Laura Lacheroy y el legado de Ory, el excéntrico poeta de Cádiz en cuya 'cabaña' durmió Mayo del 68

El IX Congreso Internacional de la Lengua Española acoge una exposición sobre el polifacético artista que fundó el postismo y se autoexilió en la Francia de los años 50. Laura Lacheroy, viuda y presidenta de la Fundación que guarda su legado, rechaza su condición de poeta maldito: "Para mí él era normal, los raros son los demás"

Laura Lacheroy, viuda de Carlos Edmundo de Ory y presidenta de la Fundación homónima, en la exposición comisionada por el escritor y crítico de arte Juan Manuel Bonet

Recoger la obra de Carlos Edmundo de Ory (Cádiz, 1923-Thézy-Glimont, 2010) en una exposición no es tarea fácil. Describir al personaje y a la persona en pocas palabras, menos aún. El adjetivo más utilizado para definirle, "excéntrico", se lo dio José Manuel García Gil, biógrafo y autor de Prender con keroseno el pasado. Una biografía de Carlos Edmundo de Ory (Fundación José Manuel Lara, 2018). "Sin embargo, para mí era bastante normal... los raros son los demás. Tenía una forma atractiva de vivir, humanidad y vivacidad de espíritu. Arrasaba con todo", dice a lavozdelsur.es Laura Lacheroy, pintora, segunda esposa y presidenta de la Fundación Carlos Edmundo de Ory, donde se guarda el inmenso legado del artista, con miles de documentos y un amplio archivo epistolar. 

La viuda de este gaditano universal, libre e inquieto, destaca su "intensidad" en la forma de vivir y su "percepción del mundo". "Era una persona que decía: quiero despertarme, antes no estaba despierto", recuerda. La complejidad de su vida y su obra se pone de manifiesto en los diferentes escenarios que componen la exposición, desde su crecimiento en una acomodada familia gaditana de principios de siglo hasta sus últimos años de vida en Thézy-Glimont, pasando por el Madrid de la posguerra, París, Amiens, y el intercambio artístico, cultural y epistolar con numerosas personalidades con las que conservó una estrecha amistad. 

"Hemos intentado seleccionar cosas de relevancia, pero ha sido muy difícil. Su legado es muy amplio", advierte Juan Manuel Bonet, escritor, crítico de arte y comisario de la exposición, titulada La cabaña central, en el marco del IX Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebra del 26 al 30 de marzo en Cádiz. La cabaña hace referencia a la propia casa del artista en Amiens, localidad donde trabajó en la Maison de la Culture, y hacia donde peregrinaron jóvenes escritores, poetas, soñadores y estudiantes en los años que siguieron al Mayo francés de 1968.

El comisario, Juan Manuel Bonet, explicando algunos detalles de la exposición.    GERMÁN MESA
La exposición 'Carlos Edmundo de Ory. La cabaña central' puede visitarse hasta el próximo 28 de abril en el Claustro de Exposiciones del Palacio de Diputación de Cádiz.   GERMÁN MESA

Pero empecemos por el principio, si es que puede concretarse de alguna forma. Fue su padre, Eduardo de Ory y Sevilla, periodista, crítico literario, cónsul español y poeta modernista, con una gran biblioteca literaria de la que bebió el propio Carlos, quien profetizó su oficio de poeta cuando era un niño:

Porque tú, hijo mío,
que estás siempre pálido,
y meditabundo,
pensando, pensando...
miras el futuro
sereno y callado,
y eres un vidente un zahorí o un mago!

Perspicaz tu espíritu
filosofía acaso
con clarividencia
de algún gnomo extraño.

Tú serás poeta,
poeta preclaro;
¡serás... mi obra magna y mi mejor lauro!

A mi hijo Carlos, Eduardo de Ory.

