Con chubasqueros y como si no estuviese lloviendo con intensidad, un grupo de chicas jóvenes corren por el césped artificial del Campo de San Telmo de Jerez. En sus caras empapadas hay sonrisas que transmiten la pasión que sienten por un deporte históricamente con etiqueta “de hombres”. El fútbol también es para ellas. El Xerez Féminas F.C. acaba de cumplir diez años reivindicándolo. Lleva una década brindando un espacio para las que disfrutan entre porterías. Entre ellas está Rocío Cesto, jerezana de 35 años, que entrena junto a sus compañeras del equipo senior. La más veterana empezó en los inicios de este club que arrancó en 2015 bajo el nombre de Al-Ándalus Féminas F.C.
“Yo empecé a jugar con mis amigas en un parque. Con 20 años alquilábamos un campito. Un día nos vio un chaval que entrenaba al Guadalcacín y nos propuso hacer un equipo”, recuerda Rocío. Tiempo después, se enteró que estaba a punto de nacer un nuevo club femenino en la ciudad y se unió.
Sus fundadoras eran deportistas cansadas de la falta de apoyos que percibían por parte de los clubes. Chicas con ganas de hacerse un hueco en la competición. Eran jerezanas que jugaban en El Puerto, pero que eran consideradas “como un equipo más exótico que otra cosa”. Así lo explica Abraham Pavía, directivo del Xerez Féminas F.C., que estuvo desde el principio apoyando este proyecto.

“Dos jugadoras decidieron emprender por separado y quisieron que yo estuviera con ellas”, comenta Abraham, remontándose a ese 2015, una época en la que el panorama era complicado para el desarrollo de la mujer en el fútbol.
“Había muchas ganas de fomentar el fútbol femenino, pero no había prácticamente equipos. En la provincia de Cádiz había unos cinco y la infraestructura de estos era prácticamente nula”, sostiene el también entrenador mientras las jugadoras siguen corriendo. Con el paso de los años, el jerezano ha notado un cambio “abismal” tanto en el desarrollo de los clubes como en el número de chicas que se han ido sumando. Actualmente, en la provincia hay registradas unas 3.000 jugadoras de fútbol, con licencias en distintos equipos, y, en el caso del Xerez Féminas F.C, la cantera asciende a más de un centenar, procedentes de Sevilla, Ubrique, Rota o San Fernando, entre otras ciudades.
El club se ha convertido en una referencia en el fútbol femenino gaditano y andaluz, y cuenta con un equipo senior en la Segunda Andaluza, dos equipos de cadetes en Primera y Segunda andaluza, y uno infantil, que mezcla a benjamín y alevín. En este último juegan Diana Huerta, jerezana de 10 años, y Susana García, de 11, natural de Ávila. Ambas llevan unos meses entrenando, desde que se apuntaron al inicio de esta temporada.


“Me divierto con mis amigas y aprendo a jugar”, dice la más pequeña, que juega de extremo y, claro, corre por toda la banda entera. Su inquietud por el fútbol nació en casa. “Yo siempre veía a mi hermano mayor entrenar, me gustaba, a veces me ponía a jugar también, y decidí apuntarme”, comenta Diana, que se lo pasa en grande en cada partido. Desde el vestuario, anima a otras niñas a “que se apunten, que está muy chulo”.
En el caso de Susana, afincada en Jerez desde el verano pasado, empezó jugando en su tierra natal con una amiga en un patio donde pegaban patadas al balón. “Yo veía que a mi amiga que le gustaba el fútbol y a mi padre también y me empezó a gustar. Cuando me vine aquí mi padre hizo realidad mi sueño de empezar a jugar”, comparte con lavozdelsur.es.
Nadie se extrañó cuando manifestó que quería practicar este deporte. Su padre y su tío, que fue quien vio un día a las niñas jugando en este campo, la apoyaron desde el primer momento. Desde entonces, su posición favorita es la banda.

