El maestro Juan Parra, 65 años de arte y ensayo: "Bailaré hasta que el cuerpo aguante"

El artista jerezano, camino de los 77 años, empezó a bailar a los 12. Homenajeado en el Jerez OFF Festival, mantiene abierta la academia de baile más antigua de la ciudad. Repasa su vida y obra en lavozdelsur.es. Fue su padre, un hombre de campo, el que rompió tópicos y prejuicios, le puso sus primeras castañuelas en las manos y le animó a perseguir su sueño

Juan Parra, en su estudio del centro de Jerez, en días pasados, en la entrevista con lavozdelsur.es

Juan Parra Morón va camino de los 77 años. Lleva toda la vida bailando, desde los 12 años, y no se cansa. 65 años ya de arte y ensayo prácticamente a diario. Mientras exhibe su dominio de la bata de cola —algo que hoy hacen divinamente muchos integrantes de la savia nueva del baile flamenco, pero que él maneja desde siempre, sin ningún prejuicio, entre otras cosas porque ha enseñado este ejercicio a muchas bailaoras —, el legendario maestro de la escuela jerezana del baile repasa una vida repleta de anécdotas, vivencias, miedos, frustraciones, triunfos y, sobre todo, una vida dada por entero al baile y al flamenco.

En su estudio ubicado en la planta baja de su casa en el intramuros de Jerez, entre retratos en blanco y negro, algunos de sus dibujos —habría sido pintor de no haber sido bailaor—, y una colección de recuerdos de su prolija trayectoria en el arte y la transmisión de su arte, el hijo de José y Juana, un matrimonio que vino de Arcos a Jerez a buscarse la vida en el campo en las primeras décadas del siglo pasado, una pareja que fundó una familia de siete hijos —el único artista es Juan, “el resto no sabe ni tocar las palmas”—, el artista apura su invierno existencial entre el olvido en su tierra natal y la buena memoria que sí tienen algunos para honrar y homenajearle por todo lo mucho y bueno que ha dado a la cultura y a su ciudad.

Si hace unos años fue la Peña La Bulería la que le homenajeó, ahora ha sido el Jerez OFF Festival, una extensa programación paralela al Festival de Jerez y que organiza el promotor Mario González en la Guarida del Ángel, el que ha dedicado a su figura su undécima edición. Como cierre del certamen, el propio Juan ha participado con algunas de sus coreografías, preparándolas otra vez casi como si de un niño con zapatos nuevos se tratase. Al finalizar los ensayos, Parra, siempre amable y afectuoso, recuerda para lavozdelsur.es su infancia, sus comienzos, los desplantes ante los sueños truncados y como, pese a lo que pudiera pensarse, fue su padre, José, el porquero, el guarda del cortijo en aquellos tórridos veranos de la campiña jerezana, el que le guió para pelear por sus sueños. “Y no era fácil en una época donde no había casi ni academias, ni dinero”.

Pero fue José el primero que, contra todo lo que pudiera pensarse en aquella época tan oscura y retrógrada, le regaló sus primeras castañuelas. En el número 46 de la calle Campana se crió Juan Parra. Cerca de los Parrilla, de Lola, de los Moneo, de los Carpio. En la Plazuela de San Miguel. En el viejo arrabal donde las casas encaladas y las macetas de geranio colgadas de los muros abrían paso a la vida en comunidad y a la reunión flamenca más inesperada. Juan, de niño, oía a sus vecinas de arriba bailar. Iban por entonces a la cercana calle Granados a dar clases con Cristóbal el Jerezano —otro ilustre maestro injustamente sumido en el mayor pozo de los olvidos— y el jovencito Juan, a sus 12 años, ya tenía claro que aquello era lo que él también quería.

