Para los que peinan canas y para algunos que todavía no lo hacen puede parecer mentira, pero hay una generación al completo que ha crecido sin saber lo que era un carrete o sin ser consciente de que las posibilidades que tenías para inmortalizar un momento eran muy limitadas. Móviles y cámaras digitales permiten disparar de una forma prácticamente infinita.
Esto no siempre ha sido así. Las cámaras analógicas obligaban a pensar cómo y cuándo querías gastar una de las pocas fotografías que permitían hacer. Parecía que todo ello había pasado a mejor vida con el desarrollo tecnológico. Sin embargo, lo que parecía ya un recuerdo del pasado está volviendo con fuerza. Y lo mejor de todo es que esta pequeña revolución la están liderando los jóvenes. Esa generación que no conoció durante su infancia las Kodak desechables.
Cada vez son más los que se apuntan a dar un paso atrás en el tiempo para captar momentos de una forma diferente. Esto también está provocando el aumento de laboratorios y lugares de revelado. Sevilla es buen ejemplo de ello. Uno de los que en el futuro podrá decir "nosotros ya estábamos allí" es SolLab, un laboratorio situado en Nervión en el que trabajan Víctor, Raquel, Almudena, David y Alicia. Nació hace seis años como un proyecto entre amigos.
El inicio fue peculiar porque el objetivo era mantener viva una de las grandes máquinas que utilizan, fabricada en los años 90. "Era solo para revelar entre nosotros porque había ya una decadencia". La máquina pertenecía a IMC, un mítico laboratorio de la calle Adriano que cerró. Lo que empezó como un revelado entre amigos, acabó convirtiéndose en una red donde el boca a boca se encargaba de traer a otra gente para el revelado. "Poco a poco la cosa empezó a ser más seria", cuenta Víctor.
Darle un segundo uso a la máquina hizo que estuvieran antes que el resto. "No sabíamos hacia dónde iba la foto analógica, era algo personal", dice Raquel sobre el momento en el que todo empezó a crecer. "Hemos tenido la suerte de estar en el momento justo". El proceso del revelado sigue siendo un proceso químico que no ha cambiado en todos estos años y consiste en sacar la película de un chasis metálico y procesarla a través de diferentes sustancias. Las películas, de hecho, no han cambiado y cada día reciben de los años 70 u 80.
A algunos kilómetros de allí, en el Casco Histórico de Sevilla, se encuentra Javier, un joven de Arcos de la Frontera que estudió Bellas Artes y que, tras años trabajando en laboratorios de toda Europa, decidió embarcarse en el proyecto de Nadacarrete. Él no estaba con su negocio cuando estalló el boom de lo analógico, pero es otro amante de la fotografía. Al fondo del local está el característico cuarto oscuro. "No le veía sentido a abrir sin tener uno", explica a pesar de que económicamente no es lo más rentable. Allí, las máquinas como la ampliadora de color o blanco y negro, así como la procesadora de papel también tienen décadas a sus espaldas. "No se han creado nuevas ampliadoras ni nuevas marcas", señala sobre el proceso, aunque se están reacondicionando algunas con luces led.
En SolLab han vivido en primera persona el aumento de 'fotógrafos analógicos'. "Para nosotros ha sido un acompañamiento muy bonito porque igual que a nosotros nos enseñaron en algún momento ahora somos nosotros los que enseñamos ya que no nacemos sabiendo foto analógica", comenta Víctor. En sus redes intentan ser didácticos porque, aunque para algunas generaciones son cosas obvias, para aquellas que han nacido en la era digital no lo son.
El perfil, puede parecer mentira, pero sigue un patrón claro. "Lo más bonito que nos ha pasado es que la media de edad del cliente es de menos de 25 años y apenas ha trabajado en digital", añade Almudena, de SolLab. "Rehúye de los mil millones de megapíxeles. Está buscando la imagen nostálgica de no saber qué es lo que va a salir. También les está enamorando recuperar las cámaras de sus padres".
