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La increíble historia de Hans, de niño soldado en el bando nazi a defender Doñana, la paz y la dehesa

Nacido en 1927, pertenece a la 'quinta del biberón' del nazismo. Con 18 años ya era un excombatiente y tuvo la oportunidad de entrar en Siemens, donde pasó de aprendiz a tener 180.000 personas a su cargo. Fue comisario del pabellón alemán en la Expo y acabó montando una fundación en Huelva, donde vive desde los 90

Hans-Gerd Neglein, en el reportaje de lavozdelsur.es
Hans-Gerd Neglein, en el reportaje de lavozdelsur.es MAURI BUHIGAS
16 de febrero de 2025 a las 19:27h

Hans-Gerd Neglein es la misma historia mirando a los ojos y hablándote. Porque a él no le tienen que contar la Segunda Guerra Mundial. Él estuvo allí. Y participó de aquella locura, como adolescente soldado, en la generación de los más jovenes que fueron reclutados, lo que en la Guerra Civil se vino a llamar la quinta del biberón. Pero mantiene los recuerdos de casi un siglo. Nació en 1927 en la región del Ruhr, dentro de la región de Westfalia, la de Dortmund, Colonia, Düsseldorf.

Su padre era médico, cuenta, pero sus padres se separaron y el pequeño Hans se quedó con su madre, a la edad de cinco años. Entonces, ella se unió a un joven ingeniero que había tratado de ganarse la vida en Estados Unidos, pero a cuenta de la crisis del 29 volvió a Alemania. Se convirtió en su padrastro y encontró acomodo en el ejército alemán, aquel que silenciosamente iba rearmando Adolf Hitler, ya en el poder, y que se saltó el tratado de paz posterior a la Primera Guerra Mundial. 

"Escuchamos gritos cerca de la estación. Nos dijeron que eran personas que iban a trabajar en la agricultura. Hoy sabemos que iban a Auschwitz"

"Con 15 años y medio me reclutaron de forma obligada", recuerda desde una finca en la localidad de Santa Olalla del Cala, en la confluencia de Huelva, Sevilla y Extremadura, donde puso en marcha una fundación para defender Doñana y la dehesa. A la entrada de la finca, una encina de casi 500 años, declarada monumento natural, dedicada a Arthur Wolff, un judío alemán que después de la Segunda Guerra Mundial marchó a Brasil a rehacer su vida. Uno de los mejores amigos de Hans, símbolo de esa reconciliación que llegaría tras la locura de la guerra. A fin de cuentas, fue un niño soldado nazi, un menor de edad con un uniforme militar.

"Él había sobrevivido a la gran marcha de la muerte de Hitler. Le llevaron hasta Austria andando, para trabajar en la que los nazis decían que era la fábrica del arma milagrosa que haría ganar la guerra". Caminaron entre la nieve y el frío, mal preparados, procedentes de campos de concentración. Desmayado por una pulmonía, Arthur se rindió y los soldados no le mataron porque pensaban que ya estaba muerto. Logró refugiarse en un pajar escondido gracias a un soldado alemán que había desertado. "Estuvo seis semanas inconsciente, pero milagrosamente sobrevivió y se marchó a Brasil". Ambos, Hans y Arthur, se conocieron en 1961, jugando al golf.

Durante la guerra, Hans recuerda que le asignaron trabajos como el de las baterías antiaéreas en Szczecin, hoy por hoy Polonia. Llegó a ver los trenes que iban a Auschwitz, los convoyes del Holocausto. Y a oírlos. "Un día escuchamos gritos al pasar cerca de una estación. Unas personas nos dijeron que iban al Oeste de Alemania para trabajar en la agricultura... Hoy sabemos que eran los transportes a Auschwitz".

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Una imagen de Hans en la guerra, en su libro autoeditado, en alemán, y que se está traduciendo al español. MAURI BUHIGAS

La Segunda Guerra Mundial y el nazismo fueron consecuencia de muchos factores. En la ideología del nacionalsocialismo, hay precedentes que se remontan a muchas décadas atrás, como la teorización del racismo. Científicos del XIX que estudian más en profundidad que nunca antes la biología humana, que viajan por el mundo, especialmente por África, para determinar las diferencias entre pueblos. Y había otros precedentes más recientes. En Alemania, surge un resentimiento muy fuerte tras el tratado posterior a la Primera Guerra Mundial, que castigaba como perdedor al país por haber creado aquel conflicto. Además, hubo clases pudientes que apoyaron al fascismo en toda Europa por garantía de lucha contra el comunismo soviético y sus peligrosas ideas para sus intereses.