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El maestro se coloca los palillos.   JUAN CARLOS TORO
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Parra con castañuelas.   JUAN CARLOS TORO

“En el colegio, en cuanto se enteraban de que te habías apuntado a bailar ya te decían maricón… me entraba mucha impotencia: soy tan hombre como tú, o más”, recuerda. Pero en casa tenía un fortín. Con lo que no contaban los acosadores de la época era con que el padre de Juan estaba dispuesto a que su hijo cumpliera con su sueño artístico de convertirse en bailaor profesional. “Un día mi padre vino a Jerez desde el campo y, en la calle Empedrada, en lo de Mariquita Piñero, me compró unas castañuelas. ¿Para quién son?, dijo mi madre al verlas. Y dijo mi padre: “Para Juan”. Mi madre se escandalizó, pero yo empecé con el riapitá”. Se apuntó a tomar clases con Cristóbal, pero no siempre había dinero. “Llevaba cinco duros a la semana, siete si eran clases con guitarra. Como no teníamos mucho dinero, pues habías semanas que iba y otras no. Aprendí las sevillanas, unos fandangos de Hueva y poco más”.

Parra, no obstante, hizo del autodidactismo su método de aprendizaje más rápido y económico. “Como he sido muy ratero, he visto a uno y a otro, cómo hacían una cosa y otra, y yo lo cogía todo. Y ya luego, está feo decirlo, pero he trabajado con los más grandes, y entonces de todos cogía algo, a todos les preguntaba y montaba mis propios números”. Antes de los 20 años se marchó de mozo de comedor con una familia gallega que vivía en la calle de la Princesa, en Madrid —“me quería abrir camino”—; echó los papeles para la academia de Amor de Dios, y también para el Ballet Zoom, un éxito de la TVE de la época.

"En el colegio, en cuanto se enteraban de que te habías apuntado a bailar ya te decían maricón… me entraba mucha impotencia"

Como no lo llamaron ni de un sitio, ni de otro, se volvió a los cuatro meses a Jerez. “Estando aquí me llaman del Ballet Zoom. Yo lo había visto por televisión, y había visto a los bailaores, a las bailaoras… eran modernos y flamencos. Pero no me quería ir, siempre tenía miedo y reparos a irme. Pero mi padre, que Dios lo tenga en la gloria, aun siendo una persona de campo, estaba muy adelantada para los tiempos en los que estábamos, y me decía: chiquillo, por qué no te vas, si es lo que te gusta… que te va malamente, te vuelves. No me fui”.

Sin embargo, el baile profesional insistía en llamar a su puerta, estuviera donde estuviera. “A los 15 días me llamó un amigo guitarrista, Paco Suárez, para irme a Los Tarantos, un tablao en Sitges. Mi padre, de nuevo, me animó, me mandaron el contrato y estuve tres años”. Aquella experiencia fue clave para seguir progresando y aprendiendo, pues coincidió con maestros de la talla de Antonio Ruiz Soler, el Bailarín; Carmen Amaya; o La Chana. “Estaba en Sitges, en Los Tarantos, y me iba a ver los ensayos de todos… me liaba a temblar cuando veía venir a los más grandes. En la compañía de Antonio faltó un bailaor y me pidió que me fuera con ellos. En un par de horas o tres me montaba en un tren”. Acabaría compartiendo escenario con Antonio en el María Guerrero, y hasta en Los Alburejos, finca donde Álvaro Domecq montó una feria con la excusa de la presentación de un perfume de Paloma Picasso, la hija del malagueño universal. “Son muchos, muchos recuerdos… Ahí estoy con él en una foto”, señala Parra a un retrato con el maestro bailaor, “el bailaor más completo de la historia, aunque para mi gusto un poco afeminado; a mí me gustan más Gades, El Güito y Mario Maya”.

