Un sol radiante acompaña. Aunque fuera martes y el cielo estuviese encapotado, el clima no impediría que entraran visitantes al Castillo de Santiago en Sanlúcar. Allí, Carmen Jurado, gestora cultural, les recibe con una sonrisa y con Tizona en su regazo. La gata enternece a los viajeros que se acercan a la taquilla mientras, a sus espaldas, se erige una fortaleza con seis siglos de historia.
Sus imponentes muros tienen mucho que contar desde que Enrique Pérez de Guzmán, II duque de Medina Sidonia, los mandara levantar a finales del siglo XV para la defensa de la villa, con las novedades militares de su tiempo. Fue uno de los mejores castillos del tipo de transición artillera tardomedieval de España, es decir, aquellos que son capaces de resistir a la artillería de pólvora.
Un año después de su construcción, Isabel la Católica visitó el edificio y subió a la torre del homenaje, donde, según cuenta la tradición, vio por primera vez el mar. Carmen ha pisado esas escaleras muchas veces más. Esta sanluqueña de 43 años empezó como guía en 2007, cuando el castillo apenas llevaba un año abierto al público, y tras casi dos décadas, ya conoce como la palma de su mano los recovecos del lugar.
Aunque en 1972 fuese declarado Bien de Interés Cultural (BIC), este monumento, que hoy es uno de los principales atractivos turísticos del municipio, estaba cerrado. No fue hasta 2006 cuando sus puertas se abrieron a la ciudadanía tras muchísimos años de un abandono que todavía se palpa. “Esto fue un rescate de urgencia”, dice Carmen a lavozdelsur.es. Ya en los años 90 los bomberos tuvieron que tirar las piedras del torreón central porque había riesgo de desprendimiento.
La fortaleza estaba en un estado de “franco deterioro”, pero en 2003 un hombre vio que esta joya patrimonial se estaba cayendo a pedazos y decidió invertir en ella. Álvaro Taboada de Izúñiga, gallego, con residencia en El Puerto, creó Officia, una empresa destinada a esta intervención urgente que se dedica a la puesta en valor del patrimonio, y se encargó de su gestión. “Es una persona muy sensibilizada, si no llega a ser por él, se estaría cayendo y sería un residencial de viviendas”, dice Carmen, echando un vistazo al inmueble, que es propiedad del Ayuntamiento.
Tras tres años de obras, asesoradas por el investigador experto en fortalezas Luis Mora-Figueroa, tuvo lugar su inauguración como punto de interés turístico. Así, el castillo se encuentra inmerso en la segunda fase del proyecto de rehabilitación impulsado por esta empresa, iniciativa que tiene la peculiaridad de ser el primer caso en Andalucía de un bien público íntegramente financiado con fondos privados. “Su mantenimiento requiere un gran esfuerzo económico, estamos invirtiendo muchas horas, todo el dinero recaudado de las visitas se destina al castillo”, comenta la sanluqueña.
La fortificación lleva siglos en tierra de nadie, aunque a lo largo de su vida ha tenido diferentes usos. “Diría que ha estado más tiempo abandonado que usándose”, dice Carmen, antes de repasar su historia.
En sus orígenes, entre 1468 y 1492, finales de la Edad Media, estaba tan retirado de la costa que la artillería no llegaba al río, aunque le daba seguridad a la villa y servía para controlar, como vigía. Ya el siglo XVI, en plena emergencia del comercio con América, se establecen los duques de Medina Sidonia y queda solamente para su uso. “Sanlúcar se fue expandiendo y el castillo, poco a poco, se quedó inserto en el entramado urbano, y se queda para el arsenal de guardia”, explica Carmen, que menciona a Leonor Manrique de Sotomayor, condesa de Niebla.
Fue ella quien, a finales de este siglo, llevó a cabo la primera remodelación significativa de la fortaleza. Una vez reforzado, en el siglo XVII, el castillo deja de ser propiedad de los duques de Medina Sidonia y pasa a manos de la Corona. Cuando el duque de Medinaceli se hace con el control, lo convierte en un cuartel militar con guarnición permanente y, por entonces, se despoja a la fortaleza de su merlón. “En ocasiones disparaban salvas sin motivo importante y caían en las casas de los vecinos. Les pidieron a la Corona que parara y esta le dijo que se fuera, ahí empieza la decadencia”, señala la guía.
FOTOGALERÍA | Conoce el Castillo de Santiago en Sanlúcar por dentro
Desde el siglo XVII hasta que fue rescatado, el mantenimiento del castillo ha brillado por su ausencia, aunque sí ha tenido usos esporádicos para alojar a tropas o como almacén. Durante la Guerra de la Independencia, en el siglo XIX, tras la batalla de Bailen, acogió a unos 800 prisioneros franceses y, después, quedó abandonado hasta que llegó Antonio de Orleans, duque de Montpensier.
Según detalla Carmen, este le pidió al Ministerio de la Guerra que le cediera el castillo para alojar a su escolta. “Cuando llegó aquí, atrajo con él a la aristocracia y convirtió Sanlúcar en la San Sebastián del Sur, pero cuando venía, los soldados se quedaban en casa de los vecinos, pero no les rentaba”, explica desde los pabellones que albergaron los aparejos militares en su época.
Tras la muerte del duque de Montpensier, el castillo quedó de nuevo abandonado y, a principios del siglo XX, pasó a ser de propiedad municipal. El Ayuntamiento lo estuvo utilizando como comedor social y hospital hasta que irrumpió la Guerra Civil, cuando se convirtió en una cárcel para presos, como ocurrió con muchas otras fortalezas de España.
De aquella época solo existe una fotografía realizada por un alemán en septiembre de 1936 en la que aparecen “comunistas detrás de los cerrojos y candados en el viejo castillo de Sanlúcar”. Una imagen tomada en el Salón del Duque, donde Carmen acaba de entrar. Un punto de actividad paranormal. Parecen notarse energías y fuerzas extrañas que hacen que las baterías de las cámaras se fundan y los flashes no funcionen. “Si os contara lo que he vivido aquí”, dice la sanluqueña que ya participó en un programa de Cuarto Milenio. A Iker Jiménez no se le escapó la oportunidad de poder hace psicofonías en esta sala donde es fácil sentir escalofríos. “Aquí fue donde se hizo la foto”, dice la guía colocándose debajo del arco.
Tras la Guerra Civil, la fortificación cayó en las garras del vandalismo, las personas con drogadicción se colaban dentro e incluso llegó a sufrir dos incendios que casi dejan a Sanlúcar sin castillo. Se desmoronaba sin que nadie tomara cartas en el asunto. Ahora, está a salvo y se recupera, poco a poco, con esfuerzo, inversión económica y dedicación. En su interior, además de contar con un museo del traje y de armas, se organizan visitas teatralizadas, con audioguías, combates de lucha medieval, celebraciones de eventos y hasta exhibiciones de cetrería. Officia y las trabajadoras le dan mimo.
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