Mucho más que ayuno: la historia de dos mujeres musulmanas en Jerez y su relación con el Ramadán

Hanane Gharbaoui y Rabab Kanar, madre e hija de origen marroquí, relatan sus experiencias como mujeres que profesan el Islam viviendo en una sociedad occidental

Hanane Gharbaoui y Rabab Kanar, madre e hija de origen marroquí, son musulmanas y están en pleno Ramadán.
Hanane Gharbaoui y Rabab Kanar, madre e hija de origen marroquí, son musulmanas y están en pleno Ramadán. MANU GARCÍA

Quedan tan solo unos días para el fin del Ramadán, y, en un rincón de la sede de la Asociación de Mujeres Islámicas Bismillah de Jerez, Hanane Gharbaoui se sienta en una silla y comienza a relatar su historia. Podría ser la de cualquier mujer que ha experimentado un proceso migratorio, y a la vez es única, la historia de una mujer "muy luchadora y muy fuerte", como la define Patricia Carles Gassín, presidenta de la asociación.

Procedente de Tánger, llegó con un hermano y una hermana a El Puerto en 1997, con apenas 20 años, para reunirse con su padre, que llevaba ya un tiempo en la ciudad intentando traer a su familia, y con su madre, que llevaba también bastante viviendo entre El Puerto y Tánger.

Llegaron con un contrato de trabajo, pero que no era tal. "No era un contrato de trabajo en realidad, era un favor que nos habían hecho para el visado. A mi padre le costó mucho traernos", cuenta. El trato era trabajar en la casa de estas familias que les habían hecho el contrato. Pero ellos no sabían que el trato también involucraba trabajar gratis durante un año y medio, hasta pagar el 'favor', y para poder renovar el visado.

Su hermana tuvo algo más de suerte, pero ella estuvo con una familia que la tenía sin comer, trabajando sin parar, de 10.00 a 15.00. A pesar de esto, buscaba algo de tiempo para estudiar por las tardes, sobre todo para aprender español.

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Hanane Gharbaoui lleva en la provincia de Cádiz desde 1997, cuando llegó procedente de Tánger.  MANU GARCÍA

Cuando se libraron de ese infierno, comenzaron a trabajar con su hermano en el sector de la venta ambulante, pero cuenta que es un trabajo complicado para la mujer musulmana. "La gente en el mercado nos decía cosas, porque la mujer tiene que estar en casa, tapadita y así, y nosotras estábamos trabajando, montando puestos, vendiendo al público…", explica.

En el año 2000, conoció al padre de sus hijos, también marroquí, y se mudó con él a Italia. Allí pasó una época muy dura de su vida. "Estaba siempre encerrada en casa, solo salía el fin de semana cuando él no trabajaba, y el único contacto con mi familia era un móvil Nokia de esos", rememora Hanane.

Finalmente, decidió, y así se lo dijo a su marido, que quería volver a España. Montó en un autobús desde Treviso hasta Algeciras, donde la recogió su familia. "Cuando me monté en el bus, respiré hondo por fin", recuerda. Al llegar a España supo que estaba embarazada. El fruto de ese embarazo es Rabab, de 20 años, que el día en que lavozdelsur.es las visita se encuentra sentada a su lado.

El Ramadán es, para estas mujeres, un camino personal, algo que tiene lugar estrictamente entre ellas y Alá

Queda una semana para el fin del Ramadán, que comenzó el 10 de marzo y terminará el 9 de abril. Ambas lo están haciendo. Hanane lo lleva mejor, pero Rabab confiesa que el cambio de hora le está afectando en eso más que otros años. 

De la conversación con ambas, madre e hija, se desprende que el Ramadán es algo muy personal, un proceso que tiene lugar entre ellas y Dios (Alá). Cada tarde rompen el ayuno mediante el iftar, que celebran en casa, a veces con amigos de Rabab o de los otros hijos de Hanane que hayan ido de visita al domicilio. También rompen el ayuno de vez en cuando en eventos que organiza la asociación, como por ejemplo el iftar solidario que celebraron el 24 de marzo en colaboración con el Hogar La Salle de Jerez y otras entidades.

Hanane suele ejercer como voluntaria en dicho hogar, cocinando platos típicos para los chicos allí acogidos. "También hago un poco de psicóloga", confiesa sonriente.

Una identidad forjada entre dos aguas

Rabab nació ya en España, en el año 2003, y hace Ramadán desde que tenía doce años. Para sus hermanos menores ha sido más difícil. El mediano, de 16, lleva dos años haciéndolo. El pequeño, de 9, sí participa de la ceremonia de la ruptura del ayuno, como una especie de iniciación. 

A pesar de su fe convencida, Rabab ha tenido que enfrentarse con el qué dirán, tanto de personas cristianas o ateas que tienen prejuicios hacia el Islam, como de algunos musulmanes de su entorno. Como cualquier joven de su edad, ella acostumbra a salir de fiesta, y afirma que dicen de ella que "esta es una de las que se va por el mal camino".

