Ser mayor de 55 y LGTBI: "Hemos luchado mucho, pero tenemos el lastre de la soledad"

En una sociedad que prioriza la juventud y, todavía, la norma, muchos de quienes ya tienen una edad avanzada y pertenecen al colectivo viven una realidad difícil. lavozdelsur.es habla con tres activistas al respecto

Rafa Muñoz, coordinador del grupo de mayores de JereLesGay, junto a su marido, Enrique, en el patio de su casa.
Rafa Muñoz, coordinador del grupo de mayores de JereLesGay, junto a su marido, Enrique, en el patio de su casa. JUAN CARLOS TORO

Rafa Muñoz coordina el grupo de mayores de la asociación JereLesGay, en Jerez, y ve, en primera persona, la situación límite en la que viven muchas personas del colectivo LGTBIQ+. "De repente, estamos en un momento en el que todo se ha ido normalizando, la gente joven (espero) no tendrá los problemas que hemos tenido otras generaciones... Y, sin embargo, hay un grupo de personas, de los 60 o 65 años en adelante, en las que, realmente, el sentimiento de soledad, de aislamiento, de tener que hacerlo todo solos, es muy fuerte", explica.

Por ese mismo motivo, resulta difícil que estas personas se abran sobre sus experiencias. En lo que relata este activista, que ha sido además trabajador social, se desprende que existe una parte del colectivo a la que la sociedad no presta atención.

Las personas mayores de cierta edad experimentan así dos realidades que las hacen vulnerables a determinadas situaciones: su edad avanzada y su pertenencia al colectivo. Así lo concluye el informe 'Mayores LGTBI: Historia, lucha y memoria', elaborado en 2019 por la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Felgtb). Esta realidad se concreta en discriminaciones como el menor acceso a recursos económicos, la falta de atención y cuidados en algunos aspectos de la salud y un menor acceso a los recursos sociosanitarios y de cuidados. 

Es lo que Rafa Muñoz ve en cada reunión del grupo, y lo que ha visto durante décadas de lucha, aunque quiere recalcar que ese no es su caso. A sus 68 años, lleva más de 30 con su marido. "Nos hemos casado, hemos trabajado, somos jubilados, tenemos una pensión más o menos decente, tenemos una familia que nos arropa desde siempre… Somos unos privilegiados. Pero tenemos que hablar de ese sector, que es muy amplio, de personas que se sienten arrinconadas, y que muchas veces cuentan con muy pocos recursos a todos los niveles", se sincera.

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Trabajador social ya jubilado, para Rafa Muñoz el sentimiento de soledad es el gran perjuicio para la comunidad LGTBIQ+ de edad avanzada.  JUAN CARLOS TORO

El impacto de ese sentimiento de soledad es notable en la salud mental. "Está todo relacionado con una situación depresiva y negativa de la realidad increíble, y sobre todo con un sentimiento de frustración y un sentimiento de inferioridad enormes". 

Aclara que, en muchas ocasiones, no se trata de una soledad impuesta desde fuera, por la sociedad actual, sino que procede de experiencias pasadas, de años acumulados de vivencias negativas. "Es esa soledad que se incrusta, de alguna manera, porque su forma de vivir no ha cuadrado nunca con lo que estaba establecido, con lo que era 'normal'. Y a eso le añades que las personas vamos perdiendo capacidades con la edad, y se convierte en algo muy angustioso", explica. 

En la misma línea se expresa Ana Camelo. A sus 72 años, cuenta con una larga trayectoria como activista a sus espaldas, y es también exconcejala del Ayuntamiento de Cádiz. Para ella, el principal problema al que se enfrentan las personas mayores del colectivo es la falta de visibilidad y la infantilización, unos problemas que son también comunes a los de las personas que no pertenecen al mismo. Pero, en este caso, se añade la falta de comprensión.

