“Nos encontramos de fiesta mi mejor amiga y yo con cinco amigos más hasta que decidimos separarnos del grupo unos minutos para ir al cuarto de baño las dos. Agarro a mi amiga del brazo, yendo ella detrás mía, e intento apartar a la masa de personas que se encontraban delante. De repente, mi amiga me agarra fuerte el brazo y me grita: ¡Me han pinchado!”. Así describe una joven el pinchazo que sufrió su amiga en El Puerto, hace unos días.
Y prosigue la historia: “Se gira, y consigue ver a un chico con una jeringuilla en la mano y salimos corriendo de allí. Acto seguido, informo a todos los porteros de la discoteca y camareros que allí se encontraban. No podía creer que, aquello que días anteriores había visto en la televisión, nos estuviera ocurriendo”.
La joven volvió a entrar en la discoteca para avisar a todas las chicas que se encontró a su paso, aunque en la ambulancia había otra joven que también sufrió un pinchazo. “Lo que iba ser una noche de fiesta con amigos se ha convertido en una pesadilla, en miedo y en ansiedad”, proclama.
Relatos como éste se vienen repitiendo con frecuencia en las últimas semanas, mujeres que sufren pinchazos en discotecas o festivales, un nuevo tipo de violencia —que comenzó en Reino Unido— que llegó a España en los Sanfermines, y que se está extendiendo por toda la geografía española. Hasta en diez comunidades se han registrado casos y hay 45 denuncias interpuestas, pero hasta el momento solo en una chica de 13 años de Gijón se han detectado sustancias tóxicas.
“La situación se está yendo de las manos, y desde hace alrededor de un mes, se ha puesto de moda y hay muchísimos casos. Los propios médicos en urgencias no saben identificar qué es, pero alertan de la importancia de difundir, enseñar el protocolo de actuación y, sobre todo, los riesgos que esto conlleva pues, detrás, pueden ocurrir abusos, robos, transmisión de VIH e incluso se han notificado casos de chicas en la UCI”, alerta la joven de El Puerto que cuenta el caso vivido por su amiga.
El foco, desde luego, se está poniendo en las víctimas y no en los agresores. ¿Moda? ¿Sumisión química? ¿Ganas de asustar? Las causas de la proliferación de los pinchazos no están claras, y los propios expertos no se ponen de acuerdo. El hecho de que haya hombres que puedan entrar en discotecas o festivales con jeringuillas —o cualquier objeto punzante—, ya sea para dar un susto o para intoxicar a mujeres, es un problema al que no se están buscando soluciones. Y si entran y pinchan, que sean debidamente sancionados —como delito de lesiones recogido en el artículo 147 del Código Penal—.
Hasta el pasado viernes, la Junta de Andalucía contabilizaba 16 casos en estudio en la comunidad, con investigaciones abiertas en Huelva (siete), Málaga (tres), Cádiz (tres), Almería (dos) y Córdoba (una). “A las afectadas ya se les han practicado las pruebas y estas han sido trasladadas al instituto de toxicología. Se trata de extracción de sangre y análisis de orina. Estamos pendientes de los resultados”, dijo entonces el consejero de Presidencia, Interior y Diálogo Social, Antonio Sanz.
La Policía Nacional y la Guardia Civil, consultadas por lavozdelsur.es, comentan que de momento no pueden aportar mucha información sobre estos casos y que, de momento, no hay relación con la sumisión química, esto es, el uso de agentes químicos para manipular la voluntad de las personas y cometer un delito, ya sea un robo, secuestro o violación.
Andalucía tiene un protocolo de actuación en caso de sumisión química que ahora se está actualizando
El catedrático de Medicina Legal por la Universidad de Granada, José Antonio Lorente, señala que “es muy difícil" que con los pinchazos se haya generado “una sustancia que no esté controlada en los análisis toxicológicos”. El experto dice que se puede producirse un posible "efecto imitación" para "originar pánico".
“Los análisis utilizan patrones comparativos con sustancias que son conocidas, pero hay técnicas que son muy específicas, que están utilizándose y que tardarán más tiempo en ofrecer un resultado donde se detecte cualquier elemento que esté en la sangre o en la orina que sea anormal”, explica Lorente en una entrevista en Canal Sur Radio.
