Todo natural. Todo viene de nacimiento. "Tuve mucha suerte con mi familia. Por la comodidad en lo material y lo económico, cierto, pero sobre todo por su forma de ser y pensar. Fui la única niña de mi clase a la que nadie le preguntó en casa por qué iba a la universidad, por qué viajar o estudiar en otros países. Se daba por sentado, ni se discutía".
Todo involuntario, encadenado. "Mi abuelo materno fue a la India a principios del siglo XX. Una peripecia por entonces. Empleó muchos meses en ir, instalarse para trabajar y volver. Regresó con un acuerdo para importar azafrán y luego fue capaz de comercializarlo en pastillas, como las de avecrem. Era un visionario".
Ese viajero compulsivo le transmitió por vía parenteral una pulsión por conocer tantos países, paisajes y culturas como pudiera. Antes, y después, de ser periodista de leyenda era cosmopolita de nacimiento: "No entiendo las fronteras, las naciones ni las religiones. Quizás porque son conceptos irracionales".
Con esos antecedentes brota espontánea una catarata de vivencias, recuerdos, sustos y anécdotas. Ha desplegado la vida soñada por todas las niñas del mundo que quieren ser reporteras. "Cuando algunos estudiantes me dicen que quieren ser corresponsales les digo que se olviden,que eso ya no existe, que se acabó".
Su imagen pública está asociada al rigor, a la confianza y al arrojo de estar en los lugares más terribles en momentos críticos. Su pelo inconfundible remata uno de los rostros más recordados de la mejor versión del periodismo en España. Intrépida y curiosa como el otro reportero de mechón reconocible, Tintín. A diferencia de la criatura de Hergé, ella aparece muy real, muy veraz.
Ya se sabe del efecto de la televisión. Es capaz de crear una suerte de cercanía ficticia entre personas que nunca se vieron. Durante la conversación, en la calle San Juan de Sanlúcar de Barrameda, ocho personas se acercan con mezcla de admiración y pudor. Piden una foto, le dan las gracias y un par de besos.
Siempre se muestra amable: "Gracias a usted, que era el cliente, por aceptarme". En algún caso aparece asombrada porque dos de las admiradoras tienen menos de 25 años: "Imagino que por edad no me han podido ver en televisión. Será que su familia les ha hablado de mí", trata de explicarse.
Por la trayectoria de profesionalidad y pulcritud periodística que lleva encima sorprende que, cara a cara, sea un volcán desatado de palabras desordenadas, apasionadas y apasionantes.
Ella que supo resumir, ordenar, verbos, adjetivos y adverbios frente a una cámara no puede parar de hablar en la vida real. Da saltos constantes en el tiempo y en el mapa mundi. Pide disculpas cinco veces, –"lo sé, lo sé, hablo muchísimo, te voy a volver loco"– en una conversación de cuatro horas.
Rosa María Calaf Solé (Barcelona, 1945) pertenece a la reducida estirpe de los periodistas ejemplares que acompañaron a varias generaciones de españoles desde la Transición hasta bien iniciado el siglo XXI.
Su caso es particular. Además de ser mujer, minoría en ese grupo de la élite prestigiosa seleccionada por aclamación popular, tuvo una vocación distinta a la periodística desde pequeña. La obsesión, la fijación, era viajar. La profesión que lo permitiera era algo irrelevante, secundario.
"Mis amigas, desde muy joven, me decían que yo tenía una forma de ser distinta a ellas. Me repetían que tendría una vida distinta a la que se podía esperar entonces de una niña de familia burguesa catalana".
"Mis amigas, desde joven, me decían que tendría una vida distinta a la que se podía esperar de una niña de familia burguesa catalana"
Además de volar, también tenía tendencia a contar. "En mi casa se ríen mucho de una anécdota. Por lo que cuentan, desde que tenía dos años me ponía a hablar en la trona cuando volvía de la calle. Empecé a hablar muy pronto. Chapurreaba sobre lo que había visto. No paraba de soltar sonidos sin sentido y gesticulaba".
"De las veces que más me recuerda mi familia fue cuando vino Eva Perón. Me encontré la comitiva de coches y caballos, el gentío en la calle. Al volver a casa no paraba de hablar de lo que había visto aunque nadie entendía nada". La visita del mito argentino a Barcelona se produjo en junio de 1947.
