Desde primera hora de la mañana, en la fábrica de mantecados San Enrique de Estepa, 14 mujeres envuelven a mano miles de ‘Deliciosas’, el dulce emblemático de esta marca. Asunción Jiménez es la de más edad, lleva 50 años trabajando en la empresa. Sus manos vuelan, aunque no deja de prestar atención al producto, un pastelito pequeño de almendra, rectangular que tiene que ir perfecto. "La calidad es lo que más se tiene en cuenta aquí, por eso hay que comunicar cualquier incidencia".
Y tiene su mérito porque el dulce se desmorona al mínimo movimiento. Viéndolas trabajar parece casi imposible que todas las mujeres que están en la mesa lleven un ritmo parecido al de Asunción. Ella es la maestra de todas en esta empresa familiar en la que entró con 14 años. "Aquí me he casado, tuve a mis hijos (niño y niña) y me he divorciado".
La hija de Asunción también trabaja en la empresa, aunque este año está de baja maternal. Ella lo explica fácilmente: "Aquí somos casi todas familias, porque si tenemos que recomendar a alguien, al menos que la conozcamos", explica sin dejar de mover las manos. Cada día, envuelve de doce a trece mil ‘Deliciosas’ y las envasa, actividad que hace durante los tres meses que dura la campaña del mantecado. Y actividad que lleva realizando cinco décadas.
"No sólo envolvemos, miramos que el dulce no esté machacado, que el papel no tenga humedad y el grado de cocción sea el adecuado, avisamos a los encargados de alguna incidencia. Siempre han sido muy exigentes con la calidad y es lo que a mí me han enseñado", cuenta Asunción Jiménez. Ella enseña a las más jóvenes que entran cada año y que renuevan la plantilla de una empresa que dirige ya la cuarta generación de una familia estepeña. La trabajadora más joven que ha entrado este año se llama María del Carmen González, y ya está cogiendo el ritmo de sus compañeras.
"Este trabajo nos da de comer a nuestras familias y a la de ellos, por eso tenemos entre todos que ayudar a mantenerla". Así expresa Asunción su agradecimiento a Pedro Toro, uno de los propietarios actuales de la empresa. Ella dice que conoció a su jefe cuando apenas tenía 3 años y hasta ahora. "He conocido incluso a la bisabuela, cuando yo entré ella era una anciana, ya no trabajaba pero la recuerdo. Y he seguido con la abuela, el padre y ahora los hijos", explica esta mujer.
La bisabuela era Remedios Silva Montero, casada con Enrique Toro Santander, fundador de la empresa. Cuenta su nieto, José Toro (tercera generación), que empezaron en la calle Virgen de la Esperanza fabricando chocolate. "Mi abuelo se murió y la empresa pasó a llamarse Viuda de Enrique Toro, hasta que decidieron ponerle el nombre de San Enrique en honor al fundador".
La fábrica de San Enrique está en la actualidad en la avenida de Andalucía. En esta campaña (desde mediados de septiembre hasta mediados de diciembre), la empresa producirá 700.000 kilos de todas las variedades de dulce navideño. Este año presentan una novedad: ‘Deliciosas’ sin azúcar. Dan un paso más en su dulce emblemático que comenzó a elaborar la abuela de los actuales propietarios, Consuelo Segura, segunda generación de esta familia. “Lo sacó adelante a base de muchas pruebas y cuando lo perfeccionó decidió envolverlo a mano, hoy en día se sigue manteniendo con la misma receta y el mismo procedimiento”, explica Pedro Toro.
El empresario también reivindica como original la elaboración del mantecado como producto artesano de su bisabuela, Remedios Silva, la fundadora. "El mantecado cubierto de ajonjolí, artesanal y autóctono es el nuestro. Antiguamente hacían los mantecados en casa de la manteca de cerdo que sobraba de las matanzas", apunta.
Ahí empezó la historia de esta empresa familiar que despegó con la venta online a raíz de la pandemia y, gracias a los pedidos por medio de la web, sus dulces han llegado a países tan lejanos como Japón y Canadá, aunque exportan y venden a una tienda de Londres cada año, con su correspondiente etiquetado en inglés. "Los pedidos se preparan en la fábrica y están en sus destinos en un máximo de 48 horas", apunta Pedro Toro.
La fábrica de San Enrique empezó a funcionar en su nuevo emplazamiento en 1976, unos años después se amplió, y en la actualidad da empleo a 75 personas, la mayoría mujeres, como ocurre en el resto del sector del mantecado. Es un trabajo temporal, aproximadamente tres meses al año, que ha ayudado desde hace 173 años a las familias estepeñas y se ha convertido en marca mundial del dulce navideño.