Las muñecas que revolucionaron el mundo siguen vivas en Chiclana

Ernesto Marín, hijo del fundador de la firma la famosa firma, desgrana la historia de su familia desde la colección donde perduran piezas, moldes y máquinas únicas de la fábrica

El chiclanero Ernesto Marín enseña las distintas muñecas de la colección en Chiclana.
El chiclanero Ernesto Marín enseña las distintas muñecas de la colección en Chiclana. MANU GARCÍA

En un fotograma de cualquier película de Pedro Almodóvar o en la casa de esas abuelas que viven en auténticos museos. Las muñecas Marín permanecen en el imaginario colectivo español. De ellas se ha escrito hasta la saciedad desde que a un chiclanero se le ocurrió empezar a fabricarlas. “Los grandes pintores pintan hasta lo que no se ve”, versa una frase en una pared del Centro de Interpretación del Vino y la Sal en Chiclana.

Las manos de un hombre acarician cada letra que algún día salió de la boca de su padre. “Era una persona con muchas inquietudes. No tenía estudios pero leía mucho y, sobre todo, era un pensador”, dice Ernesto Marín, de 69 años, en el espacio que mantiene viva el alma de Pepe Marín, su progenitor y ese pintor que dibujaba cada muñeca antes de convertirla en realidad.

El hijo del fundador de la primera fábrica de muñecas disfruta recordando el legado que ha visto en su casa desde siempre. El niño que creció entre trapos, tejidos, cabezas y pelo merodea por la Colección instalada en este centro embarcándose en un viaje al pasado. Recuerdos que le dan a sus ojos un brillo especial. De talante risueño, Ernesto se detiene ante una foto de los inicios de la fábrica que fundó su padre en 1928, empresa familiar que duró 86 años.

Primeras muñecas de Marín.
Primeras muñecas de Marín.   MANU GARCÍA

Unas mujeres trabajan en el primer taller. “Los señoritos no podían ver a mi padre porque él daba trabajo a las mujeres y las casas de vaciaban. Socialmente fue una revolución, algunas ganaban más que los maridos”, comenta frente a la imagen en blanco y negro.

Antes de comenzar con las muñecas, la vida de Pepe Marín parecía estar encaminada hacia la tienda de ultramarinos de su familia. Sin embargo, él aspiraba a otros derroteros. Después de cumplir con el servicio militar en Madrid, se mudó a la capital “con pocos duros” para trabajar como pintor. Ignoró los deseos de sus padres y se lanzó a una aventura que acabaría con un final feliz.

"Mi padre tenía un gran espíritu creativo, tocaba el piano a oído en el cine mudo"

“Siempre ha tenido un gran espíritu creativo, tocaba el piano a oído en el cine mudo, fue director de obras de teatro, era un artista constante. Incluso fue concejal, el día de la patrona, como era un avanzado en el tiempo, puso palomas de papel por todo el pueblo”. Ernesto solo tiene piropos para su padre, que, estando en Madrid, ante la necesidad económica, decidió ir más allá de la pintura.

“No sabemos cómo, se le ocurrió hacer una muñeca de trapo como pudo, con la cara de serrín, y se fue a la Plaza Mayor a venderlas”, cuenta a lavozdelsur.es. El negocio le fue tan bien que un día unos comerciantes quisieron comprarlas todas para ponerlas en venta en su tienda. Pero Pepe tuvo una idea mejor. Regresó a su tierra natal y montó su propio taller, desde donde salieron sus primeras creaciones hacia San Fernando, Sevilla, Cádiz y otros municipios.

Fotografía del primer taller fundado por Pepe Marín.
Fotografía del primer taller fundado por Pepe Marín.   MANU GARCÍA

Hacía muñecas de juguete, las famosas flamencas llegaron más tarde con la oleada del turismo. El chiclanero pasea entre las vitrinas de la exposición y vuelve a fijarse en el cuerpo, las manos y esos pequeños detalles que él aprecia. “Mira los dedos, están hechos hasta donde llega el serrín, y esos zapatos son el seguimiento de los pies pintados de negro, era todo muy complicado”, dice señalando una de las primeras piezas. Después, se detiene frente a un soldado que su padre fabricó durante la posguerra, cuando el tejido era escaso y las ventas imperceptibles.

“Mi abuela llegó a casa un día y se dio cuenta de que mi padre se había llevado el las sábanas porque no tenía material. Las tiñó y siguió haciendo muñecos para comer”, cuenta.

De las caras de cartón pasó a los rostros de barro, donde podía pintar con más soltura y resaltar detalles como los ojos, a los que daba vida con un poco de papel de aluminio. Y poco tiempo después, ya en los años 60, empezó a utilizar el plástico.

Para cuidar cada parte de la pieza recurría a máquinas de electricidad estática o artefactos de acero para crear gafas que él y otros compañeros inventaban para agilizar la faena. Pepe se quedó maravillado con esas máquinas que empezaban a incorporarse a la actividad laboral de las empresas. “Se quedaba embobado delante de ellas”, dice su hijo.

Materiales utilizados para la fabricación de las muñecas.
Materiales utilizados para la fabricación de las muñecas.   MANU GARCÍA
Una de las vitrinas de la colección Marín en Chiclana.
Una de las vitrinas de la colección Marín en Chiclana.   MANU GARCÍA

El negocio fue creciendo hasta que el los años 60 comenzaron a llegar a todos los rincones de España. Una época de esplendor que llevó a las muñecas a lo más alto convirtiéndolas en un símbolo de Chiclana que causaba furor. “No había tienda de souvenir que se preciara que no tuviera la muñeca de Marín”, señala.

