Cuando Julio César describió en su famoso libro De bello civili que Carmona era, "de entre todas las ciudades de la provincia Bética, la más fuerte", no exageraba con hipérboles. En su guerra contra Pompeyo alabó a los habitantes del cerro de Los Alcores, pues consiguieron expulsar de la ya entonces monumental ciudad a Varrón y sus castigadas tropas. Fue el fin del comandante militar y uno de los pasos definitivos para afianzar el poder del futuro cónsul y dictador perpetuo de Roma. Y, bajo el mismo suelo en el que ocurriera aquella batalla en torno al 49 a.C., una inmensa red de minas de agua abastecería a fuentes, viviendas palaciegas y a las propias termas, situadas en la actual plaza de Julián Besteiro.
Arrastrado por la historia y por la amistad del recientemente fallecido José Millán, Pepón, que fuera presidente y principal valedor de la Asociación Andaluza de Exploraciones Subterránea (AAES), el arqueólogo municipal Juanma Román, comenzó a bajar en 2016 como si de Julio Verne en su Viaje al centro de la tierra se tratase. Junto a sus compañeros de la AAES, este Otto Lidenbrock rockero, amante de AC/DC, Led Zeppelin o Pink Floyd, lleva ya más de 15 kilómetros de minas romanas descubiertas y prevé que serán bastantes más en el futuro.
Una maravilla de la ingeniería civil
Cuando en el año 2016, a iniciativa de la AAES y el Ayuntamiento de Carmona, se firman los pertinentes convenios de colaboración para iniciar las exploraciones y estudio del patrimonio subterráneo existente tanto bajo la ciudad como en el resto del término, Carmona fue pionera. El Ayuntamiento vio, en esta iniciativa, una importante oportunidad para sumar a la ya extensa nómina del patrimonio de la ciudad, las minas de agua romanas. Tras los primeros estudios de la mina de Alcaudete llegaron los de la mina de San Antón, que fue clave para el desarrollo de la ciudad, con especial despegue en época medieval, casi quince siglos después de su construcción. Una tapa de registro, varios peldaños de bajada y el reloj se para, justo al lado de la Fuente de los Leones, con La Giraldilla sobre la torre de San Pedro de vigía.
"Esta mina es clave para entender cómo se construyeron estos complejos sistemas subterráneos y con qué finalidad", indica Román. En su tramo final, a sus caudales se sumaban los de otras tres minas (Alameda, Cerezo y calle Sevilla) que salían al exterior a través de un impresionante conducto construido con sillares y techumbre de losas a dos aguas. Dicho conducto se conserva prácticamente igual que hace dos milenios, los mismos años que lleva dando agua y siendo usada por decenas de generaciones, justo al lado de la Alameda de Alfonso XIII, lugar histórico de esparcimiento de la ciudad.
Este tramo, visitable para espeleólogos y arqueólogos, "tiene un acceso fácil, teniendo en cuenta que no tenemos que bajar descolgándonos por un pozo a 20 metros de profundidad", bromea. Las aguas que surgen del subsuelo son cristalinas y, en origen, de gran pureza, "aunque hoy no pueden ser consumidas pues podrían estar afectadas por posibles filtraciones residuales desde la superficie", aclara el arqueólogo.
"A principios del siglo XVI se realizaron las operaciones necesarias para aprovechar estas aguas subterráneas y construir la fuente pública de la ciudad. En el Archivo Municipal se conserva un documento que aporta información de gran interés: una cédula de la reina Juana I de Castilla, Juana la Loca, en la que recoge cómo el Concejo de Carmona le solicitó 500.000 maravedíes para construir una nueva fuente (la de los Leones) y dos pilares para el ganado (los de la Alameda), así como para la expropiación de varias casas con el fin de abrir una nueva calle (la de La Fuente) para que los vecinos pudiesen acceder al agua con mayor facilidad", explica Román.
De las cuatro minas, tres se destinaron al abastecimiento de los pilares para el ganado y una, la de San Antón, para la fuente, evitando así problemas de salubridad y siendo el punto principal para suministro de agua potable de la ciudad hasta mediados del siglo XX.
