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Rocío, Kamilla, Macarena y Carol: vidas rotas de supervivientes de la prostitución

Hablan cuatro mujeres que ejercieron la prostitución durante años tras ser captadas por redes de trata con fines de explotación sexual. Sus testimonios giran en torno a la violencia, a entornos familiares "conflictivos" y a mucha precariedad, de una realidad invisible, pero muy presente

Ilustración sobre víctimas de prostitución forzada.
Ilustración sobre víctimas de prostitución forzada. JORGE FRANCO
03 de marzo de 2025 a las 08:07h

—“Los prostíbulos son campos de concentración de mujeres”. Rocío B.

—“La prostitución te demuestra cuán perversa puede ser la mente del varón”. Carol L.

—“A una compañera la mató un cliente. La encontré en la cama con las rodillas para arriba y las bragas en la boca”. Macarena. 

—“Para un proxeneta, si eres inmigrante eres más vulnerable”. Kamilla Ferreira.

(…)

Hay muchas similitudes entre las historias de las cuatro protagonistas de este reportaje. Kamilla, Carol, Macarena y Rocío no se conocen, nunca han hablado entre ellas, pero tienen muchas cosas, tristemente, en común. 

Sus vidas están atravesadas por la precariedad, por la violencia, por la explotación sexual. Fueron captadas por redes de trata con fines de explotación sexual, en las que es muy fácil entrar, pero dificilísimo salir. Por eso se llaman supervivientes. Porque no todas lo consiguen. 

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Las que salen vivas cargan toda su vida con secuelas físicas, psicológicas, sociales. Con el estigma. Pero ellas cuatro son ejemplo de que es posible salir. Reanudar la vida que se paró cuando empezaron los abusos. Y ver más allá.

Retrato ilustrado ficticio de Rocío, que no revela su identidad.
Retrato ilustrado ficticio de Rocío, que no revela su identidad. JORGE FRANCO

Rocío B., diez años prostituida

Cuando tenía 21 años, a principios de los años 2000, Rocío B. vio un anuncio en el periódico en el que buscaban “señoritas” para servir copas, por un buen salario, así que lo vio con buenos ojos. Como una forma de pagarse sus estudios de Derecho. El primer curso sacó muy buenas notas, pero todo se torció cuando aceptó el empleo.

“Estaba desesperada, quería pagarme los estudios”, insiste. Al llegar al supuesto lugar de trabajo, la esperaban dos hombres en una furgoneta, donde la encerraron. “Pensé que me querían robar los órganos, lo último que imaginé era que se trataba de explotación sexual”, confiesa ahora, tantos años después.  

Más de diez horas estuvo ahí. Sin una explicación. Sin móvil. Sin apenas pertenencias ni nada a lo que agarrarse. Al bajarse del vehículo, estaba en un lugar “con todas las casitas iguales, con luces de neón rojas, y ahí caí… No me quise bajar y me obligaron”. 

"Llega un momento en que ni eres consciente, no sabes a qué agarrarte"

A Rocío se la llevaron a muchos kilómetros de distancia de su hogar. Estuvo retenida contra su voluntad. Siendo prostituida en una casa de la que no podía salir. Por eso dice, desde su experiencia, que “los prostíbulos son campos de concentración de mujeres”. Ahí empezó un calvario que, en distintas etapas, duró diez años.

“No sé cómo explicar cómo era mi vida. Era como haber perdido el sentido de la realidad. Fue tan grande el shock… Yo me hubiera ahorcado”, dice Rocío, directa, cruda. Un “efecto” que, cree, es común a otras mujeres en esa misma situación: “No se elige libremente eso. No es un trabajo y no están ahí porque quieren”. 

En la primera casa donde fue prostituida, vivía en una habitación con otras 15 mujeres. Dormían en literas, apretadas. Ella, algunas noches, en el suelo. Solo salían cuando requerían sus servicios. “Empecé a adelgazar mucho. Pesaba 54 kilos y me quedé en 44”, cuenta.

Antes de ser captada por una red de trata, no fumaba. Tampoco bebía. Sus mayores “vicios” eran la lectura y el deporte. Una vez dentro, empezó a fumar mucho, a beber demasiado alcohol, como una forma de evadirse. “Volvía a la habitación borracha, sin saber cuánta gente había pasado. Me dolía todo y sangraba por ambos orificios”, recuerda.

