga huertos"
El proyecto arrancó gracias a los esfuerzos del organismo público y a los propios vecinos y vecinas, que por entonces, buscaban un lugar para desarrollar su huerta. Anteriormente, habían intentado llevar a cabo sus plantaciones en un espacio público del que fueron expulsados cuando se inició la construcción del puente de La Pepa.
Ambos se dieron la mano y levantaron este huerto que, en un principio, estaba formado por una sola parcela común en la que todos eran responsables de todo. Con el tiempo, y "debido al alto nivel de organización" que exigía este sistema, acabó dividiéndose.
Está a punto de anochecer. La luz se resiste en el espacio frecuentado, como mínimo una vez a la semana, por vecinos de la barriada que comparten inquietudes. Se conocen y charlan mientras disfrutan de su hobby. Francisco Javier Santos, de 36 años, residente en Puerto Real, lleva unos cinco años produciendo sus propias hortalizas.
“Algunas las regalo a algún vecino que viene dando un paseo. En estas fechas gustan muchos las acelgas”, dice al mismo tiempo que introduce las semillas de brócoli en un semillero.
Después, serán trasplantados al huerto donde priman las frutas y hortalizas de temporada. Francisco Javier tuvo la oportunidad de formarse en talleres que organizaban distintas asociaciones como La casa de los colores o La buena siembra y se apuntó. “Siempre me han llamado la atención las plantas, la familia de mi mujer es hortelana de toda la vida”, cuenta a lavozdelsur.es.
A lo largo de estos años muchas personas han trabajado en grupos y han aprendido los entresijos de la ecoagricultura, que más allá de la producción, contribuye a la conservación medioambiental. “Esos son hoteles de insectos, les facilitamos un sitio a los polinizadores”, señala Agustín , jienense de Villarodrigo afincado en Cádiz desde hace más de 40 años.
En su parcela hay lechugas, ajetes o cebollas que cuida con esmero desde hace un año. Según cuenta, “me encanta la agricultura, mis padres tenían huertas y cuando salíamos de la escuela nos llevaban allí”.
En Huertadura también atienden visitas de alumnos y alumnas de centros educativos que se acercan a aprender a respetar el ciclo natural de los alimentos dejando de lado los productos químicos. Sostenibilidad, diversión y comunidad desde Puerto Real.
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