Nunca fue a Japón: "No me veía comiendo arroz y pescado crudo"

En paralelo al servicio militar, en Sevilla, seguía bailando todos los fines de semana en fiestas en las bodegas de Jerez o muchos otros puntos de la provincia de Cádiz. Cuando se licenció, “ya no paró”. Con los Coros y Danzas en el teatro de la Zarzuela —Oliva Cordero iba a su academia a tomar clases. “O Paca Briceño, que murió hace poco, me pedía montar al grupo unos caracoles o una farruca…”— o en Barcelona, en tablaos y fiestas privadas. Luego Bruselas, Canarias, Larache… 38 días seguidos por 6 millones de pesetas en el Hotel Jerez, o en el paddock del Circuito de Jerez durante el Mundial de Fórmula 1.

Hasta que llegó la ocasión de marchar a Japón, algo que desechó: “No me veía comiendo arroz y pescado crudo, y eso que no soy delicado para comer”. “Mi mujer todavía me dice que aún no se me ha quitado el miedo y la cortedad, estábamos muy pegaditos en la familia y todo nos daba vergüenza… Con la pintura me ha pasado igual, nunca me lo he tomado en serio porque creía que no valía”.

En Jerez, el compositor y letrista Antonio Gallardo Molina “se enteró de que yo estaba aquí y me dijo que había montado una academia en la calle Eguilaz. Me comió el coco y me fui con él. Estuve un año y al año, como ahí estaba al 50%, mi padre me dijo de buscar un local, y entonces monté la academia en una casa de vecinos de la calle del Sol. Cristóbal se vino de Palma de Mallorca a dar clases conmigo". Era el año 73. Estuvo 12 años en la Plazuela hasta que compró su casa y su actual estudio: “Aquí llevo cerca de 40 años”. En total, su academia va camino del medio siglo abierta, la más antigua en activo en Jerez. En estos años, ha ido en multitud de ocasiones a Alemania, Suiza y a Italia a impartir clases magistrales, pero nunca a Japón. Eso siempre se le resistió.

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Juan Parra posa tras la entrevista.    JUAN CARLOS TORO

¿Recuerda cuál fue su primer sueldo?

Veinte duros, 100 pesetas, fue mi primer sueldo. Luego me subieron a 200. Me supieron a gloria porque yo tenía que ir pidiéndole a mi madre una peseta para un cigarro.

Se puede decir tranquilamente que le ha ido bien con su sueño infantil de ser bailaor profesional.

Me he movido por todos sitios y he tenido la suerte de dedicarme a esto toda la vida, teniendo a la gente en cola en la calle del Sol. A toda la alta sociedad de Jerez la tuve dando clases de baile.

Cuando había señoritos en Jerez…

Ya quedan menos…

"Veo ahora cómo están las criaturas… Trabajan por 20 euros el pase… La mayoría sabe que si no va por 20 habrá otro que va por 15"

De no haber sido bailaor habría sido pintor.

La pintura es lo que más me ha gustado después del baile. Igual que he estado en muchos países, que podría haber aprendido idiomas, he sido tan corto que no he ido a los sitios por vergüenza. Siempre he pensado en el qué dirán…

En el baile no le ha ocurrido…

No, porque me lo he mamado yo solo, robando y viendo. Siempre he tenido guitarra y cante, venían al patio de mi casa El Torta, el Nano, el Carbonero, Paco Flores… era un patio de cemento.

¿Cómo ve ahora el panorama de los que empiezan?

Veo ahora cómo están las criaturas… Trabajan por 20 euros el pase… La mayoría sabe que si no va por 20 habrá otro que va por 15. Y luego, hay mucha gente que aprende a bailar o a tocar por hobby. Si te quieres dedicar profesionalmente, prepárate un poquito. Sal de las alegrías, soleá por bulerías y la pataíta por bulerías, pero de ahí no salen. El abanico es muy amplio y la bulería no es el flamenco, es solo un palo. Ahora es que no hay trabajo. Antes había hasta doblete siempre, mediodía y noche. Ahora en las bodegas no hay nada.

¿Le gusta lo que ve en los escenarios?