“La mayoría de las supervivientes decimos que sobrevivimos, porque yo salí viva, pude escaparme a punta de cuchillo, pero hay muchas víctimas que no pueden”, señala Rocío, a la que odian en su familia. “No me hablan”. 

Y es que se crio en el seno de una familia “muy conflictiva”, lo que sembró la semilla para que con el paso de los años acabara atrapada por el sistema prostitucional. Sus padres la abandonaron a ella y a sus hermanos. Se criaron con sus abuelos, que “se gritaban todos los días”. Por eso se convenció de que tenía que encontrar empleo para irse de esa casa.

“Mi padre era drogadicto y luego terminó como narcotraficante. Lo último que supe de él es que estaba preso". Cuando tenía tres años, se fue su padre de casa. Durante mucho tiempo, sufrió agresiones sexuales de la pareja de su madre, que la abandonó cuando tenía once años. Entonces, Rocío se refugió en casa de sus abuelos. Hasta que no pudo más. 

"Tenía ganas de suicidarme, pero mi hijo me dio un abrazo y me salvó la vida"

Y cayó en una red prostitucional. Tiene recuerdos borrosos. Ha querido difuminarlos, eliminarlos. “Llega un momento en que ni eres consciente, no sabes a qué agarrarte”, relata. Su máxima motivación, en esos tiempos, era que no se enterara su abuela, para la que seguía siendo “blanca y pura como la nieve”.

“Cuando salí del sistema no tenía a nadie”, dice Rocío, que poco después se quedó embarazada de un hombre al que quiso. Inteligente, de familia adinerada… “y un perverso manipulador que intentó matarme dos veces. Una casi lo consigue”.

De aquella experiencia salió “con muchos traumas psicológicos”. Ansiedad. Depresión. Síndrome postraumático. Estuvo muchos meses encerrada en casa, sin querer salir de la cama. Fue madre, y eso le dio fuerzas para levantarse. Para reponerse. Para retomar, no su vida, otra distinta, pero de ella. 

“Salí herida, pero no sana, eso no se puede”, añade. Hace una dura confesión: “Tengo un hijo pequeño y la verdad es que tenía ganas de suicidarme. Lo tenía decidido. Sabía dónde, cómo y cuándo. Solo me faltaba escribir una carta, pero un día vino, me abrazó, me dio un beso y me dijo: Mamá, quiero estar siempre contigo. Y eso me salvó la vida”.

Ahora, Rocío da clases. Sonríe. Es feliz: “Me encanta enseñar, soy buena enseñando temas”. 

Carol, en un retrato ilustrado ficticio.
Carol, en un retrato ilustrado ficticio. JORGE FRANCO

Carol L, diez años prostituida

“Es brutal la cantidad de mitos que hay alrededor de la prostitución, todos diseñados para ocultar lo que realmente ocurre, que es la compra de consentimientos sexuales y la compra de voluntades”, dice Carol L., que sabe bien de lo que habla. Diez años de su vida ha sido prostituida a la fuerza.

Todo parte, como pasa habitualmente, de “una infancia bastante complicada”. A su padre, en los 80, “se lo llevó la heroína por delante”. Su madre se separó cuando ella tenía cuatro años y, aunque era pequeña, tiene “recuerdos de violencia extrema”.

De días en los que no tenían nada para comer, ella y su hermano, porque su padre había llegado a casa con un yonqui y habían arrasado con todo. “No conozco otra cosa que no sea precariedad”, prosigue.

De su infancia tiene recuerdos felices, pero también horribles. Como la vez en la que, con diez años, un vecino del pueblo en el que vivían la llamó estando en la playa porque tenía “cebo vivo”. Una vez a solas, la agredió sexualmente. Luego se lo encontraba por el pueblo. No hubo denuncia, ni judicial ni social. “Esta es la indefensión aprendida que vamos sufriendo las mujeres”, proclama.

"No conozco otra cosa que no sea precariedad"

Estando en otro país, donde vivió unos años, sufrió otra agresión sexual. Acudió a un supuesto casting de una agencia de modelaje, y terminó siendo violada por el director. “Hicieron material pedófilo con aquello, porque lo grabaron”, rememora. “No volví nunca más. Si llego a volver, igual no estaba contándolo”. 