En su corta y emergente trayectoria, Diana y Susana aseguran que nunca han recibido comentarios fuera de lugar cuando dicen que juegan al fútbol. Es más, la pregunta las deja un poco confusas. “Yo lo cuento en mi clase a mis amigos y no reaccionan mal, está normalizado”, exponen.
Su experiencia es muy distinta a la que vivieron sus compañeras más mayores en sus inicios. “Hay veces que a la gente le choca un poco que una niña juegue al fútbol, incluso hay gente a la que le molesta”, comenta Alba Sánchez, de 17 años, nacida en Rajamancera, una barriada rural de Jerez. Ella intenta no hacer mucho caso a las malas lenguas y se centra más en disfrutar y mejorar cada día. Empezó a demostrar su pasión por el fútbol desde muy pequeña, cuando se pasaba horas jugando con su hermano y con sus primos en la calle.
Hace seis años, en 2019, se puntó a este club en el que juega con el equipo senior como media punta, en el centro del campo. “Mis padres me apoyaron en todo momento”, expresa Alba, que confiesa que no tuvo referentes y empezó porque le llamaba la atención.

A su lado, mientras parece que la lluvia da una tregua, está su compañera de equipo Candela Perdigones, jerezana de 19 años, que se desenvuelve como lateral izquierdo o central desde 2021. Ella también ha sentido los estigmas con los que carga el fútbol femenino. “Por desgracia, sí”, dice la joven, que comenzó en este deporte en el colegio, “por aburrimiento”. Según explica, su profesor de Educación Física les daba un balón a los niños mientras que las niñas “se sentaban y no hacían nada”. Candela no podía estar quieta y un día intentó jugar con los niños.
“Me decían que no, al principio no querían. Hasta que uno de mis compañeros me dijo que fuera en su equipo y ya todos los partidos iba con él”, comenta la jerezana que, por entonces, no conocía a muchas niñas a las que les gustase como a ella.
Años más tarde, en el instituto, volvió a notar los prejuicios. “Escuchaba lo típico de, ¿tú cómo vas a jugar si eres una niña? Y machorra también me decían. Es fuerte, tú no dices nada, te quedas callada, pero te molesta, ¿por qué me tienes que llamar así? ¿Por jugar fútbol? Es un deporte que lo pueden practicar tanto hombres como mujeres”, señala.

Afortunadamente Candela, que recuerda la vez que le pidió sus primeras botas a su madre y esos partidos que veía con su abuelo, ya hace tiempo que no escucha nada de eso. “Que las mujeres ganaran un mundial fue algo grande. Tanto para España como para el fútbol femenino. Se debería de valorar más el deporte de las mujeres”, dice antes de empezar a entrenar.
El fútbol femenino evoluciona
La visibilidad, la educación y el esfuerzo de clubes como este propician cambios positivos en este mundo. Las jugadoras notan una evolución que aplauden y celebran, pero no bajan la guardia. “El futbol ha ido evolucionando y gracias a Dios ahora se ve, no igual que el masculino, pero por lo menos nos tienen más en cuenta”, comenta Rocío, que percibe el avance después de una década. Ahora, sienten que hay más apoyo y que las gradas están más llenas que antes.
“No se veía igual que ahora. Al principio decían que los equipos tenían que ser masculinos y que las niñas no jugaban al fútbol”, comenta la veterana. Abraham coincide con ellas. Actualmente, hay referentes y percibe un mayor interés por las más pequeñas gracias a la visibilidad que tienen las jugadoras profesionales.

“Las más pequeñas se fijan en las jugadoras que van con la Selección y quieren parecerse a ellas, no solamente están Messi y Cristiano, ven que la mujer también puede llegar a cuotas altas en el fútbol”, reflexiona el directivo.
También menciona la importancia de la actitud de las familias a la hora de facilitar que sus hijas den rienda suelta a sus inquietudes. “Hay menos tabú. Antes había niñas pequeñas que querían jugar y el padre o la madre no lo veía con buenos ojos porque no lo veía como un deporte adecuado para ellas. Hoy en día esa libertad sí la hay, si una niña quiere jugar al fútbol, no le ponen ningún pero, y eso incentiva que cada vez haya más equipos y que el fútbol femenino vaya creciendo”, sostiene.
Rocío, Alba, Candela, Diana y Susana son eslabones en una cadena de chicas que hacen lo que les gusta. Su energía e ilusión promueven que sigan dando ‘patadas’.