En la Alemania previa al 39, año de inicio de la Segunda Guerra Mundial, "nos adoctrinaron contra los judíos", rememora Hans. "Cuando Hitler tomó posesión, yo tenía seis años". En la escuela ya recibía esos mensajes contra el judaísmo. La propaganda nazi, estudiada procelosamente en las universidades de todo el mundo hasta la actualidad, llegaba a todas las capas de la sociedad. Apuntaban contra judíos, pero también contra comunistas y contra cualquiera que no siguiese las reglas de comportamiento, los que consideraban maleantes. En ese último grupo entraron gitanos, homosexuales...

"Hoy en Alemania no se habla bien de Hitler, pero sí de sus políticas", denuncia Hans

Ahora, echando la vista atrás, no puede más que rechazar a la AfD, Alternativa para Alemania, que en las encuestas figura como segunda opción política entre los alemanes, rondando el 20%. Políticos de la AfD que han sido juzgados por parafrasear a Hitler, ya que el nazismo está perseguido oficialmente en Alemania. Pero la ultraderecha se cuela por la puerta de la democracia ya casi sin sigilo. "Estoy totalmente en contra de la AfD", explica Hans. Sus mensajes directamente "no son contra los judíos, pero son contra los inmigrantes". 

En Alemania, lamenta, "aunque no se haba bien de Hitler, pero sí de sus políticas. Si alguien dice que Hitler era fantástico, va a juicio, pero sí hay gente que opina positivamente de él. La AfD tiene un espíritu nazi". Hans, que ha sido un alto empresario, ha votado a la opción conservadora de la CDU, el partido de Angela Merkel. Pero ahora "nunca les voy a apoyar". Porque ese llamado cordón sanitario en el Parlamento se ha roto y ambos partidos votaron a favor de una moción este pasado mes de enero contra la migración, contra los demandantes de asilo. Porque un testigo de aquel tiempo no sabe más que rechazar ideas que guardan relación con el horror del nazismo.

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Hans, en la vivienda de la Dehesa San Francisco.   MAURI BUHIGAS

A Hans le preocupa mucho lo que está ocurriendo, lo que se parece aquel tiempo al actual, advierte. Incluso escribió un libro contando su experiencia en la Segunda Guerra Mundial, de la que habla con naturalidad, sin querer que nadie la olvide. Ese libro, originalmente en alemán, se está traduciendo al castellano. 

La vida tras la guerra

En 1944, el padrastro de Hans muere en un blindado, en una batalla contra los aliados. Un año después, Hitler se suicida en su búnker de Berlín y el nazismo se rinde, para bien de la humanidad. El balance, varias decenas de millones de muertes. Unos doce millones de personas en los macabros campos de exterminio y de concentración, la mitad judíos.

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Hans, con Ernestine, su mujer, también alemana, y clave en su idilio con Doñana y la dehesa.  MAURI BUHIGAS

Alemania estaba en sus cenizas. Pero rápidamente se pusieron en marcha las industrias, gracias al Plan Marshall, sobre todo. Mientras en Nuremberg se sentaban los altos cargos nazis para ser juzgados por sus delitos contra la humanidad, el resto del país tuvo que reconstruirse. Hans volvió a estudiar. Tenía 18 años y ya era un excombatiente. 

"Fue imposible estudiar medicina después de la guerra"

Para chicos como él, se diseñaron cursos rápidos para entrar a trabajar. Algo que recuerda, en realidad, a la actual FP Dual: estudiaba en aulas pero también era formado por las propias empresas. Estuvo un tiempo en la dura vida del campo, pero salió una oportunidad en Siemens. "Quise estudiar medicina, como mi abuelo, como mi padre, pero fue imposible". Su madre dependía económicamente de él, porque hasta unos años más tarde, ya en los cincuenta, no empezó a cobrar la pensión de viuda del ejército.

Además, el país estaba controlado. Las fuerzas británicas, francesas y estadounidenses tomaron el control de Alemania occidental, la República Federal. Los soviéticos hicieron lo mismo en su lado oriental, la República Democrática, que serían dos países hasta que cayó el muro de Berlín y la URSS se desintegró. En aquel contexto de ocupación efectiva de los aliados en el país, cambiar de ciudad, desplazarse, estaba limitado, por lo que solo estudiaron medicina aquellos que en su ciudad tenían universidad.

180.000 personas a su cargo en Siemens

Hans pasó del campo a Siemens tras verse sin apenas recursos. Fue creciendo, de aprendiz, hasta llegar a ser uno de los cargos más altos en la compañía. En el 53, una vez que su madre podía vivir de la pensión, con 27 años se marcha. Muchos países del mundo se dedicaron, durante la Segunda Guerra Mundial, a expropiar bienes y empresas de Alemania. En aquellos años, mientras la República Federal se buscaba un nombre de nuevo en el mundo, hubo negociaciones a muchos niveles para ir recuperando el patrimonio, clave para que Alemania volviera a ser una potencia, aunque esta vez dentro de una Europa democrática. Le ofrecieron dos destinos si quería salir del país: India y Brasil. Y eligió este último. A sus 27 años, se vio en Sudamérica, sin una palabra de español ni de portugués, cambiando el clima y el color. Río y Sao Paulo, nada menos. Con dos años también en Colombia.