“La prostitución te demuestra cuán perversa puede ser la mente del varón”, asegura Carol L., que no entiende “cómo estos hombres son capaces de sostener una erección”, algo que achaca a “cómo ven el sexo a través del poder”. Algo que “deja muy mal parada la sexualidad del varón alrededor del mundo”.

De estas cuestiones ha sido consciente con el paso del tiempo, “cuando el feminismo ha llegado a mi vida y he tenido las herramientas para poder analizar todo lo que me ha pasado”. Durante el 15-M tuvo un “despertar a la conciencia social” y empezó a verlo todo de otra manera.

Carol L. ha sido tutelada por la Administración tres veces. “Ninguna fue bien”. La primera, después de fallecer su hermano. La segunda, tras haber sido prostituida, al borde de la mayoría de edad. La tercera, después de ser víctima de violencia de género por parte de lo que llama “un putero rescatador”. 

Por estas experiencias, “se fue creando el perfil perfecto para ser una mujer prostituida: era una mujer que había sufrido violencia sexual y que tenía la violencia normalizada, falta de afecto y comida por la precariedad económica”. 

"No es que caigamos en la prostitución, es que la prostitución está ahí, dentro de la sociedad"

También es muy crítica con el sistema, con el Estado, que “deja a la mujer desprotegida frente a la prostitución. Porque no es que nosotras caigamos en la prostitución, es que la prostitución está ahí. No están aisladas de la sociedad, están dentro. Es un lugar de mierda que a la mujer precarizada nos ha dado la sociedad para que nos saquemos las castañas del fuego como podamos”.

En ese contexto, encontró ayuda en asociaciones que la cogieron de la mano para salir de la prostitución. “Busqué ayuda psicológica y desde hace unos años tengo a mi terapeuta, que es lo mejor del mundo, que no sólo me está ayudando a mí, sino a otras compañeras supervivientes del sistema prostitucional”, cuenta.

Pero también que “no todas las mujeres se recuperan, están las que arrastran las secuelas el resto de su vida”. Porque mientras ejercen, “el cerebro empieza a funcionar de otra manera”. “Piensas en base a los deseos del putero; pero cuando sales de la habitación procuras dejar lo que ha pasado allí dentro”, dice.

A Carol, ahora, la mueve el deseo de que sus hijos crezcan en una sociedad en la que “nadie le diga a mi hija que chupar pollas es una maravilla para no pasar hambre. Si la vida le da un revés, no lo va a resolver dejándose penetrar por desconocidos”.

Retrato ficticio de Macarena, en una ilustración.
Retrato ficticio de Macarena, en una ilustración. JORGE FRANCO

Macarena, cinco años prostituida 

“Te tengo que limpiar bien por dentro; nos vamos a hacer cosquillitas…”. Cuando apenas tenía siete años, Macarena fue víctima de abusos sexuales por parte de su padre. “No sé ni hasta qué punto llegó”, reconoce. No era consciente de lo que estaba pasando. Cuando lo contó a la familia, nadie la creyó. Su abuela, de hecho, le dio un guantazo. “Ni se te ocurra contarlo”, le dijo. 

Macarena no se llama así realmente, pero prefiere mantener el anonimato. Tampoco desvela en qué ciudad nació y creció, solo que es de Andalucía. Y que desde bien pequeña aguantó estos episodios. “La mayoría de abusos vienen por parte de familiares en la infancia”, dice. 

Cuando sus padres se separaron, su padre la obligaba a dormir con él. Ella no quería, pero de poco valía oponer resistencia. Eso la condicionó en sus relaciones posteriores. “Estuve cuatro años aguantando. Si te pasa y no tienes terapia, ni apoyo en casa… cuando te das cuenta das con una pareja supertóxica”, cuenta. Posteriormente, sufrió malos tratos.

(…)

“Somos personas que venimos de entornos disfuncionales”. Se refiere a las mujeres que ejercen la prostitución. En su caso, entró casi sin darse cuenta. Sin quererlo. Cuando quiso irse, no pudo. 

"La mayoría de abusos vienen por parte de familiares en la infancia"

Macarena cuidaba a la hija de una amiga de su madre. Ella no sabía que ejercía la prostitución. Salió con ella de fiesta. Fueron a una discoteca. Conocieron a unos hombres. Lo pasaron bien. Volvieron a casa con ellos. “Al final de la noche, dijo uno: Nos vamos a tener que ir, me caso mañana”.