Seguramente, el joven Carlos Edmundo correteaba por aquellos años sobre las losas de la Alameda Apodaca, en la que hoy se erige un monumento en su recuerdo. Con su cuerpo en un lado, y con el pedestal en otro, la obra que su amigo Luis Quintero inauguró en 2015 –cinco años después de su muerte– hace un juego con el poeta, que se baja de su propia escultura y camina hacia la Bahía. Un diálogo que es fiel reflejo de su vida, en la que no olvidó en ningún momento sus orígenes y la casa familiar de su Cádiz natal, justo enfrente de esta imagen en bronce. 

"Yo soy andaluz, el que anda con luz. Me arrodillo solamente ante el mar", dijo en una ocasión el poeta. Ante el mar y, seguramente, ante la inmensidad del universo y del cielo, al que atribuye el sobrenombre que le dio a sus aforismos: aerolitos. Una particular forma de destacar esta composición breve en prosa que recuerda a las greguerías de su también amigo Ramón Gómez de la Serna, quien llegó a citarle como partícipe de este género. "Él siempre hablaba del cosmos", señala Laura Lacheroy, quien rechaza la condición de poeta maldito que se le dio a Ory por ser impulsor del postismo, movimiento (post)surrealista que inventó junto a Eduardo Chicharro y Silvano Sernesi cuando se asentó en Madrid, malviviendo como bibliotecario del Servicio Móvil de Ministerios Civiles. "Reducirle al postismo es hacerlo a una época de su juventud, a contexto social y político muy concreto y distinto. Él se ahogaba, por eso se fue a París", explica.

–¿Qué miras?

–El polvo de la vida.

–También Lavoisier lo miraba. Eres un sabio.

–Nada de sabio. Yo miro. No analizo.

Aerolitos completos, Carlos Edmundo de Ory (Firmamento, 2022).

En la exposición, organizada por la Diputación de Cádiz, con la colaboración del Ayuntamiento de Cádiz, el Instituto Cervantes y la Fundación Carlos Edmundo de Ory, se recoge la publicación en el que se funda este movimiento en enero de 1945 bajo el título España lanza el postismo. "El último, el más nuevo, el mejor, el post y el ismo, el ismo y el post de todo lo que hasta hoy se ha dicho en materia artística. Movimiento plásticoliterario de carácter vanguardista que sólo quiere dar a la modernidad estética un camino y un sentido desde hace mucho perdidos y olvidados". En una publicación posterior, de febrero del mismo año, otro titular deja entrever algo de sátira: "Marinetti —el fundador del futurismo y del padre del fascismo italiano falleció en diciembre del año anterior— ha muerto. Viva el postismo". En esos años publica sus poemas en la revista Postismo y la Cerbatana (1945), en otras publicaciones literarias de la época y ve la luz su primera antología, Versos de pronto (1945). Algo más tarde, en 1951, haría lo propio con el manifiesto introrrealista, en colaboración con el pintor dominicano Darío Suro, uno de sus muchos amigos pintores, tal y como atestigua en sus Diarios:

"¿Por qué siempre tendré amigos pintores? ¡Es un misterio. Primero Eduardo [Chicharro], luego Paco [Nieva]. Ahora, además de Darío Suro, Manuel Gil Pérez, José Caballero, Tony Stubbing, Carlos Ferreira (escultor) y Ángel Ferrant, Mathias Goeriz... Seguramente se debe a mi desprecio por la vida intelectual y a mi adoración casi mística por la pintura y la escultura o los objetos de arte".

13 de enero, 1952. Diario I, 2004.

Laura Lacheroy posa con una pintura donde Carlos Edmundo de Ory le retrata.    GERMÁN MESA
Recuerdos de Carlos Edmundo de Ory, en los años en los que conoció a Laura Lacheroy.     GERMÁN MESA
El fatídico 23F Carlos Edmundo de Ory coincidió en casa con Rafael Alberti, desde donde vieron el intento de golpe de Estado y el discurso del Rey.    GERMÁN MESA

 

Alejado poco a poco del postismo, y de ese Madrid de la posguerra, pero dejando tras de sí muy buenos amigos —José Manuel Caballero Bonald, Ángel Crespo, Francisco Nieva, Juan Eduardo Cirlot, Ignacio Aldecoa o José García Nieto, entre otros—, Carlos Edmundo de Ory emigra a París con 31 años, en 1954. Tras un tiempo de dificultades económicas en Francia, vive durante un periodo en Perú, donde ejerce de profesor español junto a su primera esposa, Denise, con quien tuvo su única hija. No es hasta bien entrados los años 60, cuando el poeta encuentra su lugar en el París efervescente de la época.