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La placa que recuerda a Arthur Wolff.   MAURI BUHIGAS
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La encina de unos 500 años, a la entrada de la Dehesa San Francisco, de la Fundación Monte Mediterráneo.  MAURI BUHIGAS

Logró recuperar la fábrica y multiplicó el número de empleados hasta los 4.000. En aquellos años fue cuando conoció a su amigo del alma Arthur, jugando al golf. Moriría en los 90 y fue cuando Hans, antes de morir, le prometió que su nombre se colocaría bajo la encina de cinco siglos de la finca.

Hasta el 68 estuvo en Brasil, donde nacerían los hijos de su primera mujer. Le llamaron de vuelta a Alemania y acabó siendo el CEO de ventas de Siemens. Por volumen, llegó a tener "180.000 personas al cargo". Tiene fotos con los presidentes de muchísimos países, con los que se reunió constantemente para proyectos. Con Gorbachov, con el rey Juan Carlos I. Fue clave para la construcción de la represa de Itaipú, la mayor central eléctrica del mundo en aquel momento, hasta que en 2011 la de las Tres Gargantas en China la superó. 

Y Sevilla en el 92

Entre sus cargos, aunque sin vivir en el país, también estuvo el de presidente de Siemens España. La jubilación le llegó en 1992, apenas un mes antes de iniciarse la Expo de Sevilla. Es tradición en Alemania, cuenta, que se le ofrezca ser comisario general de la delegación alemana a algún gran empresario. Así se vio dirigiendo el pabellón alemán. Inicialmente, iba a representar a la República Federal de Alemania, pero tras la reunificación tuvo que reorganizar el pabellón para incluir a la Alemania unificada. Tuvo que cambiar todo el programa, participación de invitados, diseño... Para celebrar ante el mundo la unión renovada.

Para preparar el pabellón de Alemania, se reunió con alemanes que tenían puestos de responsabilidad en España. Así acabó conociendo a la joven Ernestine Lüdeke, tres décadas más joven que él. Se enamoraron y hoy siguen juntos. Ella trabajaba en el Ministerio de Cultura de España, en gabinetes como el de Jorge Semprún. Una filóloga hispánica que hacía vida en Madrid a finales de los 80 y principios de los 90. Que también cayeron rendidos ante el esplendor de Doñana. 

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Hans, en la vivienda de la fundación, ubicada en Santa Olalla del Cala.   MAURI BUHIGAS
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Hans, con Gorbachov, en Moscú, poco antes de jubilarse.   MAURI BUHIGAS

Para cuando acabara la Expo, Hans decidió que se vendría a España. Pero no a Marbella o a Mallorca, como otros jubilados alemanes. Tenía dinero, el que había ganado en Siemens, y unos últimos años para disfrutarlos. Pero decidió empezar de nuevo a construir de cero, preocupado por un gran mal que amenaza al mundo, el cambio climático. Doñana es lo que separa el desierto del Sáhara del resto de Europa. Es clave para toda Europa mantener vivo el parque.

La vida de un comisario general en aquella Cartuja del 92 era la de casi un jefe de Estado, porque era a este tipo de perfiles a los que recibía. Le habían puesto chófer, casa... Pero se dedicó a ir al parque a conocer cada vez más, a empaparse de su historia, de sus necesidades. Primero, colaboraron ambos con la Fundación Doñana, buscando cada vez más fondos para dedicarlos a su conservación.

"Vendíamos las entradas que nos daban de los conciertos de la Expo en el Maestranza". Y hasta 'colaron' un pin por 5.000 pesetas al rey Juan Carlos, cuando fue a visitar el pabellón alemán, y en vez de 20 duros, la persona que iba custodiando al monarca no llevaba suelto. Nunca le devolvieron el cambio al rey y esos 30 euros de hoy también fueron a Doñana.

Finalmente, la pareja inició una aventura, la de la Fundación Monte Mediterráneo, para salvar la dehesa, en la Sierra al Norte de la provincia de Huelva. Una finca que esconde un trozo del Muro de Berlín, unos hierros rodeando a una piedra. Testigos directos, como Hans, de la locura del siglo XX. Los buitres rondan en este rincón de la Dehesa San Francisco, el espacio que ocupa aquí la Fundación, por varias hectáreas. Pero esa es una segunda historia. Esta es la de Hans, que está apartado ya de esa actividad, pues la fundación ahora la preside Ernestine. 

Sobre el autor

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Pablo Fdez. Quintanilla

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