Su compañero le dio 400 euros a la amiga de Macarena, que se repartieron. “Yo le dije, en mi inocencia, que por cuidarle al niño no tenía que pagarme tanto”. Había sido su “primer cliente”. “¿A que no ha sido tan difícil?”, le espetó. 

Al poco, la engañó para que la acompañara al piso donde ella trabajaba. “Acabé estando 46 días allí metida”, recuerda. Cinco años, en total, estuvo ejerciendo. “Es dinero rápido, pero fácil los cojones”, añade. 

Nada más entrar, ese día, la cegaron los flashes de una cámara de fotos. Luego vio a un hombre con una careta de cerdo, al que le estaban echando cenizas por el cuerpo. “Quería salir corriendo, pero estaba en shock”, confiesa. A partir de ahí, empezó el encierro. 

(…)

“Llevaba toda la vida viviendo en automático. O en estado de alerta o de supervivencia. Me pasaban cosas y seguía adelante. En algún momento haré dinero y saldré de aquí, pensaba. Haces dinero, pero ya se encargan de que lo pierdas”.

Macarena ha vivido “experiencias fuertes”. Como aquella vez en la que un cliente le dijo: “¿Sabes que no vas a salir de aquí?”. Y temió que la fueran a asesinar. Se escapó tras darle una patada, robarle las llaves de la casa en la que estaban y huir desnuda por las escaleras, en busca de un taxi. 

O la vez que otros hombres, que llegaron drogados y con manchas de sangre en la ropa, la amenazaron con una pistola. O cuando se encontró a una compañera muerta en su habitación, tras ser drogada brutalmente. “Estaba en la cama con las rodillas hacia arriba y las bragas en la boca”.

"Llevaba toda la vida viviendo en automático. O en estado de alerta o de supervivencia"

Ya hace unos años que salió del sistema. Fue gracias a que se enamoró, dice, del padre de sus hijos. “Es de primero de puta, nunca te vayas con un tío que conozcas aquí”, lamenta. Pero fue su caso. Sufrió violencia de género. Lo denunció.

Hace tiempo que ya no ejerce, pero sigue arrastrando secuelas de sus experiencias. Ha sido camarera, ha tenido algún contrato temporal de planes de empleo… pero le cuesta encontrar seguridad laboral. “Me suelen decir que están contentos con mis competencias profesionales… pero que mis competencias personales no acompañan la contratación”.

“Lo único que pido es comprensión, porque quieres trabajar en algo normativo y te tienes que demostrar a ti misma que vales para algo más que para ser puta”, insiste Macarena, que quiere ser diseñadora: “Me gusta dibujar y estoy intentando hacer diseños de camisetas”.

Kamilla, en un retrato ilustrado ficticio.
Kamilla, en un retrato ilustrado ficticio. JORGE FRANCO

Kamilla Ferreira, 30 años seguidos en la prostitución 

“He estado 30 años y ocho meses. Empecé con 14 años. Fui criada dentro del sistema prostitucional”, cuenta Kamilla Ferreira, una mujer de origen brasileño que reside en España. "Dentro del sistema prostitucional me enamoré y me desenamoré. Mi adolescencia y juventud estuve dentro”, abunda.

Kamilla se crio en una favela. Su madre, soltera, era quien sostenía a la familia. Cuando falleció uno de los hermanos de Kamilla, no pudo superarlo y cayó en una enorme depresión. “Éramos pobres, perdió el trabajo y pasamos a ser miserables”, dice.

"He estado 30 años y ocho meses, fui criada dentro del sistema prostitucional"

Entonces, aparecieron por la favela unos hombres que le ofrecían a Kamilla trabajo de niñera. Esa era la coartada. “Era todo mentira. Me vendieron a una casa de citas de lujo donde solo había niñas jóvenes”. 

Dentro del sistema, estuvo en varios países de Latinoamérica. A España llegó al borde de la mayoría de edad. “Fueron a buscarme al aeropuerto una mujer y hombre. Me llevaron a un pueblo perdido, sin vecinos. Estuve dos años encerrada”, recuerda. 