El cambio radical que le sucede a Carlos Edmundo de Ory viene acompañado del puesto de trabajo que desempeñó en la Maison de la Culture, donde puso en marcha un taller de poesía abierta, Atelier de Poésie Ouverte. El experimento, que pasaba por la creación poética colectiva, atrajo a numerosos jóvenes hacia Amiens y a su casa, esa cabaña donde escribía, recogía numerosos objetos de coleccionista y tenía una amplia biblioteca con lecturas y escritos. Agitador, contracultural y revolucionario en las palabras y en los planteamientos, Carlos Edmundo de Ory recaló finalmente en 1972 como docente universitario en la Universidad Julio Verne de Amiens, lugar donde vivió hasta que se trasladó de retiro junto a Laura Lacheroy a Thézy-Glimont. Durante su etapa de madurez, en 1987, viajó a Nueva York y conoció a Allen Ginsberg, el poeta de la Generación Beat, al que el autor admiraba profundamente.

Hueles de una manera diferente.
Amar es una forma de olor. El cuerpo impone
su presencia de aroma que subleva
esa selva, ese bosque
que somos.
No te veo.
No llego a tu contacto. Llegan flores
raras, deshechas, invisibles.
Certidumbre de ti en medio de la noche.

Un salvaje rosal es tu olor. Una
paloma es, y su vuelo recorre
hasta mí el aire. Una
profunda cabellera esparcida en el borde
de mi memoria.

Tu enredado aroma
entre mis dedos algo tuyo esconde.
Hasta mi llegas cada día hecha
olor enmarañado de azucenas y áloes.

Trasminas existencias. Te declaras
realidad amorosa que responde
a mi busca. Llamada
que su contestación en mi recoge.

Rastro exhalado, huella
reconocible, evanescente torre 
de olorosa verdad. Humano aroma
de mujer junto al hombre.

Amar es una forma de olor. Llegas
fragante. Llego. Nos acoge
la onda que huele a vida enamorada,
a claveles que en dos bocas se rompen.

Olor de amor, Carlos Edmundo de Ory. 

"El amor y el erotismo son cosas que van juntas. También la amistad, el cariño y el afecto", explica su viuda sobre uno de los temas más recurrentes del poeta, a quien estar fuera de Cádiz alimentaba su poder creativo. "Le faltaba algo... tenía ese recuerdo, esa nostalgia para la creación", dice, al tiempo que hace referencia a su condición de adelantado a su tiempo. "Antes no sabría decirte si fue moderno, pero con (la perspectiva de) el tiempo, sí. Y más que moderno, libre. Él era libre por encima de todo", sentencia. 

Desde Cádiz, la pintora francesa trabaja para guardar y difundir el legado del polifacético vanguardista al que amó y con el que convivió durante 38 años. Las cenizas del eterno Carlos Edmundo de Ory descansan en la Alameda, a un paso de la mar océana, aquella que le vio nacer y que, como no podía ser de otra manera, nunca le vio morir.

Ser libre como el ciprés, independiente como el pino.

Aerolitos completos, Carlos Edmundo de Ory (Firmamento, 2022).

'Carlos Edmundo de Ory. La cabaña central', comisionada por Juan Manuel Bonet con fondos procedentes de la Fundación Carlos Edmundo de Ory, se podrá visitar hasta el próximo 28 de abril en el Claustro de Exposiciones del Palacio Provincial de la Diputación de Cádiz. La exposición ha sido organizada por la Diputación de Cádiz con la colaboración del Ayuntamiento de Cádiz, el Instituto Cervantes y la Fundación Carlos Edmundo de Ory.

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