“Aquí, los hooligans son los españoles. Pueden ser sevillanos, madrileños o de donde sea, pero españoles. Y jóvenes. Vienen a desfasar. Esto se ha convertido en la Ibiza de la Península, en una mini-ibiza”, dice Maya Torres, una joven trabajadora local del comercio.
La comparación con la isla balear reaparece a cada paso. En una de cada dos charlas con vecinos de Tarifa. La usan para describir que una gran parte de los visitantes llega para estar unos días en busca de droga (entendida como alcohol), rock&roll (música electrónica o reguetón, ahora) y, los que aguanten, sexo.
"Entra, entra en Tinder, que te vas a quedar flipado. Docenas de propuestas cada día para fiestas en pisos"
“Entra, entra en Tinder o en aplicaciones de esas. Mete Tarifa. Te vas a quedar flipado. Hay docenas de propuestas todos los días para ir a pisos turísticos. Chavales que invitan a chicas. Algunas, pobrecitas, irán y todo”, añade Isa, compañera en otro local.
Los que viven en este legendario y despeinado municipio gaditano se dividen en dos: tarifeños y guirifeños, dice otra joven trabajadora. Estos últimos son los extranjeros que se afincaron en los 80 y los 90, o sus hijos, con tanto sentido de pertenencia, tan lugareños como los originarios.
Unos y otros están entre asustados, enfadados y resignados. Temen por su edén y su casa, natal o elegida, por la ciudad mágica más al Sur de todo el continente europeo. El último tramo de arena fina antes de África que mira, y se ve, desde el horizonte cercano. El último paso. El primero. El cruce de todos los caminos y de dos mares legendarios.
Los afectados son tanto tarifeños como 'guirifeños', extranjeros e hijos que llegaron a vivir a un lugar mágico en los 80 y 90
Durante el último cuarto del siglo XX fue la meca del windsurf. De la nada, con toda naturalidad. Su condición climática, un pueblo precioso y recoleto, unas playas productoras de suspiros y el viento crónico provocaron el efecto llamada. Como si las rachas de Levante llevaran un mensaje susurrado por todo el mundo. En Tarifa, como en ningún sitio. Empezaron a llegar. De Alemania, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos. Algunos se quedaron.
Las últimas playas del Atlántico, antes de que se convierta en Mediterráneo, se llenaron de velas hace 40 años. Luego fue el kitesurf y otras variantes pero nada cambiaba. Al mismo tiempo llegaron las tiendas. No las había así en en toda Andalucía. También las escuelas. Unos chiringuitos paradisíacos. Los cámpings se multiplicaron. Nació un destino turístico particular, mítico, rodeado de mística deportiva, informal y hedonista.
Pero con el cambio de milenio, la milenaria puerta de África y Europa empezó a cambiar de vestuario. Algo mutó. En Tarifa y en todos sitios pero en este lugar a más velocidad, con mayor intensidad. Los colorines plásticos de las tablas y los bañadores sintéticos, las pieles bronceadas y el atuendo mínimo que se precisa para vivir entre mar y orilla empezaron a dejar paso a otro atuendo. Y lo que más preocupa a los vecinos o residentes con trienios, a otra actitud.
Las despedidas de soltero son sólo una parte del fenómeno pero la más visible y simbólica de la degeneración turística
Llegaron camisetas con fotos y nombres de gente que se casa. Con tutús y velos de gasa blanca y barata. Disfraces horteras. De la ropa de marca surfera a las blusas de salir con muchos botones abiertos (es la moda) para pillar el último trozo de carne humana antes de la cuaresma larga y marital.
Las despedidas de soltera y soltero no son la única pieza del fenómeno del turismo de borrachera pero sí la más visible y simbólica en las calles de Tarifa como en las de Sevilla, Granada, Málaga, Conil o Cádiz.
Algunos afectados creen que esta mutación social se ha cebado con este lugar único como con ningún otro de la provincia y de Andalucía. “El boca a boca, ya sabes, unos a otros se fueron diciendo que para desbarrar, nada como Tarifa. En otro sitio te dicen que no te pierdas tal paisaje o aquel monumento, aquí alguna gente se quedó con la imagen de fiesta”, lamenta Óscar, un vecino exmilitar que apenas llega a los 40 años.