Solo salía para ir a fiestas que organizaban sus proxenetas, normalmente con presencia de famosos. “Nos enseñan que nunca debes preguntar el nombre de un cliente”. Y dice más: “Para el proxeneta si eres inmigrante eres más vulnerable. Si no hablas el idioma local, eres más sumisa y vulnerable”.

“Me daban la mitad de lo que ganaba. Yo soy un café con leche —por su color de piel—, si fuera negra cobraría menos. Cuanto más oscura, menos cobras. Hay castas dentro de del sistema prostitucional. Nunca cobras lo que te corresponde, te quitan dinero por dejar una toalla mojada, por dejar la cama arrugada… Si ganas 3.000, te quedas con 500 euros si acaso”. 

(…)

“De pequeña aprendí a obedecer, nunca cuestionaba nada”, dice Kamilla, que creció en una familia “extremadamente violenta”. Estuvo diez años en el pueblo “perdido”, hasta que cumplió 27 años, por lo que “ya era vieja para una casa en la que reinaba la pederastia”. Fue vendida a otro proxeneta, y acabó en una isla, “para ser prostituta de segunda”.

"Las mujeres prostituidas tenemos secuelas como si fuéramos veteranos de guerra"

En este pueblo le llegó, sin buscarla, una oportunidad que tuvo que aprovechar. “Una señora me vio llorando un día en el callejón donde ejercía, me preguntó qué sabía hacer y me ofreció limpiar y cocinar para ella”, cuenta. 

“A eso me agarré con uñas y dientes. Cada día trabajo en una casa distinta, de amistades de esta mujer. Tengo mi dinero y pago mis impuestos. Una persona miró por mí, esa mujer asumió riesgos, pero es lo que necesitamos muchas mujeres, una oportunidad”. 

(…)

“Hago tratamiento psicológico una vez a la semana y psiquiátrico una vez al mes. Hace varios años que lo dejé, con ayuda. He ganado salud física y mental, aunque las secuelas se quedan toda la vida. No duermo mucho. Tengo problemas de ausencia. Sufro cansancio crónico, fuertes dolores de espalda y de piernas. Sufro estrés postraumático. Como todas las mujeres prostituidas, estamos con secuelas como si fuéramos veteranos de guerra”.

La trata de mujeres, en cifras 

La Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, más conocido como el Protocolo de Palermo (diciembre de 2000), define la trata como “reclutamiento, transporte, embarque o recepción de personas, por medio de amenaza, uso de la fuerza, coacción, fraude, engaño, abuso de poder o de situaciones de vulnerabilidad, o mediando pago o beneficio económico en la obtención del consentimiento de una persona para que ceda el control sobre otra con el propósito de su explotación. La explotación incluye, como mínimo, la derivada de la prostitución y de otras formas de explotación sexual, trabajos o servicios forzados, esclavitud o prácticas similares, servidumbre y extracción de órganos”.

Es importante no confundir trata con prostitución. La trata tiene como fin la explotación sexual, pero no solo de ese tipo. También la hay laboral o que persigue fines de comisión de delitos —transportar droga, por ejemplo—. El Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco), de la Secretaría de Estado de Seguridad, con datos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, recoge en su informe Trata y explotación de seres humanos en España. Balance estadístico 2019-2023 la evolución de este fenómeno: detectó a 8.045 personas en situación de riesgo en 2019, y más de 7.049 en 2023, último año completo del que existen datos, 1.455 de ellas en Andalucía. Colombianas, españolas y rumanas, por ese orden, son las nacionalidades más detectadas. 

España, en 2023, podía tener entre 152.735 y 184.234 mujeres en situación de prostitución, según un macroestudio de Igualdad

El Ministerio del Interior, a través de 196 operaciones policiales —que desarticularon 80 organizaciones criminales—, identificó en 2023 a 664 víctimas, 294 de trata y 370 de explotación. La mayoría de mujeres, procedentes de Latinoamérica. Más datos aporta el macroestudio Trata, explotación sexual y prostitución de mujeres: una aproximación cuantitativa, encargado por el Ministerio de Igualdad. Aunque no exentos de polémica, por el método de elaboración sobre todo. 