Javier, de Nadacarrete, también fue prácticamente autodidacta con la fotografía analógica debido a que en sus estudios apenas tenía presencia. Ahora mira hacia atrás y explica el resurgimiento de esta práctica en la sociedad. "Yo creo que viene como una respuesta rebelde de las nuevas generaciones. Esta generación ha estado tan metida en lo digital, la tecnología y la rapidez que la fotografía analógica ahí resurge y da un punto de fuerza para hacer que los pies estén en la tierra. Es un acto rebelde a la burbuja artificial".
"Es una especie de reacción", agrega Raquel en SolLab. "Ahora que todo es megaHD la gente joven quiere lo contrario". Para ello, paradójicamente, las redes sociales han hecho mucho, según Almudena. "A los jóvenes les llama la atención que tal artista utilice la fotografía analógica porque es un estilo que no pueden conseguir con un filtro de instagram". En este laboratorio creen que la sensibilidad a la realidad que consigue es clave. "Una imagen más plástica", definen.
Existen dos claves emocionales que apuntan los participantes en este reportaje. Javier habla de lo tangible y tener el negativo. "Es una parte super importante tener el recuerdo tangible, la memoria física", afirma. En SolLab añaden otra variable. "Estamos cansados de ir de viaje con el móvil y hacer mil fotos para quedarte con cinco. Con la analógica son 36 las que tienes guardadas sin saber qué ha salido y con incertidumbre. Eso ya no existe en nada". "Es más una cosa romántica sobre tu propia forma de trabajar que decir que se obtienen resultados que no te dan otras técnicas. Aunque la tonalidad que te va a dar el papel y la química no te va a dar la digital", explica Javier desde su laboratorio.
El aumento de usuarios ha provocado un aumento de la competencia en el negocio. En Nadacarrete señalan que el sector sigue siendo pequeño por lo costoso que es. Sin embargo, aquí apuntan, sobre todo, a una falta de profesionales en Andalucía comparado con otras regiones. En SolLab destacan las buenas relaciones. "Todos los laboratorios se terminan especializando en un sector, no hay rivalidad ni competencia vocacional. Están dando mucha calidad y eso retroalimenta la comunicad", afirma Almudena. Precisamente, SolLab recibe varias peticiones de nuevos laboratorios para pedir consejo igual que ellos han recibido ayudas de otros. "Es una red muy bonita".
En cualquier caso, Javier cree que hay futuro en el sector. "Kodak ha dicho que va a producir películas hasta 2030. Hasta ese momento habrá, pero creo que el futuro está en manos de los propios fotógrafos. Estamos en un momento de estabilidad, ahora hay que ver cuáles van a ser los siguientes pasos".
En Nervión lo ven similar, "igual que el vinilo se mantiene y hace seis años era impensable, yo creo que va a seguir habiendo gente apasionada de la fotografía que va a seguir dándole a lo analógico. Seguramente vaya con picos, pero ya se ha tocado un nicho de gente mayor que quiere revelar carretes y de gente muy joven que no había tenido la oportunidad y que ahora ya tiene infraestructuras y mucha información".
La dificultad de conseguir las máquinas
La maquinaria para el revelado ya no se fabrica. Las que existen tienen varias décadas de vida y, por lo tanto, eso también dificultad bastante su reparación en caso de que se estropeen. En los dos laboratorios en los que ha estado lavozdelsur.es, las máquinas con las que se trabajan fueron fabricadas entre 1970 y 1990. En SolLab tuvieron que arreglar una de ellas a través de una videollamada con un ingeniero australiano. Ahora han encontrado en Chequia a un hombre mayor que sólo habla checo y que vende piezas muy específicas. Solucionar estas cuestiones es tan díficil como divertido. Javier, de Nadacarrete, ha optado por adentrarse en el mundo de las reparaciones de las cámaras analogicas. Algo que hace a través de muchos tutoriales y de forma autodidacta. "Si hay cámaras y hay interés, va a seguir habiendo carretes. Y si hay carretes y hay fotógrafos, hay gente con la pasión de seguir creando".
Comentarios