Los pescadores artesanales de Barbate se 'ahogan' entre las algas invasoras: "Estamos muertos"

Brisa marinera, un sol abrasador y un puerto pesquero que agoniza. “Nada, todo es alga, aquí se pierde todo, es horroroso”, dice Agustín Fernández, barbateño de 58 años, mirando al mar. Acaba de llegar al muelle en un barco repleto de Rugulopterix okamurae, especie invasora que pone en jaque al sector pesquero andaluz y, aún más, a la pequeña flota de Barbate. En la zona ya solo queda este alga, que se ha cebado con el fondo marino. Un miércoles, vísperas de las fiestas del Carmen, Agustín retira una a una las plantas enganchadas a sus artes. En la red, no hay ni un pescado. “Llevo diez meses sin ir a la mar, he estado malo, hoy he cogido el alta, el primer día, y mira”, dice el patrón. Su mirada refleja impotencia, dolor y desesperación. “En la Bahía no se puede pescar”, dice mientras sigue quitando las algas.

Agustín lleva en el oficio desde que tenía 14 años, su abuelo tenía barco, su padre también y él quiso seguir con la tradición. De su embarcación, como él comenta, “malviven” cuatro familias que soportan las pérdidas económicas que registran desde hace cinco años y ahora con mayor intensidad. Para ellos, “es un sinvivir”. Cada vez que salen a pescar, regresan cargados de algas y no tienen más remedio que dedicar tiempo y dinero a reparar y arreglar los utensilios de faena.

Los pescadores, junto a una montaña de algas, no recordaban una situación similar. El alga impide que puedan desarrollar su trabajo. El hilo no puede levantar el peso de esta acumulación y, la mayoría de las veces, se rompe. “Volvemos sin artes, las tenemos que dejar en el fondo, y las que podemos rescatar están destrozadas y tenemos que repararlas y limpiarlas, es un añadido”, comenta José Manuel Dávila, barbateño de 52 años. El patrón mira como sus compañeros, en silencio, tratan de salvar las artes. Una escena que se repite a diario.

"Volvemos sin artes, las tenemos que dejar en el fondo"

“No es solo que no cojamos pescado, sino también que gastamos gasoil y carná para nada”, dice este hombre, que se dedica a la pesca profesional desde hace más de 25 años. Era electricista, pero este mundo siempre le había atraído, en sus recuerdos hay barquitas y una pasión que le da de comer.

“La situación es caótica. Ya estamos muertos”, lamenta Jose Manuel desde el barco donde trabaja la pesca del anzuelo, el palangre, aunque también aprendió a la red, a nasa o al cerco en otras épocas de su vida. Está cansado de llegar al puerto sin nada, sabiendo que el único sustento económico de tres familias es esta actividad. La presencia del alga acaba haciendo estragos en su salud mental y en el de todos los compañeros.

“Llega un momento en que dices, mañana ¿dónde voy? Si hoy tengo un poquito de suerte y cojo algo, digo, pues aquí, pero mañana vengo y me encuentro con la sorpresa. Todos los días hay incertidumbre, tiras los chismes al mar y dices, ¿y ahora qué?”. El patrón expresa cómo se siente desde el muelle, donde muchos llegan cargados de esta alga que tapona los desagües de los barcos. Sin ir más lejos, los pescadores de uno de ellos tuvieron que tirar las artes porque no llegaban por el peso del agua que había entrado y del alga.

"Todos los días hay incertidumbre"

“Tenemos que estar comprando material, aumentan los gastos y los ingresos son mínimos”, comenta el barbateño. Todo repercute en la economía de sus casas. Es allí donde notan la gravedad del asunto. La lonja de Barbate registró en 2021 hasta un 90% de pérdidas más con respecto al año 2015, según un estudio realizado por la Federación Española de Pesca Artesanal (Fenapa), de la que José Manuel es presidente. No quiere imaginar los resultados si lo hicieran este año.

Según comparte con lavozdelsur.es, un día de esta semana, a la lonja solo llegaron 12 cajas de pescado, de los 21 barcos que componen la flota, y, lo poco que hay, presenta precios muy elevados. “No podemos trabajar y no podemos aguantar más”, manifiesta.

Algunos barcos más grandes se han desplazado a otras provincias, pero Agustín o José Manuel no Disponen de esta opción -”tenemos que vivir de lo que tenemos enfrente”. Muchos pescadores de la pequeña flota han decidido quedarse en tierra, algunos llevan más de un mes y medio amarrados, y otros se han ido a otros puertos del litoral.

“Nos estamos yendo para Conil, todos los que faltan están allí, pero ya no les merece ni la pena porque todos estamos pescando en el mismo sitio y hay muy poco para repartir”, explica Juan Jesús Ortiz, de 55 años, natural de Barbate.

Él es el patrón mayor de la Cofradía de pescadores. “Aquí nos morimos de hambre”, dice mientras no puede quitar la mirada de las algas. Lleva 40 años en este mundo y nunca había visto algo igual. Es la segunda generación de una saga familiar de pescadores que se dedican al trasmallo. “Hoy hemos salido, pero como si no lo hubiéramos hecho, es inviable. Nos pasamos el día quitándolas”, comenta señalando a la especie invasora que además desprende un fuerte olor.

De su barco viven tres familias, antes eran más, pero ha tenido que reducir personal ante esta situación “mala” que ha llevado a mucha gente a tirar la toalla. “Es insostenible, muchos están vendiendo los barcos”, lamentan desde el puerto barbateño.

Con las manos mojadas de retirar algas, alertan de que no es un problema aislado, se sufre en toda Andalucía, donde se están perdiendo productos del mar. Este enemigo asiático afecta a la biodiversidad, no tiene depredadores en la zona y la cadena trófica se ha hecho añicos. Cada vez hay menos recursos, algo por lo que Jose Manuel, desde Asarpesca, asociación enmarcada en Fenapa, lleva años alzando la voz.

Fenapa fue la primera organización en movilizarse para luchar en “una guerra que ha tocado fondo” y que ha desbordado a los pescadores artesanales, los más afectados. Han mantenido numerosas reuniones con la Junta de Andalucía y otros organismos para salvar su trabajo. “Necesitamos que nos den soluciones para poder seguir viviendo de nuestro trabajo”, sostiene el presidente mientras unos hombres cosen sus redes destrozadas.

La Administración otorga una ayuda económica a este sector desde hace dos años, pero es insuficiente para afrontar las pérdidas que están sufriendo. Los pescadores transmiten que no reclaman ayudas. “Lo único que queremos es seguir viviendo de nuestro trabajo”, dicen tajantes.

José Manuel señala unos contenedores que todos los días se llenan de artes dañadas por las algas. “Hay algunas que hay que tirarlas a la basura porque, del peso, no aguantan, y se quedan entre las rocas, al tirar se cortan”, explica el patrón al mismo tiempo que levanta unas redes ya inservibles.

La reducción de capturas, la desaparición de especies y las faenas en las que se echa a perder el material preocupan a un sector al límite que lanza un grito para no ahogarse.