"Tenemos la suerte de que en Andalucía tenemos desde el año 2018 todo un protocolo destinado a este tipo de actuación en caso de sumisión química”, incide Lorente, aunque la Junta ya ha anunciado que trabaja para actualizarlo. En el momento, “se toman muestras de sangre y de orina si es el momento más inmediato. Asimismo, se avisa a la Guardia Civil y a la Policía. Entonces, desde el centro de salud se gestiona todo”.
"Es más fácil que una agresión la cometa un conocido a que nos agredan en una discoteca"
“Creo que se está magnificando lo que está ocurriendo y eso ocasiona crear miedos innecesarios a la hora de salir de fiesta, especialmente en horario nocturno”, explica Alba Martínez Rebolledo, licenciada en Pedagogía, máster es estudios de las mujeres y género, experta en violencias sexuales en Equipo Ágora y agente de igualdad desde 2013. “Es un problema social que haya un sector, presumiblemente masculino, que pueda considerar cometer un delito contra la salud pública como es administrar una sustancia sin consentimiento y que puede causar daño, aunque no exista una agresión sexual posterior”, abunda, en declaraciones a lavozdelsur.es.
“¿Cómo creen que podemos llegar a vivir la noche y la fiesta las mujeres?”, se pregunta Alba Martínez Rebolledo, quien prosigue: “¿Que la consecuencia sea llegar a preferir no acercarnos a hombres, por si acaso, o ir a fiestas solo de mujeres? Esta no es la solución ni mucho menos. Creo que los hombres tienen que empezar a posicionarse sobre esto y rechazar en sus amistades y círculos cercanos la banalización de la violencia”.
Martínez Rebolledo señala que “las violencias sexuales están más vinculadas a situaciones cotidianas y a agresores que conocen a la víctima y el relato que se crea es que tengamos cuidado cuando salgamos, cuando debería ser que un agresor agrede a quien tiene más fácil acceso o utiliza su superioridad sobre la víctima. Es más fácil que una agresión la cometa un familiar o amigo en su casa o la de la víctima a que nos agredan en una discoteca”.
En el caso de sentir un pinchazo, desde equipo Ágora recomiendan avisar a personas que sirvan de testigos, solicitar un análisis de sangre para detectar posibles rastros de benzodiazepinas, GHB o ketamina, las sustancias más comúnmente inyectadas, y “aplicar un protocolo de seguimiento de posibles enfermedades que se contagian vía sanguínea ante la probabilidad de que la aguja fuera usada con más de una persona”.
“Los protocolos pueden variar según las comunidades autónomas, pero lo ideal es avisar a personas de confianza en cuanto se notan los síntomas. Si se pudiera reconocer al agresor o agresores hay que avisar a los responsables del lugar, del evento o a cuerpos y fuerzas de seguridad para evitar reincidencia”, recomienda Martínez Rebolledo.
La agente de igualdad dice que lo primero es acudir a un centro de salud o hospital para “detectar las sustancias con un análisis sanguíneo y de orina. En caso de pinchazo solicitar el protocolo para prevención de enfermedades de transmisión sanguínea y, si fuera necesario, solicitar atención psicológica o asesoramiento legal en el centro de atención a la mujer más cercano o bien en el 016”.
"Son casos aislados"
La visión de los empresarios de la noche pasa por quitarle hierro al asunto. "Es un problema que a grandes rasgos no existe, pues son casos aislados”, decía esta semana Juan Rambla, presidente de la Federación Andalucía Noche, que representa a discotecas y salas de fiesta de la comunidad.
Rambla dice que la organización que dirige ha impulsado un protocolo de actuación. “En el momento en el que cualquier clienta se queje de que ha recibido un pinchazo", el personal de seguridad "la llevará con el grupo de personas con las que ha asistido a la discoteca, y posteriormente esperará con ellos hasta la llegada de la Policía”.
El presidente de la federación Andalucía de noche achaca estos casos a “una broma de mal gusto”, porque “de momento” en los análisis realizados a víctimas de pinchazos “no se ha comprobado que contuvieran sustancias químicas”. “Esto es un perjuicio para el sector, que ya estuvo muy dañado en la pandemia”, dice.
¿Es posible impedir la entrada a los locales con jeringuillas u otros objetos punzantes? Rambla señala que "aunque en ciertos sitios es posible cachear a los consumidores", si un portero encuentra un objeto punzante —un palillo de dientes, por ejemplo—, "no puede justificar que la persona no pueda entrar por llevar eso”.