Hoy quieren hacerlo todo con mucha carrera, no tienen arte muchas veces. Hay algunos que son una máquina con los pies, pero de aquí para arriba, nada. Trrrrr… tá. Trrrrrr… tá. Buscan más los aplausos que la coreografía. Muchas carreras y muchos aplausos fáciles. Ser jóvenes no significa meter los pies sin ritmo ni sentido… Será el estrés que llevamos en esta época…

¿Qué le gusta de los artistas más rupturistas, le gusta Israel Galván?

Israel Galván tiene un compás fabuloso, pero es danza, no es flamenco.

¿Vio ‘¡Viva!’ de Manuel Liñán?

Yo me quedé alucinado con Manuel Liñán y su compañía. Eso creo que no sabe apreciarse aquí. Es una maravilla. Esos hombres con bata de cola haciendo escuela bolera, flamenco… Miguel Ángel Heredia cantando, que solo lo había visto bailar… Unos chavales… todos, divinamente. Hay que valorar esas cosas. Estos pasados Reyes nos han echado a mi mujer y a mí dos entradas para ver el Ballet Nacional de España en Villamarta, y eso no es solo flamenco, pero lo es.

Cuerpos de baile, ya no quedan apenas.

Claro, es que no se paga hoy. Yo iba con cuatro mujeres, dos guitarristas, dos cantaores… eso es cada vez más difícil.

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Juan Parra, tras el encuentro con este periódico.   JUAN CARLOS TORO

Es un maestro veterano al que no le escandaliza ver a un hombre bailar con bata de cola.

No soy de la escuela de Escudero. También te digo que el baile del hombre siempre se ha notado diferente al de la mujer. Cuando veo a un hombre con tanto meneo… me ha gustado mucho siempre Gades, que ha sido siempre muy varonil. Colaboré con Leonor Leal, que ha aprendido aquí muchas cosas, y Juana la del Pipa (un espectáculo en el Festival de Jerez en 2011) y yo salí con falda a bailar por tangos. Para mi todo eso no es nuevo, pero en mi época, como salieras así al escenario… Respeto a todo el mundo y yo soy uno más, no me creo nadie para dar consejos, pero si tuviera que dar uno, me gustaría que los hombres bailaran más masculinos; he estado con muchos artistas gais que luego bailando han sido muy masculinos. Yo defiendo la masculinidad del baile.

¿Se siente afortunado?

Me siento afortunado. No he tenido que ir a buscar contratos o a pasearme en los sitios para darme a conocer. Sé de gente que sí lo ha hecho o lo hace. Hoy tienen que ir a un sitio y a otro; antes no, antes te llamaban, o te ponían un aviso de conferencia o venían a tu casa porque les gustabas bailando o cantando. Yo no he tenido que ir a buscar a ningún delegado de Cultura. Aquí hay gente a la que le han dado medallas de oro, que la han puesto arriba los medios, que ha estado siempre al lado de los políticos… pero que no han sido artistas.

Usted, como gran referente vivo, ¿cree que se valora lo suficiente la escuela jerezana del baile?

Aquí se valora mucho el pellizquito. No está reconocido, pero sí viene mucha gente para coger esa cosita. Estoy harto de ver bailaores y bailaoras buenísimos, que bailan de todo, pero cuando se termina el baile, cuando van a llegar al final por bulerías, les falta eso. No sé por qué. Pero la escuela de baile de Jerez no es solo el compás de las casas de vecinos o la pataíta. Hasta los gitanos se tienen que preparar. Antonio el Pipa es tan académico como Joaquín Grilo, Domingo Ortega o Andrés Peña… Aquí hasta dicen que el baile flamenco no lleva castañuelas, que eso es clásico español, pero yo meto castañuelas en la seguiriya, ahora se la estoy montando a una chica que está trabajando en El Pasaje…

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Juan Parra con uno de sus dibujos realizados cuando era adolescente.   JUAN CARLOS TORO

¿Tiene muchas alumnas extranjeras?

Tengo una china que lleva casi dos meses y ya baila sevillanas, tango, le he montado dos patás de bulerías, ha terminado las alegrías… está verde, pero lleva todo eso para adelante.