Una mina, la de San Antón, que llegaba, arrabal arriba, hasta la ermita de San Antón, donde el rey San Fernando emplazó su campamento para conquistar Carmona. Sin embargo, la conservación de la mina se vio perjudicada con el expansionismo urbanístico: "Cuando se urbanizó la zona en los años 60 y 70, muchos de los pozos de registro (lumbreras) fueron taponados con escombros, y ese es el principal problema que, en distinta medida, encontramos para la exploración de todas las minas, especialmente en las urbanas, y que empezó a producirse desde la antigüedad".
La leyenda del Tío Martinito
El mundo de los pozos en Carmona ha estado siempre lleno de leyendas urbanas. Cualquier vecino habla del famoso Tío Martinito, un ser del inframundo que habitaba en los pozos y que se llevaba a aquellos infantes imprudentes que se sentaban al filo de los mismos: "Además de él, personas ya mayores recuerdan que, en su época, en plazas y mercados, se decía que si fulano se metió por el pozo de no sé qué casa y salió por el pozo de no sé quién; que si este pozo conecta con las Cuevas de la Batida, algo imposible geológicamente; que había túneles en los que podían pasar hombres a caballo… Pero cuando el río suena es porque agua lleva, nunca mejor dicho. Algo había ahí. No eran simples pozos de agua". "Lo que no nos imaginábamos es que existiera este impresionante y enorme sistema subterráneo", indica.
La información oral recopilada ha sido clave y, tras las rúbricas del ya citado convenio de colaboración, "se forma un equipo multidisciplinar que incluye, mayoritariamente, espeleólogos, con el recientemente desaparecido Pepón Millán como líder y motor de todo el grupo; un ambientólogo, Enrique Peña; un geólogo, Antonio González y un arqueólogo que soy yo. Y comenzamos con los estudios: inspeccionamos con cámaras de vídeo todos los pozos a los que tuvimos acceso para ver si tenían galerías; a explorar y estudiar todos los tramos, recopilar gran cantidad de información de todo tipo (documentos, planos, fotografías...), pero sobre todo la transmitida por los vecinos", afirma Román.
La leyenda del Tío Martinito tenía su base de verdad, al igual que esa información que se fue transmitiendo de padres a hijos, de abuelos a nietos, a veces algo inexacta por no haber registros escritos; pero que al equipo multidisciplinar y a Juan Manuel Román, décadas después y en poco tiempo, ha conducido a hallazgos muy relevantes.
Estalactitas, fauna única y agua útil
La vida dentro de las minas es oscura, sombría y, como dice Román, "da hasta pena remover los sedimentos para poder contemplar la transparencia y brillo de un agua tan cristalina". Aguas en las que habitan especies desde tritones hasta pequeños crustáceos e insectos que han hecho del interior de las minas su hábitat. Gracias al aislamiento de este hábitat, es muy posible que se descubran nuevas especies que aún están en fase de estudio. Pero sin duda, la mascota de estas minas es el gallipato, un anfibio muy presente en las minas de agua "pero poco dado a fotografías", bromea. A todo este ecosistema se une la formación de estalactitas, coladas y otras formaciones, elementos geológicos "que se han generado por la precipitación del carbonato cálcico del agua", añade.
Con el equipo multidisciplinar, Román sigue con el proceso de catalogación y, sobre todo, de establecimiento de normas de protección y mantenimiento de las mismas, tanto con la Junta de Andalucía como con el Ayuntamiento de Carmona: "A los valores patrimoniales históricos o arqueológicos, hay que sumar otros como los geológicos, hidrológicos, antorpológicos o biológicos".
"Los caudales de las minas generaron auténticos oasis de vegetación en medio de auténticos secarrales, como pueden ser los casos de Martín Pérez o de la misma Alameda".
