Patricia Infante, una ceramista iluminada por las estrellas (Michelin)

La creadora de las vajillas exclusivas que usan en restaurantes de reconocido prestigio se ha pasado casi toda su vida de administrativa, hasta que una crisis le destapó el cielo en Villanueva del Ariscal

Patricia Infante lleva años surtiendo de vajilla artesana a varios restaurantes andaluces con Estrellas Michelín.

“Mi madre me sigue diciendo que muy bien, pero que no deje la Universidad”, cuenta Patricia Infante, con la sonrisa inspirada de quienes ejercen su pasión sin olvidar de dónde vienen. Administrativa de toda la vida, de haber estudiado Empresariales por expreso deseo de una familia convencida de que su vocación manual solo podía pasar por devoción, pero que había que buscar el sustento –la obligación- en oficios más seguros, Patricia se ha desenvuelto entre programas de contabilidad y gestión, primero en empresas privadas y luego en el departamento de becas del Pabellón de Brasil de la Universidad de Sevilla, desde que consolidó su condición de sevillana tras haber dejado atrás La Línea de la Concepción donde se crio. 

Fue en la Universidad donde consolidó, por otra parte, su puesto después de unas oposiciones, y por eso su madre, desde aquella punta de Cádiz, le insiste todavía en que se agarre a esa seguridad mientras la intuye amasando barros resbaladizos -como cuando niña- en su taller de Villanueva del Ariscal, este privilegiado rincón del Aljarafe sevillano... “A mí siempre me gustó trabajar con las manos, tener esta sensación de crear algo único con la materia prima que nos da la madre Tierra”, cuenta ahora ella, mientras espera que le concedan una excedencia para dedicarse plenamente a esta pasión de la cerámica que solo ha podido ejercer desde que todas las crisis imaginables se alinearon para dejarla sola con sus propias manos. “Me quedé en paro, me divorcié y me apunté a la Escuela Della Robbia, en Gelves”, cuenta, “y ya no he parado de formarme en cursos monográficos e investigando en diferentes técnicas, mientras mis hijos se han hecho grandes y se han independizado”.  

Tampoco le ha cesado la demanda, porque después de haber experimentado con figuras, diosas, murales, joyas y piezas artísticas en distintos grados de cocción y esmalte, fue con las vajillas con las que encontró su propia constelación inspirada para que se alinease en su camino la aventura culinaria del chef Benito Gómez, el responsable del restaurante Bardal, en Ronda, que después de haber conseguido dos estrellas Michelin en 2018 y 2019 ha ampliado su proyecto con otras propuestas como Tragatá, más de tapas, también en Málaga capital.

Restaurantes como el de Benito Gómez, con dos estrellas Michelin, no cesan de encargarle vajillas de todo tipo a Patricia Infante. MAURI BUHIGAS
"Aquí el tiempo pasa de otra manera", dice Patricia, mientras se afana en el torno. MAURI BUHIGAS

 “Benito ha confiado en mí desde el principio y le estoy muy agradecida”, dice Patricia. Con principio se refiere al principio de ambos, pues fue cuando los dos comenzaron a ver las estrellas sin dejar de trabajar: Benito indagando en la innovación culinaria, Patricia haciendo lo propio en los recipientes que ella iba creando, encantada, para alojar a su vez tanta creatividad…

Desde entonces, hace apenas seis años, a Patricia le ha ido creciendo tanto el trabajo, que ya dejó aquellos talleres didácticos que organizaba y empezó a pensar en una excedencia laboral. “Aquí se me pasan las horas muertas”, dice ella mientras señala un enorme reloj que, en efecto, hace no se sabe cuánto que dejó de dar la hora. En el taller de Villanueva del Ariscal, una casa vieja iluminada por obras de arte, comparte con otras compañeras artistas incluso cocina colectiva para alternar almuerzos y conversaciones que han ido dando forma a otros proyectos… Porque primero fue Benito Gómez, pero luego llegó Ángel León, desde el restaurante Aponiente en El Puerto de Santa María y su otro cargamento de estrellas Michelin. Y Patricia estuvo encantada de volcar todo el celeste marino de sus propios ojos en las vajillas exclusivas que diseñó para el llamado “Chef del Mar”. A los platos le fue añadiendo bandejas, tarros, cazuelas, vasos, jarras, tazas, cuencos (y chawanes), morteros, azucareros, centros de mesa, y una amplia gama de cubiertos exclusivos que van desde la cuchara telúrica hasta el tenedor como un exquisito tridente de Neptuno “que hubo que reforzar luego, y hacerle las puntas más resistentes”, cuenta ella, “porque se partían muchos, no solo en el uso del comensal, sino también en el fregado”. 