A través de 114.576 anuncios, filtrados de un total de 654.109 analizados, extrae que "en 2023 al menos el 0,56% de las mujeres de 18 y más años estaban en situación de prostitución en nuestro país a través de anuncios web”. “Podría haber al menos entre 9.764 y 17.639 mujeres en riesgo de trata con fines de explotación sexual, lo que supone entre el 8,52% y el 15,40% del total de mujeres prostituidas. Y hasta 27.757 mujeres en riesgo de explotación sexual (el 24,23% del total)”, prosigue el macroestudio.

Entre 152.735 y 184.234 mujeres en situación de prostitución puede haber en España en 2023, unos datos extrapolados de los anuncios estudiados, a través del método de Poisson Truncado. Son datos muy cuestionados por posturas del sector proderechos, que cifran entre el 10 y el 30% las mujeres prostituidas que son víctimas de trata. Las abolicionistas la sitúan por encima del 80%, aunque este reciente macroestudio, la rebaje hasta el 24,2%.

Evolución de los datos de trata en los últimos cinco años en España.
Evolución de los datos de trata en los últimos cinco años en España. FUENTE: Mº INTERIOR

Para abordar, y atajar esta situación, el Gobierno trabaja en una ley integral contra la Trata y la Explotación de Seres Humanos, recuperada de la anterior legislatura. De momento se cuenta con el anteproyecto de ley. Dice la ministra de Igualdad, Ana Redondo, que no es una normativa “punitivista”, sino que se centra en la prevención, sensibilización y protección de las víctimas” para apoyar y “dar cobertura a las supervivientes”.

Este proyecto de ley contempla, entre otras medidas,“una “autorización provisional con permisos de residencia y de trabajo en tanto se certifica la condición definitiva de víctima de trata”, que no se expulsará del país a víctimas que se encuentren “en situación de trata” y, además, "toda una batería de ayudas y derechos” sin necesidad de denuncia, del Ingreso Mínimo Vital (IMV) a puestos preferentes para optar a viviendas públicas, entre otras.

Voces expertas: la psicóloga, la abogada, la asociación 

Para que mujeres como Rocío, Kamilla, Macarena y Carol puedan salir de la prostitución, dejen de estar a merced de redes de trata, es esencial que cuenten con ayuda experta. El macroestudio Trata, explotación sexual y prostitución de mujeres: una aproximación cuantitativa, del Ministerio de Igualdad, recoge que “la prostitución tiene serias consecuencias sobre la salud física y mental de las mujeres afectadas”. 

En Apramp, la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida, conocen bien estas consecuencias. Llevan desde 1985 trabajando con mujeres prostituidas, a las que procuran herramientas para que puedan iniciar una nueva vida. 

“Cuando comenzamos, la realidad era absolutamente diferente. Eran mujeres abocadas a una situación de explotación por una situación de consumo de drogas. Eran vulnerables porque podían sostener todas las cargas familiares que tenían y acababan en una situación de explotación y de prostitución coactiva”, resume Rocío Mora, directora de Apramp, en conversación con lavozdelsur.es.

Rocío Mora, directora de Apramp: "Muchas están en situación de semiesclavitud"

Desde principios de los 2000, impulsa un proyecto para “dar respuesta a todas las necesidades que tenían estas mujeres”. Mediante una unidad móvil, iban a lugares donde se ejercía la prostitución, para saber por qué estaban en esa situación. En ellas hay un equipo multidisciplinar de abogadas, trabajadoras sociales y psicólogas.

“Siempre hemos querido ser puente, para visibilizar esta realidad que muchas Administraciones no ven, porque las mafias y los proxenetas intentan que nadie los controle. Hablamos de crimen organizado”, señala la directora de Apramp.

“Es dificilísimo llegar a ellas, muchas no quieren ayuda”, incide Mora. “Se encuentran en una situación de semiesclavitud, sin libertad de movimientos, de acceso a la comida, ni siquiera se pueden duchar cuando quieren. Están 24 horas expuestas a que cualquier persona pague por hacer con su cuerpo lo que le apetezca”.

La directora de Apramp da un dato llamativo: “Hace años atendíamos a mujeres de 49 nacionalidades y en ningún caso aparecía como origen España. En estos momentos, está en el séptimo puesto”. Por eso cree que “nos tendremos que plantear qué nos está pasando como sociedad”.