Ese cambio de tipología turística, progresivo desde hace más de dos décadas, provoca un impacto notable en la vida de los vecinos, tarifeños o guirifeños. Los damnificados dicen que cada vez mayor.
"Hay calles y calles enteras de apartamentos turísticos, en las que ya no queda una sola familia de las que vivían aquí hace 20 años"
Denuncian por decenas el doloroso tránsito del turismo deportivo, marino, familiar y natural a otro basado en la fiesta sin horario, el exceso y el desahogo, en la borrachera, la juerga exprés, el ruido, la suciedad y la molestia permantente. Sea involuntaria, inconsciente, o no por parte de ese grupo de visitantes.
“No sé decirte en qué momento empezó a cambiar todo. Desde luego, hace bastantes años. Esto no es cosa de hace poco tiempo. Mira, recuerdo que en 2012 ya nos reunimos algunos vecinos del casco antiguo, con el Ayuntamiento, para crear una asociación de afectados. Era para ver si podíamos hacer algo, no sé, contar algunas cosas para ver qué se podía hacer. La asociación ni se creó ni nada. Así seguimos”.
El que aporta la referencia es José Salas, uno de los pocos vecinos mayores que resiste en el casco antiguo. Es un jubilado que ronda los 70 años, tiene la perspectiva y la experiencia. Su trayectoria le permite comparar esa Tarifa de los 90 y la de ahora. “Entonces venía un turismo de más calidad. Ahora viene esta gente joven. Estos turistas nuevos están echando a los de antes, a las familias, a los que venían para hacer deporte en la playa o pasear, comprar”, añade.
Fenómenos que se dan en toda Andalucía como la gentrificación y la turistificación tienen en Tarifa una intensidad que no se produce en el resto de la provincia
Todos los que hablan lo hacen sobre las aceras del centro: calles como Jerez, Cervantes, Carnicería, San Francisco, Nuestra Señora de la Luz. Un precioso laberinto empinado y encalado, de bella evocación árabe. Un rato cada mediodía se convierten en pasillos de aeropuerto, con las maletas con ruedas como banda sonora. El precioso centro en cuesta, desde la Puerta de Jerez hasta el puerto más meridional de Europa, es el epicentro del conflicto.
Intentos y precedentes
La situación que vive Tarifa cada verano, hace muchos, puede encontrarse en otros puntos de la costa gaditana, de la andaluza y la española. Incluso en grandes ciudades de interior. Los problemas tarifeños tienen denominaciones técnicas que se dan en todas partes, como turistificación y gentrificación. La diferencia es que los tarifeños lo padecen desde hace más tiempo y en mayor grado.
La publicitada campaña contra "el turismo incívico" en 2016 provocó inicialmente 34 multas pero ya no tiene ningún efecto
Los más viejos del lugar, como Jesús Manuel, recuerdan a un alcalde, Juan Andrés Gil (PP) que llegó a impulsar una campaña con el lema 'Cásate en Tarifa', allá por la primera década del siglo. "Tampoco es que tuviera la culpa ni provocara todo lo que ha venido pero sí te demuestra que no lo vimos venir, que empezó como una gracia y ahora no hay quien lo pare".
Apenas 15 años después, en 2016, otro alcalde, Francisco Ruiz (PSOE) anunciaba la primera campaña "contra las despedidas de soltero incívicas". Acusaba a estas prácticas de "generar daños en el mobiliario urbano, bienes particulares depositados en la vía pública o causar molestias generales en el vecindario local".
Anunciaba intervenciones y denuncias en virtud de la ordenanza de convivencia o de regulaciones supramunicipales como la Ley Orgánica 4/2016 sobre Protección Ciudadana. Ambas, decía el regidor ya relevado, iban encaminadas a evitar "las actitudes y conductas incívicas de algunos que vociferan en plena vía pública, alteran el descanso o generan daños que perjudican a todos".
Pedía colaboración al empresariado tarifeño como "otro agente involucrado en la promoción de la normalidad, como parte fundamental de esta ecuación". El entonces concejal de Turismo, Sebastián Galindo (PA), matizaba que "no se trata de infravalorar ningún cliente turístico, sino de evitar conductas incívicas. Van en detrimento de la imagen turística y, principalmente, contra del derecho al descanso".
