Varias aves permanecen en fila india. Con parsimonia, apenas se desplazan unos centímetros y vuelven a detenerse. En una pajarera de inmersión del Zoobotánico de Jerez, los ibis eremitas (geronticus eremita) observan a su alrededor.
Desde hace 4.500 años aparecen en los jeroglíficos y son considerados por los antiguos egipcios como la reencarnación del espíritu Akh, responsable de acompañar a las almas al más allá. En Turquía, creen que es un guía de las almas de los fallecidos hasta La Meca. Pero sus condiciones espirituales no le han salvado de ser una de las aves más amenazas del planeta. Es un milagro que hoy se posen en este rincón del Zoo jerezano. Aunque, más bien, es el fruto del esfuerzo incansable de una serie de personas que hace 20 años decidieron unirse para que no se extinguiera.
Entre ellas está Miguel Ángel Quevedo Muñoz, veterinario encargado de mantener la salud de los casi 900 ejemplares del zoo –junto a su compañero José María Aguilar– y miembro del grupo internacional de expertos en esta especie. Este jerezano de 59 años, uno de los responsables del proyecto de conservación del que llaman los libros de cetrería, el “cuervo calvo”, lleva más de 30 años en estas instalaciones. Con sus ojos, ha visto como a principios de los 90, la entidad empezó a volcarse con las especies en peligro de extinción.
“El ibis vino casi de rebote. En aquellos tiempos solo quedaban 250 individuos en Marruecos y los organismos internacionales se echaron las manos a la cabeza porque se iba a extinguir”, recuerda. Para intentar evitarlo, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), SEO Birdlife–Sociedad Española de Ornitología, el Gobierno de Marruecos y otras instituciones aunaron fuerzas.
"Los ibis eremitas habían desaparecido en España hace 400 años"
“La idea era conservar la población de Marruecos y crear programas de reintroducción en las zonas geográficas donde el animal ya había existido. En España habían desaparecido hace 400 años”, comenta el veterinario. Así, el Zoo comenzó a mantener la especie en cautividad para reproducirla y poder reintroducirla. El primero en probar fue un grupo de alemanes que llevó una serie de ejemplares a Cabo de Gata, en Almería, por la similitud del paisaje con el hábitat marroquí. No salió bien, pero decidieron entregar algunos ibis al Zoo de Jerez, dando comienzo a esta nueva aventura.
En la pajarera, estas aves “un poco punkis” que viven en grupo, miran al banco desde donde Miguel Ángel habla de ellas. “Cualquier visitante dice que es un pájaro muy feo, pero es simpático, con esa melena. Su pico muy largo y poco curvo le permite buscar insectos en la tierra, en la vegetación o debajo de los excrementos de las vacas”, detalla.
A partir del tercer año de ser reproductores, se vuelven calvos y suelen pasar mucho tiempo andando por el suelo en zonas donde no hay mucha hierba. Admirar su negro plumaje es posible gracias a los pasos que se siguieron para su conservación. Según cuenta este jerezano a lavozdelsur.es, los organismos trabajaron en mantener y proteger la población marroquí, y en la reintroducción en Europa. Así, se establecieron dos grupos, el de Jerez, y el de Centro Europa.
El proyecto, de la mano de la Junta de Andalucía, echó a andar en el 2000 con el fin de establecer una población sedentaria, estable y autosuficiente en la provincia de Cádiz. Y, tras más de dos décadas, lo consiguieron en la zona de la Janda, concretamente en Chiclana, Conil, Barbate, Vejer y Medina, desde donde se pueden ser avistados.
El otro grupo, formado en Alemania, se encargó de enseñar a esta ave a seguir una ruta migratoria hasta la Toscana italiana. “Cuando llega el invierno, todo se llena de nieve y se quedan sin comida. Durante los últimos 15 años han seguido este camino con un ultraligero, pero el cambio climático está teniendo impacto en el grupo migratorio de Centro Europa y el año pasado algunos ibis no pudieron volar por falta de corrientes térmicas y tuvieron que recatarlos”, sostiene Miguel Ángel.
Paralelamente, una de las aves que sí pudo iniciar el vuelo, Ingrid, un macho nacido el año pasado, abandonó a la bandada, cruzó Francia y sobrevoló la Península Ibérica hasta acabar en Cártama, un pueblo de Málaga. Miguel Ángel lo llama un “incidente natural, casi milagroso” que dio lugar al planteamiento de una segunda ruta migratoria, esta vez, desde Alemania hasta Cádiz.
El 21 de agosto, 35 ibis eremitas emprendieron un viaje histórico de 2.230 kilómetros guiados por humanos con ultraligeros biplaza en los que iba la madre adoptiva vestida de amarilla a bordo. Un total de 18 etapas en las que han sufrido distintos incidentes. Tres de estas aves se han quedado por el camino. “Se han despistado por Aragón y por Valencia, han tenido ataques de rapaces, esperemos que alguien las vea y nos avise para que las podamos incorporar”, comenta el jerezano.
Hace 17 días, el grupo llegó a la provincia, aunque tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia a 20 kilómetros de Villamartín debido a los fuertes vientos. Actualmente, los 32 ibis eremitas permanecen en un aviario instalado en San Ambrosio. “Estarán hasta diciembre para que pase un periodo de aclimatación y para que pierdan ese comportamiento migrador que pudieran tener”, explica el experto.
Después, les dejarán en libertad, pero se desconoce qué pasará. El objetivo es que exista un contacto entre la población recién llegada y la que vive en la Janda y se establezca ese segundo corredor migratorio. “Son aves muy sociales, yo creo que una vez que hayan conocido la Janda no se van a querer mover”, bromea.
"La población va incrementándose poco a poco"
Mientras tanto, el Zoo trabaja manteniendo un grupo de estos ejemplares en peligro de extinción como reproductores con el fin de llevar a cabo la reintroducción y suelta. Miguel Ángel observa esos pájaros que tantas alegrías –y quebraderos de cabeza– les han dado estos años. Gracias a la labor de las instituciones, vuelan en libertad. “Si no, probablemente solo existirían en cautividad”, dice poniendo en valor los trabajos de conservación e investigación que se realiza en estos espacios.
En la actualidad, en la provincia de Cádiz se distinguen en torno a 250 ejemplares, existen cinco puntos de reproducción y hay 33 parejas reproductoras en el zoo. Según explica, “la población va poco a poco incrementándose tanto en número de individuos como en el número de colonias reproductoras”.
Por ello, esta ave se observa en los acantilados de la Barca de Vejer y en la Torre de Castilnovo, en Conil, donde desde hace dos años anidan de forma natural. No ha sido fácil lograr que este “ermitaño” de las rocas haya llegado hasta aquí y despierte el interés internacional. “El ibis es parte de mi familia, he peleado por ellos en todos los encuentros. Ha habido casos en los que he estado a punto de tirar la toalla, pero hemos tirado para delante a pesar de los problemas y ahí seguimos. Si no hay nadie que trabaje por los animales, no hacemos nada”, expresa.
Los ibis eremitas son solo un ejemplo de las tantas especies por las que muchas personas luchan, como el buitre negro o el lince ibérico. “Habrá muchísimas que se pueden salvar como esta, lo único que hace falta es interés, ganas y que las diferentes administraciones se pongan de acuerdo”. El responsable del Zoo está convencido y celebra con alegría los pasos de este proyecto que no para.
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