¿Cuál es su método?

Yo no busco el dinero, es mi trabajo, tengo que pagar luz, pero si echo hora y medio contigo, estoy contigo. Y te mando que practiques en casa lo que aprendes aquí. Si lo sabes, a otra cosa. No calentamos durante un cuarto de hora, ni te llevas un año para aprender una cosa. Rezo como el más carero, pero aquí se llevan hasta las clases grabadas para repasar en casa. Llevo toda mi vida bailando y si quieres aprender algo no puede ser en dos días. Si estás preparado te ha costado un dinero aprender esto.

"Hay mucha envidia y peloteo en Jerez. En cuanto te ven un poquito bien ya hablan de la suerte que has tenido, pero no miran que llevas toda la vida trabajando"

¿Qué achaques tiene?

Estoy ahora aquí, subo, como, me siento en el sofá y cuando me voy a levantar no puedo. Me pongo a bailar y no me duele nada. Esta mañana me he puesto unos zapatos nuevos y me duelen. Para la edad que tengo… estoy muy bien. Tengo muchas dolencias, son muchas horas de mi vida bailando; termino la clase y entro y me duelen los pies. No tendría ya por qué dar clases, pero qué hago yo sentado en mi casa todo el día, ¿me voy a ir a la puerta de la Plaza a ver a la gente para arriba y para abajo...? Aquí estoy más feliz que nadie. Mañana vienen un médico y un trabajador de la Seguridad Social con sus mujeres para aprender sevillanas. Como este año, si Dios quiere, habrá Feria…

¿Se acuerda el flamenco de sus maestros?

Siempre hay que acordarse de los mayores, me acuerdo de Terremoto, del Berza, de Juanata, siempre hemos aprendido de los mayores… aquí no valoran a los grandes maestros, solo se valora al que va detrás de uno o de otro, o que es primo de tal o cual, hay mucha envidia y peloteo en Jerez. En cuanto te ven un poquito bien ya hablan de la suerte que has tenido, pero no miran que llevas toda la vida trabajando. He visto muchas cosas por ahí y te valoran de otra manera. Yo no soy nadie, pero cuando he ido a un sitio o a otro… lo notas. Hace poco fui a ver a Villamarta a ver a Poveda. Al ir a saludarlo cuando acabó, hombre, Juan Parra… ¿De qué me conocía? Supongo que personas que van con él le han dicho que han estado aprendiendo aquí. El muchacho me saludó sencillo y amable, y eso es lo bonito. Ese reconocimiento después de tantos años se agradece.

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Parra colocándose la bata de cola.   JUAN CARLOS TORO
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El maestro jerezano del baile, en su estudio.   JUAN CARLOS TORO
La bata en movimiento.   JUAN CARLOS TORO
La bata en movimiento.   JUAN CARLOS TORO

¿Se siente valorado en su tierra?

Según mis hijos y mi mujer, no. Hay personas que no, pero veo que hay otras que se dedican a esto, que son importantes, que me valoran. Yo no voy a ningún sitio, pero si eres delegado de Cultura qué menos que te informes de quién es el primer profesor o profesora que mantiene una academia abierta en Jerez… La Copa de Jerez me la dieron en 2005 y Juan de la Plata me dijo que me la merecía antes… El mundo del flamenco en Jerez es complicado. No quiero nada, ni voy a ningún sitio, y lo que me hagan, muy agradecido, como le dije a Mario (González, de la Guarida del Ángel), que no he tenido uno contacto con él de nada, pero el muchacho me ha hablado y le estoy muy agradecido por hacer este homenaje. Muchos otros: ji, ji, ja, ja, maestro, maestro, pero…

¿Hasta cuándo piensa estar bailando?

Si Dios quiere, hasta que el cuerpo aguante. Lo que le digo a mis hijos es que el día que me muera, que me incineren; y con las cenizas, que hagan supositorios para seguir dando por culo.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

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