En aquel verano de 2016 se hablaba de 34 multas y sanciones a turistas incívicos en despedidas de soltero. Han pasado siete años y la situación ha empeorado. La prueba gráfica la ofrece cada día Tarifa Today, es un espacio en una red social que tiene 7.268 seguidores. Es un seguimiento llamativo si se tiene en cuenta que Tarifa tiene 18.564 habitantes (5.000 de ellos en pedanías y diseminados).
Un espacio en internet, más de 7.000 seguidores, se ha convertido en un tablón en el que mostrar gente durmiendo en la calle, jóvenes subidos a monumentos o ríos de orina
Es una especie de medio de comunicación comunitario, con espíritu irónico y burlón pero reivindicativo. Entre preciosas imágenes de deportes náuticos y paisajes tarifeños, en esta publicación digital cada vez han ido creciendo más las denuncias de comportamientos salvajes. Coches volcados, jóvenes subidos a monumentos, personas durmiendo en bancos, aceras y maceteros, ríos de orina a la puerta de las viviendas o negocios... Este lugar de internet se ha convertido en un escaparate del cansancio y la indignación ante la degeneración turística. Aunque no fuera su finalidad inicial ni sea la única.
Más allá de esta inesperada herramienta digital en defensa de los vecinos de Tarifa, han aparecido otras fórmulas. La creación de la Asociación de Vecinos del Centro de Tarifa (Avecta) fue un intento de enfrentar el deterioro. El pleno municipal ha recibido en los últimos años iniciativas como un Mapa Acústico para delimitar las calles que sufren mayor nivel de ruido nocturno y poder aplicar así medidas de prevención y sanción.
Los autores (o autoras, autora o autor) de Tarifa Today prefieren no aportar su testimonio personal pero admiten que su espacio digital es la prueba de una situación social muy compleja que no deja de empeorar. Remiten a las responsables de los colectivos vecinales que se expresa en su ventana digital y a decenas de afectados, muy presentes en su publicación como cientos de residentes en Tarifa.
"No ya es el ruido por las noches, es no poder entrar y salir de tu casa, están en el portal de cualquier manera, haciendo cualquier cosa"
Tanto los organizados como los que se quejan de forma individual fijan los perjuicios constantes, diarios, en tres áreas: descanso nocturno, servicios públicos y vivienda. El último es el menos perceptible pero el de mayores consecuencias sociales. "Apenas quedan seis familias de tarifeños en el casco antiguo", se quejaba el prestigioso artista plástico Guillermo Pérez Villalta durante una entrevista este mes de julio.
"En esta calle, Carnicería, éramos todos del pueblo y ahora no queda ninguna familia de aquí, ni una", afirma Antonio Aranda mientras trabaja en el peinado de una clienta, en su peluquería, de tres por tres metros, en pleno corazón de la zona de bares. "No ya es el ruido por las noches, es no poder entrar y salir de tu casa. Es que están en el portal de cualquier manera, haciendo cualquier cosa, cada día, cada noche, muchos meses. Uno a uno, tuvimos que irnos. Yo vengo solo a trabajar", afirma el profesional con edad de tocar la jubilación.
De regreso a la estratégica calle Jerez, Manuel Ulloa y Yeray, también peluquero y cliente, señalan a una casa típica de dos plantas, frente al negocio. "Un millón de euros costó y la mujer que la compró, alemana, creo, ni viene ya. Alguna vez, sus hijos. No pueden pasar una noche tranquila porque está rodeada de pisos de alquiler de los chavales que vienen de fiesta".
Esa vía conecta con la discoteca Mombasa, "que está insonorizada y muy bien equipada", asegura Óscar, pero "abre de dos a siete de la mañana", le ataja José Salas. La placita que preside este celebérrimo local la puerta de entrada a la zona de bares, atestada cada noche de verano y muchos fines de semana de todo el año.
La combinación de precios disparados por la alta demanda y la imposibilidad para dormir es un veneno que ha expulsado a un número indeterminado de vecinos del casco antiguo. No se sabe de nadie que haya vuelto aún.