(…)

“La trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual está entre los tres negocios transnacionales más rentables del mundo, junto con el tráfico de drogas y el de armas. Se estima que la trata de mujeres mueve unos 40.000 millones de euros al año, y afecta a más de 2,5 millones de personas en todo el mundo. Entre el 90 y 96% son mujeres y niñas”, aporta Sandra Moreno, doctora en Derecho, con especialidad en Derecho Constitucional, Derecho del Trabajo, estudios feministas y de minorías sexuales.

Para combatir la trata, a nivel internacional se aprobó en el año 2000 el conocido como Protocolo de Palermo —oficialmente, Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional— y, en España, un Plan Estratégico Nacional contra la Trata y la Explotación de Seres Humanos (2021-2023).

Sandra Moreno, doctora en Derecho: "La trata de mujeres y niñas es la esclavitud del siglo XXI"

“Son gestos, hay avances, pero no son medidas eficaces ni suficientes para luchar contra la trata de mujeres y niñas, la esclavitud del siglo XXI”, considera Moreno. “Si la actividad dejara de ser un negocio legitimado socialmente, se reduciría la necesidad de captar a mujeres y niñas a las que esclavizar”, añade, preguntada por este periódico.

“La prostitución está tan aceptada porque España es un país donde hay muchos hombres que no reconocen a las mujeres somos seres humanos con la misma dignidad y derechos que ellos. Cuatro de cada diez hombres en España pagan por violentar sexualmente a una mujer vulnerable, aún a sabiendas de que la mayoría son auténticas esclavas sexuales”, insiste la doctora en Derecho Sandra Moreno.  

(…)

Fátima Zahra es psicóloga sanitaria, especialista en violencia de género, y en el trato con mujeres víctimas de violencia sexual, trata y explotación. Esta profesional, que ejerce en Andalucía, considera que, para estas mujeres, el tratamiento psicológico es “el pilar” sobre el que deben sustentar sus nuevas vidas. 

“Llegan destrozadas. Hay que volver a construir su personalidad, a darles un poco de luz, a reconstruir sus esquemas mentales para lograr su inserción social, laboral y familiar”, explica Zahra, entrevistada por lavozdelsur.es.

“Lo primero que hay que trabajar es el vínculo entre estas mujeres y la psicóloga. Se trata la ventilación emocional —una técnica que permite exteriorizar emociones—, se hace un plan de vida, y se establece un soporte. A eso lo llamo bastón. Somos su bastón hasta que puedan andar”, relata la psicóloga. 

Fátima Zahra, psicóloga: "Somos su bastón hasta que puedan andar"

Zahra dice que “hay muchos mitos” en torno a la prostitución. “La sociedad mira para otro lado. Es común en conversaciones escuchar que es un mal necesario, pero no es así. Nadie debería tener que vender su cuerpo para poder sobrevivir”.

Porque, añade, “aunque ganen mucho dinero, sus deudas nunca terminan. Cuando no es la deuda económica, es la deuda emocional o religiosa…”, aporta Fátima Zahra, que remata: “No hay una solución efectiva. Es un negocio a nivel mundial, da mucho dinero y no le veo un final. Pero sí veo que hay más sensibilización para ir disminuyéndolo poco a poco”. 

La Junta de Andalucía tiene activo un plan pionero en las provincias de Almería, Jaén y Málaga inicialmente, para atender a mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual. Desde octubre de 2021 hasta septiembre de 2024 se ha atendido a casi 3.800 mujeres.

Con este plan se pretende “la detección y contacto con mujeres y niñas que se encuentren en una posible situación de explotación sexual, aunque también sirve para ofrecer información integral y atender a las víctimas, que se derivan a otros recursos asistenciales especializados”.

Recursos de ayuda para mujeres víctimas de trata 

Asociación por la Formación Profesional, Integral y Social de la Persona (Inserta Andalucía): 958 515 085. Email: hola@insertandalucia.es.

Sevilla Acoge: 954 902 960. Email: comunicacion@sevillaacoge.org.

Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (Apramp): 609 589 479 (teléfono 24 horas). Email: apramp@apramp.org.

Cáritas Andalucía: 954 347 363. Email: ssgg.crandalucia@caritas.es.

Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR): 954 619 164 y 954 626 586. Email: colabora@cear.es.

Policía Nacional: 900 105 090. Email: trata@policia.es.

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Francisco Romero

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