Pudo más, siempre, el impulso de viajar. "Cuando digo que tuve suerte con mi familia es por circunstancias como irme a estudiar a Francia con 14 años, a Estados Unidos con 18. Además de la posibilidad, ellos tenían la voluntad, las ideas. Eso no era común en la época. Mi padre, mi madre, todos, me permitían participar en cada plan, a qué ciudad prefería ir, en qué momento, no me imponían nada".
Con 18 años, hizo autostop de Bruselas al círculo polar ártico, antes de los 25 fue desde Barcelona hasta Ciudad del Cabo en coche
Al cumplir la mayoría de edad empezó a dar forma personal a esa pasión viajera. Con 18 años se fue "en autostop, con compañeras y compañeros de clase, de Bruselas a Copenhage, al terminar el curso. Luego, algunos seguimos hasta el círculo polar ártico".
Antes de cumplir los 25 decidió hacer Barcelona-Ciudad del Cabo en coche, con el compinche de vida, afición y profesión que aún hoy le acompaña.
"La marca Pegaso nos prestó una furgoneta Sava, a cambio de usar luego algunas fotos y hacer algo de publicidad con la expedición. Estuvimos 14 meses recorriendo África. No pensábamos llegar tan lejos pero cuando estábamos en un país pensábamos en ir al siguiente, más al Sur, y luego, al siguiente".
En ese tiempo estudiaba Derecho (promoción 1962-1967) en Barcelona porque su objetivo era entrar en el cuerpo diplomático, como su hermano. Era el mejor método "para viajar". Todo termina siempre en ese verbo. Moverse, conocer, saltar. Las embajadas le parecían el camino más corto y directo.
"El periodismo me encontró. Yo no lo buscaba. Es cierto que enseguida me fascinó"
"Pero el periodismo me encontró. Yo no lo buscaba". Por azares personales y encuentros casuales acabó en Radio Nacional de España en 1970. "Es cierto que enseguida me fascinó. Cada vez aprendí más, descubrí más y cada vez me gustó más el periodismo".
Ahí empiezan a surgir los nombres célebres, recordados y reconocibles. Fernández Deu y Pedro Ruiz, de los primeros. Luego aparecen los encuentros con José Luis Balbín, que le daría la primera oportunidad como corresponsal. Diego Carcedo, al que cita con mucho afecto como cómplice generoso. La lista de compañeros ilustres podría incluir más de 150 nombres.
De las crónicas radiofónicas a Informe Semanal. De la radio a reportajes de sábado con audiencias máximas, como el primero a un colectivo homosexual en España. "Siempre he sido reportera, nunca se me ha dado bien entrevistar. Tampoco trabajar en despachos, no lo soportaba".
"A mí dame el micrófono, un amigo cámara y me pongo a charlar con esas señoras de allí –señala una esquina en Sanlúcar– para buscar una historia que contar sobre lo que les pasa en su vida diaria, sobre algún problema o algo hermoso y particular que tengan aquí. Pero en un despacho no podía estar, no sabía".
Admite una sola excepción a esa regla personal. Participó durante un año en la creación de TV3 (1982-1983). Dirigió la puesta en marcha de sus servicios informativos y conoció la otra cara del periodismo, la burocrática y la institucional. También a algún compañero que era "la maldad pura, la perversidad".
Resistió lo justo, apenas doce meses en excedencia de Televisión Española. Volvió a los aviones, los aeropuertos y los visados, a la carretera y al aire.
Corresponsal de Moscú a Hong-Kong durante 22 años
La trayectoria que había comenzado en Barcelona y Madrid con compañeros recordados y queridos –"todo el día juntos, trabajando y luego a cenar, a conciertos, al cine"– en un tiempo apasionante y acojonante dio paso a las corresponsalías. La necesidad de viajar seguía dentro y era la mejor fórmula de compaginar.
Primero, Nueva York (1983), después Moscú para fundar sucursal de TVE (1987) y vivir el fin de la era soviética, los meses previos a la caída del Muro; Buenos Aires y todo el Cono Sur; Roma y el laberinto vaticano; Viena para estar cerca del infierno balcánico, Pekín y Hong Kong para cubrir buena parte del frente asiático, el tsunami terrible.