Vivienda imposible
"Yo tengo un piso alquilado en una de las plataformas más conocidas. Gano el doble que con un alquiler normal y tengo más control sobre el piso. Lo puedo recuperar, limpiar, comprobar cada pocos días", admite Juan Antonio que se suma espontáneo al debate en plena calle.
Muchos vecinos del centro han vendido. Muchísimos más han alquilado. Hay mucho interés externo por comprar, por arrendar, y mucha dificultad local para vivir con normalidad. La suma es una fuga masiva de vecinos y la llegada de unos residentes de tres noches por turnos rotatorios que no tienen final. El resultado es que "hay calles y calles enteras de apartamentos turísticos, sin una sola familia de las que vivían hace 20 años. Todas se han ido".
"Algunos que vienen a trabajar en verano tienen que dormir en caravanas, allí alrededor del campo de fútbol. No pueden pagar un alquiler"
El mercado inmobiliario se ha vuelto tan inhóspito que "algunos que vienen a trabajar en verano en hostelería, como funcionarios, tienen que dormir en caravanas, allí alrededor del campo de fútbol, les resulta imposible pagar un piso a precio de apartamento turístico, cuesta mucho más de lo que ganan en un mes", afirma Carmen en otra tienda del centro. Este fenómeno ya se ha vivido en zonas costeras de la provincia de Cádiz o en Baleares, en la mentada Ibiza.
Al llegar al aparcamiento de caravanas, junto al campo de fútbol, recibe Rafael Peralta. Gaditano, antiguo portero de fútbol en el popular Gayro y en equipos modestos de Baleares, vive su jubilación entre Tarifa y Algeciras. "Aquí cuesta dormir ocho euros la noche y los trabajadores son muy agradables. Ayudan mucho a la gente. Sí que hay algunos con caravana que trabajan y duermen aquí pero no sé quienes son".
Al preguntar en las caravanas, respuestas con acento argentino e italiano, todos son turistas. "Los que buscáis estarán ahora trabajando (ríe) pero la situación es muy complicada, aquí alrededor hay gente durmiendo en garajes, en locales, es imposible pagar el alquiler de un piso", añade Peralta.
Más de la mitad de los afectados que dan su testimonio señalan a "empresarios sevillanos y madrileños". Les acusan de fomentar este tipo de turismo con locales, servicios y propuestas que ofrecen lo que buscan "los de las despedidas". "Están en su derecho porque es su negocio y hay gente que pide todo eso, es una pescadilla que se muerde la cola. Unos lo ofrecen porque otros lo piden o al revés", tercia Juan Carlos, de los pocos treintañeros tarifeños con hijos que quedan en el centro.
Tengan ese origen geográfico o no, "cayetano, miarma o mesetarian" según las denominaciones satíricas en internet, introducir en un buscador digital despedida de soltera tarifa permite comprobar que hay todo un sector comercial especializado y dedicado a esta clientela. Hay portales que ofrecen a la vez alojamiento, desplazamientos, disfraces, fiesta, striper y limusina... Todo el paquete.
Limpieza complicada
Al conflicto de la vivienda se suma el de los servicios. "Nos han quitado los contenedores de ahí abajo, de Guzmán el Bueno. Los necesitábamos pero el Ayuntamiento dice que los borrachos, al volver de fiesta, los rompían, los llenaban de meado, de vasos y botellas, así que los han quitado. Así, todo. Pagamos nosotros las salvajadas que hacen otros", dice Paula desde la puerta de su tienda de artesanía.
El daño al mobiliario urbano, al patrimonio histórico y al estado de conservación general de la ciudad es una constante en esta batalla desde que comenzara con la ordenanza de 2016.
Juan Carlos, con bañador y toalla, es vecino de la urbanización Juan de Austria. Está lejos del centro pero sufre el mismo fenómeno. "En el centro lo pasan mal pero cualquiera que viva cerca de un chiringuito de los grandes, como nosotros, o de una discoteca, está igual. Los botellones hasta las tantas, las peleas y sobre todo las meadas, todas las mañanas amanece todo lleno".