Tanto Rabab como Hanane, y también Patricia, insisten en explicar que el Islam es, en ese sentido, algo muy personal. Por eso, les cuesta entender que a una joven como Rabab, que hace Ramadán y vive su fe convencida, la critiquen por llevar un cierto estilo de vida. "Al fin y al cabo, yo, 40 días antes de Ramadán, dejo de pisar discotecas, dejo de salir... Y empiezo con mi plan de Ramadán. Y a veces incluso al terminar sigo un tiempo así, porque me siento más cerca de Dios, y otras no, y está bien de todos modos. Pero hay quien critica, sea lo que sea", se confiesa, contundente.

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Rabab nació en España en 2003, y hace Ramadán desde los doce años.  MANU GARCÍA

"Lo que tú hagas, si haces Ramadán, si no lo haces… Eso es entre tú y Dios, ahí no se puede meter nadie. Porque la cuenta la llevas tú con él", apunta Patricia. Y continúa: "El Ramadán no es solamente dejar de comer, tienes que llevar una moral correcta, es como la Cuaresma para los cristianos, no puedes mentir, no puedes hablar mal de la gente, no puedes criticar… Como yo digo, hay musulmanes que hacen Ramadán y hay musulmanes que ayunan".

Las tres aclaran que no es difícil hacer Ramadán viviendo en una sociedad occidental, y que cada vez más personas lo entienden y respetan. Sin embargo, Rabab sí ha tenido algunas experiencias negativas por esa doble identidad con la que convive. "He tenido muchos choques con muchos compañeros de clase que me dicen que por qué hago Ramadán si he nacido aquí. Incluso, algunos profesores me han llegado a preguntar que si me obligan. Me cogen y me llevan a un lado y me preguntan: En tu casa te obligan, ¿no?", relata la joven.

Esta cuestión aparece también en otros temas centrales del Islam, y en particular aquellos relacionados con las mujeres, como el velo. "Está prescrito que la mujer musulmana tiene que llevar el velo, pero como algo recomendable. Es una decisión nuestra. Si algún día me apetece ponérmelo, es mi decisión, y si no, pues también. Pero tenemos que aprender a respetar eso, porque no por llevar velo se es más musulmana", aclara Patricia.

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Hanane y Rabab explican que, dependiendo de la época del año, el Ramadán puede hacerse más o menos difícil.  MANU GARCÍA

Para Rabab y Hanane también es una cuestión de decisión personal. "A veces se creen que el velo perdona todo lo que tú no haces bien", afirma Rabab. 

El velo es también una cuestión controvertida en el movimiento feminista. Preguntada, en ese sentido, por su experiencia con el feminismo, Rabab no se corta: "He participado en manifestaciones y claro, yo no parezco musulmana a simple vista, y alguna vez, cuando he dicho mi nombre completo, se quedan como impactadas. No llegan a decirme nada pero lo noto, noto que piensan: Hostia, una musulmana apoyando el feminismo cuando allí tienen mucho machismo... Y el machismo no es exclusivo del Islam. Las feministas en general no intentan entender nuestro feminismo, y en Marruecos, por ejemplo, hay muchas mujeres que también luchan por eso", apunta.

La cuestión del velo es controvertida, tanto entre la comunidad musulmana como para el movimiento feminista

El desconocimiento sobre el Islam y los estereotipos existentes sobre la mujer musulmana es lo que genera estos prejuicios. También influye la ausencia de separación en algunos países entre religión y Estado. "No es la religión, sino cómo la usamos", apunta Patricia en ese sentido. "Hay que saber llevarla y saber practicarla, con respeto hacia las otras religiones, siempre con respeto", remarca.

El papel de asociaciones como Bismillah ha sido y es fundamental para desmontar esos estereotipos. Tanto Hanane como Patricia afirman que han notado un gran avance en la sociedad en los últimos años, y Patricia explica que la sociedad española es, a día de hoy, bastante respetuosa. Y, también, cada vez más curiosa y deseosa de acercarse a su cultura y su religión. "Cuando, por ejemplo, voy a buscar a mi hijo al fútbol, las madres de los otros chicos, que ya son mis amigas, me preguntan: 'Hanane, ¿cómo llevas el ayuno? ¿Cuántos días quedan?', relata la tangerina.
De la conversación con estas mujeres se desprende una cosa clara: para ellas, el ayuno en sí es secundario. Es un elemento más de su religión y de una filosofía de vida que está basada, sobre todo, en el respeto.

Sobre el autor:

Alaia Rotaeche

Alaia Rotaeche

Graduada en Periodismo y Máster en Estudios Literarios por la Universidad Complutense. He pasado por medios locales, por comunicación política y de organizaciones y he participado en proyectos autogestionados. Me interesan particularmente la cultura, la política, las migraciones y los feminismos, e intento siempre tener la mirada puesta en quienes tradicionalmente han habitado los márgenes de la sociedad.

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