“No había tienda de souvenir que se preciara que no tuviera la muñeca de Marín”

Los turistas no podían irse del país sin llevarse esta flamenca que fueron “un icono español”. Llegó a las manos del emperador de Japón gracias a una bailaora, y, en cuento The Beatles bajaron del avión recibieron una. Se colaron hasta en los premios MTV. “Increíble, es muy fuerte”, expresa Ernesto mientras continúa su visita.

Hasta entonces, él veía el éxito de las muñecas, pero aún no había asomado la cabeza en la empresa familiar. Fue en el año 1976, después de haber probado con Administración de empresas, cambiarse a Derecho y abandonarlo, cuando se subió al carro. “Empecé haciendo los costes de las muñecas, algo que nadie había hecho nunca. Yo nunca había cogido una muñeca en mi vida. Había 500 modelos y los descosí todos, uno a uno”, cuenta el chiclanero, que fue nombrado gerente en 1983.

Ernesto repasa la historia de la fábrica durante la visita.
Ernesto repasa la historia de la fábrica durante la visita.   MANU GARCÍA

Por entonces, su hermana Ana Marín ya se había enamorado del arte y, sin decirle nada a nadie, comenzó a crear muñecas con la máquina de coser de la que luego no se despegó. “Cuando abrió la cortina mi padre se quedó así”, dice mostrando una fotografía del momento en el que sacó a la luz una obra con la que llegó lejos. Se convirtió en una de las mejores diseñadoras de muñecas del mundo y en “el alma artística” de la fábrica junto a su progenitor.

“Soy el padre de mi hermana y su hermana, y ella es mi madre y mi hermano, o sea, los dos éramos como uno solo”. A Ernesto se le dibuja una sonrisa en la cara al pasar por delante del rincón de la colección dedicado a ella.

Desde que entró en la fábrica y descubrió los libros y muñecas antiguos que aun permanecían en las instalaciones, quiso poner en valor su historia. En 1997 inauguró el primer museo Marín, dentro de la fábrica. En uno de sus viajes a las costas españolas, que recorría para vender muñecas, vivió algo que le inspiró.

“Fui a ver el museo del juguete de Figueiras por que me habían dicho que allí había muñecas nuestras. El dueño las había donado a la Generalitat”, explica. Pero estas habían llegado a sus manos de una forma casi mágica. “Resulta que mi padre le mandó por ferrocarril un baúl con muestras a un representante que encontró en Barcelona. Estalló la guerra y el vagón se quedó en una vía, cuando acabó, una persona se metió en el vagón y encontró las muñecas. Las cogió y se las vendió. Todavía se me ponen los pelos de punta”, detalla Ernesto, que sintió que nada se podía perder.

Ernesto Marín posa junto a una de las vitrinas del espacio dedicado a las muñecas en Chiclana.
Ernesto Marín posa junto a una de las vitrinas del espacio dedicado a las muñecas en Chiclana. MANU GARCÍA
Detalle de la muñeca inspirada en Lola Flores.
Detalle de la muñeca inspirada en Lola Flores.   MANU GARCÍA

A su vuelta, propuso a sus hermanos donar todo el material al Ayuntamiento de Chiclana y en 1999 firmaron el acuerdo, aunque no fue hasta el cierre de la fábrica cuando se entregó todo el material.

Chiclana siempre ha mostrado un cariño enérgico a esta muñeca y a su creador, que actualmente tiene una calle y una escultura en el municipio. Tanto que cuando Ernesto se presentó como candidato a la Alcaldía, no dudaron en apoyarle. “El 70% de las casas que visité eran de gente que había trabajado en la fábrica”, recuerda.

“Mi padre fue una persona que ejerció en Chiclana una influencia importante”, dice mientras señala una muñeca con el traje regional de Chiclana, que, en ese caso, fue creación de su padre.

"Nos aliamos con el mercado chino, pero no lo pudimos soportar"

Tras atravesar por el rincón favorito del chiclanero en el que se divisa un torero en movimiento con “una sencillez preciosa”, se encuentran figuras conocidas como Lola Flores, Sofía y Juan Carlos I, Sanderman, Enrique VIII, Isabel II o Curro, la mascota de la EXPO. También hay muñecas de porcelana que creó para regalos de decoración, la línea Menta y Canela, que movía las piernas y la cabeza.

Pieza de Curro creada con motivo de la EXPO.
Pieza de Curro creada con motivo de la EXPO.   MANU GARCÍA
Ernesto posa junto al logo de la empresa familiar.
Ernesto posa junto al logo de la empresa familiar.   MANU GARCÍA

En 2014, todo se desmoronó. El mercado chino se imponía ante los negocios de toda la vida. Un gigante imparable que arrasó con esta histórica fábrica. “Nos llegamos a aliar con ellos, diseñabamos nosotros y los fabricaban ellos, pero no lo pudimos soportar”, suspira Ernesto. A su mente llega aquel día en el que estaba viendo una película americana con hindúes y, de pronto, distinguió la muñeca. “Me sirvió para decir, tiramos para delante, y duró unos años más”, cuenta.

Pero finalmente, hubo un punto y final. Nadie olvidará la obra creativa de la familia Marín. El cerrojazo inminente no arrebata a esas miles y miles de muñecas que continúan dando vueltas por el mundo.

Nicolás Rodríguez, Rafael Varo, Miguel Benítez. Son nombres que forman parte de la trayectoria de un negocio que trasciende y que sigue despertando interés hasta en el ámbito académico. “La gran decisión de mi vida ha sido proponer la donación de todo esto al pueblo, la historia de mi padre está aquí para siempre”.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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