A este deterioro de los servicios públicos se suma la imposibilidad de encontrar aparcamiento, una de las quejas más visibles en Tarifa Today. Los que deben llegar a Tarifa cada día para trabajar o salir cada día hacia Algeciras tienen "imposible" poder aparcar.
"Todos hemos participado porque el turismo es muy goloso y todos tenemos que comer pero esto se nos ha ido de las manos"
Todos los que hablan reclaman más seguridad, más multas, más Policía Local, aunque algunos, como Rafael, con tono más bajo, admiten que "es muy difícil, es una historia que tiene mucho tiempo, va a más, pasa en todos sitios y es muy complicada. Todos hemos engordado a este bicho porque todos tenemos que comer y el turismo es muy goloso pero se nos ha ido de las manos. Con cuatro multas como pide la gente tampoco va a arreglarse nada".
"Pero algo habrá que hacer. Es imposible hacerlo peor", responde Óscar. Asegura que a los responsables municipales, incluso a los colectivos de empresarios o vecinos, les han faltado visión, formación, acción e ideas durante los últimos diez años, al menos.
Sea o no cierto, el resultado es que el casco antiguo de Tarifa se desangra de vecinos y queda a merced de los turistas. No de aquellos que trajeron el maná de las velas y las tablas hace 40 años, "son otros que compran el botellón en el supermercado, apenas gastan, no nos dejan vivir y están asustando al turismo de calidad, al que siempre hubo aquí", resume José.
Aquella otra Tarifa soñada aún es posible: El Tumbao
En el pueblo tiene fama de "pijo", exclusivo, pero a cambio ofrece un paisaje que derrite al más cínico, es la representación del paraíso. En esta tierra, por lo menos. El chiringuito El Tumbao es una terraza con césped y palmeras, llena de tumbonas ante una breve y suficiente colina, en pendiente, sobre la playa de Valdevaqueros, con la tersa duna como fondo. Es hermana pequeña y bella de la vecina Bolonia. Hay valla antes de acceder en coche. Todo controlado.
Las velas y las tablas como decorado, el último Atlántico frío y transparente. Música suave y mojitos para grupos de jóvenes que gozan al sol sobre hamacas, algunas con publicidad Porsche, para entender el contexto. Hay alquiler de tablas y velas. También se puede comer, y bien. Todo bien aquí. Es un chiringuito de cine, de hecho fue escenario en la película 'El Niño' y es muy posible que entre las presentes haya varias futuras herederas del IBEX35.
Su oferta es selecta y los precios algo más altos que la media pero, a cambio, ni rastro del turismo incívico que tiene asustado al centro del pueblo. Es un recuerdo, o una esperanza, de que la fiesta sin molestar a nadie, centrada en el mar y el deporte náutico, aún es posible, como lo fue en el origen del destino turístico de Tarifa.
Marcos, copropietario, destaca que, de hecho, es uno de los locales, el primero quizás, que prohibió expresamente las despedidas de soltero. No permite el paso a grupos uniformados, disfrazados o con complementos sospechosos. "El otro día vi a unas chicas que sacaban un tutú, velos blancos, y paré la música. Todos empezaron a abuchear, el resto del público. Ese no es el ambiente que queremos aquí. Mi socio es partidario de avisar, de explicar y convencer, es más flexible. Yo soy más duro: despedidas de soltero, fuera".
La experiencia al frente de un local tan conocido en toda España le permite tener un estudio sociológico de esos grupos: "Suele ser gente que sale poco en su ciudad de origen y, de repente, quiere excederse con la fiesta en otro lugar. Y no sabe beber ni divertirse, no tiene costumbre. Tarde o temprano te la van a liar. Incluso las chicas más que los chicos".
Este chiringuito, de hecho, tiene la prohibición expresa de las despedidas de soltero en un cartel a la entrada del aparcamiento, junto con otras normas de conducta. Hace seis años, cuando las célebres prohibiciones, este local se enfrentó a empresas y páginas web que incluían El Tumbao en supuestas rutas y ofertas de despedidas de soltero, sin permiso ni autorización. "No queremos eso. Para tener este ambiente que veis -señala con los brazos abiertos- no podemos tener el otro. Puede que nos haya costado algún enfado, algunas discusiones, pero al final compensa. O lo uno, o lo otro. Es así de sencillo".
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