La variedad de la propuesta artística de Infante es inmensa. MAURI BUHIGAS
Patricia Infante ha dejado la administración para volcarse en su pasión. MAURI BUHIGAS

Pura alquimia

La verdad de estas cocinas con estrellas Michelin es la misma verdad de las vajillas que usan, con toda la verdad amontonada en barro que va amasando con sus propias manos Patricia, consciente de que este flechazo con restaurantes que buscan la exclusividad de vajillas verdaderamente únicas le ha puesto a ella en bandeja dedicarse a lo que le ha apasionado de siempre “aunque yo nunca me lo hubiera imaginado”, dice. Ni siquiera lo imaginó cuando, antes de la pandemia del Covid, empezó a leer los textos de alquimia de la suiza Marie-Louise von Franz, quien a mediados del pasado siglo tomó el simbolismo de la alquimia que encontró en Carl. G. Jung, el gran investigador de las profundidades de la psique. 

“Siempre me ha cautivado la magia de las cocciones tras las cuales el resultado nunca puede ser el mismo, y por eso se le confiere a cada pieza la singularidad de un objeto único”, explica Patricia, entusiasmada con las posibilidades infinitas que le pone en su mesa de trabajo esta transmutación perpetua a la que ha decidido dedicarse. “Puedo decir que los contenidos de mi psique fluyen de manera inseparable: bocetos, acuarelas, cuencos, esculturas, sueños, rituales, libros, viajes”, sostiene ella precisamente con un cuenco de barro todavía fresco en una mano y una aguja en la otra, dibujadora de espirales y flores imaginarias cuyo trazado irrepetible fijará uno de sus dos hornos a continuación, bien a 900 grados, bien a 1.200, bien a 1.240… Ella sabe a dónde llega la dureza que confiere cada tipo de calor, a dónde la fijeza de cada trazo de color por debajo o por encima del esmalte final. 

Los restaurantes con estrella Michelin, como el de Ángel León, valoran muy especialmente las piezas únicas e irrepetibles. MAURI BUHIGAS

Vivir de las estrellas

“Yo no hubiera pensado en una excedencia si no llega a ser por la demanda de estos restaurantes”, reconoce Patricia, con la justa humildad que le hace no revelar aún que otro chef con estrella Michelin (su primera) le ha empezado a encargar vajilla. Se trata de Eduardo Pérez, del restaurante de El Puerto de Santa María Tohqa, abierto desde el verano de 2020 –vaya verano difícil- y cuya carrera meteórica ha hecho que la propia guía francesa se refiera a este chef originario de El Saucejo (ese pueblo de la Sierra Sur sevillana pero incardinado entre tres provincias) en estos términos: “Cocinero de candela –así se autodefine él- Eduardo y su hermano Juan José son unos enamorados de Andalucía y del trabajo de las brasas, siempre en base a productos de cercanía, aunque algunos también vienen de la huerta familiar que trabaja su padre”. La guía alaba que usen términos como “simiente, qandela, zá, varea… para explicar la esencia de quienes son, de lo que quieren representar, de su entorno y de las personas que les han ayudado a reflejar la esencia de esta tierra”. Justamente la vajilla de Patricia redunda en esta exaltación de la tierra que pisan, que aman, y sobre la que quieren mantener un justo equilibrio lingüístico, sensual, gastronómico si no es mucho pedir. 

Patricia está encantada de trabajar con la madre Tierra  en su taller de Villanueva del Ariscal. MAURI BUHIGAS

A Patricia no le gusta entrar en detalles prosaicos de su obra, pero esta prosa en román paladino es la que le ha permitido cambiar de vida y hacer por primera vez lo que le apasiona, o sea, vender cada plato a 30 euros aproximadamente, buscando en cada uno la exclusividad, la irregularidad, la genialidad, la inspiración en las que prefieren asentar sus creaciones los más grandes chefs de nuestra tierra –ahora se están incorporando los cocineros extremeños-, iluminados por las estrellas (Michelin). “Me encargan un número concreto de piezas, y eso lleva su tiempo, distinto en cada caso, pero me siento respetada, y no pierdo la ilusión”, asegura, consciente de la responsabilidad de no repetirse a sí misma.

“Ha sido una experiencia inolvidable ir a comer a estos restaurantes”, cuenta quien ha tocado, en sus mesas, sus propias creaciones con pleno sentido, inundadas del sabor que esperaban desde que nacieron; quien ha visto, en mesas vecinas, las reacciones siempre ilusionadas de quienes, en estos restaurantes con estrella, han agradecido que la vajilla esté a la altura creativa de lo que contiene. En tales ocasiones, Patricia no ha tenido más remedio que acordarse de su madre, y ha sentido el orgullo de que, de la devoción, también se pueda comer. Incluso dentro de ella.