Además, durante los siglos XVI y XVII hubo una expansión de los molinos hidráulicos en la ciudad para la molturación del trigo aprovechando la caída del agua por el escarpe de los Alcores y que continuaban ya en terreno llano de la vega con pilares para el ganado, ahora, el redescubrimiento de estas construcciones va por otros derroteros: "Llevamos ya un tiempo con un proyecto muy interesante junto a Limancar, la empresa pública de limpieza y mantenimiento del Ayuntamiento de Carmona. Estamos intentando que todos los parques públicos que tengan minas en el subsuelo puedan ser regados con sus aguas", algo que ahorraría bastante líquido elemento en época de escasez.
De hecho, la famosa Ciudad de los Niños, visitada por centenares de personas a diario de dentro y fuera de la ciudad en la rica zona de Los Villa, "ya está siendo regada con aguas de las minas, así como para el llenado del estanque artificial donde viven varias familias de patos", incide.
Divulgación y turismo, en el horizonte
Junto a José Pérez, miembro de la AAES, Román sigue surcando la mina de San Antón, una de las más estudiadas. Y es aquí donde también se han llevado a cabo investigaciones científicas muy relevantes: "En el 2021 se realizó, gracias a SEO BirdLife, un estudio sobre la presencia de microplásticos en las aguas subterráneas, junto a los amigos de Zingrin, y los resultados fueron clarividentes: llegan incluso hasta estas aguas, pero en menor presencia gracias a la filtración de la roca".
Asimismo, junto a la delegación de Turismo y Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Carmona y del propio servicio de Arqueología municipal, se encuentran ahora mismo en la primera fase del proyecto para poder hacer visitable algún tramo de estas minas. "No serán visitas al uso, claro está, porque tienen sus dificultades, sobre todo por el tema de la conservación del bien. Ahí no se pueden colar treinta turistas cámara en mano. Hay que estudiarlo bastante bien y tener los permisos pertinentes", explica. Pero cree que es una buena oportunidad para que, al menos, "el tramo que se visite pueda servir como interpretación de las más de 27 minas ya estudiadas y topografiadas", agrega.
El poder de las redes sociales y el recuerdo de Pepón
Historia y modernidad a veces se dan la mano para un buen fin. Y así ha sido con las minas romanas de agua. Mucho de los hallazgos más sorprendentes vinieron a raíz de la publicación de los mismos tanto en los perfiles del alcalde de la ciudad, Juan Ávila (PP) como de la Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas (AAES): "Ha sido especialmente sorprendente cómo han funcionado en Facebook. Cuanto más se ha ido difundiendo todo lo que estábamos haciendo, más personas han venido a darnos información", dice. "Por otro lado, un patrimonio que había aquí, que era prácticamente desconocido, se ha podido acercar a los carmonenses, que lo han empezado a ver en primera persona, y, con ello, han comenzado a reconocerlo como propio y a sentirse orgullosos de él. En gran parte gracias a las redes sociales que se han convertido en una de las principales y más directas vías para la difusión", añade.
Un poder que ha hecho que, cada vez más, decenas de alumnos se inscriban al curso de espeleo-arqueología (que a partir de este año a su título se añade el nombre de José Millan Naranjo in memoria y que cumple su quinta edición), y que tiene lugar en el ámbito de los cursos de verano de la Universidad Pablo de Olavide. Curso que ayuda a seguir explorando el subsuelo carmonense: "Y pensar que todo esto comenzó tras conocer al bueno de José Millán en aquel 2016 que me cambió la vida como arqueólogo", recuerda Román.
En definitiva, el recuerdo de José Millán, Pepón, sigue presente en este arqueólogo y viejo rockero, con el alma del Otto Lidenbrock de Julio Verne, cada vez que baja a una mina a seguir sumando kilómetros en su particular viaje al centro de la tierra: "Lo tenemos siempre presente, porque transmitía siempre tranquilidad y serenidad en estos espacios en los que el tiempo pasa de otra manera y dependes de tus compañeros. Estamos obligados a seguir con el legado de una persona tan querida, altruista y prolífica". Y siempre seguirá caminando, con el agua al cuello, junto a él y sus gallipatos.