De la suma salen 22 años por el mundo de los 39 en RTVE. En 2008 se acogió a la prejubilación por obligación después de un ERE histórico que sacó de la cadena pública a nombres de imponente trayectoria y tradición.
Antes, en 2005, todo había empezado a torcerse. "Cuando vi a los compañeros del Boston Globe recogiendo las cosas en Hong-Kong, tan tristes, porque les habían dicho que desmontaban esa corresponsalía, y otras muchas, pensé que todo estaba cambiando, que todos íbamos a ir detrás".
Así fue. Una a una, las delegaciones de grandes televisiones públicas o privadas, de grandes periódicos de papel menguante, empezaron a desaparecer. El mundo del reporterismo y la corresponsalía se derrumbaba a toda velocidad.
"El periodismo internacional es caro. Las corresponsalías, los grandes reportajes, la investigación, las grandes historias. Todo es caro, muy caro. Las empresas dejaron de invertir en ese tipo de periodismo y casi ha desaparecido. Creo que nos va a salir más caro, como sociedad, quedarnos sin esa información".
La Calaf, como le llama alguna de la gente que le pide las fotos por la calle, tiene la teoría de que la irrupción del universo digital, de internet y redes, en nuestras vidas es la causa principal de los cambios. El auge del clic y la caída del reportaje transcurren de forma paralela.
Para eso viene a Cádiz, para debatir junto con otro corresponsal de prestigio, Alfonso Armada, la evolución del periodismo de contenido internacional, de las corresponsalías, de los 90 a la inmediatez audiovisual de 2024. "Han cambiado tanto las circunstancias que aquella forma de trabajar parece impensable".
Cuando busca motivos, encuentra varios: "Las redes sociales parecen habernos conectado, estamos hiperconectados, hiperinformados, pero en realidad han roto la comunicación personal".
"Hace unos años, te encontrabas con un ministro, un presidente, un experto, un alcalde, un científico, un deportista, un actor, en un hotel, en un acto, le preguntabas algo, igual no te contestaba, o quedabas con él para grabar, le pedías turno, te daba una clave, o no, pero accedías a esa persona, a esa información. Ahora, si te acercas, se te echan diez asesores y ocho guardaespaldas encima, te dicen que cómo se te ocurre".
"Ahora hay miles de imágenes a los pocos segundos pero sin contexto, sin por qué. Ahora tenemos, más que nunca, el qué pero nos falta el cómo"
La práctica profesional se ha transformado hasta ser irreconocible. "Periodismo malo siempre hubo, antes y ahora. No me gusta la nostalgia generalizada ni pensar que antes todo era mejor. Todo ha cambiado. Ahora hay unas herramientas tecnológicas fantásticas y eso hace que haya más periodismo malo, más voluntad de interferir, aunque también provoca que haya más margen para hacer periodismo bueno".
La omnipresencia del móvil, de las microcámaras, ha eliminado el papel mediador del reportero que tenía que buscar las imágenes sobre el terreno. "Ahora, cuando sucede algo, hay miles de imágenes a los pocos segundos pero sin contexto, sin que nadie te explique por qué".
"Ahora tenemos, más que nunca, el qué pero nos falta el cómo. Sólo importa el qué y el impacto, la espectacularidad, pero han desaparecido los precedentes, la situación alrededor, la pausa, la explicación, todo lo que te daban un cámara y un reportero, un texto extenso y documentado sobre el terreno".
Ahora, 15 años después de su adiós al reporterismo activo, su compromiso con el periodismo sigue vivo. Lo ejerce mientras recorre toda España de charla en charla, de conferencia en curso, de facultad en facultad.
"Es una buena forma de conocer lugares". La peculiaridad de haber salido y regresado tantas veces le da una perspectiva privilegiada de cómo ha cambiado su país.
"El protagonismo de España ha crecido de forma espectacular en el mundo. Al principio, mucha gente no sabía ni dónde estaba España. Algún tópico, toros, fútbol, flamenco. Como mucho. Ahora todo ha cambiado, en casi todo el mundo existe una idea, una referencia clara, de España".
En la parte negativa, lo que permanece "es nuestra tendencia al blanco y negro, sin grises, sin matices, a las opiniones extremas, nuestra dificultad para el acuerdo, el consenso incluso en los grandes asuntos que más afectan a la gente. En eso, seguimos igual. Parece que la polarización la inventamos nosotros".