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Ana Camelo, una activista de 72 años con décadas de lucha a su espalda, posa para lavozdelsur.es en la Plaza de la Candelaria.  JUAN CARLOS TORO

"Es verdad que se le da más visibilidad a los jóvenes. Pero aquí estamos las viejas, intentando decir: estamos aquí, nos tenéis que escuchar, no nos podéis desvalorizar, porque nos infantilizan inmediatamente. Claro que tenemos limitaciones, nuestros cuerpos ya no son los de antes, nuestra mente, si no la ejercitamos, tiene pérdida de memoria. Pero no somos invisibles, ni estamos tontas, ni nos tienen que tutelar", expresa Ana contundente.

A ello se suma la problemática de los cuidados: "Cuando las personas LGTBI están solas, porque no han tenido pareja, o porque son viudas, o no han tenido hijos, y no tienen nada que ver con esa familia nuclear de matrimonio, hijos, nietos... Y van a una residencia, ¿qué tienen que ver con la mayoría de las personas que están allí? No hay residencias, un lugar que pueda acogernos, y donde podamos tener la misma sintonía, compartir lo que sientes, o lo que has vivido, o cómo ha sido tu vida". Y afirma: "Esas otras familias, al sistema no les interesan". 

Para Ana, se trata de un recurso que habría que solicitar a las administraciones. En ese sentido, en el barrio de Villaverde, en Madrid, existe un proyecto pionero: la primera residencia pública del mundo para personas LGTBI, gestionada por la Fundación 26 de Diciembre.

Recursos como las residencias de mayores tienen "un punto de marginación" para las personas del colectivo, expresa Rafa Muñoz

Sobre los cuidados también opina Rafa: "Ese sentimiento de soledad arrastra a llevar una vida miserable y triste. Pueden venir a compartir un rato, pasar tiempo con el grupo, pero lo que es su entorno de familia, de hogar, de espacio vital... es muy triste. Tienen esa sensación de: cuando voy a mi casa, no tengo nada, y los recursos no sirven. Y llegan los pensamientos de: por qué no tengo una pareja, o una familia, o por qué no hay recursos para mí. Porque, por ejemplo, a los 70 años buscan un ingreso en residencia y eso, en una persona LGTBI, es complicado. Incluso esos recursos tienen un punto de marginación para las personas del colectivo".

En esa línea, el informe elaborado por la Felgtb arroja algunas cifras significativas. En un 67% de los casos del estudio, el proceso de envejecimiento conlleva más dificultades, siendo la primera causa de ello la no adecuación de los recursos. En el caso de las personas trans, el acceso a los recursos se agrava: el riesgo de pobreza severa afecta a un 72%.

Lo lúdico y lo reivindicativo, de la mano

Quienes son más visibles a edades avanzadas dentro del colectivo suelen llevar, además, una trayectoria de activismo a sus espaldas. Es el caso de Antonio Gallardo, que es portavoz de la Plataforma de Vecinos y Amigos del Pópulo. A sus 58 años, ha vivido cómo ha cambiado el centro de la capital gaditana y, con él, la sociedad en su conjunto.

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Antonio Gallardo, en un rincón de El Pópulo, el barrio donde ha desarrollado (y desarrolla) su activismo.  JUAN CARLOS TORO

"En ese momento, en los inicios del movimiento, había que transmitirlo a los barrios, que es donde está la lucha, donde están las bases del activismo del pueblo. Había que educar para que la gente supiera, primero, qué era ser LGTBI. Así empezamos a hacer concursos de drag queen en El Pópulo, para atraer a todo tipo de personas a una celebración lúdica, hace ya 25 años", rememora. 

"Terminamos haciéndolo incluso en el Teatro Romano dos años consecutivos, imagínate el boom y la aceptación que tuvo. Y eso lo hacíamos para movilizar, para visibilizar al colectivo. A partir de ahí, empezamos a trabajar seriamente para transmitir a los vecinos, al barrio, lo que era querer a una persona del mismo sexo, compartir experiencias, luchar contra el acoso... Si no eras un artista, si no eras un 'cantacoplas', costaba mucho salir de los armarios. Y gracias a esas primeras actividades lúdicas, pasamos a las primeras manifestaciones, a las movilizaciones. La gente nos preguntaba de dónde venía la bandera, y nosotros explicábamos, dábamos charlas...", aclara.