Siempre queda lo vivido, el saco sin fondo de recuerdos. En la conversación aparecen encuentros o episodios con Paul Newman, Papandreu, Mastroianni, Juan Pablo II, Jomeini, Giulietta Masina, Warhol o Woody Allen. Gorbachov, Yeltsin ("nunca nadie lo vio sobrio") y hasta Putin.
Recuerda al gran villano actual como a "un político joven y entusiasta con mucha tendencia a lo occidental, a cierta conexión con Europa. Rusia se acercó mucho nada más caer la Unión Soviética, llegó a mandar emisarios a reuniones de la OTAN".
Todo cambió por alguna clave que tenemos pendiente descubrir. "En algún momento se sintió traicionado por Estados Unidos y se radicalizó. Después de algún movimiento norteamericano se transformó en el líder autoritario, dictatorial, que es ahora. Creyó entender que le estaban engañando, que no había más remedio que volver a los métodos aprendidos en la KGB, al ideario imperialista de la Madre Rusia".
El rosario de anécdotas sigue con los "amables, generosos y siempre sobrados de pasta" corresponsales alemanes en el Pacífico; con las tretas de los nortemericanos "que no conocen a nadie, son competidores, es su cultura"; con las avionetas encontradas a última hora; con los turistas secuestrados en Borneo.
Las relaciones con los fixers (conseguidores locales, adorables o temibles, en cada gran reportaje) y los escoltas gubernamentales, las andanzas en Filipinas o Corea del Norte, catástrofes, revoluciones, involuciones, guerras, heroicidades y vida cotidiana en cualquier parte del planeta, las veces que salvó a un cámara o viceversa, la explosión de la que fueron advertidos los periodistas europeos un minuto antes de la tragedia...
Más que para una biografía o una serie, da para 40 horas más, para una docena de conferencias. El que quiera detalle del catálogo puede buscar en muchas de sus intervenciones, anteriores y venideras.
Ella cree que habla demasiado. Se apura y se disculpa. No sabe que tiene la capacidad de llevar al oyente, al espectador, a otro tiempo. Siempre fue capaz de transportarle a otro lugar.
Ignora que su relato siempre asombra a la otra parte, siempre se hace corto. Es imposible resumirlo en un texto porque son mil vidas en una. La mejor de las posibles para los que sientan curiosidad por el periodismo y la historia, por la humanidad y por el mundo.
Una docena de países antes que 30 medallas
En cada entrevista que le hacen sale la cifra mágica. Doce. Son los países del mundo que le faltan por conocer. En los restantes cientochentaypico ha estado ¿Cuáles son los restantes? "Son Belice, algunas islas independientes como Montserrat, Guinea Conakry, Eritrea, Somalia, Sierra Leona, Angola o Liberia pero a muchos ya no podré ir. Mi hermano dice que no me han matado en 70 años por el mundo y me van a matar ahora, de mayor". Ríe.
Su condición de trotamundos está lejos de calmarse. Cada año reserva cuatro meses para algún largo viaje con su compañero de vida. En 2023 hizo un Barcelona-Mongolia en el todo-terreno de ambos. Para este año planea algo parecido, con otra ruta. Entre los largos recorridos, varias veces al mes, descubre "todos los sitios de España que puedo, como ahora Cádiz y Sanlúcar. Había estado hace mucho pero quería pasear con calma y ahora he podido hacerlo. Qué belleza", dice alguien que ha conocido más de 180 naciones.
A la cifra de lugares visitados se suma otra muy llamativa, la de premios y reconocimientos. El Luca de Tena es el último, "me avisaron hace tres semanas, estaba en un tren". Cómo no. Antes ya fue investida doctora honoris causa por las universidades de Tarragona y Elche. Premio Toda una Vida de la Academia de Televisión; Nacional de Periodismo de Cataluña; Ondas a la Mejor Labor Profesional; Women Together de las Naciones Unidas; medalla de honor de Hungría por su "defensa de la libertad"; Cirilio Rodríguez "a la mejor corresponsal"; José Couso a la Libertad de Expresión; Víctor de la Serna de la Asociación de la Prensa de Madrid, Premio a la Trayectoria Profesional de la Universidad Europea y la Medalla de Oro de la Cruz Roja.
Seguro que le hace más ilusión el primer listado que el segundo.