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De las primeras celebraciones lúdicas a las manifestaciones, como el Orgullo Crítico, Antonio Gallardo ha vivido la evolución del movimiento.  JUAN CARLOS TORO

A nivel personal, Antonio tuvo una vivencia difícil, pero no por ello menos común en aquellos años: "Me costó decir lo que era. Yo tenía una pareja, una mujer, y siempre le fui fiel, pero comprendí lo que sentía. Al principio lo tuve que sufrir en silencio, pero cuando salí, salí, y siempre fui activista y militante, para convencer a los jóvenes de que se tenían que sentir libres. Si no, no podemos vivir la vida".

El año pasado, en una manifestación, tuvo un encuentro con un hombre que se le quedó grabado: "Estaba llorando, y nos dijo: ojalá hubiera podido tener esto en mi tiempo. Porque ese hombre era abuelo: tuvo que casarse, tener hijos, nietos, y todo ocultándolo y viviendo en esa gran presión. Y nos dijo: ¡qué pena, cuánta gente se ha muerto teniendo que disimular y callar!".

El lastre de décadas de invisibilidad

Ana, como Rafa, también se define como privilegiada en el apartado más personal y familiar, pero, cuando hace memoria, salen vivencias que marcan. "Una de mis anteriores parejas me presentaba siempre como su 'amiga', no quería dar ese paso", recuerda. También rememora una ocasión, hace diez años, cuando le tocó una estancia en un hotel en Málaga: "Me llaman y me dicen: ¿me da su nombre y el de su pareja? Se los di, y me dice: pero, ¿su pareja es mujer? Le contesté que sí, y me respondió: ah, entonces lo tengo que consultar. En ese momento nos reímos, pero para que veamos hasta qué punto pasan esas cosas aún". 

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Ana Camelo cuenta a lavozdelsur.es las principales problemáticas a las que se enfrentan las mayores LGTBI, entre ellas, la infantilización.  JUAN CARLOS TORO

De las conversaciones con estos activistas se desprende que estas vivencias se acentúan más en las personas mayores, que dejan de ser productivas para la sociedad. Así lo explica Rafa: "Se acoge con resignación. Yo no creo que haya un rechazo absoluto, violento y agresivo. Lo que pasa es que, algo que no se permite o no se da con los jóvenes, o con personas que tienen una vida activa, de trabajo, sí pasa con personas del colectivo de edad avanzada. No se les margina, pero se da por hecho que son 'un poco así'. Y también, dependiendo de la persona, de si tienen una expresión más abierta a la hora de vestir, por ejemplo, ya se les pasa por graciosos o excéntricos".

"Hay cosas que sí han cambiado, gracias a la lucha, a ese estar encima constante", opina Ana Camelo

Ana, Rafa y Antonio pertenecen a generaciones que han visto una evolución vertiginosa en materia de derechos LGTBIQ+. "Somos de los años 70, estaban todavía imperando esas leyes absurdas. Hemos vivido todo eso. Hemos pasado por los años 80, que eran una locura, y llegamos a los 90. Y hemos luchado muchísimo, hasta consolidar lo que tenemos ahora de derechos. Pero tenemos ese lastre de la soledad, y gente mayor que nosotros, de más de 70 y 80, han vivido historias muy chungas siendo muy jóvenes, y eso lo arrastran", sostiene Rafa, para añadir: "Espero que con las generaciones más jóvenes eso cambie". 

Por su parte, Ana se sincera: "Hay cosas que sí han cambiado, gracias a la lucha, a ese estar encima constante. Pero algunos políticos erradicarían todo eso si pudieran". En la misma línea, Antonio puntualiza: "Hay que seguir luchando, porque esto no acaba aquí. Nos tienen que aceptar todos, hasta la Iglesia, que por fin parece que lo está haciendo". 

Sobre el autor:

Alaia Rotaeche

Alaia Rotaeche

Graduada en Periodismo y Máster en Estudios Literarios por la Universidad Complutense. He pasado por medios locales, por comunicación política y de organizaciones y he participado en proyectos autogestionados. Me interesan particularmente la cultura, la política, las migraciones y los feminismos, e intento siempre tener la mirada puesta en quienes tradicionalmente han habitado los márgenes de la sociedad.

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